Ahora que ya se va a ir en
alrededor de 6 meses después de casi 20 veinte años de gobernar una ciudad de
alrededor de 2 millones de habitantes (podría ser un récord latinoamericano),
le han preguntado sus amigotes de la prensa al Alcalde Jaime Nebot cuál es la
obra que le deja él a la ciudad. La respuesta del Alcalde indica que realmente
no tiene ninguna (pues sería indigno mencionar a la rueda, así como sería mentiroso hacerlo con
la Metrovía). “Haber servido”, dice.
Luego viene lo hermoso,
pues le preguntan al Alcalde si hay alguna obra que quiso ejecutar que no
haya ejecutado. Y él dice, muy suelto de huesos, que no:
“He
logrado hacer todo lo que me propuse”.
Y claro, desde el
periodismo no hubo capacidad de respuesta (era El Universo). Es así, porque Nebot
dijo que así era. Ahí acaba la noticia, todo mundo lo sabe.
Pero eso no es lo que Nebot
decía. O mejor dicho, antes dijo cosas de las que ahora ya no se acuerda (tal
vez es la edad). Porque en su primer período en la Alcaldía de
Guayaquil, el visionario Alcalde Nebot soñaba con recuperar el estero Salado, con
hacer de Guayaquil una ciudad “competitiva” y con convertirla en un “corredor
tecnológico”. Eran los sueños de un Alcalde todavía joven, que los declaró en la
edición de revista Vistazo del 18 de julio de 2002, la que tenía en portada
a una Dallyana Passailaigue en las escalinatas del Cerro (entonces era figura
de TV, hoy es parte del PSC en la Asamblea Nacional). La No 838.
FUENTE |
Ya no pudo hacer el Alcalde
lo que prometió entusiasta el año 2002, pero el reconocimiento de su fracaso sería
mostrarse débil y eso un Cuco Viejo como Jaime Nebot no puede permitirse (¿cómo
creen que ha durado tantos años en el ejercicio del poder de una ciudad grande
y caótica como es Guayaquil? Sin aliados en el negocio de la comunicación, eso
es imposible). Entonces, lo mejor es echarle tierra, no mencionarlo nunca.
Total, en Guayaquil el periodismo jamás indaga, porque las cosas son lo que
Nebot diga y, por ende, los ciudadanos nunca se enteran, no tienen capacidad de
contraste. Y entonces se repite el ciclo de siempre: “en Guayaquil, no pasa
nada”.
El Alcalde Nebot siempre
ha tenido esta altísima aceptación en Guayaquil porque sabe cultivar sus
alianzas en los medios de comunicación locales y porque nadie nunca realmente ha
cuestionado, en la esfera pública, su obra (a pesar de que sobran los motivos para hacerlo).
Pero lo que no tiene es memoria para recordar la ciudad que él soñó que sea Guayaquil,
que es una muy distinta a la que va a entregar el 2019 venidero.
Visto desde su propia
perspectiva, es un fracaso.
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