Se va al carajo. Nebot
es Leslie Nielsen.
31 de agosto de 2018
26 de agosto de 2018
La gran amenaza para Guayaquil
La columna de opinión “La gran amenaza para Guayaquil”, por su contexto (publicado en diario El
Universo y de autoría de Juan José Illingworth) no daba para pensar que iba a
ser crítica de la administración municipal. Su inicio despeja cualquier duda:
“Ante la
posibilidad de que el sucesor de Nebot destruya lo logrado en estos últimos 25
años…”
Cuando, en realidad, la
“gran amenaza para Guayaquil” es la continuidad de “lo logrado en estos últimos
25 años” de administración socialcristiana de la ciudad: Lo que motiva el
elogio de Illingworth: ese es el verdadero problema guayaquileño. Esto, porque
el modelo urbano del PSC en Guayaquil no ha sido planificado ni consultado, porque está pensado para el
enriquecimiento de unos pocos a expensas del subdesarrollo de los muchos (este
modelo urbano supone un orden vertical y mucha disciplina). Pero, principalmente, porque esta
forma irresponsable de administrar el crecimiento de la ciudad la ha expuesto a
una gran vulnerabilidad en terremotos e inundaciones, de la que
poco se habla.
La “gran amenaza para
Guayaquil” es la continuidad del PSC en el poder.
25 de agosto de 2018
Una caja
El diario Extra, en su
nota de hoy sobre el partido entre Guayaquil City vs. Liga(Q), lo dice como es:
“La
decisión de la LigaPro de que no habrá descendidos este año brindó alivio a los
citadinos, aunque claro, tampoco quieren pagar la multa por quedar en alguno de
los dos últimos lugares. Esa, la económica, será su única motivación”.
No le da ni chance a los
de “City” a que jueguen por el honor: únicamente juegan para ahorrarse unos
pesos. Y ni eso pueden estos indignos: perdieron 4 a 1 su partido contra
Liga(Q).
No es un club. Guayaquil
City es una caja.
24 de agosto de 2018
Escuela de Guerra (Naipe Centralista)
En la universidad, un
amigo decía: “Hay dos instituciones cooptadas por los serranos: el Ejército y
la Cancillería. Las dos la han cagado”. Basta mirar mapas, para dar testimonio.
En todo caso, este naipe
recuerda a un componente del Ejército, la Escuela de Guerra, a la que se acusa de centralista y
anti-costeña:
23 de agosto de 2018
Moreno la pifia
Al presidente Lenin Moreno
le pidieron los mandamases del Consejo de Participación Ciudadana y Control
Social transitorio (“CPCCS(t)”) que haga un par de ternas para que el CPCCS(t)
seleccione a las máximas autoridades de dos superintendencias: la de Economía
Popular y Solidaria y la de Control del Poder de Mercado. Y de todos los
candidatos que escogió el presidente Moreno para ocupar estos cargos (un total
de seis), solo quedó una en pie: la que desde un principio ya estaba.
En este canto a la
inutilidad, el presidente Lenin Moreno puso en la terna para ocupar el cargo de
Superintendente de Control del Poder de Mercado a dos personas que incumplían requisitos
(Giannina Osejo y Jorge Baeza) y a una persona con un notorio
conflicto de intereses (David Sperber). En el trámite ante el CPCCS(t) a
las dos primeras las batearon en la fase de calificación, mientras que a
Sperber en la de impugnación. No quedó ninguno. Los del CPCCS(t) mandaron a
Moreno a que repita la terna. Todavía está en esas.
En la terna para
Superintendente de Economía Popular y Solidaria, el presidente Moreno también puso
a dos personas que no cumplieron los requisitos (Luis Jiménez y Alejandro Pazmiño)… Y la otra persona que la conformaba, Sofía Hernández, era
la que ya estaba, la misma que el CPCCS(t) había designado por “encargo”
como superintendenta a raíz de la destitución de Patricio Rivera, el 4 de
abril. Por esta razón, la superintendenta Hernández entraba en contradicción
con las normas de designación adoptadas por el propio CPCCS(t), por
las que se impide la participación de quien haya ejercido la máxima autoridad
de la Superintendencia en los últimos tres años.
Pero el CPCCS(t) se
permitió una discrecionalidad (una más en su largo historial): le aceptó la
renuncia a Sofía Hernández de su cargo de superintendenta a fin de que no
incumpla la norma (?), para así favorecerla
en la selección para superintendenta. Y que si no fuera por esta maña del CPCCS(t)
que lo salvó, el presidente Moreno se iba en blanco.
Para inútil, este
Presidente está sobrado.
