El escenario es el bar
‘El tufo intergaláctico’. Un viajero
en el tiempo entra y dice a viva voz lo siguiente:
‘Vengo del futuro, de la breve República del
Chúpalo’.
El respetable hizo inmediato
silencio. El viajero continuó:
‘Les cuento.
Guayaquil es una ciudad en La Tierra. Como pocas en La Tierra, Guayaquil no
hizo nada para evitar los efectos del cambio en el clima provocado por el resto
de la Tierra. Pero es que es peor, porque durante demasiados años en Guayaquil hicieron
lo contrario a lo que era necesario, así que cuando llegó una época de lluvias
torrenciales y sin cuento ni fin, a Guayaquil la agarraron con la bata alzada,
como quien dice. La ciudad se convirtió en inhabitable y ya era una ciudad muy
desordenada e irrespetuosa de la autoridad, pero cuando ocurrió este desastre, al
grito guerrero de ‘ya qué chucha’ los
suburbios de Guayaquil decidieron tomarse los sectores de clase media, e
incluso los sectores exclusivos en sus extramuros, allende el río. Los que se
sentían demasiado aniñados o zapallentos para vacilar la calle, fugaron los que
pudieron a Miami, o a Panamá en bote, en los que fueron conocidos como los
neo-cubanos. Los que se quedaron buscaron refugio en los extramuros de
Guayaquil, especialmente en Samborondón, capital Mocolí. Se destruyó el puente
y durante un breve tiempo, la antigua Guayaquil se dividió en dos repúblicas:
la República de Mocolítown y la República de Ñengotown, separadas por un puente
roto. Pero ocurre que la gente en Ñengotown no se la jamaba de ninguna y tenía
años que usaba muchas armas de alto calibre, bien y de manera efectiva, era además
avezada y desahuevada de la mente, así que no tuvo problema en hacer con la
efímera Mocolitown lo que antaño se hizo en el saco de Roma o el asalto de
Constantinopla por la secta cristiana, que paradójicamente era la secta
predilecta de los habitantes de Mocolítown. Consolidado el gobierno ñengoso en
todo el terreno de la urbe se enviaron emisarios a los que se consideraron
representantes populares de los otros territorios de la Costa, a los se los
dotó de armas e instrucciones y se inició una nueva guerra civil entre la Costa
y la Sierra. Guayaquil era parte de un país llamado República del Ecuador, que
se originó en una guerra civil* y que terminó sus desventuras con esta
guerra civil. Un país sin propósito útil, que murió de la misma manera en que
se desarrolló y nació: en medio de la lucha incesante y la violencia cruel.
Ahora, los años en un centro de entrenamiento delincuencial llamado Penitenciaría
del Guayas rindieron frutos y consolidaron la independencia de un territorio
incluso mayor al que tenía la provincia de Guayaquil en los tiempos en que fue una
colonia europea (de Europa, el continente más perverso de la Tierra). Así, la
independencia de la Sierra, viejo anhelo de los de Mocolítown, fue obra de los ñengosos.
En la plenitud del auto-gobierno, el alto mando de Ñengotown, primus inter
pares en la Costa ñengosa, tuvo que
decidir sobre cómo refundar los símbolos de la naciente Patria e impuso al ñengoso
más chistoso, Jorgito El Guayaco, como su símbolo. Conservaron el escudo del
Ecuador, pero sacaron al pajarraco y pusieron a Jorgito El Guayaco encima del
escudo. Erecto, con una palabra escrita como en spray, ‘Chúpalo’, saliendo de su sonrisa torcida. En la
bandera, conservaron los colores de Guayaquil y todas las estrellas, salvo una,
la del centro, convenientemente reemplazada por Jorgito El Guayaco nuevamente
con la palabra ‘Chúpalo’. Luego se
fueron a la mierda (no culpes a la hache): Llamaron al territorio República del
Chúpalo y su himno fue la canción ‘Chúpalo’ de Jorgito El Guayaco. Este es el
video:
La gente en el bar miró
asombrada a la proyección holográfica del video, más bien embobada
primariamente por el hamaqueo de los tujes y la singularidad del personaje. El
viajero interrumpió la proyección del video para concluir su relato:
‘Como dato de
color, los habitantes de la República
del Chúpalo se preciaban de pronunciar su nombre con el tono gutural del buen
Jorgito. Pero la República del Chúpalo no duró mucho. La violencia, la
auto-destrucción y la hache la consumieron. Fue una mezcla efímera y explosiva
de Honduras y Haití, una Camboya de los jemeres rojos con sazón sudamericana, un
verguerío de aquellos. Entonces, la China, que en la Tierra era el hegemón,
dijo también ‘ya qué chucha, chop suey’,
y cual ñengosa imperial arrasó con Ñengotown, exGuayaquil. Hizo como los
holandeses hicieron, hoy tan reputados en La Tierra como civilizados y huevadas,
con una islita de asiáticos cuando anduvieron en busca de las especias:
Hijueputamente, los arrasaron a todos, no dejaron a uno vivo, fue un tsunami de
sangre. Eso mismo hicieron los chinitos con Ñengotown. Sobre la ciudad
arrasada, montaron un hub de
comercio, prosperidad, eficacia y todas las formas de la felicidad valorables
en dinero, que convirtieron a Guayaquil en la Singapur de Sudamérica. La nueva
casta de chinitos decidió conservar el viejo nombre: llamaron a este hub de
prosperidad y felicidad hardcore,
Guayaquil’.
Uno de los habitúes del
bar ‘El tufo intergaláctico’ le
espetó, entonces: ‘¿Y cuál es la moraleja
de tu historia, forastero intertemporal?’
‘Que la élite de
Mocolitown siempre soñó hacer de Guayaquil una Singapur y cuando finalmente lo
fue, lo fue porque la Guayaquil de unos fulanos llamados socialcristianos
(salvo los muy oscuros de piel, todos habían encontrado refugio en Mocolítown)
fue convenientemente arrasada, primero por ñengosos al grito de ‘ya qué
chucha’, y después por los chinos al
grito de ‘ya qué chucha, chop suey’. Pobre
gente: su extinción total fue el paso necesario para concretar su sueño’.
La gente en el bar se
cagJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. El viajero intertemporal, de buen humor, invitó
una ronda de tragos**
~*~
* Sobre el
nacimiento de la República del Ecuador, en 1835 y como consecuencia de una
guerra civil, v. ‘La República nació en un barco (1834-1835)’.
** A personal hero.