Guayaquil y la fiebre amarilla (1740-1919)

22 de mayo de 2021

Desde su asentamiento en el Cerro Santa Ana en 1547, la ciudad española de Guayaquil había pasado 193 años sin sufrir la fiebre amarilla o, mejor dicho, sin registro de haberla sufrido (1). En el año 1740 se quebró este invicto (o supuesto invicto). Jorge Juan y Antonio de Ulloa consignan el hecho y lo asocian con un daño colateral de la guerra de España contra el Reino Unido. En su obra Relación histórica del viage a la América Meridional, los científicos españoles relatan que ‘habiendo llegado la Armada de Galeones del Sur, retirándose de Panamá por causa de la guerra para asegurar el tesoro en las provincias de la sierra, se padeció la primera vez esta epidemia y murió mucha gente’ (p. 233). Pero la enfermedad no caló.

 

Desde 1740 pasaron 102 años hasta el retorno de la fiebre amarilla a la ciudad, pero en ese 1842 regresó con furia y asoló a Guayaquil y sus alrededores. En carta del 26 de octubre de 1842 que el Gobernador de la provincia del Guayas, Vicente Rocafuerte, le dirigió al Presidente de la República, Juan José Flores, el guayaquileño describió el sombrío panorama de su ciudad natal: ‘Ya no hay alma para sentir, ni ojos para llorar un conjunto tan inaudito de horrendas calamidades, la muerte ha extendido su negro manto sobre esta desventurada población y descargado sus furores sobres sus moradores, la epidemia sigue haciendo crueles estragos, y ya no lleva a la tumba a 8 a 10 por día, sino 31 y 32 y quien sabe a cuánto ascenderá el número de sus infelices víctimas(2). La epidemia cesó en 1844.

 

Desde entonces, la fiebre amarilla se volvió cada vez más frecuente en Guayaquil. Regresó en 1853 hasta 1856, en 1867 hasta 1869, en 1877 hasta el año siguiente. Desde 1880 y hasta entrado el siglo XX, la fiebre amarilla se sufrió en Guayaquil año tras año, casi sin excepción. Por esta época, Guayaquil empezó a adquirir una mala fama: se volvió un puerto pestilente, un lugar a evitar.

 

Pero la ciencia vendría (con cierto retraso) al auxilio de la ciudad. En 1881, el cubano Carlos Juan Finlay presentó a la Royal Academy un artículo titulado ‘The Mosquito Hypothetically Considered as the Agent of Transmission of Yellow Fever’ cuyo argumento era que el mosquito era el vehículo de transmisión de la fiebre amarilla. Durante años la teoría de Finlay fue resistida (v. ‘Carlos J.Finlay: the mosquito man’), pero finalmente se la probó correcta por la intervención militar de los Estados Unidos de América en Cuba.

 

Tras la guerra de 1898 en que los Estados Unidos de América humilló a España y le arrebató Cuba (‘a splendid little wardijo John Hay), se acreditó que la mayor cantidad de los muertos que el Ejército de los Estados Unidos tuvo en su espléndida guerrita se debieron a la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales. Entonces, los Estados Unidos hizo lo que un Estado con presupuesto puede darse el lujo de hacer: investigar las causas del problema y buscarle una pronta solución.

 

Así, el cirujano general (‘General Surgeon’) del ejército de los Estados Unidos, George M. Stemberg, formó el año 1900 la ‘United States Army Yellow Fever Commission’ para investigar las causas de la transmisión de la fiebre amarilla y la forma de  prevenirla, comisión que trabajó en Cuba y a la que se conoció como ‘Reed Commission’ por su director, el comandante Walter Reed. Integrada por él y otros tres especialistas (los doctores James Carroll, Arístides Agramonte y Jesse Lazear), la Comisión Reed confirmó la teoría de Finlay y le demostró al mundo-mundial que la fiebre amarilla se transmitía de un humano enfermo a un humano sano a través de la picadura de la hembra del mosquito Aedes Aegypti.   

 

Con esta certeza, el Gobernador Militar de Cuba, el general Leonard Wood (Cuba, como consecuencia de la espléndida guerrita de 1898, estaba ocupada por la Yunái), autorizó al Jefe de la Oficina de Sanidad del Ejército, William C. Gorgas (a proud son of Alabama) para implementar en La Habana un programa de aislamiento de los enfermos de fiebre amarilla y de fumigación de edificios y de eliminación de todos los depósitos de agua donde podía vivir el mosquito. The Aedes Aegypti Shoah.

