29 de marzo de 2021

Desvalido Ecuador

El discurso que Remigio Crespo Toral ofreció el 27 de febrero de 1929, con ocasión del centenario de la batalla de Tarqui, fue una severa crítica a la ‘ecuatorianidad’. Crespo Toral fue el representante de la Asamblea Nacional a esta ceremonia, celebrada ante el monumento al Mariscal Sucre, en el corazón de la plaza de Santo Domingo, Quito.

 

Como su nombre lo delata, Crespo Toral es un cuencano. Esto juega un rol en la narrativa de los hechos de su discurso, que consta en una Antología de la Oratoria Cuencana [págs. 73-82] editada por el Banco Central del Ecuador en 1989.

 

Para empezar, en su narrativa, la ‘epopeya de la independencia’ degeneró a ‘un drama de afrenta y dolor’. Bolívar también cayó, pues ‘desde la noche de Septiembre, no representaba ya el poder, sino solamente la gloria: se lo había entregado al panteón de la inmortalidad, última patria de los grandes que están demás…’.

 

Así, Tarqui fue un epílogo de la epopeya de la independencia. Tarqui es la batalla que enfrenta a Colombia, ‘en espléndido ocaso de su gloria’ y comandada por el cumanés Antonio José de Sucre, contra el Perú presidido por el cuencano José Domingo de Lamar. Y aquí se le nota a Crespo Toral su corazoncito austral:

 

Y al sur llegó Lamar, el tercer guerrero de Ayacucho, hijo del Sur y Presidente del Perú. ¿A qué venía? ¿A incorporar el Sur al Perú o a fundar el Ecuador, como lo declaró en el histórico banquete de Loja? Nadie podrá ensayar la afirmación categórica, tratándose de algo que pudo ser, y no fue

 

Crespo Toral exculpa al militar invasor, su coterráneo, por su aventura que culminó en la batalla de Tarqui. (Más adelante dirá: ‘Ni una palabra hoy de reproche al invasor de entonces’). Y es consciente que el triunfo de Sucre en Tarqui no significó mucho para Colombia, pues ‘fue como uno de los postreros de Troya, condenada ya por el hado a convertirse en cenizas’.

 

 

El poeta curunado, zaheridor.

Tampoco significó nada para el Ecuador, cuyo infortunio, según Crespo Toral, empieza el mismo año que se fundó el Estado ecuatoriano, en 1830, con el asesinato del héroe de Tarqui en las montañas de Berruecos. Así lo explica el morlaco:

 

Para descuartizar a Colombia, para que nuestra patria viniese a menos, se ejecutó la muerte de Sucre. De su muerte arranca el trágico destino del Ecuador. A vivir él, nuestra patria, bajo su égida y al brillo de su nombre, no habría sido entregada a la rapacidad extranjera, ni se hubieran burlado los pactos ni los caudillos del Patía habrían logrado la mutilación del Ecuador’.

 

El argumento de Crespo Toral es que, con A. J. de Sucre no hubiera ocurrido la mutilación sancionada por el Tratado de Pasto en 1832 [v. ‘1832: una de cal y otra de arena’]. Pero al bueno de Sucre lo mataron en su viaje a un Ecuador que todavía se llamaba ‘Estado del Sur’ [v. ‘Principio y fin del Estado del Sur’], el 4 de junio de 1830. Y el país, según afirmó Crespo Toral, malvivió la pérdida del héroe de Tarqui: ‘El Ecuador, a manera de convaleciente, no sabe si vive de veras… Será porque llora la ausencia perpetua de su prometido, la muerte de su caudillo que pudo ser su conductor y salvador, y no lo fue, porque pésimas fieras lo devoraron’.

