“La
Sierra permaneció virtualmente aislada del resto del mundo
durante
trescientos años”
John Leddy Phelan, ‘El Reino de Quito en el siglo XVII’
En los tiempos coloniales la zona de
Esmeraldas, cuyo territorio pertenecía a la provincia de Quito, se extendía
desde Bahía de Caráquez hasta Barbacoas (hoy, Departamento de Nariño,
Colombia). Durante el dominio español, esa zona estuvo ocupada por zambos e
indios. El poderío español llegó a acuerdos con los zambos, pero los indios malabas
resistieron a los avances españoles en su territorio.
Esta situación condicionó el desarrollo de un
puerto para Quito en la zona de Esmeraldas. La ciudad de Quito deseaba allí un
puerto para el envío de sus productos a los mercados del Norte (las zonas
mineras y agrícolas del Virreinato de Nueva Granada, e idealmente, Panamá) sin
tener que traficar por el puerto de Guayaquil.
Desde Quito se deseaba esto, pero es que Quito no
se mandaba sola. La ciudad de Quito era la capital de una Audiencia de carácter
subordinado, la que debía someterse a lo que disponga una Audiencia superior (a
lo largo de su historia colonial, esas Audiencias fueron las de Lima y Santa
Fe). En noviembre de 1629, un comerciante quiteño, el capitán Francisco de
Frías Torremocha, buscó que en la Audiencia de Lima se apruebe un contrato que él
había negociado con la Audiencia de Quito, a fin de construir un camino desde
Quito al puerto de Santiago en Esmeraldas, pero la Audiencia de Lima vetó su
proyecto el 29 del citado mes y año. Como razones para fundamentar su decisión,
se citó ‘el peligro de la penetración
holandesa en la Sierra, la prosperidad comercial de Guayaquil y Callao, la
posible colaboración entre holandeses y zambos y el probable incremento del
negocio del contrabando’ (1).
Este capitán Frías no fue el primero en buscar
un contrato para intentar abrir un camino a la zona de Esmeraldas. Aquel honor
le corresponde a Pablo Durango Delgadillo, quien en 1611 obtuvo del Virrey del
Perú los cargos de Corregidor de Ibarra y Gobernador de Esmeraldas, a cambio de
la construcción de un camino al puerto de Santiago. Entre 1616 y 1619, Durango
abrió un camino que iba desde Ibarra hasta dicho puerto, y en esos días, ‘hubo intercambios de productos entre Quito y
Panamá’ (2). Que la suerte del
pobre dura poco, dicen: una revuelta de los belicosos indios malabas, acometida
en el año de N.S. de 1619, sepultó este efímero periodo de tránsito e intercambio
vía el puerto de Santiago. El origen de la revuelta ‘parece haber estado en los intentos del gobernador, Durango Delgadillo,
por imponer un régimen de trabajo más severo a las parcialidades adyacentes a
la población de Montesclaros’. Y los indios los mataron a todos: blancos,
mestizos, negros y mulatos (3).
Mapa de la zona de Esmeraldas en el libro de Phelan, p. 29. |
Entre 1623 y 1628, hubo otro contratista, el
limeño Francisco Pérez Menacho, quien invirtió alrededor de 30.000 pesos para
reabrir el camino entre Quito y el puerto de Santiago, pero sus esfuerzos fueron
inútiles frente a la resistencia de los indios malabas. Después de este fracaso,
ocurrió el intento del capitán Frías y la negativa de la Audiencia de Lima de
1629.
La salida por el puerto de Santiago, como se
observa en el mapa, estaba más al Norte, ‘240
kilómetros más cerca de Panamá’ que la otra ruta posible, que era la que salía
al puerto de Bahía de Caráquez (‘Bahía de
Caracas’ se escribía antaño). Esta otra ruta tenía la complicación grave de
que mientras ‘casi la mitad de la ruta de
Santiago era fluvial, […] la trocha
de Bahía de Caráquez era terrestre’ (4).
La principal ventaja de hacer el camino a Bahía de Caráquez era evitar a los
indios malabas.
El camino a Bahía de Caráquez lo intentó hacer Martín
de Fiuca entre 1615 y 1621, por tres ocasiones. Todas concluyeron en fracaso y
su promotor murió ahogado. Tras él, intervino Miguel de Irarrázabal con un
éxito efímero que conoció un pronto declive. El fracaso de su empresa se debió,
en gran medida, a la situación económica de Quito: ‘después de pocos años de servicio, […] el volumen del comercio
aparentemente no justificaba su permanencia’ (5).
