7 de agosto de 2016

El estero de la realidad (de baños curativos a vertedero de desechos)

En un post anterior he contado la historia del “señor Vinelli, héroe local” (1). En nuestra Guayaquil, fue él quien desafió la convención imperante en su tiempo (en una sociedad conservadora y católica) según la cual los que se bañaban en Viernes Santo se convertían en pescados. El “señor Vinelli” (la fuente de esta historia, el libro ‘Rielando en un mar de recuerdos’, de Carlos Saona, no precisa otro detalle para identificarlo como no sea su sociedad con un señor de apellido Pérsico) era la viva prueba de que esa creencia era absurda, pues cada Viernes Santo “iba y venía a pié todo ese largo camino” en lo que constituía un acto de valentía, según lo reseña Saona:

No es esto lo más admirable, sino su valor para desafiar la creencia general de que las personas que se bañaban en viernes santo se convertían en pescado” (2).

Tan admirable como el valor de Vinelli, es el hecho de que alguna vez las aguas del estero Salado eran consideradas “medicinales”. En la historia de Vinelli, ese “héroe local”, la motivación para desafiar a la convención católica de la conversión en pescados (que de chico la escuché de boca de mi abuela, por cierto) era tomar su “baño medicinal”. El escritor Jorge Martillo Monserrate rememoró en las páginas de El universo cómo los ciduadanos de Guayaquil se relacionaban con su brazo de mar:

Sus aguas eran tan limpias que algunos tomaban baños medicinales. Las sesiones curativas consistían en siete baños, sin faltar un solo día. El tratamiento se iniciaba en las mañanas cuando el Salado estaba en pleamar” (3).

Que a principios del siglo pasado, las aguas del estero hayan sido no sólo de uso recreativo (como lo fue para mis abuelos, de hecho) sino incluso “medicinal” es algo impensable para generaciones de guayaquileños que se han acostumbrado a la contaminación del estero Salado, al hecho de que la mayoría de guayaquileños tenemos una relación de asco con los esteros de la ciudad por su alto nivel de contaminación y su hediondez. La permisividad para pasar de un estero de carácter “medicinal” a uno putrefacto dice mucho de la sociedad de Guayaquil como dócil y desarticulada, incapaz de resistir y preservar los recursos naturales de su ciudad frente al afán irresponsable de lucro de algunas industrias contaminantes y empresas constructoras, así como frente a la incapacidad, desidia o complicidad (según el momento histórico) de las autoridades municipales, que en los últimos cincuenta años han permitido su contaminación al punto tal de convertir a los esteros en lo contrario de lo que eran: de baños medicinales a riesgos para la salud.

El guayaco, que en materia política está acostumbrado a muy poco (ajeno como está a experiencias de excelencia) no supone merecer más que esta podredumbre. En otras partes del mundo, estos niveles de contaminación llaman la atención. Por ejemplo, en un artículo del periódico inglés The Guardian:

Fuente: Twitter de Frederika Whitehead.
    
En el artículo Ecuadorians tired of waiting for a cleanup of Guayaquil’s filthy waters’ ['Ecuatorianos cansados de esperar por la limpieza de las sucias aguas de Guayaquil'], de Frederika Whitehead, se señala una cuestión que aunque resulta evidente, la mayoría de los guayaquileños no se ha detenido a pensar: los servicios de agua potable y alcantarillado (de responsabilidad de Interagua desde el año 2001) no son provistos a una porción significativa de la población. En la nota de prensa publicada en el periódico inglés, la compañía Interagua explicó su modus operandi: “Los que no tienen títulos legales no tienen derecho a recibir los servicios” (4). El alcalde ha sido enfático en este punto y lo ha hecho ver, en una sesión del Concejo Municipal, como una decisión que él ha tomado por cuenta propia:

“Yo he tomado la decisión de que aquí no vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner una volqueta de cascajo ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado de agua potable más allá de la Sergio Toral” (5) 

Esto quiere decir que cientos de miles de personas, por decisión expresa del alcalde, son privadas de recibir servicios y obras públicas. Su marginación es un vivo ejemplo de “desigualdad estructural” que el socialcristianismo no sólo no revierte sino que agrava con su legislación y sus políticas públicas. Esas personas, víctimas de esta desigualdad estructural que ha “naturalizado” la sociedad guayaquileña, son gentes abandonadas a su suerte por el “pecado” de vivir en la extrema pobreza y por la ausencia de canales para hacer oír su voz (6).

El diario inglés The Guardian informa que “las peores muestras [recogidas en el estero Salado] tienen 100 veces más material fecal que el límite legal”. Desde el crecimiento no planificado de la ciudad en los años cincuenta (maldición que parece no tener fin) lo que antes eran “aguas limpias” de uso recreacional e incluso medicinal, hoy son un líquido putrefacto y contaminante.

La fantasía del “sueño guayaquileño” de tener una Alcaldía eficiente y una ciudad próspera omite, por supuesto, toda referencia a que el brazo de mar de la ciudad (una característica singular que, bien explotada, traería enormes réditos turísticos), aún después de casi un cuarto de siglo de administración socialcristiana, se mantiene pútrido y hediondo. Esto, a pesar de haber sido su recuperación integral una de las promesas del alcalde Nebot cuando presidió las primeras Fiestas Julianas (7).

Porque de esto se trata el “sueño guayaquileño” de las supuestas Alcaldía eficiente y ciudad próspera, que sólo existen como recursos retóricos, transmitidos por una prensa complaciente: de que, parafraseándolo al genial George Carlin, “debes de estar dormido para creértelo” (8).

(1)Pescaditos’, Xavier Flores Aguirre.
(2) Ibíd.
(3)De baños curativos al Malecón del Salado’, Jorge Martillo, 30 de mayo de 2006.
(4)Ecuadorians tired of waiting for a cleanup of Guayaquil’s filthy waters’, Frederika Whitehead, 26 de mayo de 2016.
(6)Extrema y permanente desigualdad en Guayaquil’, Xavier Flores Aguirre, 13 de junio de 2016.
(7) La fantasía se alimenta de relatos escritos por funcionarios incompetentes: ‘El estero de la fantasía’, Xavier Flores Aguirre, 6 de agosto de 2016; para la promesa del alcalde, v. ‘Promesas incumplidas (15 años después)’, Xavier Flores Aguirre, 25 de julio de 2016.
(8) George Carlin – ‘El sueño americano’ [Extracto subtitulado del video ‘Life is worth losing’ (2005)], You Tube; sobre la sociedad guayaquileña durmiente, v. 'Ciudad dormida', Xavier Flores Aguirre, 

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