En 1547, cuando la ciudad de Guayaquil se
asentaba de una manera definitiva en el cerro Santa Ana, Francisco de Olmos era
un hombre con las manos manchadas de sangre. Las muertes que él causó merecen
una explicación.
La década de los cuarenta del siglo dieciséis es aún tiempo de conquista en la América del Sur. En la zona del río Guayas y sus afluentes, los habitantes originarios resienten y resisten la presencia de los europeos en su territorio. Antes de 1547, por trece años, la ciudad española que se llamaría Guayaquil buscó un lugar para su establecimiento, pero los chonos, los punáes y los huancavilcas la atacaban y la obligaban a trasladarse. Ocurrió en cuatro ocasiones: en 1536, en 1537, en 1542 y en 1543. Pero su último traslado, el de 1547, fue distinto y es el que hace a esta historia.
La década de los cuarenta del siglo dieciséis es tiempo de guerra entre los conquistadores de la América del Sur: unos están por el gobierno del rey europeo Carlos I y sus leyes, otros por el gobierno del encomendero Gonzalo Pizarro, sublevado a la autoridad del rey. En el marco de esta lucha, en Guayaquil, el 6 de abril de 1547, Francisco de Olmos y otros ocho españoles mataron al portugués Miguel de Estacio, a Alonso Gutiérrez y al capitán Marmolejo, gonzalistas. La leyenda dice que a Estacio, que era el Teniente del Gobernador en Guayaquil nombrado por Gonzalo Pizarro, Olmos y sus compinches lo cosieron a puñaladas, después de sacarlo a conversar al fresco. Olmos era, a su vez, el Teniente de Gobernador nombrado por Pizarro para Puerto Viejo, pero cuando llegó Pedro de la Gasca a pacificar estos territorios en nombre del rey Carlos I, él y muchos otros se pasaron al bando del rey.
Así, cuando Olmos y sus aliados mataron a Estacio, Gutiérrez y Marmolejo en Guayaquil, los mataron por gonzalistas. Fueron muertes causadas por los defensores de la autoridad del rey Carlos I para acabar con la subversión de los españoles en la zona del Golfo de Guayaquil.
Este acto criminal justificó el último y definitivo traslado de Guayaquil al Cerrito Verde, hoy cerro Santa Ana. La reacción de los gonzalistas, liderada por el Teniente de Gobernador de Pizarro en Quito, Pedro de Puelles, fue lo que temieron estos incipientes guayaquileños. Por ello, buscaron poner agua de por medio entre la posible reacción de Puelles y se decidió cruzar la ciudad al margen del río opuesto al camino que venía de Quito. Pero la posible reacción de Puelles jamás pudo ocurrir, pues él fue a su vez asesinado el 29 de mayo de 1547 por otros españoles, defensores de la causa del Rey. Y también de su propio peculio: el líder de la turba que mató a Puelles en una ‘visita’ que le hicieron a su casa, Rodrigo de Salazar El Corcovado, se quedó con las encomiendas y las propiedades que de Puelles habían sido.
Así, fue el temor a Puelles en 1547 (v. ‘Los orígenes: Guayaquil se aleja de Quito’) lo que hizo que Guayaquil se quede, hasta 1970 y el puente de la Unidad Nacional, separada por un ancho río de su multisecular e inoperante capital administrativa, Quito.
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