11 de marzo de 2019

El peso de una tradición


En Guayaquil, todavía es común tomar un taxi y decirle al chófer, por ejemplo, que te lleve a las calles Santa Elena y El Oro, y el taxista entenderá, sin necesidad de explicación adicional, que el destino es Lorenzo de Garaycoa y El Oro.

Es la persistencia de una costumbre ya centenaria. Según escribe Florencio Compte en “Nomenclatura de las calles de Guayaquil. Diccionario Analítico” (p. 189) a esta calle desde 1887 se la llamó “Santa Elena”, pero por Ordenanza Municipal del 26 de agosto de 1918 se cambió su nombre a “Lorenzo de Garaycoa y Llaguno”, uno de los héroes de la independencia política de Guayaquil y uno de los que acompañó a José de Villamil (a la sazón, su cuñado) abordo de la goleta “Escobedo” (la antigua “Alcance” de propiedad de Villamil) a informar al General San Martín que la plaza de Guayaquil era independiente del dominio de España. Garaycoa participó en la Batalla del Pichincha, en la que ascendió al rango de Coronel, y también en la Batalla de Ayacucho de 9 de diciembre de 1824, tras la que se perdió para siempre la América continental para España*.

El nombre de esta calle se ratificó en los tiempos del Alcalde León Febres-Cordero, por Ordenanza del 3 de octubre de 1996.   

Pero no hubo caso. Esta calle (que va desde Capitán Nájera al Norte hasta El Oro al Sur) sigue siendo “Santa Elena” en la memoria popular. Cualquier taxista lo puede testimoniar.

* Los últimos rescoldos se apagaron en enero de 1826 con la entrega del puerto del Callao. En todo caso, fue la Batalla del Ayacucho el episodio que marcó la derrota, tanto, que por años los hombres vinculados a la pérdida de la América continental para España fueron llamados, de forma despectiva, “Ayacuchos”.

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