7 de noviembre de 2021

El loco, loco, loco año del Padre Tuárez [ft. Pdte. G. Lasso]

 

El año 2019 fue el año del auge y la caída del Padre Tuárez. La singularidad de un sacerdote en la política de un país que por definición constitucional es laico no le impidió a este señor vestido con espantaputas participar como candidato a integrar el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, ni tampoco le impidió tomar posesión de su cargo una vez que con 961.681 votos el Padre Tuárez triunfó como el más votado de los candidatos. El Padre Tuárez fue elegido el 13 de junio de 2019 como Presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y este momento fue la cúspide de su loco, loco, loco año 2019. Era the man of the hour.

 

Padre Tuárez luciendo espantaputas.


The man of the hour went the fuck down. La jauría política lo devoró al Padre Tuárez. En un juicio político que se le inició a los pocos días de haber empezado el ejercicio de su cargo, lo acusaron, entre otras cosas, por su condición de sacerdote debido a unas afirmaciones hechas en una declaración juramentada de los tiempos de su candidatura. El Padre Tuárez duró 62 días como Presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, pues el 14 de agosto de 2019 una mayoría de 84 asambleístas decidió que él, y otras tres integrantes del Pleno del CPCCS (Rosá Chalá, Victoria Desintonio, Walter Gómez) cesen en sus funciones. At his finest, la Asamblea Nacional del Ecuador opera como un Castro en la historia del billete del trillón de dólares (Los Simpson, Temp. # 9).

 



Si la Asamblea Nacional se pone en plan Castro, un cargo, un día lo tienes, pero el día siguiente ya no, como con el dichoso billete de un trillón. It doesn’t matter you’re President, or whatever. Es cosa simple de contar los votos en el foro (y de un buen reparto, obvio). Pero, en todo caso, el loco, loco, loco año 2019 del Padre Tuárez no concluyó con su caída del cargo de Presidente del CPCCS. En octubre, el Padre Tuárez quiso liderar una protesta y los protestantes lo agredieron, sacándolo de ella sin ninguna consideración. Después, el Estado activó su músculo penal y en noviembre se obtuvo de un juez que dicte en su contra una de esas prisiones preventivas expeditas/punitivas que son la especialidad del sistema penal ecuatoriano y el pobre Padre Tuárez, entonces, fue a parar a Canadá. Así concluyó su loco, loco, loco año 2019: tras las rejas. Fue candidato, autoridad, celebrity, fiasco y presidiario. Vaya 2019 para el Padrecito.

 

El escenario actual del Presidente Lasso es, curiosamente, similar al que vivió el Padre Tuárez como Presidente del CPCCS en su loco, loco, loco año 2019. Que Lasso tenga su mismo final depende de la correlación de fuerzas en esa Carabina de Ambrosio recargada que es la Asamblea Nacional del Ecuador (quiero decir con esto: puede pasar en cualquier momento). Como el Padre Tuárez (aunque en menor medida), el Presidente Lasso es débil frente a la Asamblea Nacional, en la que tiene un grupo propio insuficiente, unas alianzas con la ID y Pachakutik tan endebles que apestan a oportunismo y unos enemigos jurados, que son el personal UNES y el senséi Nebot y su gente, que querrán ver sangre. Como al Padre Tuárez entonces, le puede ocurrir al Presidente Lasso que él no haya empezado a ejercer mucho su cargo y la Asamblea Nacional, en plan Castro, lo tumbe vía un juicio político por un hecho ocurrido en los tiempos de la inscripción de su candidatura y que es particularmente grave, como es el escándalo de los Pandora Papers.

 

Así, el futuro del Presidente Lasso parece ser el recorrer el mismo camino del Padrecito Tuárez, al menos en cuanto a la ruta en la Asamblea Nacional se refiere. El suyo parece que será un loco, loco, loco período como Presidente de la República del Ecuador. Loco, loco, loco, y también breve.

5 de noviembre de 2021

El país como chuchaqui (maldito)


Tras las guerras de independencia de la América hispana entre 1810 y 1826 se perdió el imperio continental de ultramar de un Estado cada vez más periférico en los negocios europeos (1). En reemplazo de la hegemonía española en la América continental surgieron en los años subsiguientes a la independencia catorce nuevos territorios, llamados con mayor pena que gloria Estados, todos católicos y parlantes de castellano como su puta madre: México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Chile, Argentina y Uruguay. A esta lista hay que sumar la insular República Dominicana tras una guerra contra España en 1865. Y después, a fines del siglo XIX, en 1898, se independizó del Reino de España la isla de Cuba, y a inicios del siglo XX, en 1903, se convirtió en un nuevo Estado al istmo de Panamá, tras desmembrarlo de la República de Colombia para beneficio geoestratégico y económico de los Estados Unidos de América, el nuevo hegemón de la zona (2).