 

El discurso de Crespo Toral es en homenaje a Sucre, a quien con justa razón exonera de toda culpa por eso que después devino el Ecuador: ‘Si algo en estos instantes nos sube del corazón hacia los labios, lo apaguemos en el silencio de majestad de este homenaje a Sucre y a sus compañeros. No maldigamos la generosidad del Vencedor. Si no dio fruto su siembra, culpa será no del sembrador, sino de la mala tierra y de los hombres peores que ella’. Y es en este punto que Crespo Toral forma su ataque a la ‘ecuatorianidad’, el que concluye en estos tres párrafos, contundentes y admonitorios:

 

‘Cien años de silencio, hermanos del Ecuador, después de esta vertiginosa campaña de treinta días. Ese silencio nos acusa, doblega nuestras frentes sobre el pecho palpitante, y hemos de apretarnos el corazón con las manos convulsas, pero no ensangrentadas…. Parece una vergüenza nuestra la esterilidad de la victoria: una gran falta. ¿Y quién la confiesa?

 

Hemos vivido hasta hoy gastando todos los sentidos y las fuerzas todas en la lucha intestina, sin visión de la frontera y sin la conciencia, que deriva de la historia.

 

¡Compatriotas, es quizás la hora del arrepentimiento para jornadas de rehabilitación, de dignidad! ¡Aún hay justicia en el mundo, desvalido Ecuador! 

 

Y la plena, si algo le cambiaría a este certero discurso, preciso en la descripción de nuestras miserias, es que ‘no hay justicia en el mundo, desvalido Ecuador’. Casi 100 años después del discurso ofrecido por Remigio Crespo Toral, si algo, la situación es peor.

28 de marzo de 2021

El Estado aniquilado


El gobierno de Lenin Moreno ha demostrado que el Estado del Ecuador es de una inutilidad suprema. Durante dos meses, el Presidente de una república estuvo convencido de que su ministro de salud (su subordinado) tenía un plan de vacunación, pero resulta que dicho plan únicamente estuvo en la cabeza del Ministro (?). Aun así, el Presidente dijo que ese ministro puso ‘todo el cuerpo’ (menos su cabeza, se entiende) en su gestión (‘Presidente Moreno reconoce que hubo discrecionalidad en plan de vacunación contra el covid-19’). Y ese ministro, Juan Carlos Zevallos, hoy se refugia en Miami.

 

Esta escena absurda ilustra todo lo que ha sido, es, y viene siendo, la aniquilación del Estado andino-tropical del orto del Ecuador. En dos figuras:

 

1) El Presidente ausente.- Lenin Moreno no existe. Es el momento más crítico de la historia del país, se muere gente por decenas cada día y el celo en la ejecución de sus órdenes podría salvar muchísimas vidas, pero al Presidente Moreno esto no le importó. Durante dos meses, un subordinado suyo, la persona a cargo del área más importante para enfrentar el momento más crítico del país, no tuvo un plan pero él creía, porque así le parecía por los medios de comunicación, que sí lo tenía.

 

Esto es lo más hijueputamente inútil que se ha escuchado alguna vez de una autoridad de este nivel: no hay un plan de vacunación, pero el Presidente ni se entera porque él cree que sí lo hay por lo que ve en TV. Es más un televidente que Presidente, estuvo más preocupado por Master Chef que por la vacunación de su gente. Su idea de ejercer el poder es ayudarse a sí mismo y a los suyos: con vacunarse él y vacunar a su círculo cercano y amiguetes poderosos, Lenin Moreno está cumplido. El resto de la población son personas borrosas, cosas ajenas, el pueblo ecuatoriano.

 

Si la cabeza del gobierno no funciona, los subordinados aprovechan para hacer cualquier huevada. Y como ejemplo de subordinado que hace cualquier huevada, lo tenemos al ministro Zevallos.

 

2) El ministro corrupto.- La crisis de salud más grave en la historia del Ecuador y el ministro de salud no tuvo un plan de vacunación. O mejor dicho, tuvo uno, pero secreto y perverso: discrecionalmente vacunar a familiares y amigos, utilizando los recursos públicos en beneficio particular. Lo decidor es que el ministro Zevallos no observó ningún problema en su conducta, pues él creyó haber hecho lo habría hecho otro en su lugar. Y en esto coincide con un representante de nuestra élite económica, el banquero Fidel Egas, que juzgó ‘ético’ el vacunar a la familia con recursos públicos.

