1 de julio de 2019

Nebot vs Rodas (Durán Barba contra Quito)


En Quito, es posible que después de Rodas aparezca Yunda, esa bofetada a la burguesía.

Electoramente, una bofetada a la burguesía es imposible en Guayaquil. La pregunta es: ¿por qué? ¿Qué hace que Nebot tenga una alcaldía considerada exitosa, mientras que Rodas –un cachorro PSC que participó por SUMA- tenga como saldo un desastre?

De entrada, es injusto comparar a un aniñado bobo con quien estuvo por casi 19 años en el poder en Guayaquil (agosto 2000-mayo 2019): el primero, como ya fue dicho, es bobo, mientras que el otro es sabido, sabidísimo. (De esos que antes se decía: “fuma debajo del agua”).

Y como es sabidísimo, Nebot cubrió de mejor manera que Rodas dos frentes que son claves para triunfar en la política: controlar al periodismo y controlar la intervención de la sociedad en la gestión pública.

Con los periodistas, Nebot gozó de la casi total obsecuencia de los medios de comunicación que lo entrevistaron los miércoles y de la complacencia de los medios de alcance nacional (por simpatías de derecha). En los medios guayaquileños, hay la evidencia de un claro con$en$o. En todo caso, esto de repartir guiso no es algo que el alcalde Mauricio Rodas no haya practicado: por ejemplo, le repartió billete a la radio de Diego Oquendo y desde entonces ese otrora punzante crítico (lo sé, pues lo escuché un tiempo) se nos pasmó. El Comercio era complaciente con Rodas, pero bastante menos que El Universo con relación a Nebot. En todo caso, como Nebot es sabido, supo forjar un mejor con$ens$o con el periodismo y, cosa muy importante, dar menos papaya que Rodas (por ejemplo, no ir borracho a eventos públicos –a Nebot, esa maña se le quitó en los 90).

Pero es el control de la participación social lo que Nebot controla de una manera que resulta imposible hacer en Quito. Por razones de constante bronca con la ineficacia del Estado, presumo que el quiteño está mucho más acostumbrado a manifestar sus quejas, exponerlas en público y criticar a las autoridades (nacionales y de la ciudad). En Guayaquil, la respuesta es simple: triunfó el fascismo. Es decir, esa alianza que Norberto Bobbio describió para el caso italiano como “una fecunda alianza entre precisos intereses de clase y turbios ideales, favorecidos por la crisis moral, social y económica que atravesaba un país como el nuestro, por larga tradición más acostumbrado a la opresión que a la libertad” (‘Ensayos sobre el fascismo’, p. 80), en la que con el solo reemplazo de la palabra “país” por “cantón” se describe de manera precisa lo que pasó en Guayaquil, una sociedad que desde los años cuarenta ha devenido en conservadora y, durante un tiempo en particular (los años ochentas), estuvo corrompida por “la crisis moral, social y económica” del roldosismo, cuyo superación devino en una ocasión perfecta para el triunfo de una burguesía conservadora y autoritaria (i.e., fascista), que en Guayaquil tiene expresión en la tienda socialcristiana.

Sobre esta base, como alcalde, Nebot ha hecho cosas que en Quito son impensables: aprobó una ordenanza por la cual legisló sobre la participación ciudadana (“Ordenanza que regula el sistema de participación ciudadana del cantón Guayaquil”, aprobada el 29 de septiembre de 2011) que es una burla a la participación, porque sólo habilita a participar en la Asamblea Cantonal de Participación Ciudadana a los 117 “representantes de la sociedad” que están expresamente mencionados en su texto. La mayoría de estas 117 entidades, que son las únicas habilitadas para el ejercicio del derecho a la “participación ciudadana”, han recibido dinero de la corporación municipal; algunas, de hecho, millones de dólares. Es el derecho de admisión, pero aplicado a la participación social de toda una ciudad.

Esta forma autocrática de disposición de fondos en las alcaldías de Nebot tampoco era de recibo para el alcalde Rodas, pues mientras en Guayaquil Nebot gozó siempre de mayoría en su Concejo, el de Rodas en Quito estuvo partido. Y sin poder distribuir la riqueza a placer, el político se vuelve medio cojudo a los ojos del personal (“político pobre, pobre político”).

Finalmente, está el tema del clientelismo. El PSC tiene redes aceitadas de años, con punteros en las zonas populares que aseguran lealtad a cambios de beneficios (dinero, empleos, prebendas). El partido de Rodas (SUMA se llamaba, ¿o se llama?) no tiene nada salvo un bobo con triste final, un Maruri interandino.

La neta, el alcalde Mauricio Rodas siempre remó en dulce de leche y cuesta arriba. No tenía los recursos, ni el talento para imponerse. Este cachorro PSC fue apenas una broma de mal gusto del Durán Barba, jugada en contra del pueblo de Quito.

Y por eso mientras que en Guayaquil el alcalde Nebot pudo colocar a su designada como su sucesora, en Quito lo tienen a Yunda.

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