 

Ecuador existe (o debo decir: malvive) desde 1830. De los diecisiete Estados mencionados es, probablemente en conjunto con Honduras y el Paraguay, lo peor en casi cualquier indicador: en corrupción, en inequidad, en la falta de respeto a las autoridades y a la institucionalidad que él o ella representan (3). En estos Estados, su institucionalidad es estorbosa, e incapaz de imponer su voluntad (salvo que se la use como herramienta de persecución, NCP style). Para el caso del Ecuador creo que la razón fundamental de esta institucionalidad deficiente en un grado sumo se debe a que el Estado del Ecuador se originó, pobrecito, como un sub-producto de la independencia de la América española entre 1810 y 1826. Es un baile de los que sobran, hecho país.

 

El Ecuador surgió como un desprendimiento de la República de Colombia, la que había surgido en 1819 con la aprobación de la Constitución de Cúcuta. Al nuevo Estado colombiano se anexionó la provincia española de Quito tras la batalla del Pichincha del año 1822, a la que se renombró como ‘Ecuador’. También se sumaron la provincia de ‘Cuenca del Perú’, renombrada como Azuay, y manu militari, la provincia de Guayaquil, que conservó su nombre (4). Estos tres territorios, por el nuevo orden administrativo colombiano fijado por una ley de junio de 1824, se convirtieron en Departamentos que, juntos, conformaron el Distrito del Sur de la República de Colombia. El nuevo Estado del Perú, en 1829, quiso recuperar las dos provincias del Sur de este Distrito, es decir, Guayaquil y Azuay, sobre las que el Virreinato del Perú había gobernado en los últimos años del dominio español, pero fueron resistidos por el ejército de Colombia, comandado por el venezolano Sucre, en la batalla de Tarqui. Colombia conservó así el Distrito del Sur, pero al año siguiente, en 1830, este Distrito se desmembró de ella. Y en ese territorio se reunió en 1830 una Asamblea Constituyente, se dictó una Constitución (la primera de un total de diecinueve hasta la fecha) y se adoptó el geográfico nombre de ‘Ecuador’ para el nuevo Estado (5).

 

Cuando emergió en 1830, el Estado del Ecuador quiso que se respete el territorio sobre el que, en tiempos de los españoles, ejerció su jurisdicción, pero que correspondían también al Distrito del Centro de los tiempos colombianos. Colombia, con su alias de ‘República de la Nueva Granada’, se enfrentó al Ecuador en una guerra (en Colombia la llaman ‘Guerra del Cauca’) en la que triunfó de una manera aplastante (6). El ‘Tratado de Pasto’ estableció en diciembre de 1832 que los límites entre los dos Estados, Ecuador y la Nueva Granada, quedaba en el Río Carchi, que era precisamente donde estaba la división entre los Distritos del Centro y del Sur en la Ley de 1824.  Y ahí quedaron ya para siempre. El Tratado de Pasto’ significó para el Ecuador la pérdida de los multiseculares vínculos que tuvo Quito al norte del Río Carchi, en especial, con la ciudad de Popayán.

 

Así, en su origen, el Estado del Ecuador quedó entre los Estados de Colombia y de Perú como una reunión accidental de tres exprovincias españolas que no fueron capturadas por las herencias de los virreinatos a cuya autoridad la Audiencia de Quito estuvo sometida, esto es, los virreinatos de la Nueva Granada, cuya capital fue Santa fe (reenombrada Bogotá por el cachondo Libertador) y del Perú, cuya capital era Lima (7). Desde 1830, estas tres exprovincias españolas formaron un muy disfuncional Estado, con una capital política curtida en burocracia y corrupción, e incapaz de ser un motor económico para el territorio en común (8).

