Visto de una manera general, Quito parece una ciudad relevante en el panorama electoral: el más votado de los candidatos en la segunda vuelta fue uno de sus hijos, y uno prototípico: un burócrata quiteño, Andrés Arauz, que es lo que bota la mata. El otro de los candidatos en la segunda vuelta (porque Arauz no es profeta en su tierra) es el que fue más votado en dicha ciudad, Guillermo Lasso.
Pero ya examinado más en detalle, la cosa aparece muy distinta. El burócrata quiteño, si no tuviera el apoyo del Perón del Guayas, Rafael Correa, sería en su candidatura un Carlos Sagnay de la Bastida de la vida, un quídam. Así, es un guayaquileño el que le insufla vida al candidato quiteño. Y el candidato más votado en Quito, el que llega a la segunda vuelta con el burócrata quiteño, es Guillermo Lasso, un banquero guayaquileño, un representante de esa rancia oligarquía que tanto ama a Quito odiar.
Así, si Quito pone un quiteño en segunda vuelta es porque lo lleva allá un guayaquileño. Y si Quito pone los votos para un candidato en segunda vuelta, es para un oligarca guayaquileño.
De parecer relevante a resultar irrelevante: drama quitensis.
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