6 de agosto de 2016

El estero de la fantasía

En una de esas zalamerías tan comunes en las entrevistas de los miércoles al alcalde de Guayaquil, uno de sus entrevistadores afirmó que este “Nebot eterno” era “una especie de Presidente de esta provincia [del Guayas]” (1). En realidad, por la forma en que hace lo que le da la gana en su jurisdicción cantonal y por cómo resiste a cualquier cosa que identifique como un “abuso” del mundo exterior (el resto del Ecuador, situado tras el perímetro cantonal de Guayaquil) bien puede decirse que el alcalde Nebot, en su cantón, actúa como dentro de las fronteras de un país: como un Presidente de un territorio de fantasía que ocupa 345 kilómetros cuadrados.

Los constructores de la opinión pública (esto es, los medios serviles al poder local por acción o por omisión, casi la totalidad de los medios guayaquileños) han creado la fantasía de que el Municipio de Guayaquil es una entidad eficaz que beneficia a los pobres. Pero el Municipio, ni es eficaz, ni beneficia a los pobres (2). Las dos ideas son falsas pero, ¿qué es la veracidad o la falsedad de un hecho cuando se quiere creer en él? El guayaquileño quiere creer, y aunque no quisiera hacerlo, cuenta con muy pocas herramientas para dejar de hacerlo. La incesante creación de fantasías para la opinión pública confunde su juicio.

Un ejemplo de esta creación de fantasías se verifica en un libro de lujo pagado por nuestros impuestos en el que se cuenta la increíble y cándida historia de una supuesta “recuperación” del estero Salado. En el ‘Libro de Guayaquil’ (versión de cuatro tomos encuadernados en pasta dura, costo de 100 USD) consta esta imagen, con una caradura leyenda sobre fondo negro:
  
Fuente: 'El libro de Guayaquil', Tomo IV, p. 113.
 
Es increíble esta afirmación: “que hizo de él lo que es hoy”. ¿Y qué es hoy el estero que resulta diferente de lo que era ayer? Copio la parte correspondiente:

“Debe destacarse, también, la enorme preocupación por recuperar integralmente el Estero Salado, un brazo de mar proveniente de las aguas del Golfo de Guayaquil que ingresa con muchas bifurcaciones al continente, y que lamentablemente, causaba una alta contaminación.

Nebot tomó la decisión de rehabilitarlo, y para lograrlo se dieron una serie de pasos, advirtiéndose que su remedio era muy complejo y, por lo tanto, la solución definitiva demandaría un buen tiempo, pues debieron definirse las mejores alternativas y encontrar el necesario financiamiento.

Inicialmente se determinaron las principales fuentes de contaminación (descargas de aguas servidas domésticas y residuales industriales sin tratar, así como de desechos sólidos de la población asentada en las riberas o espejo de agua), por lo que con un préstamo del Banco del Estado, se realizaron los estudios y diseños definitivos.

En fin, en esta materia se trabajó intensamente y con la seguridad de que contaría nuevamente con un Estero Salado totalmente recuperado y convertido en un sitio turístico de especial interés para propios y extranjeros” (3).

Estos son cuatro párrafos que demuestran una impactante capacidad para no decir nada. Es cosa de la fantasía que sea el estero el que “causaba una alta contaminación”, cuando es exactamente lo contrario, pues son a los esteros a los que se los ha contaminado por la irresponsabilidad en el control de viviendas e industrias por parte de la autoridad municipal (4). Es notable también el uso de las conjugaciones verbales para aparentar una inexistente eficacia: “debieron definirse” (¿no se definieron?) y “contaría nuevamente” (¿no cuenta ya?) son sutiles maneras de evadir la mención del incumplimiento de la decisión tomada por el alcalde de rehabilitar el estero, con la promesa implícita de hacerlo de la mejor manera en un futuro incierto.

En limpio, sin embargo, lo único que se tiene como afirmación de hechos por parte de esta historia oficial es lo siguiente: 1) que el acalde “tomó la decisión de rehabilitarlo”; 2) que se “trabajó intensamente” para hacerlo; 3) que se realizaron “los estudios y diseños definitivos” para ello. Pero en ejecución, nada.

