Este momento de nuestra
vida democrática es un revival, cuarenta
años después, del momento fundacional de esta etapa democrática que vivimos. Es
decir, es un revival de la vuelta a
la democracia a cargo de los militares a fines de los setenta. Se tumbó al
general “Bombita” Rodríguez en 1976 (un Golpe a la interna del gorilaje) para que sean otros tres
militares los que condujeran la transición del país a la democracia en un cuerpo
colegiado que se llamó “Consejo Supremo de Gobierno” compuesto por Alfredo
Poveda, Luis Leoro y Guillermo Durán.
En esta época setentera,
como lo revela el cable del Embajador Richard J. Bloomfield, los
militares ecuatorianos no querían que la transición se haga vía una Asamblea
Constituyente, pues en ese ambiente de “mercado persa” ellos tenían muy poco
por ganar (esta idea del “mercado persa” era un legado de la última Asamblea
Constituyente hasta entonces, de la que emergió Otto Arosemena del CID como
Presidente). Los milicos se sabían
débiles en ese escenario y prefirieron el control directo sobre el proceso de
transición, aunque luego desaparecieran del mapa, como en efecto lo hicieron
(tras bloquear al “patán de noble corazón” en el proceso). Por su parte,
la vía de una Asamblea Constituyente era la opción que preferían entonces los
partidos políticos, curtidos en las mañas propias de los persas y sus mercados.
(Estas preferencias están explicadas acá)
En los tiempos que corren,
también se vive una transición. Los que ahora detentan el poder no podían
arriesgarse a un escenario de Asamblea Constituyente, porque son débiles en ese
escenario (porque sigue siendo un baratillo). Después de cumplido su período de
transición, lo que se podría llamar el “morenismo” en la política ecuatoriana,
va a desaparecer (esto no implica siquiera que Moreno termine su período). En
política, el rol de Moreno estará reducido al chiste fácil. A los militares se
los ha llamado de vez en cuando a dirimir las cosas (1997, 2000, 2005), pero a
Lenin Moreno se lo contratará, con suerte, de animador de alguna kermés.
En los años setenta, los
militares llevaron la transición por su cuenta; en estos días, como el Ecuador
es un país folclórico, la transición ha sido delegada a un órgano que sólo
existe en este país: el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
Eso no es tan asombroso como el hecho de que la delegación se la hizo a una
versión “transitoria” de este órgano, dirigida por un anciano desbocado: el Notario Cabrera de la Política.
Y es así como somos un revival de política setentera, con una
inusitada dosis de folklore.
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