“Estás buscando direcciones en libros para cocinar, estás mezclando el dulce con la sal”. Esta frase es clave para comprender algunas actitudes de este Gobierno: su autoritarismo, su demagogia, su improvisación. La conjugación de estos atroces atributos se evidencia con actos tales como la propuesta de tribunales electorales ad hoc, la declaración de irrespetar una eventual resolución del Tribunal Constitucional, el respaldo que otorga mediante la fuerza pública al cumplimiento de arbitrarias resoluciones, la redacción de un estatuto de paupérrima factura y palmaria inconstitucionalidad, el apoyo a propuestas que el propio Presidente no estima convenientes solo por razones demagógicas o de maleva estrategia, el descrédito que le concede a toda crítica sin importar su origen o razones, la pretensión de iniciar demandas internacionales sin sustento suficiente, la creación de un Ministerio sin presupuesto ni sólido discurso (el de Cultura) y una grandilocuencia que, aupada en la intempestiva retórica de Correa, nos convoca a preocuparnos en virtud del ostentoso desprecio que manifiesta hacia los procedimientos constitucionales y legales que, muy a su despecho, constituyen la condición necesaria para consolidar la fortaleza de las instituciones y la solidez de la democracia.
Supongo que para las gentes del Gobierno y sus bullangueros fans estas “nimiedades” que refiero son parte de un complejo guión que, quienes creemos en el estado de derecho y en la defensa de la institucionalidad, no alcanzamos a entender. Intuyo que consideran la ejecución de tales actos como un mero expediente para el cumplimiento de la misión heroica para la que se sienten elegidos. Recuerdo, a este respecto, a Carlos Monsiváis, quien sentenciaba que “héroe es el valiente elevado por la grandeza de la Patria inminente” (que por cierto, en nuestro caso ya volvió, ¡seamos dichosos!) y que en idéntico tono de ironía añadía, “héroe es el trasunto del redentor, que nada guarda para sí y reconstruye el género humano en países doblegados por siglos de colonialismo”. Redentor, altruista y reconstructor: ¿no les huele demasiado a “Pasión por la Patria”? Lo realmente grave, en todo caso, es que bajo el amparo de esta misión los prospectos locales de héroes se sienten en posesión de una licencia especial para actuar fuera de la ley si las circunstancias lo requieren porque las leyes, para ellos, no son sino la expresión de los intereses de los villanos, etcétera (acompáñese este fragmento de la retórica presidencial al uso). En este mundo maniqueo, de buenos y malos, y digno de Marvel Comics®, se desenvuelve la lógica del Gobierno. Valdría recordar entonces la sensatez de Bertold Brecht: “Desdichado de aquel país que necesita héroes”.
Pero la sensatez no se compadece con los actos del Gobierno. Su composición y afanes me recuerdan a ese dibujo animado de mi niñez, La Liga de la Justicia, entidad compuesta de animosos superhéroes. La encabezaba Superman (por cierto, ¿han notado el parecido que tiene el presidente Correa con Christopher Reeve, en versión mestiza? El resto de analogías se las dejo a ustedes para su particular entretención). Todos tenían superpoderes y eran queridos y buenos, casi como este Gobierno. Pero no necesitamos a Superman para componer este país. Necesitamos, en contraste y para empezar, muy terrestres procesos de respeto a las instituciones y las leyes, aspectos sobre los que este Gobierno, que afirma representar el cambio, debería darnos ejemplo. Pero continúa torpemente empeñado en buscar direcciones en libros de cocina y mezclar el dulce con la sal. Esta frase, por cierto, le pertenece a Charly García y consta en una canción cuyo título es, precisamente, Superhéroes, de 1982. De su época de scout, Presidente, parece que sabe usted cantarla (sus actos de gobierno lo demuestran). En cuyo caso, no me cuente para el coro.
Supongo que para las gentes del Gobierno y sus bullangueros fans estas “nimiedades” que refiero son parte de un complejo guión que, quienes creemos en el estado de derecho y en la defensa de la institucionalidad, no alcanzamos a entender. Intuyo que consideran la ejecución de tales actos como un mero expediente para el cumplimiento de la misión heroica para la que se sienten elegidos. Recuerdo, a este respecto, a Carlos Monsiváis, quien sentenciaba que “héroe es el valiente elevado por la grandeza de la Patria inminente” (que por cierto, en nuestro caso ya volvió, ¡seamos dichosos!) y que en idéntico tono de ironía añadía, “héroe es el trasunto del redentor, que nada guarda para sí y reconstruye el género humano en países doblegados por siglos de colonialismo”. Redentor, altruista y reconstructor: ¿no les huele demasiado a “Pasión por la Patria”? Lo realmente grave, en todo caso, es que bajo el amparo de esta misión los prospectos locales de héroes se sienten en posesión de una licencia especial para actuar fuera de la ley si las circunstancias lo requieren porque las leyes, para ellos, no son sino la expresión de los intereses de los villanos, etcétera (acompáñese este fragmento de la retórica presidencial al uso). En este mundo maniqueo, de buenos y malos, y digno de Marvel Comics®, se desenvuelve la lógica del Gobierno. Valdría recordar entonces la sensatez de Bertold Brecht: “Desdichado de aquel país que necesita héroes”.
Pero la sensatez no se compadece con los actos del Gobierno. Su composición y afanes me recuerdan a ese dibujo animado de mi niñez, La Liga de la Justicia, entidad compuesta de animosos superhéroes. La encabezaba Superman (por cierto, ¿han notado el parecido que tiene el presidente Correa con Christopher Reeve, en versión mestiza? El resto de analogías se las dejo a ustedes para su particular entretención). Todos tenían superpoderes y eran queridos y buenos, casi como este Gobierno. Pero no necesitamos a Superman para componer este país. Necesitamos, en contraste y para empezar, muy terrestres procesos de respeto a las instituciones y las leyes, aspectos sobre los que este Gobierno, que afirma representar el cambio, debería darnos ejemplo. Pero continúa torpemente empeñado en buscar direcciones en libros de cocina y mezclar el dulce con la sal. Esta frase, por cierto, le pertenece a Charly García y consta en una canción cuyo título es, precisamente, Superhéroes, de 1982. De su época de scout, Presidente, parece que sabe usted cantarla (sus actos de gobierno lo demuestran). En cuyo caso, no me cuente para el coro.