 

La consecuencia de estas medidas fue que los casos de fiebre amarilla en La Habana cayeron en picada y que para el año 1902 ya no se reportaron nuevos casos. En apenas dos años de investigación de la Comisión Reed y de la implementación de sus resultados por el equipo del Jefe Gorgas, la intervención militar de los Estados Unidos en Cuba resolvió un problema que en la capital de Cuba cobraba anualmente cientos de vidas (se calcula que entre 1870 y 1900, unas 20.000 murieron en La Habana por causa de la fiebre amarilla). Campañas de erradicación similares se aplicaron en Río de Janeiro, en Santos, en Nueva Orleáns y en otras ciudades americanas de relevancia económica. El mismo William Gorgas fue el responsable en Panamá de implementar, en 1904, un programa de erradicación de la fiebre amarilla, que posibilitó la construcción del Canal de Panamá, obra concluida en 1914. 

 

 

Gorgas, an unsung hero.

La apertura del Canal de Panamá obligó a que la ciencia se ocupe de Guayaquil, por el riesgo de llevar desde aquí la enfermedad a los nuevos mercados facilitados por la apertura del canal (3). Una sucesión de hechos (la creación de la Fundación Rockefeller y su International Health Commission en 1913 –luego Board, luego Division-, y la creación en 1916 de la International Yellow Fever Commission, órgano de la Fundación Rockefeller al mando de William Gorgas) posibilitó que Guayaquil, ese gran puerto pestífero de la América del Sur sea el primero en la lista para recibir los beneficios de la ciencia. Para esa época, la ciudad era considerada como el semillero más peligroso de la fiebre amarilla en la América del Sur, el único lugar de la región en que esta enfermedad era endémica (4).

 

Ese año 1914 de la apertura del canal de Panamá, estalló la guerra en Europa, AKA la Primera Guerra Mundial, que cobró (indirectamente) cientos de muertos en esta periferia de América, pues retrasó hasta el año 1918 la venida a Guayaquil de la misión para erradicar la fiebre amarilla. Entre 1914 y 1918 se acreditó la muerte en Guayaquil de 591 personas por esta enfermedad. Si las medidas se hubieran aplicado antes, muchas de estas personas no habrían enfermado y muerto (5).

 

Finalmente, en noviembre de 1918 llegaron los científicos de la Fundación Rockefeller (6). La aplicación en Guayaquil en 1918-1919 de las medidas que se adoptaron a principios del siglo en La Habana produjo aquí resultados análogos a los que tuvo allá y en las otras ciudades donde se aplicaron: un descenso abrupto de los casos, hasta su virtual desaparición. The Aedes Aegypti Shoah Strikes Again.

 

La Dirección General de Sanidad, presidida por el doctor León Becerra, declaró que desde el 22 de mayo de 1919 (hace 102 años clavados) el puerto de Guayaquil finalmente estaba, tras años y años y miles y miles de muertos, libre del flagelo de la fiebre amarilla.

 

(1) Una especie, sostenida por Pino Roca, indica que los piratas que atacaron a Guayaquil el año 1709 se contagiaron en la ciudad de la fiebre amarilla.

(2) Vicente Rocafuerte. Epistolario’ (Estudio y selección de Carlos Landázuri Camacho), Tomo II. Banco Central del Ecuador, Quito, 1988, p. 822.

(3) El lector atento habrá comprendido que en los ejemplos de La Habana y Panamá se trata de la ciencia al servicio del imperialismo, en su vertiente militar y económica. Con la apertura del canal de Panamá, la eliminación del foco infeccioso que era Guayaquil cobró importancia para los intereses económicos de los Estados Unidos. Esta perspectiva se desarrolla en el muy interesante artículo ‘La División Internacional de Salud, de la Fundación Rockefeller, Ecuador (1917-1937)’.

(4) Sobre Guayaquil como un sitio peligroso, ver el artículo de 1914 ‘Yellow fever: thefeasibility of its eradication’ de Wickliffe Rose, quien fuera Director General de la División Internacional de Salud de la Fundación Rockefeller entre 1915 y 1923, período que cubre los años de la intervención en Guayaquil.

(5) Las estadísticas provienen del artículo ‘Recopilación de datos sobre la historia de la fiebre amarilla en Guayaquil’, de autoría de Juan Tanca Marengo, publicado en: ‘La fiebre amarilla y los médicos de Guayaquil’ (AA.VV.), Banco Central del Ecuador, Guayaquil, 1987, pp. 161-175.

(6) En rigor, llegaron a Guayaquil dos equipos de la Fundación Rockefeller el año 1918 (Presidencia de Alfredo Baquerizo Moreno). Uno en junio, en el que arribó el científico japonés Hideyo Noguchi (v. ‘La leyenda de Noguchi es mentira’ y ‘The Long Road to the Yellow Fever Vaccine’). Otro llegó en noviembre, el que al mando del doctor Michael O’Connor, implementó las ‘medidas antilarvales’ en la ciudad. Estas medidas las explicó el doctor O’Connor en su artículo ‘El dominio de la fiebre amarilla en el Ecuador’, recopilado en el libro La fiebre amarilla y los médicos de Guayaquil, ya citado.  

N.B.: El bueno de Hideyo Noguchi no es mentira por él, sino por lo que Guayaquil cuenta de él.

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