Principio y fin del Estado del Sur

14 de agosto de 2020

El título del Acta levantada el sábado 14 de agosto de 1830 en la instalación del Congreso Constituyente que originó al Estado independiente del Ecuador era: ‘Acta de Instalación del Congreso Constituyente del Estado del Sur de Colombia’. Cuando en dicho Congreso Constituyente se aprobó la primera Constitución del Estado el 11 de septiembre, su nombre ya no era ‘Sur de Colombia’, pues se llamó ‘Constitución del Estado del Ecuador’. Su escudo de armas, aprobado diez días después, en la sesión nocturna del 21 de septiembre, decía ‘El Ecuador en Colombia’. Esa noche, ‘Cordero propuso que se añada por un artículo ‘que éste sea el gran sello del Estado; formándose el menor con las dimensiones respectivas, con arreglo á las leyes’: fué acordado, y á propuesta del Señor Marcos, se aprobó el proyecto con estas adiciones por unanimidad y aclamación(1). 

En el año 1830, la ‘República de Colombia’ era todavía un gigantesco Estado sudamericano de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, dividido en tres grandes Distritos: el Norte, el Centro y el Sur. Al que fue Distrito del Sur correspondía una parte del territorio que había sido, en los tiempos de la Corona Española, de la Audiencia de Quito (pues otra parte se la integró el Distrito del Centro, con unos resultados funestos para el Distrito del Sur, que se verán más adelante).

Este Distrito del Sur, a su vez, lo integraron tres Departamentos, que fueron: ‘Ecuador’, cuyo territorio quería ser el de la antigua provincia española de Quito; ‘Azuay’, que se correspondía con la provincia española de Cuenca; y ‘Guayaquil’, que conservó el nombre y el territorio de cuando fue provincia de España. Así lo diseñó el Congreso de Colombia en Ley de junio de 1824. En 1830, al Distrito del Sur lo estaba gobernando el querido compadre de Simón Bolívar, el general venezolano Juan José Flores, natural de Puerto Cabello y de treinta años, con el rimbombante título de ‘Prefecto General del Distrito del Sur de la República de Colombia’.

En mayo del tumultuoso año 1830, los Distritos del Norte (que correspondía a la Capitanía General de Venezuela) y del Sur de la República de Colombia se separaron para formar sendos Estados independientes. Los tres Departamentos del Distrito del Sur encargaron la jefatura suprema del emergente Estado al compadre de Bolívar, quien adoptó entonces el nuevo título de ‘Jefe de la Administración del Estado del Sur’. Se convocó enseguida a un Congreso Constituyente que se debía realizar en Riobamba y empezar sus funciones el 10 de agosto de 1830. Debían asistir veintiún Diputados, a razón de siete Diputados por Departamento.

La elección del día martes 10 de agosto como la fecha de entrada en funciones del Congreso Constituyente fue deliberada. En las sentidas palabras del historiador quiteño Jorge Salvador Lara, constantes en su artículo ‘Los comienzos de la República (1830-1845)’, publicado en ‘Historia del Ecuador’, Salvat Editores, Barcelona, 1980 (vol. 6): ‘el recuerdo de esta fecha vino a ser la única concesión al afán autonomista de Quito(2).

Tal vez por ser lo único que quedaba de dicho afán autonomista, los Diputados fracasaron en su propósito de reunirse el 10 de agosto y el Congreso Constituyente del ‘Estado del Sur’ empezó a funcionar cuatro días más tarde, el sábado 14 de agosto, con la presencia de 16 Diputados. Aquel sábado todo fue ‘del Sur’: a esos 16 Diputados (todos varones, todos adinerados) les dirigió la palabra el ‘Jefe de Administración del Estado del Sur’, el militar venezolano Juan José Flores.  Y así empezó su discurso: ‘Me congratulo con el Sur y con vosotros por la instalación del Congreso, fuente de la voluntad general y árbitro de los destinos del Estado. Y así lo concluyó: ‘Conciudadanos: Mostraos dignos de representar al Sur. Dadnos un gobierno querido de los pueblos y una constitución liberal.’

El emergente Estado sudamericano empezó a discutir su primera Constitución llamándose ‘del Sur’. Y ello espolea la pregunta, ¿qué diablos era ser ‘del Sur’?

Creo que la mejor respuesta la ofreció el Diputado por el Departamento de Guayaquil, José Joaquín de Olmedo, en la Sesión del 31 de agosto del Congreso Constituyente, en el marco del debate sobre el cálculo del número de los representantes al Congreso del Estado por cada Departamento. Frente a la posición quiteña de que el cálculo del número de representantes debía hacerse en función de la población del Departamento, Olmedo retrucó que se debía optar por la representación igual de cada uno de los Departamentos, destacando: ‘la diferencia que había entre provincias que están sujetas á una autoridad, y que unidas forman un cuerpo político, y entre otras secciones que por circunstancias improvisas quedan en una independencia accidental; que en el primer caso, era desde luego indispensable arreglar la Representación Nacional á la población, bajo una ley establecida; pero no así en el segundo, pues las secciones independientes podían reunirse muy bien con la representación igual, ó bajo los pactos convencionales que se estipulasen para la unión’.

