No lo creo. Más parece un castigo divino.
Cuando era chico, en casa de mi abuela escuché a uno de mis parientes contar un chiste sobre ecuatorianos. Iba más o menos así: Dios (o el Barbas, o Joe Pesci con un bate, as you like it) había dotado al territorio del Ecuador con tantas bondades y maravillas, que el resto de la gente, indignada, le inquirió a Dios que qué onda con premiarlo tanto a este territorio. Dios calmó a los indignados: ‘tranqui, muchachos, que allí voy a poner a los ecuatorianos’. Así, poner a los ecuatorianos compensaba el exceso de bondades: el entendido es que el colectivo ‘ecuatorianos’ es un vergajo, o un gajo de a verga, como ustedes lo prefieran.
Desafortunado como es, creo que el Ecuador ha llegado tarde a un gobierno formal de la derecha. Primero Correa retrasó el fenómeno el 2013, para vivir los cuatro peores años de su gobierno (v. ‘Timing (‘nunca falta un período que sobra’)), y luego una vez más lo retrasó en el 2017, para vivir los peores cuatro años de la historia del país, gracias al desgobierno de un pelele escogido por Correa pero que se convirtió en el pelele de la derecha contraria a Correa. Ocho años de sobra (1).
Llegó el 2021 y la derecha ganó pero no es que sea muy querida. En primera vuelta, el voto fue de manera mayoritaria a opciones identificadas con la izquierda. En la segunda vuelta, el voto popular para Lasso fue incluso menor a la votación que obtuvo en la segunda vuelta del 2017, cuando perdió frente a Moreno. Su gran fortaleza en esta ocasión fue tener el escenario institucional a su favor y pelear contra un candidato que, nuevamente, era más un símbolo que un ente [v. ‘Lasso con suerte’]. Y lo logró: se merece su oportunidad para participar del Estado como un botín, es su turno para rapiñar. Porque yo no me hago ilusiones: esta vez no será distinto.
Este pajarraco nos representa |
Porque el Ecuador es un país tan desafortunado, que no es una cuestión de tendencias políticas, es cuestión de la perversa relación que el colectivo ‘ecuatorianos’ ha establecido con el Estado, sea que gane la derecha o la izquierda, o el populismo, o lo que sea (Moreno como lo que sea). Rapiñar, rapiñar, rapiñar, y una vez más, rapiñar, tal es su mantra. Nos merecemos al cóndor de nuestro escudo: es un ave de rapiña, nuestro símbolo.
Y tal parece que Dios así lo ha querido, porque visto lo visto casi no se ha hecho otra cosa en casi 200 años de malvivir en los límites del territorio donde Dios desparramó tantas bondades y maravillas (2). O así decía el chiste, en un país que es un chiste.
Uno muy malo.
(1) Si Correa se retiraba el 2013, se retiraba con una legitimidad que inhabilitaba a la derecha la persecución en su contra. Y en esta ucronía, Moreno ya no existe, porque el 2017 volvía Correa a ser Presidente, en tobogán y con un daiquirí con sombrilla en la mano. ¡Ah, las ucronías, suelen ser tan felices! (v. ‘Ucronía de un Quito español’)
(2) Meh, Dios nuay, todo es culpa nuestra. Este es el primer artículo de este blog, del año 2005: ‘A nosotros, los culpables’. Sustancialmente, nada ha cambiado.
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