Guayaquil y Quito son ciudades fundadas el
mismo año, en una misma agitada quincena de agosto de 1534 en la que parecía
que se iban a enfrentar dos facciones de españoles, una comandada por Pedro de
Alvarado y otra por Diego de Almagro. Una negociación resolvió el asunto sin
efusión de sangre (v. ‘Quito: la ciudad que no se fundó en diciembre’).
El resultado de esa quincena fue que el 28 de
agosto de 1534 se fundó la villa de San Francisco con el expreso propósito de
trasladarla 30 leguas al Norte para ocupar un destruido pueblo de indios, de nombre
Quito. La villa, efectivamente, se la trasladó a dicho territorio que los
españoles ocuparon el 6 de diciembre de 1534. La ciudad de Santiago, fundada
unos días antes, el 15 de agosto de 1534, iba a ser el puerto para la ciudad de
Quito y con ese propósito se la trasladó a la Costa. Su primer asentamiento en
este nuevo emplazamiento data de 1535.
Como la ciudad iba a ser un puerto para Quito,
siempre se ubicó en el margen oriental del río Babahoyo, del lado del río que
no se cruzaba cuando se venía desde Quito, un área de más fácil acceso para los
quiteños. La ciudad que se destruyó en 1536, 1537, 1542 y 1543 por los
americanos del sector, siempre se la volvió a fundar sobre ese margen oriental.
Pero su último traslado, en 1547, no ocurrió por los ataques de los habitantes originarios,
ni implicó moverse a otro lado del mismo margen oriental. El traslado ocurrió
por una lucha de facciones entre los europeos, e implicó el traslado de la
ciudad al margen opuesto a Quito, cruzando el río.
El caso es que entre los españoles había
algunos que apoyaban al rey, pero otros que apoyaban a Gonzalo Pizarro. Los gonzalistas habían triunfado sobre
Blasco Nuñez, a quien el rey Carlos I de España había nombrado en 1543 como
primer Virrey de Lima y primer Presidente de la Audiencia de Lima con el
propósito de aplicar las Leyes Nuevas dictadas el año anterior y con las que se
pretendía moderar los abusos que los conquistadores y sus herederos cometían en
perjuicio de los indígenas. Gonzalo Pizarro y su gente no consentían esta moderación. En la batalla de Iñaquito, el 18
de enero de 1546, el ejército formado por Blasco Nuñez fue vencido y él fue
degollado en el campo de batalla.
Entonces el rey Carlos I de España nombró a un
clérigo, obispo de Palencia y miembro de la Inquisición, Pedro de la Gasca,
para pacificar estos territorios sublevados. En este nuevo contexto, finalmente
los apoyos cambiaron y en la batalla de Jaquijaguana, el 9 de abril de 1548, el
ejército de Pizarro fue derrotado por el ejército de La Gasca. Ni siquiera hubo
una lucha, pues tan grande era la superioridad del ejército de La Gasca que lo
que ocurrió fue un desbande. Enseguida, Pizarro encontró la muerte.
En el contexto de esta lucha entre La Gasca y
Pizarro, debe entenderse lo ocurrido en Guayaquil un año antes de la batalla de
Jaquijaguana, el 6 de abril de 1547. Pizarro había nombrado como Teniente del
Gobernador en Guayaquil al portugués Manuel de Estacio. Por su parte, Francisco
de Olmos, aunque pariente de los Pizarro, se había pasado al bando realista. Se
dice que Olmos y otros ocho realistas, terminaron por coserlo a puñaladas a
Estacio, después de sacarlo a conversar al fresco de la incipiente ciudad.
También mataron a otros dos gonzalistas,
Alonso de Gutiérrez y un tal capitán Marmolejo. No fue muy sutil, pero sí un
modo efectivo de acabar con el gonzalismo
en un Guayaquil que era un territorio ocupado por apenas 30 ó 40 españoles.
Estas muertes son las que ocasionaron el
traslado de Guayaquil al lado opuesto de Quito, pues se temía que desde esa
ciudad (Quito es ciudad desde el año 1541, ojo al dato) el Teniente de
Gobernador nombrado por Pizarro, Pedro de Puelles, envíe una partida para
ajustar cuentas por las muertes de Estacio, Gutiérrez y Marmolejo. Avivados por
ese temor, se construyeron unas embarcaciones y los guayaquileños se movieron
con sus tereques al Cerrito Verde, fuera del alcance de la posible reacción quiteña.
Dicha reacción iba a pasar, pero antes de que ocurra Pedro de Puelles fue
asesinado por otros españoles (se supone que comprometidos con La Gasca), el 29
de mayo de 1547. La reacción se pasmó (1).
Cuando las cosas se decantaron para el
realismo, no había ninguna razón para que la ciudad de Santiago de Guayaquil se
mantenga en el Cerrito Verde, del lado opuesto a la ciudad de Quito, de la que
debía ser su puerto. El cabildo de Quito protestó en 1549 a la Audiencia de Lima:
‘Pedir que por quanto la cibdad de
Santiago se pobló de próximo en el paso de Guaynacaba e para ir a venir se ha
de ir con balsas y por ser puerto desta cibdad le viene daño…’. Pero ya
nada cambió (2). Guayaquil creció mucho,
pero ya lo hizo siempre del lado del río opuesto a Quito, cosa que únicamente
se resolvió de manera definitiva con la construcción del llamado ‘Puente de la Unidad Nacional’,
inaugurado en 1970, es decir, 423 años después de originados los hechos que
separaron a las dos ciudades.
La capital y su puerto, separados desde el
inicio y por varios siglos. En términos de desarrollo económico, esto sólo
podía salir mal.
(1) Un
excelente relato de este crimen y sus consecuencias se lo encuentra en el tomo
primero de la gran obra de Julio Estrada Ycaza La lucha de Guayaquil por el
Estado de Quito, publicada en Guayaquil el año 1984 por el Archivo
Histórico del Guayas, en dos tomos. La única cita de este texto corresponde a
las páginas 14-15 del tomo citado.
(2) Quito luego
buscó otros puertos menos lejanos, pero toda empresa que emprendió, conoció
únicamente el fracaso, v. ‘Esmeraldas no way’.