Hacia 1630, las rutas por el puerto de Santiago
y por ‘Bahía de Caracas’, fueron
abandonadas. Más de un siglo después, en 1738, Pedro Vicente Maldonado intentó
una tercera ruta por el valle del río Esmeraldas, pero su muerte temprana perjudicó
a su empresa. La quiso continuar su yerno, Manuel Díaz de la Peña, sin ningún éxito.
Así, mientras fue parte del Reino de España y salvo
por breves lapsos (como entre 1616 y 1619), Quito nunca tuvo una salida al mar
como no sea pasar por Guayaquil. Su idea de evitar a este puerto y de buscar
una comunicación directa con Panamá fue parte de las ilusiones de su élite durante
la revolución del 10 de agosto de 1809. En el Acta que se suscribió en esa
fecha, los quiteños manifestaron su decisión de atraer a la Junta Suprema que
en defensa del Rey español Fernando VII se había establecido ese día en Quito,
a provincias ‘como son Guayaquil, Popayán,
Pasto, Barbacoas y Panamá’ (6).
Alcanzar el mercado de Panamá era una quimera de los quiteños a fin de procurar
su desarrollo económico y conectarse con Europa. Pero no llegaron ni al mar
(lo impidieron las autoridades de la Gobernación de Popayán).
El plan de Quito en agosto de 1809 fracasó
miserablemente porque sus provincias vecinas de Guayaquil, Cuenca y Popayán se
le vinieron todas encima, en el entendido práctico de que cómo así Quito buscaba
para sí una primacía regional, cuando ella era muy pobre y muy periférica. Y se
cebaron, entonces, con la pobre Quito: dentro del período de un año contado
desde el 10 de agosto, ya le habían matado a la mayoría de los cabecillas de su
revuelta y al 1% de su población, atrocidades cometidas por tropas enviadas por
el Virrey desde Lima a instancia del Gobernador de la provincia de Guayaquil. (Si
fuera una escena del porno, sería un bukkake.)
La conquista de Esmeraldas resurgió, en tiempos
ya republicanos. A un escaso mes de haber sido agregada la provincia de Quito a
la República de Colombia, un Decreto del Presidente Simón Bolívar ordenó la
reapertura del camino de Esmeraldas, porque ello ‘haría llover un torrente de prosperidad sobre Quito’ (7). Obvio, nunca se hizo: Bolívar,
primer Presidente, primer demagogo.
Este ‘Esmeraldas no way’ tuvo graves consecuencias. En las concluyentes palabras de John Leddy Phelan (p. 52),
a quien se ha seguido en lo principal de este relato, los reiterados fracasos
en abrir el camino de Esmeraldas condicionaron el desarrollo de Quito y del
país:
‘La Sierra permaneció virtualmente aislada
del resto del mundo durante trescientos años. Detrás de la barrera protectora
de los Andes, se consolidó una sociedad de tipo señorial, en la cual la
tenencia de la tierra estaba concentrada en manos de una pequeña clase de
colonos blancos, mientras una dócil y densa población indígena proveía de mano
de obra barata. Esta sociedad era jerárquica y paternalista, apegada a la
tradición y tenazmente aferrada a los ritos aunque poco al espíritu del
catolicismo barroco español. […] De haberse colonizado Esmeraldas en el siglo
XVIII, el carácter ulterior de la sociedad de la Sierra podría haber sido menos
apegado a la tradición, y, por tanto, más receptivo a las innovaciones. En
consecuencia, pudo haber surgido un equilibrio más dinámico entre la Sierra y
la Costa, antes del presente siglo’.
*
(1) Phelan,
John Leddy, ‘El Reino de Quito en el
siglo XVII’, Banco Central del Ecuador, Quito, 1995 [Colección Histórica,
Vol. XX], p. 41. En particular, v. el Capítulo I ‘Esmeraldas: el fracaso de una conquista’ (pp. 25-53).
(2) Ibíd.,
p. 36. Por esta vía, llegaron a Quito el obispo Alonso Fernández de Santillán y
el oidor Manuel Tello de Velasco.
(3) Hernández
Asencio, Raúl, ‘La frontera occidental de la Audiencia de Quito’, v., en especial, el Capítulo IV: ‘Martín de Fiuca, Antonio de Morga y las
rivalidades entre las autoridades coloniales americanas (1615-1630)’ (pp. 136-189).
(4) Phelan,
p. 43.
(5) Ibíd.
(7) Phelan,
p. 51.
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