El general Juan José
Flores, primer Presidente de los ecuatorianos, se enteró de la muerte del
Libertador Bolívar por la interceptación de la correspondencia entre dos familiares:
los también venezolanos Rafael y Luis Urdaneta, primos entre sí. Y aunque fue triste acontecimiento, no pudo ser para Flores cosa más oportuna.
Para la época de la
interceptación de la correspondencia entre los Urdaneta, Rafael Urdaneta era el
Presidente provisional de la República de Colombia, o mejor dicho, de lo que
iba quedando de ella, desmembrada como estaba por el Oeste y el Sur (Venezuela
y Ecuador). Su primo, Luis Urdaneta, fue el enviado por el Gobierno
colombiano para atraer al recién fundado Estado del Ecuador a su órbita.
Este Luis Urdaneta es el
mismo venezolano que el 9 de octubre de 1820 participó en la independencia de
Guayaquil y al que lo recuerda una calle del centro de la ciudad*. Es el mismo que le comentó a León de
Febres-Cordero, después de haber matado a un militar español en la jornada del
9 de octubre, que una “revolución no es una escuela de moral”**.
El 4 de noviembre de 1830,
Luis Urdaneta volvió a desembarcar en Guayaquil, esta vez con la misión de terminar con
la independencia del Estado al que el Departamento del Guayas (la antigua
“Provincia de Guayaquil”) pertenecía, para integrarlo de nuevo a la Colombia
que gobernaba su primo.
Sin embargo, el primer Presidente
de los ecuatorianos se negó en redondo a la oferta de su coterráneo. Y Luis Urdaneta,
entonces, hizo lo que su época demandaba: organizó una revolución para hacer
triunfar su idea. En palabras de Murillo Miró:
“… la
guarnición de Guayaquil , compuesta en su mayor parte, como ya hemos dicho, de
granadinos y venezolanos, al invocarse la unidad de Colombia y al oír el nombre
de Libertador, pronuncióse el 28 de noviembre de 1830, apoyando con su conducta
la evolución de Bogotá, y nombró al citado General don Luis Urdaneta Jefe
Superior interino de los tres Departamentos del Sur” (Murillo Miró, p. 67)***.
Es decir, el Departamento
del Guayas desconoció al Presidente Flores a escasos 67 días de su posesión por
el Congreso Constituyente y optó por el revolucionario Luis Urdaneta, antiguo
héroe de su independencia. Enseguida lo secundó el Departamento del Azuay, pero
el Departamento de Quito, por su parte, sostuvo al Presidente Flores en una
proclama difundida el 11 de diciembre. Urdaneta avanzó con su ejército hasta
Latacunga e iba a tomarse Quito, cuando ocurrió la interceptación de la
correspondencia que le enviaba el Presidente de Colombia, en la que
“daba cuenta a su primo don
Luis de la infausta muerte del Libertador acaecida el 17 de diciembre, a la una
de la tarde, en la hacienda de ‘San Pedro Alejandrino’, a inmediaciones de
Santa Marta” (Murillo Miró, p. 68).
Tras conocerse la noticia
de que murió Bolívar, la causa de Urdaneta se perdió de forma irremediable: “tuvo
que capitular con el Presidente Flores, salir pronto del país, y dirigirse a
Panamá donde murió en un patíbulo” (Murillo Miró, p. 68).
A la revolución de Luis
Urdaneta, la mató la muerte del Libertador el 17 de diciembre de 1830. A Luis
Urdaneta lo mató en Panamá un escuadrón de fusilamiento, el 27 de agosto de
1831, por buscar lo contrario de lo que buscó en el Sur: allá buscó separar a
Panamá de una Colombia que ya no gobernaba su primo. Lo capturaron y lo
mataron.
“La revolución no es una
escuela de moral”. Este hombre encarnó su frase.
* En
cuya intersección con la calle Ximena queda ‘Don Pepe’, prohibido olvidar.
** ‘El
relato de Villamil’, en: AA.VV., ‘La
independencia de Guayaquil. 9 de octubre de 1820’, Banco Central del
Ecuador, Guayaquil, 1983, p. 17.
*** Murillo
Miró, Juan, ‘Historia del Ecuador de 1876
a 1888 precedida de un resumen histórico de 1830 a 1875’, Corporación
Editora Nacional, Quito, 1993 [Biblioteca de Historia Ecuatoriana, vol. 11].