Los otros días, leyendo un artículo del libro ‘A matter of principle’ de Ronald Dworkin, titulado ‘Why liberals should care about equality’, vi a Guayaquil. El artículo, apropiadamente, constaba en la parte III del libro, que lleva por título ‘Liberalism and Justice’.
De Ronald Dworkin (1931-2013) es admirable su propuesta de rescate del liberalismo de las estupidizantes garras conservadoras y de procurar darle un contenido no pajero a este concepto a través del principio de igualdad. Por ello, Ronaldo es crack. Y este párrafo de su artículo, me la recordó a mi Guayaquil:
‘Si los liberales recuerdan el consejo de igual preocupación, ellos construirán ahora una teoría que, por indicar las bases mínimas a partir de las cuales se pueda esperar que la gente que se respeta a sí misma considere a una comunidad como la suya propia y que considere al futuro de esa comunidad, en cualquier sentido, como el suyo. Si el gobierno empuja a la gente por debajo del nivel en el que pueden contribuir a forjar su comunidad y obtener de ella cosas de valor para sus propias vidas, o si el futuro brillante que les ofrece es uno en el que a sus hijos se les promete una vida de segunda clase, entonces se tira al traste la única premisa sobre la cual se podría justificar su conducta.” (p. 212)
Este fue el Guayaquil de Octubre, en el que aquellos que tienen una idea distinta y precaria de su futuro no mostraron ningún problema en atentar contra los bienes de la comunidad: no lo tienen, porque no la sienten como la suya, pues sus futuros son divergentes. Por eso es que apenas se levantan las restricciones (el 30-S, las protestas de Octubre), aparece el vandalismo en la periferia de la ciudad (es decir, la Perimetral, nuestra versión del Wild Wild West) y es allí que almacenes Tía tiembla, porque sabe lo que le va a pasar: los previsibles saqueos en una ciudad descompuesta.
Guayaquil, como se lo advirtió en la película Sin Otoño, sin primavera, tiene unos cien mil habitantes porque “el resto son extras”. Estos “extras” son aquellos a los que el desarrollo socialcristiano, lo que ha podido ofrecerles, es “una vida de segunda clase”.
Esto ocurre por un hecho fundamental: la orientación del crecimiento urbano durante la administración del PSC. En un informe que contrató la Alcaldía de la ciudad a técnicos de la CAF para que expliquen la inundación ocurrida en Guayaquil los días 2 y 3 de marzo de 2013, se describió el crecimiento de la ciudad en los sectores populares, por oposición al resto:
“Sin embargo, al mismo tiempo, se observa un fuerte proceso de ocupación irregular en áreas de expansión donde no necesariamente se siguen las normas de ocupación del suelo establecidas en ordenanzas municipales. Paradójicamente, como en otras ciudades de la región, la expansión de la ciudad irregular ocurre en forma cuasi organizada, generalmente por emprendedores que invaden propiedades privadas –con o sin acuerdo del propietario de la tierra- y con ello activan un mercado sumergido de la tierra urbana que se inicia con la ocupación ilegal de lotes sin servicios básicos de aguas, alcantarillado y drenaje. En algunos países es frecuente que políticos utilicen estos mismos mecanismos que promueven la ocupación informal de la tierra para obtener réditos electorales.” (p. 13).
Entre esos países está el Ecuador, y en él, Guayaquil, con el caso del PSC. El informe describe también a los desarrollos de vivienda que impulsa la Alcaldía socialcristiana de Guayaquil, y explica que algunos de ellos…
“… se localizan en zonas de riesgo por inundación y los proyectos aparentemente siguen soluciones convencionales, con extensos urbanismos sobre rellenos y construcción de conductos para drenaje para absorber picos de escorrentía generados por nuevas áreas impermeables. Estas opciones de ingeniería no representan claramente la mejor opción para garantizar su sustentabilidad en el futuro. […] Se observa que el abastecimiento de agua es el primer servicio que se atiende, seguido de alcantarillado sanitario y, finalmente, siguiendo un enfoque tradicional ligado a la instalación exclusivamente de obras de conducción, se atiende el drenaje pluvial.” (p. 13).
A pesar de que el informe de la CAF advierte que en Guayaquil se tienen “condiciones inmejorables para desarrollar soluciones integradas en el diseño urbano que combine programas de vivienda, transporte, agua potable, alcantarillado, drenaje, residuos sólidos y medio ambiente” (p. 31), el informe también reconoce que la realidad de Guayaquil es, en general, muy distinta a este ideal, pues consiste en “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano. […] Este tipo de ocupación aumenta notablemente la temperatura en la ciudad, incrementa significativamente los picos y la velocidad del escurrimiento durante las crecidas de la escorrentía superficial, produce erosión y aumenta la contaminación de las aguas pluviales” (p. 24). Es decir, una vida de segunda clase.
Visto desde los hechos de su desarrollo urbano (contados en este informe de la CAF que pagó la Alcaldía y que se redactó para presentárselo al Alcalde Nebot, v. p. 5), es fácil deducir que el desarrollo urbano se ha hecho con el fin de favorecer a las empresas constructoras, en vez de a los habitantes de Guayaquil. Esto, porque en ello está el negocio.
Y esto es apenas asombroso, si se toma en cuenta que el exAlcalde por casi dos décadas y actual Alcalde-por-encima-de-la-Alcaldesa-de-ahora, Jaime Nebot, provenía él mismo del negocio de la construcción. No es tan raro, entonces, que él haya buscado beneficiar a su gallada (esto es el Ecuador, no seamos tan patéticamente giles). El problema de este modelo de “Capitalismo de Amigos” del PSC es que realmente perjudica a la gente común, a pesar de que en la esfera pública se nos haya vendido otra idea.
