21 de septiembre de 2018

La SUPERCOM en el limbo


A día siguiente de instalado el Consejo transitorio, el 7 de marzo, este órgano decidió la destitución del Superintendente de la SUPERCOM, Carlos Ochoa. Fue el estreno del Consejo transitorio en el mundo de las destituciones: sin evaluación, ni derecho a apelar, ni nada. Primer día, primer funcionario cesado, de una. Sin base legal: la atribución de la pregunta 3 era primero evaluar y, “de ser el caso”, dar por terminadas las funciones de las autoridades. Lo que pasó con Ochoa es que simplemente lo atropellaron. Su derrota fue un trofeo.

La destitución de Ochoa se dio cuando el Consejo transitorio no había perfeccionado sus “facultades extraordinarias”: los “encargos” recién nacieron a inicios de mayo. Así que el Consejo transitorio optó esos primeros días de marzo por una solución más prosaica, que fue permitir que la propia SUPERCOM decida el reemplazo. A día siguiente, 8 de marzo, la SUPERCOM designó a su Intendenta General Técnica, Paulina Quilumba, como la nueva Superintendenta, en reemplazo del caído Ochoa.

Tiempo después, el Consejo transitorio dictó un Mandato por el que reguló la designación de la primera autoridad de la SUPERCOM. Pero le entraron dudas: ¿Para qué nombrar a alguien de manera definitiva, si no sabemos todavía si esta Superintendencia subsistirá? Y, a pesar de que el Presidente Moreno envió una terna para la designación de la autoridad definitiva, encabezada por Édison Toro, el Pleno del Consejo pasó de hacer la designación. Optó por omitir el Mandato por ellos mismos dictado, para el 23 de julio escoger, porque sí, al primero de la terna que envió el Presidente de la República (Édison Toro) y designarlo “encargado” de la SUPERCOM. De esta manera, si la SUPERCOM no subsiste, apenas se extinguirá un “encargo”.

El saldo: un funcionario “encargado” administra una institución incierta. Es la versión administrativa de vivir en el limbo.

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