El guayaquileño tipo
“tonto de derechas” (1) suele
entusiasmarse con Singapur y lamentarse de que no se hayan adoptado unas políticas
orientadas a parecerse a esta isla soñada.
Pero un detalle que se le
suele escapar a este “soñador” es que si Guayaquil hubiese adoptado unas
políticas como las singapurenses, el entorno en que vive sería muy diferente, puesto
que Guayaquil y Singapur son dos ciudades de crecimiento urbano diametralmente
opuesto. Mientras en Guayaquil los empresarios de la construcción son los que
determinan el crecimiento de la ciudad (2)
en Singapur la intervención del Estado en su crecimiento es tan brutal que el Estado dispone de tu dinero y determina
con quiénes vas a vivir.
Así como se lo lee: el
Estado dispone de tus ganancias para colocarlas en un fondo a cargo del Housing & Development Board (un
órgano estatal) para el único propósito de que compres una vivienda, que una
vez adquirida, sólo podrías vender para adquirir otra vivienda. El Estado no
sólo que está emperrado en que tengas una vivienda, te guste o no (pues la
libertad del que aporta el patrimonio para comprar la vivienda no interesa mayormente
en esta decisión) sino que determina también con quiénes vas a vivir, con el
propósito de asegurar la armonía racial de esta pequeña isla tropical. Así, en
Singapur, en las viviendas públicas en las que vive el 80% de su población se tiene
que reproducir la diversidad racial existente en la sociedad singapurense (3).
Porque la vivienda pública también puede ser de excelencia. 50 y pico de años, en fotos. |
Me imagino a los “tontos
de derechas” de Guayaquil viviendo en una de las casas colectivas que tanto
abundan en Singapur en la obligatoria compañía de los cholos, negros e indios
que componen la diversidad racial de Guayaquil: sería gente en permanente y manifiesto
horror por esa macabra dictadura impuesta por alguna variante guayaca del líder
singapurense Lee Kuan Yew (1923-2015), artífice principal del cambio operado en
el diminuto territorio que administró por 31 años como Primer Ministro (4).
(De hecho, Nebot es una
variante guayaca de Lee Kuan Yew: un político autoritario de derechas de larga duración. La diferencia sustancial: mientras
Lee Kuan Yew fue exitoso, Jaime Nebot se
vende como exitoso. La diferencia entre ambos líderes es la misma que
existe entre la realidad efectiva y la mera delusión, entre un líder visionario
y un vendehumo).
En resumidas cuentas:
mientras el crecimiento urbano en Guayaquil sigue la estricta lógica del
mercado, que favorece a las empresas constructoras y fomentan las “distinciones
odiosas” entre ciudadanos (con los adinerados encapsulándose para evitar
interacciones con los de una condición social distinta), en Singapur el
crecimiento urbano se lo hizo con una fuerte intervención gubernamental, a tal
punto que el gobierno tiene la atribución de disponer no sólo de los dineros de
los singapurenses sino también de determinar quiénes viven alrededor suyo.
Y al “tonto de derechas”, eso
no le gustaría nadita.
(1)
Tipo los que se dejan persuadir por los argumentos escolares de Gloria Álvarez,
v. ‘Tonto de derechas: tuya es la Gloria’, Xavier Flores Aguirre, 17 de
febrero de 2016.
(2) ‘Guayaquil a la deriva’, Xavier Flores Aguirre, 28 de febrero de 2016.
(3) ‘Vivienda pública en Singapur: ser propietario en lugar de alquilar’, ‘Singapur, el paraíso capitalista que superó la falta de viviendas prohibiendo la propiedad privada de la tierra’ y ‘El éxito de las cuotas étnicas de un “Estado niñera”’.
(4) Se
puede decir sin faltar a la verdad que a
Lee Kuan Yew le importaba un soberano carajo si a los singapurenses no les
llegaba a gustar estas, u otras de sus medidas, pues en su opinión: “Nosotros decidimos lo que es correcto, no importa lo que la gente piense”. No era lo
que se dice un demócrata, Mr. Lee.
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