10 de mayo de 2017

La coherencia anti-emprendimiento de la Alcaldía de Guayaquil


La Alcaldía de Guayaquil actúa de una manera firme para impedir los emprendimientos de los comerciantes autónomos y de las pequeñas y medianas empresas en las calles de la ciudad (1). Empezó con los food trucks, los que fueron impedidos de operar por trabas burocráticas, pues “no están homologados para su revisión técnica vehicular y matriculación respectiva” (2). Así, un emprendimiento que funciona alrededor del mundo, impedido de operar en Guayaquil.

Después le tocó el turno al servicio que presta Uber. Según el alcalde Nebot: “Conozco el servicio [de Uber]. Sé que es bueno; pero hay que tener en cuenta a las miles de familias que viven de una actividad lícita como para ponerles una competencia de esa naturaleza” (3). Esta era una disposición extraña, pues al tiempo de prohibir a Uber, la alcaldía permitía que en Guayaquil opere una plataforma similar a Uber, como lo es Cabify (4).

El día de ayer la Alcaldía de Guayaquil enmendó esta situación (para mal) y actúo de forma consistente con su política anti-emprendimiento: prohibió también el servicio de Cabify. Lo hizo con estos argumentos:

 
Si la Alcaldía de Guayaquil fuera una entidad favorable a los emprendimientos de pequeñas y medianas empresas, establecería reglas claras e incentivos para implementar los food trucks, Uber y Cabify.  Pero como es contraria a dichos emprendimientos, los prohíbe y que todos se jodan. Tanto los emprendedores como los usuarios de los productos y servicios que ellos ofertarían, de no existir las trabas que impone la alcaldía.

Cabify presta un buen servicio: más económico, con taxímetro y seguro. La Alcaldía de Guayaquil debería preocuparse de garantizar que los habitantes de Guayaquil tengan acceso a servicios así, pero su preocupación no es por el servicio que reciban los guayaquileños, sino por proteger el negocio de los taxistas formales, quienes prestan un servicio más caro que el que prestaba Cabify (o que el que prestaría Uber), sin taxímetro, e inseguro.

En resumidas cuentas: la Alcaldía de Guayaquil protege el mal servicio del gremio de los taxistas formales, es contrario a los emprendimientos de quienes podrían prestar un mejor servicio y perjudica, con ello, a los guayaquileños a los que dice servir (5).

N.B.: Esta seguidilla de prohibiciones se ha dado desde septiembre del año pasado, cuando la Alcaldía de Guayaquil prohibió los food trucks. Casi ninguno de los “liberales guayaquileños” que reclaman por las regulaciones del gobierno central sobre los emprendimientos dicen ni pío sobre las regulaciones de igual tipo del gobierno seccional de Guayaquil. No lo hacen ni los gremios de comerciantes o emprendedores, ni mucho menos lo hace este periodismo servil al poder político que es moneda común en Guayaquil. No hay columnista de opinión de la prensa guayaquileña que haya opinado en contra de ninguna de estas regulaciones.

Algún día pensaremos del periodismo y de la sociedad guayaquileña, durante el gobierno socialcristiano de Guayaquil: “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”.

(1) Los comerciantes autónomos (llamados también “informales”) son usualmente demonizados por la Alcaldía de Guayaquil y su prensa servil, v. ‘Extrema y persistente desigualdad en Guayaquil’.
(2) Los food trucks están prohibidos en Guayaquil’, Diario El universo, 19 de septiembre de 2016. Además, v. ‘Informales a motor’.
(3) Blanca Moncada, ‘Nebot no quiere a Uber en Guayaquil’, Diario Expreso, 22 de septiembre de 2016.
(5) Esto es normal en un institución como la Alcaldía de Guayaquil orientada a satisfacer, no tanto las necesidades de sus habitantes, como el negocio de los amigotes. Un ejemplo redondo de “capitalismo de amigos”. Ojalá que algún día, como ciudad, nos levantemos la venda.

1 comentario:

  1. Sin tomar en cuenta que muchos taxitas formales actuan en comturbenio con los delincuente

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