Esta entrevista es asombrosa.
Melvin Hoyos tiene más de
un cuarto de siglo en el mismo cargo. Según dice Hoyos en la entrevista que le
hizo Jessica Zambrano para diario El Telégrafo, “nadie ha hecho más por la
cultura en el país que esta dirección y Alcaldía”. Tras veintiséis años de
fatigar la infamia en la dirección de cultura del cantón Guayaquil, Hoyos teme
que el relevo de su empleo podría “dejar a Guayaquil a la deriva” y afirma,
textual: “A mí me da pena por mi ciudad porque me encantaría tener discípulos”.
Hoyos ensalza el trabajo
de la dirección de cultura a su cargo, pero si ese trabajo fuera tan exitoso
como él dice, ¿cómo se explica que la ausencia de una persona en un cargo
implique el peligro de “dejar a Guayaquil a la deriva”? ¿Tan importante resulta
Hoyos? Como si él fuera imprescindible, como si la cultura fuera a decaer en
Guayaquil sin su augusta presencia. Si ese fuera el caso, entonces la
administración de la cultura ha sido un fracaso, pues si toda la gestión
cultural de una urbe de más de 2 millones de habitantes depende de la presencia
de un único individuo (y de un mequetrefe como Hoyos, además) entonces no existe
institucionalidad, ni políticas públicas, ni norte al cual referirse.
Pero es aún peor esta frase:
“A mí me da pena por mi ciudad porque me encantaría tener discípulos”. Su
explicación a esto ilustra cuán lamentable es Hoyos: “Miles de personas vienen
a preguntar cosas. Cientos –baja la voz y agrega- pero ¿sabes cuánta gente se
sostiene para preguntar cosas? Nadie”. Es decir que la exitosa gestión cultural
de Guayaquil, en 26 años, no ha producido ni un discípulo, ni nadie que pueda
“sostener” una pregunta. Y es así que este pelmazo, en vez de ser autocrítico y
pensar que si en más de un cuarto de siglo en la dirección a su cargo no ha
logrado ni un relevo, ni tan siquiera un discípulo, debería sentir pena por sí
mismo (como el fracasado gestor cultural que es) y no por la “ciudad” a la que
dice servir. Con una dosis pareja de prepotencia y cursilería, valga precisarlo.
Melvin en su gagging mental: el pobre hace una
afirmación que él mismo demuestra falsa en los dichos subsiguientes. Porque no
puede nunca ser exitosa una gestión carente de institucionalidad y de políticas
públicas, que no podría sobrevivir a la ausencia de un único funcionario y que
no tiene discípulo alguno, ni tan siquiera un único ciudadano que pueda
“sostener” una pregunta. Un pinche desastre.
Es así que en el tren de
ideas de Melvin Hoyos expresado en esta entrevista, su explicación niega su
afirmación. Pero él ni se da por enterado: es inocente, como un perro que se
hace caca en la acera, y se aleja moviendo la colita.
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