Sin mencionarla, el representante del Departamento de Guayaquil aludía a la debilidad de los quiteños. El Departamento del Ecuador podía ser el más poblado de los tres, por mucho, pero de ninguna manera podía ‘sujeta[r] á una autoridad’ a los demás, e imponer sus condiciones en el cálculo de la representación. Así, en el razonamiento de Olmedo, como el poder de la capital no era lo suficientemente fuerte como para sujetar al resto de las partes integrantes del nuevo Estado (no podía ser su Leviatán, por así decirlo), lo que le quedaba a Quito era resignarse a aceptar la igualdad de la representación, o en su defecto, los acuerdos específicos a los que las partes integrantes del nuevo Estado pudieran llegar en la materia. Y el muy esperable continuo acuerdo de Guayaquil y Azuay para mantener la igualdad en el número de los representantes, dado que a ellos les convenía, le garantizaba a los quiteños que su resignación sería a perpetuidad.

Para entender qué fue el ‘Estado del Sur’, la parte clave de la intervención de José Joaquín de Olmedo es esa ‘independencia accidental’ en la que él entiende que han quedado los tres Departamentos del Distrito del Sur. El nuevo Estado que se estaba fabricando en Riobamba era una contingencia, un fruto de las ‘circunstancias improvisas’ que habían ocurrido. Realmente no existió ninguna necesidad, pero dadas la fragmentación de la República de Colombia y la pérdida de poder del Libertador Bolívar, se había llegado a este punto de la historia, a fines de agosto de 1830, en que un puñado de varones discutía en Riobamba cómo organizar un nuevo Estado cuyo mando lo tendría un compadre del Libertador Bolívar.

El hecho cierto es que más allá de la vecindad de los Departamentos y su común pertenencia a Colombia, los vínculos culturales entre ellos eran débiles, sus economías no estaban integradas, e incluso, cuando todavía eran provincias de España entre 1809 y 1812, esto es, apenas una generación atrás, habían guerreado Guayaquil y Cuenca contra Quito, con el saldo de los muertos del 2 de agosto de 1810 y otras cosas atroces. Guayaquil bien pudo ser peruana, pero se interpuso Simón Bolívar (cuando llegó San Martín a Guayaquil para la célebre entrevista, lo recibió un arco que decía ‘Bienvenidos a Colombia’ –a otra cosa, mariposa), y Quito pudo ser colombiana, pero no la quisieron (3). Las cosas pudieron ser distintas, pero en 1830 eso era lo que había, lo que las ‘circunstancias improvisas’ habían arrojado.

El Sur’, entonces, fue el resultado de estas ‘circunstancias improvisas’ y concluyó en una reunión de un puñado de varones, blancos y ricachones, que aprobaron ‘por unanimidad absoluta’ una Constitución en la sesión del sábado 11 de septiembre de 1830 y la titularon ‘Constitución del Estado del Ecuador’. Formalmente, dicha aprobación significó el fin del ‘Estado del Sur’, que vivió entre mayo y septiembre de 1830. Duró un verano.

Y por su extinción emergió el ‘Estado del Ecuador’, de vida breve pero intensa.

[esta historia continuará…]

(1)Actas del Primer Congreso Constituyente del Ecuador (año de 1830)’. Todas las citas que hago de las sesiones del Congreso de 1830 corresponden a este libro, edición facsimilar publicada en Quito en 1998 bajo los auspicios del Congreso Nacional (presidido entonces por Heinz Moeller Freile) de su edición original, publicada en 1893 por Francisco Salazar Alvarado, con una ‘introducción histórica’ por él escrita. Por cierto, el ‘Cordero’ al que se alude en esta cita es el venezolano León de Febres-Cordero, el héroe de Octubre.
(2) La cita completa es: ‘el recuerdo de esta fecha vino a ser la única concesión al afán autonomista de Quito, pero el glorioso nombre del antiguo reino quedó definitivamente postergado’ (p. 7). Sobre el porqué el ‘glorioso nombre’ fue postergado, satiricé en ‘De porqué fuimos el Estado del Ecuador y no el Estado de Quito, o el ‘ya qué chuchaffff.
(3) De acuerdo con Salvador Lara en el citado artículo ‘Los comienzos de la República (1830-1845)’, después de su derrota en la Batalla de Miñarica del 19 de enero de 1835, en la que triunfó el ejército del general Flores sobre las fuerzas serranas comandadas por Valdivieso, los derrotados ‘cayeron en el absurdo de proclamar la muerte del estado ecuatoriano, y al fin huyeron, en número de 800, por temor a Otamendi, rumbo al norte. En Tulcán, presididos por el general Matheu, decretaron la anexión a Nueva Granada; el odio político les llevó a traicionar sus ideales de siempre: la autonomía de Quito. Don Roberto Ascázubi, comisionado para ello, pasó por la vergüenza de que el gobierno de Bogotá rechazase tal acta. La Sierra debió pagar 100.000 pesos como contribución de guerra’.  

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