En conclusión, hoy el estero, a pesar de la promesa de Nebot de recuperarlo (5), sigue igual de contaminado como lo estaba ayer. Sin embargo, en ese libro tramposo pagado con nuestros impuestos se respira la dicha ficticia de la eficacia en la recuperación del estero Salado. Esto, aunque sólo se mencionan unos “estudios y diseños” que no han llevado a ninguna parte en términos prácticos (salvo, quizá, a engrosar las cuentas de alguna consultora ambiental).

En la “historia oficial” del país de la fantasía que preside Jaime Nebot se tiene un estero rehabilitado, cortesía de ese torpe redactor de ficciones que es el funcionario M. Hoyos.

(1) ’18 MAYO 2016 Enlace radial del Alcalde Jaime Nebot’, Alcaldía de Guayaquil, YouTube, 18 de mayo de 2016 (30:43).
(2) El Municipio es ineficaz porque su “modelo de desarrollo” es ineficaz desde su diseño. Tómese el caso de las inundaciones en Guayaquil, una de las ciudades más vulnerables del mundo a este fenómeno (más vulnerable todavía, en tanto inconsciente de los riesgos). El modelo de desarrollo impulsado por la administración de Jaime Nebot es construir obras de canalización que aumentan la capacidad para conducir el agua. Según un informe técnico especializado que la propia Alcaldía de Guayaquil solicitó a la Corporación Andina de Fomento (CAF) y que tres expertos internacionales (el venezolano Abel Mejía Betancourt, el brasileño Carlos Eduardo Morelli Tucci y el argentino Juan Carlos Bertoni) elaboraron en junio del año 2013, esta opción de construcción cuesta alrededor de US$7 millones por kilómetro cuadrado, mientras que las soluciones que incorporan el uso de los recursos naturales a la planificación del crecimiento urbano son mucho más eficaces, sustentables y económicas, porque se calcula que cuesta alrededor de US$1 millón por kilómetro cuadrado. Sin lugar a dudas, la opción aconsejada por los expertos internacionales es mejor, pero no es la opción que escoge la Alcaldía de Guayaquil, porque su modelo de desarrollo busca beneficiar a las empresas de construcción antes que beneficiar a los habitantes de la ciudad. Así, una gran mancha gris es el mejor de los negocios para los empresarios amigos: v. 'La posibilidad de una ciudad verde', Xavier Flores Aguirre, 18 de enero de 2016. En relación con el supuesto beneficio a los pobres: el alcalde Jaime Nebot ha decidido, por sí y ante sí, sin que se lo discuta en lo más mínimo ni su obediente Concejo Municipal ni en la durmiente opinión pública, que todos los que viven detrás de una frontera que él arbitrariamente ha determinado (“al oeste de la Sergio Toral”), donde exclusivamente viven personas en extrema pobreza, no recibirán “ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado” por parte de la administración municipal. Esta declaración del alcalde releva de mayores comentarios: v. ‘Extrema y persistente desigualdad en Guayaquil’, Xavier Flores Aguirre, 13 de junio de 2016.
(3) Hoyos, Melvin & Efrén Avilés, ‘El libro de Guayaquil. Tomo IV. La revolución silenciosa’, s/e, s/f, p. 113.
(4) En el relato histórico del ‘Libro de Guayaquil’ se determinaron las fuentes de contaminación del estero (viviendas e industrias) pero la única respuesta que se ha dado frente a ello es elaborar “estudios y diseños” (¡como los kikuyos!). Como en otras áreas de su administración (la construcción de edificaciones, p. ej.) las deficiencias para controlar la contaminación son generalizadas, razón por la cual los esteros se mantienen podridos hoy tanto como lo estaban antes del año 2000. Sobre la contaminación en el río Daule (de donde Guayaquil obtiene su agua potable), el caso de Balsadud S.A. evidenció la falta de control del Municipio de Guayaquil: dicha empresa no contaba siquiera con permiso ambiental. Así las cosas, ¿cuántas de las industrias ribereñas del Daule lo contaminan, mientras el Departamento de Ambiente incumple con sus obligaciones de control? Si Guayaquil tuviera un periodismo responsable, lo sabríamos.
(5) No sólo porque así consta en esta historia oficial del municipio (“Nebot tomó la decisión de rehabilitarlo”) sino porque fue incluso una de sus promesas hechas por el alcalde durante las primeras fiestas julianas que presidió (en julio del 2001): ‘Promesas incumplidas (15 años después)’, Xavier Flores Aguirre, 25 de julio de 2016.

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