 


Así, el Ecuador es un país en el que sus autoridades y sus élites naturalizan el abuso de los recursos públicos para el beneficio particular (ejemplos hay por montones, del reparto de los hospitales a los vacunados del club Rotario). Hoy, el Estado del Ecuador ha vuelto a ser un botín en manos de una facción depredadora, un escenario del sálvese quien pueda.

 

¿Cómo llegamos a esta aniquilación del sentido público del Estado ecuatoriano?

 

Creo que porque los últimos cuatro años hubo un único programa en el gobierno y fue uno de carácter político: eliminar la alternativa política llamada ‘correísmo’. Por este propósito, el gobierno de Moreno se olvidó de servir a la gente que lo votó (a los que, frente a algunos de sus amiguetes, admitió que había empezado a odiar). Moreno se entregó de cuerpo y nalgas a la facción ‘anti-correísta’, que es un amplio arco de personas de izquierda a derecha cuyo fin es impedir que el ‘correísmo’ vuelva a ocupar los espacios que en el gobierno de Moreno esa gente ha recuperado. A mayor número de espacios, más botín a repartir.

 

Uno pensaría que un Presidente que se olvidó de gobernar para la gente para perseguir a un grupo político, al menos habría sido efectivo en su persecución y habría eliminado al grupo ‘correísta’. Pero no ha sido así. La persecución de Moreno ha sido un fracaso.

 

Rafael Correa podría haber puesto a competir en las elecciones a un cactus y lo mismo lo tendría de ganador. Y más que por el mérito de Correa es por el gran demérito de sus opositores, que han fracasado en administrar un Estado mejor que su adversario y en cuyo período de gobierno los servicios públicos se deterioraron, las obras decayeron y la corrupción campeó. El Estado del Ecuador, hoy, ha vuelto a ser la entidad despreciable que tradicionalmente ha sido (v. ‘Retrato de un país roto’)

 

El saldo de estos últimos cuatro estúpidos años es que sus opositores, por acabar con Correa, aniquilaron al Estado.

21 de marzo de 2021

La corrupción generalizada (por los internos de una cárcel)

Hay una frase que cada vez que ocurre una masacre en alguna cárcel del país se la recuerda en las redes para auto-flagelarnos. Es ‘el grado de civilización de una sociedad pueda juzgarse por el estado de sus prisiones’, frase del ruso Fiodor Dostoievski que consta en su libro ‘Recuerdos de la casa de los muertos’, que la leí por primera vez en el voto razonado del juez brasileño Cançado Trindade en el caso Tibi vs. Ecuador y que nos latiguea a los ecuatorianos con que somos de un nivel africano (v. ‘El Haití de los Andes’)

 

En agosto del año 1997, el Comité de Internos del Centro de Reinserción Social del Guayas, contrastó las cifras: por corrupción no estaba preso nadie (‘a excepción de dos personas detenidas por peculado’) entre los 2.450 presos que entonces tenía ese Centro. Así lo recuerda esta nota del diario Expreso, publicada el 29 de agosto de 1997:

 

Diario Expreso, 29 de agosto de 1997, p. 12

El mensaje del Comité de Internos era claro. La disparidad del número de presos refleja ‘la hipocresía social en la que se ve envuelta un país en el que hay quien es detenido por consumir drogas mientras que los mayores delincuentes, los corruptos, continúan en la calle’.

 

Aplicando la citada frase de Dostoievski a nuestra realidad civilizatoria, ello quiere decir que en el Estado del Ecuador hemos naturalizado la corrupción. Tanto en 1997, como 24 años después (porque la pandemia del COVID-19 puso en evidencia una corrupción incubada, invariablemente, por años y años y años).