 

Esto de reunión ‘accidental’ es por el término usado por Olmedo en la Asamblea Constituyente de 1830 para defender la representación igualitaria de las tres antiguas provincias españolas en el nuevo Congreso del Ecuador. Olmedo habló de…

 

‘… la diferencia que había entre provincias que están sujetas a una autoridad, y que unidas forman un cuerpo político, y entre otras secciones que por circunstancias improvisas quedan en una independencia accidental; que en el primer caso, era desde luego indispensable arreglar la Representación Nacional á la población, bajo una ley establecida; pero no así en el segundo, pues las secciones independientes podrían reunirse muy bien con la representación igual, ó bajo los pactos convencionales que se estipulasen para la unión(9).

 

En definitiva, al Estado del Ecuador la independencia le sentó mal. Le quitaron sus vínculos al norte del Río Carchi, imponiéndole los límites de un Distrito diseñado por otros y quedando con una capital disfuncional y un territorio ‘accidental’ sin una real integración, ni económica ni política. Fue un Estado muy pobre, conservador y explotador inmisericorde de lo que consideraba uno de sus ‘recursos’, la mano de obra indígena. En general, lo sigue siendo. Eso sí, para esa época, año 1832, el Ecuador todavía limitaba con el Brasil y podía sentirse un país ‘amazónico’. Eso se iría a la mierda después (10).

 

Si la independencia de la América española fue una fiesta libertaria, la aproblemada existencia de ese sub-producto territorial llamado ‘Estado del Ecuador’, nos confirma como el chuchaqui más maldito de la fiesta de la independencia. Uno que nos dura hasta ahora.

 

~*~

 

(1) En los estudios históricos sobre la independencia de América, se entiende que el año de 1810 ocurre el giro a la postura independentista entre los americanos. La historia del agosto-octubre quiteño de 1809 evidencia que antes de 1810 existía una resistencia contra el invasor francés, el temible Napoleón. Sobre esto, v. ‘Fans de Fernando VII’ y ‘Manuel Zambrano explica cosas (a los historiadores)’.

(2) Sobre la independencia de Panamá, v. ‘Panamá nació en la habitación 1162 del Waldorf Astoria’. En la independencia de Cuba también intervino la Yunái, con la ‘splendid little war’ de la que hablaba John Hay. De la ocupación de Cuba surgió el éxito del control de la fiebre amarilla, lo que años después repercutiría en la virtual extinción de este flagelo que por tantos años azotó al puerto de Guayaquil. Sobre esto, v. ‘Guayaquil y la fiebre amarilla (1740-1919)’.

(3) Peru, acaso Locombia (también Venezuela y Nicaragua), podrían sumarse a esta aciaga lista. En realidad, todos los países hispanoamericanos son malformaciones más o menos queribles.

(4) Sobre la ocupación manu militari de Guayaquil, v. ‘Y llegó Bolívar (brevísima relación del auto-gobierno de Guayaquil)’. La consecuencia de la llegada de Bolívar a Guayaquil fue el exilio a Lima de los tres integrantes de la Junta de Gobierno de Guayaquil, v. ‘El exilio de Olmedo’.

(5) Sobre esto, v. Disquisiciones sobre el nombre Ecuador

(6) Sobre esto, v. ‘El Ecuador en sus orígenes: ir por lana y salir trasquilado’ y ‘1832: una de cal, única de arena’.

(7) Sobre este afán nominativo de Bolívar, v. ‘El nombre que Bolívar dio a nuestro país’.

(8) Sobre esta triste pero estructural característica de Quito, v. ‘Marx y Quito’ y ‘Ecuador, administrado por un dipsómano’.

(9) Sobre esta postura de Olmedo, v. ‘Principio y fin del Estado del Sur’. Es interesante notar que, para Olmedo, como las exprovincias españolas eran unas potencias equivalentes, ellas podían estipular algo diferente a la representación proporcional en función de los habitantes del territorio, que era la solución que la favorecía a Quito dada su mayor población. Por supuesto, Guayaquil y Cuenca se unieron para ‘estipular’ una representación igualitaria, que les convenía a ellas. Esta fórmula subsistió hasta las reformas del Presidente Gabriel García Moreno treinta años y seis Constituciones después.

(10) En 1942, es decir, 110 años después del Tratado de Pasto, el Ecuador se vio compelido a firmar el Protocolo de Río de Janeiro, por el que su territorio quedó reducido a los aproximadamente 280.000 kilómetros cuadrados que tiene ahora. Las palabras del diplomático brasileño Oswaldo de Aranha dichas al diplomático ecuatoriano Tobar Donoso tras la firma del Protocolo, ‘aprendan a ser país’, siguen siendo un pendiente nacional.