La siguiente observación
de Leopoldo Benítez Vinueza sobre Guayaquil, escrita al inicio de “Ecuador: drama y paradoja”, demuestra
todo lo mal que lo hemos hecho en esta ciudad:
“Por la
sombra grata de los soportales, pasea desde la tarde el viento marinero que
viene recorriendo las áridas llanuras con los pies mojados de humedad salubre
como el viento homérico de la Ilíada.
Y a pesar de que su nombre evoca ideas de calor sofocante, [en Guayaquil] la
temperatura no sube ni aun en la época húmeda y caliente a más de 35 grados
centígrados en horas de la tarde”.
Esto, ahora, es pura
ciencia ficción. El extraordinario libro “Ecuador:
drama y paradoja” de Benítez Vinueza fue publicado el año 1946. Desde
entonces, Guayaquil ha crecido como una gran mancha de cemento, proceso que
durante las administraciones del PSC de León Febres-Cordero y de Jaime Nebot se
acentuó mucho: cada vez eran menos árboles y más adoquín (¿más ciudad?).
Esto seguro le dio billete a los promotores de palmeritas y adoquines asociados
al PSC, pero elevó la temperatura de la ciudad en varios grados centígrados.
Hoy es bastante común, en días de invierno, que la temperatura de Guayaquil
esté por encima de los 35 grados.
Y este cambio, realmente,
es posterior a 1946. Un error de las últimas tres generaciones de habitantes
que prefirieron la angurria por el billete a la planificación urbana.
Así, como se lo advierte
en el prólogo de la edición de “Ecuador: drama y paradoja” del año 1996,
con ocasión de los 50 años de su publicación, en el Ecuador sigue existiendo una
estructura injusta “que privilegia a una minoría a costilla de la gran
mayoría”. Guayaquil no es una excepción a esta regla y las palmeritas y los
adoquines son un claro ejemplo de esto: hay una minoría que se ha hecho una
pila de plata (“Capitalismo de Amigos”, que le dicen) con la consecuencia
imbécil de convertirla a Guayaquil en un infierno, por un fenómeno que en la
ciencia (esa desconocida local, porque huele a planificación) se llama el “efecto
de isla de calor”.
Y
para comprender el “efecto de isla de calor” (“Heat Island Effect”) que se está viviendo en Guayaquil, esta explicación del arquitecto Eduardo McIntosh es muy clara:
“… la mayoría de zonas transitables en la ciudad han sido
progresivamente despojadas de su cobertura arbórea. Los nuevos proyectos de
regeneración urbana, por algún extraño motivo, incluyen especies de
insignificante cobertura, por ejemplo, las palmeras. Esta política del
municipio ha incrementado la incidencia del ‘Heat Island Effect’ en Guayaquil,
que se da cuando las superficies sin cobertura arbórea como pavimento y veredas
se calientan por la incidencia solar muchas veces hasta cincuenta grados
centígrados más que el aire alrededor de ellas. Esta energía se acumula durante
todo el día y permanece hasta la noche, aumentando la temperatura real de la
ciudad. Este proceso aumenta el estrés de los ciudadanos, las enfermedades
respiratorias, la elevación de gases invernadero y la elevación de gastos
económicos y energéticos por el uso de aires acondicionados. Que en Guayaquil
la incidencia del sol es inclemente es verdad y es exactamente esa la mayor
razón para hacer algo al respecto”.
Guayaquil
es una ciudad mucho más calurosa, porque no se ha sido desarrollada en beneficio de sus habitantes, sino de la privilegiada minoría vinculada al sector de la construcción, del que surgió el propio Alcalde Nebot. Su crecimiento, en consecuencia, ha producido una gran mancha gris, de escasas áreas
verdes.
Dos botones de muestra:
Guayaquil, ya fue dicho, está repleta de giles que se creen sabidos. Ellos son totalmente incapaces de adjudicar el calor extremo
que padecen día a día a las malas administraciones de la ciudad que habitan.
Y esta incapacidad, dado el número de giles, es uno de los
motores de nuestro subdesarrollo.
Interesante y sesuda explicación de los inclementes calores que soporta Guayaquil. Te felicito.
ResponderEliminarConozco Guayaquil y sé que lo que dices en este texto es veraz.
ResponderEliminarEsperando que los pueblos despierten, se sacudan y hayan menos giles... les deseo un giro de 360 grados para este 2020.
Saludos cordiales.