Así, la magia del socialcristianismo consiste en mantener sometida a una población con vidas de segunda clase, con el sabroso cuento de que se vive un caso de “modelo exitoso”. (Esto se llama “delusión”, o si lo quieren en palabras coloquiales, “una metida de dedo”). Detrás de estas personas que viven miserablemente pero que sostienen el proceso del PSC (algunos con sincero entusiasmo), hay un continuado proceso de estupidización en el que los medios de comunicación han jugado un rol fundamental.
Pero el encanto de la estupidización del guayaquileño se quiebra en ciertas circunstancias dramáticas (30-S, las protestas de Octubre) y entonces salta la pus. El tejido social revela sus costuras, que se le notan en tantas otras cosas: la forma cómo conducimos, la ausencia de una fiesta local congregadora, el sistema de clientelismo en los barrios populares, el sistema de cooptación de la participación social en los grupos amigos (los 117 favorecidos), el diseño de una ciudad como una vitrina… Pero en esos momentos extremos, en los que irrumpe la violencia de los guayaquileños pobres contra los bienes comunes y contra los comercios de los otros, es que se revela la mentira del modelo socialcristiano. Un modelo que realmente es excluyente y produce ciudadanos de segunda, que no han llegado nunca a compartir un futuro en común con su comunidad. Por eso les resulta muy fácil agredirla.
Al final, es un problema de imaginación: hemos sido incapaces, como sociedad, de pensar ideas alternativas a las que ha impuesto el PSC, al punto de que ellos, hoy, pueden cerrar con seguridad privada la ciudad a los foráneos (léase, a los “indígenas del páramo”) como acaba de ocurrir durante las protestas de Octubre: Guayaquil es una ciudad colonial del siglo XVII, perdida en el XXI.
La Alcaldía ha podido hacer poco y mal, como lo han descrito los expertos de la CAF, pero en Guayaquil se considera a este poquito, mejor que cualquier otra cosa que se haya podido pensar y hacer en la ciudad. Nuestra verdadera miseria, en Guayaquil, es mental: reside en nuestra incapacidad, hasta la fecha, de pensar en la esfera pública por fuera de la lógica perversa que ha impuesto el PSC.
Es momento de traerlo de vuelta al gran Ronaldo, el crack de Liberalismo & Justicia. Dice en el cierre del artículo citado, ‘Why liberals should care about equality’, “[s]i nuestro gobierno puede proveer un futuro atractivo únicamente a través de la presente injusticia”, que en el caso de Guayaquil comporta un suplido a cuentagotas de los servicios públicos en los sectores marginales, se les está pidiendo finalmente a “algunos ciudadanos que se sacrifiquen en el nombre de una comunidad de la que ellos están, en cualquier otro sentido, excluidos.” Y esto es lo que le pasa a los “extras” de Guayaquil: ¿de qué comunidad se les puede hablar a estos excluidos? Ellos, lo que realmente quieren, es asaltar el Tía, y cuando tienen chance, pues lo hacen. Y Guayaquil, que se joda.
Que es exactamente lo que piensan los tipejos de las empresas constructoras mientras cuentan su billete, na’ más que su perjuicio es a otra escala. Y es por esto, por esta generalizada desidia de los pobres y de los ricos hacia la ciudad que habitan, así como por la ausencia de pensamiento crítico en su clase media, que estamos tan, pero tan mal. Y es por la sostenida estupidización que ha tenido lugar aquí, que ni siquiera nos damos cuenta.
Salvo los del Tía. Ellos sí que se dan cuenta.
5 comentarios:
Lo más bonito es ver como los mismos social cristianos lanzan tierra al estudio de la CAF que ellos mismos pagaron al ver los resultados del mismo... Nunca existió tal estudio y se conserva el "modelo exitoso de Guayaquil" hasta que estemos inundados de mierda en 30 años o menos...
excelente artículo. Un modelo "exitoso" que se copia en todos los cantones socialcristianos y Durán es uno de ellos.
Genial artículo. Ojalá algún día algún extra de los tantos que sobran en Guayaquil se dé cuenta que el modelo exitoso es su propia míseria
El PSC le da la espalda a su pueblo y despues viene llorando a quejarse cuando un populista como el economista Correa les conquista.
Como un novio maltratador hecho el celoso cuando el vecino semi-decente se le roba a su mujer. De novela.
Un excelente aporte, Gracias.
Muy acertado, Xavier. Estos "amigos de los amigos son mis amigos" PSC. El último hit de la estupidez es calificar de "resentimiento social" a la justicia social. Siempre he pensado que LFC supo aprovechar lo que nadie: Abdalá Bucaram. Se envanecen multiplicando el mensaje que León Super Pistolas nos salvó de la debacle de Abdalá, cuando el pueblo votó PRE 10 años, 10 años -claro está- que nos llevaron al carajo. León sólo hizo lo que cualquier otro tipo bienintencionado y con amor a su ciudad haría: Hacerlo mejor que Andalá. Luego, nadie parece darse cuenta que compararse con ese señor es como escupir hacia arriba: No puedes basar tu "éxito" en la comparación con un ladrón incompetente de lengua larga. También el PSC se ha llevado la ciudad en peso a punta de fundaciones (auditadas por esa Contraloría que se critica) y mantenimiento de cierto sistema de cosas generada en el neoliberalismo como la concesión del servicio de agua potable a una empresa gringa en donde algunos dicen que tb. se esconde uno que otro amigo de lo ajeno de fama bien reconocida.
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