Creo que en el Ecuador es irrelevante si gana una facción política u otra (por eso, la claridad meridiana del voto nulo). Los partidos y movimientos políticos ecuatorianos obedecen a la siguiente descripción:
“… son, pues, redes de hombres unidos por vínculos muy diferentes (de parentesco, de compadrazgo, de clientela, de interés, de origen geográfico común), que se definen ante todo por su oposición a una red rival”
Francois-Xavier Guerra acuñó esta descripción para los partidos políticos del año 1809 (sobre esto, v. ‘Partidos políticos (1809-presente)), pero el fanatismo por el atraso que se estila en estos pagos hace que sea una definición aún válida (perfectamente válida) para describir a los partidos y movimientos políticos del Ecuador del 2021.
En rigor, la mayoría de las facciones políticas
en el Ecuador se definen por oposición a otra facción porque carecen de
ideales propios (no somos buenos, somos
apenas mejores que el otro). Lo suyo es, casi invariablemente, la disputa del
botín con estas otras facciones opositoras (a esta riña de mal gusto se la
llama ‘elecciones’). Así, se busca llegar a la administración del Estado para
el reparto de un botín (puestos, contratos, comisiones, privilegios, prebendas,
sobornos, corruptelas, etc., todo lo que conjugue el ancho verbo rapiñar). Es lo que hay.
Mientras la política sea la disputa de un botín entre facciones será un juego de suma cero, insostenible y sin posibilidad de desarrollo para la administración del Estado en que ocurre. Pasará una generación y muchas más, como ya han pasado unas ocho o nueve desde que se inventó este adefesioso Estado del Ecuador en 1830, pero seguiremos la mayoría de sus habitantes entendiendo que el Estado es un estorbo, mientras que unos pocos lo percibirán como un botín (sobre esto, v. ‘Una revolución contra la idiotez’).
Por este estado de cosas, si el Ecuador es un acto de fe, yo soy ateo.
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