21 de agosto de 2018
Fans de Fernando VII
La Junta Soberana de Quito,
organizada a raíz de la llamada “Revolución de Quito” del 10 de agosto de 1809,
idolatraba a Fernando VII. Basta el recuerdo de las palabras de Manuel Rodríguez de Quiroga, recogidas
en la “Proclama a los Pueblos de América” del 16 de agosto de 1809:
“La
sacrosanta Ley de Jesucristo y el imperio de Fernando VII perseguido y
desterrado de la península han fijado su augusta mansión en Quito. Bajo el
ecuador han erigido un baluarte inexpugnable contra las infernales empresas de
la opresión y la herejía… ¡Viva nuestro rey legítimo y señor natural don
Fernando VII!”.
La explicación de sostener
el viejo orden ante el temor infundido por la invasión francesa a España en
1808 se debía a que los criollos “tenían miedo a perder su posición dominante
en la sociedad colonial” (por el ideal igualitario de la Revolución Francesa). El
temor estaba en la base de su idolatría del Rey español: “Temían que los
indios, los negros y los mestizos se aprovecharan de la crisis de autoridad
abierta por la invasión napoleónica para rebelarse”. Por ello, como reacción
defensiva, se debió “tomar localmente el poder para garantizar el orden social”
sin que nunca estos poderes locales, se hayan concebido “independientes de
España”* (esta concepción se empezó
a tener recién a partir de 1810). En definitiva, no se trató de “revoluciones
libertadoras”: se trató, más bien, de reacciones conservadoras.
Y eso fue precisamente la
Junta Suprema de Quito, creada a raíz del golpe del 10 de agosto de 1809: una
reacción conservadora frente los hechos en Europa (la invasión napoleónica de
España, que persiguió y desterró a Fernando VII) puesta en marcha por la
oligarquía de la ciudad.
Así, el 10 de agosto de
1809 fue una reacción para conservar privilegios y prebendas (o de aprovechar para ampliarlos) y para protestar por su amado Rey Fernando VII, a quien no en
vano la historia recuerda en este período como El Deseado. Y los quiteños lo deseaban como el que más: eran sus fans.
* Citado de: Pérez, Joseph, 'Historia de España', Editorial Crítica, Barcelona, 2014 [Primera edición: 2000], p. 425.
Guayaquil y las drogas
El diario El Universo
informó ayer sobre el combate del Municipio al consumo de drogas en Guayaquil.
La primera noticia es sobre la legislación que el Municipio ha adoptado
para su combate: una ordenanza del 2 de mayo del 2017 por la que dispuso la
prohibición del consumo “de sustancias estupefacientes y sicotrópicas en
lugares y eventos públicos, tales como parques, centros comerciales, edificios
públicos, salas de cine, salas de teatro, eventos deportivos”. El título de la
noticia es ya decidor: “Ordenanza contra
drogas, una ‘mera declaración’ en Guayaquil”, e incluye unas declaraciones
graciosísimas del alcalde Nebot: según dice él, esta ordenanza contribuye “a la
condena de quien consume drogas en sectores públicos” pero que la sanción le
corresponde al gobierno. Y que si no llega la tal sanción, “nos vamos a quedar
en la mera declaración” (?). Es
decir, la medida que ha adoptado el Municipio es ineficaz, meramente declarativa,
pero la culpa siempre será de otro. Un capítulo más en ese abultado libro “¿Cómo vender humo?”, de autoría de Jaime
Nebot.
La segunda noticia
es sobre las políticas públicas que el Municipio ha adoptado para combatir las
drogas. En el 2017, sus gastos se descomponen así: USD 58.790 para un
contratista llamado Diego Pazmiño, USD 8.499 para la Fundación Acción en
Desarrollo Social “para charlas a padres y docentes” y USD 40.000 para una
contratista llamada Cinthia García, “delegada de la Universidad de Guayaquil
(2017), para shows y charlas preventivas, como el que se realizó el mes pasado
en la ciudadela FAE y que contó con la presencia de la candidata a la Alcaldía,
Cynthia Viteri”.
El de Diego Pazmiño es el
caso más grave (además del monto más abultado). Pazmiño tiene dos problemas: 1) Ser el hermano “de un empleado de Comunicación
del Municipio de Guayaquil”; 2)
Hacer una campaña que se llama “Drogas, ¿por qué no?”, que suena más a
incentivo para consumirlas. (Pero el primero es el realmente grave.)
Y en general, ¿qué tan
efectivas han resultado estas medidas para el combate a las drogas en
Guayaquil? A juzgar por las noticias de todos los días, su efecto ha sido nulo.
En realidad, las medidas parecen resultar mucho más útiles como plataforma
política para la candidata Viteri y, dato no menor, como mecanismo para
repartir el billete a los que están en el ajo.
