26 de septiembre de 2018

Preguntas mínimas sobre Guayaquil


Unos meses atrás tomé una foto a unos pelados jugando al bádminton en una vereda aledaña al paso desnivel de la calle Chimborazo. Es esta:


Así es Guayaquil: la práctica de los deportes se hace donde se pueda. La alternativa a la falta de espacios adecuados para la recreación es tomarse las veredas y las calles (esto último, para la práctica del fútbol) porque los espacios para la práctica de los deportes son mínimos en Guayaquil, tras un cuarto de siglo de administración del PSC.

Años pasan, y las cosas no parecen cambiar.

La chapa del PSC es que ha hecho cambios en Guayaquil. ¿Es esto así?

Por ejemplo, ¿Ha cambiado el uso de las calles para el deporte?

No, se siguen usando las calles tanto ahora como en los ochentas.

¿Cambió la cultura del ruido en la ciudad?

No, en lo más mínimo. El escándalo en las zonas comerciales es la norma.

¿Cambió el tráfico en Guayaquil?

Sí, para peor. El tráfico es demencial.

¿Hay barrios periféricos con necesidades básicas no satisfechas?

Los hay, en una situación de desigualdad estructural.

¿Es una ciudad segura?

No. Su arquitectura enrejada, tanto de los espacios privados como de los públicos, la delata.

¿Es una ciudad planificada?

No, es una ciudad orientada a satisfacer, con su crecimiento como mancha urbana, las apetencias de los sectores vinculados a la construcción inmobiliaria (un episodio más en la saga latinoamericana del “Capitalismo de Amigos”).

¿Corre riesgos a futuro?

Por las deficiencias en los controles de las edificaciones (del PSC y todos los que vienen detrás), Guayaquil es una ciudad con un alto riesgo de sufrir daños catastróficos en caso de un terremoto de alta intensidad. Pero peor es en materia de inundaciones: la ciudad es la cuarta ciudad en el mundo con la más alta estimación de pérdidas económicas por inundaciones causadas por la elevación del nivel del mar, proyectada al año 2050. Las políticas de crecimiento urbano (no planificadas y orientadas a satisfacer los intereses de particulares) han acentuado esta vulnerabilidad de Guayaquil ante la inminencia del crecimiento del nivel del mar a consecuencia del cambio climático.

¿Entonces?

Bajo la administración del PSC, Guayaquil sigue siendo una ciudad en la que se ocupan las calles por falta de espacios adecuados, ruidosa, traficada, insegura y sin planificación. Una ciudad con muchos pobres, mucha desigualdad y graves riesgos a futuro. Entonces, si algo ha cambiado en Guayaquil, ha sido para agravar lo que ya estaba mal.

Y lo venden como “cambio positivo”. Hay quién les cree.
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