Eso del perro de las dos tortas es un dicho popular en México para aludir a la dificultad de servir a dos amos y, en consecuencia, quedarse en nada. En esencia, esto le ocurrió a Yaku Pérez.
En su momento, Yaku Pérez era el candidato con bases indígenas y alianzas con las élites, todo a una. Era el candidato ideal para tomar el poder: era fresco y anti-sistema, en un país que hace gala de odiar a sus políticos y que, por sistema, favorece a los candidatos anti-sistema en las elecciones (Bucaram, Gutiérrez, Correa, dan testimonio)*.
Frente a Yaku Pérez, en una segunda vuelta Andrés Arauz no tenía opción**. Pero frente al superpoder de Guillermo Lasso, cual es el control electoral, nada pudo ya hacer el Yaku Power. De poder a poder, contar los votos es mucho mejor que plagiar una canción.
Luego de pasar al tercer puesto, ya Yaku se desmoronó. O como se dice con acierto en esta columna de Iván Sandoval, ‘Presidente por dos días’, Yaku Pérez se ‘berreó’.
Yaku quiso amalgamar a la derecha y a la izquierda, unidas frente a un enemigo común: el correísmo. Y a la final, como en el dicho del perro de las dos tortas, Yaku Pérez se quedó en nada, sin pan ni pedazo. El candidato de la derecha, tan CNE-habiente, lo desplazó.
Y ahí quedó Yaku Powerless.
* Cuando se ha elegido un candidato del establishment nos ha ido como la poronga: de ello dan testimonio Jamil Mahuad en 1998 (quisiera creer que redimido por su versión cannábica) y, tomando en cuenta que Correa fue un torrente de cambio que desembocó en las aguas empozadas del establishment, Moreno en 2017.
** Luego, ya en el ejercicio del poder, Pérez iba a ser el mismo desastre de toda la vida, un Gutiérrez pachamámico, algo droguizórrico.
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