Por legislación y por
políticas públicas, el combate del Municipio al consumo las drogas es ineficaz,
una total farsa: debes estar muy drogado para creértelo.
20 de agosto de 2018
Toscanini y la seguridad
Esta entrevista al ministro Mauro Toscanini es antológica. Este
buen hombre no tiene la más pálida idea de dónde está parado.
Porque Toscanini es la
cabeza del Ministerio encargado de la seguridad en el país. Y el requerimiento
que le ha hecho el periodista de diario El Comercio es sencillo: defender la legalidad
de la medida adoptada por el gobierno de pedir el pasaporte a los venezolanos,
a la luz de una disposición legal vigente, como lo es el artículo 84 de la Ley
de Movilidad Humana.
Esto, porque dicho
artículo 84 indica que, entre otras nacionalidades, los venezolanos pueden
entrar al Ecuador con la sola presentación de su documento de identificación nacional. Y la
medida que ha adoptado el Ecuador es pedirle a los venezolanos (y únicamente a
los venezolanos) la presentación del pasaporte, en clara contradicción con la normativa vigente.
Veamos cómo la defiende el ministro Toscanini:
El Comercio: El argumento de la pregunta es si la
medida es legal, porque la ley (el artículo 84 de la Ley de Movilidad Humana )
es clara...
Ministro Toscanini: Para nosotros es legal y es legítimo, porque un
país soberano tiene derecho a poner ciertas condiciones, en este caso, en
cuanto a migración.
EC: ¿Y en qué términos es legal?
MT:
Simplemente es legal. Para mí es una cuestión legal.
EC: ¿No se está contraviniendo el
artículo 84?
MT:
Yo no soy abogado, yo le doy mi humilde opinión.
Jurídicamente, Toscanini
no explica nada. Su respuesta es una tautología (“Es legal, porque es legal”) además
de una arbitrariedad (“Es legal, porque lo decimos nosotros”). Políticamente,
es incluso peor: añade a lo anterior el vergonzoso detalle de que la más
importante autoridad del gobierno en materia de seguridad, uno que debería ser
un experto en este ramo, se excuse por no ser un abogado (?) y apenas nos pueda brindar su “humilde opinión”. El ministro
debería ser más discreto y no hacer ostentación de su ignorancia.
La respuesta de
Toscanini es tan ridícula, que lo orilla a uno a preguntarse, ¿qué carajos hace
allí uno cuyas responsabilidades sobrepasan con largueza sus (in)capacidades?
Chocho y exigente
El Presidente
del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (transitorio), el
abogado Julio César Trujillo (AKA “El Notario”), posesionó el 3 de mayo
a un nuevo Fiscal General del Estado. Trujillo le tomó juramento, y una vez
cumplido el trámite y escuchada la afirmativa, le espetó al nuevo
funcionario:
“Si así lo hace, la Patria le va a agradecer y nosotros,
los del Consejo transitorio, vamos a estar muy contentos de haber designado a
una persona que por sus méritos merecía este tan delicado cargo. Caso
contrario, le vamos a demandar, y
nosotros los del Consejo de Participación sí somos exigentes.”
O traducido, sin
chochera: “Vamos a estar pendientes de que estés alineado a las posturas del
gobierno”. Un capítulo más en la comedia nacional de tener un Fiscal General a
conveniencia.
19 de agosto de 2018
¿Grito de independencia o pesca a río revuelto?
Con los términos “Grito de
independencia” se alude al documento llamado “Acta de Independencia de Quito”,
del 10 de agosto de 1809, documento por el cual una “Junta Suprema” declaró
gobernar “como representante de nuestro legítimo soberano, el Señor Don
Fernando Séptimo, y mientras su Majestad recupere la Península, o viene a
imperar” al tiempo que acordó prestar “juramento solemne, de obediencia y
fidelidad al Rey en la Catedral inmediatamente y lo hará prestar a todos los
cuerpos constituidos, así eclesiásticos como seculares”, así como su obligación
de sostener “los Derechos del Rey”.
Por la contundencia de estas
afirmaciones, entender a la “independencia” como una independencia del Reino de
España es un notorio error, o peor aún, la convertiría en una independencia taimada, humillantemente hipócrita, y
mejor que así no. Esta independencia de Quito, si es un grito, es uno de reivindicación
de su oligarquía a tener un mayor espacio de autodeterminación administrativa dentro del Reino de España. En otras
palabras, aprovechar la crisis en Europa para atribuirse la administración de
territorios que incluían a “Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá”. Es
decir que lo que se buscó en el “Acta” fue acrecentar los dominios de Quito, pues
había venido a pérdida en los años recientes*. Y así Quito, la provincia de Quito, quería venirse de menos a
más: más que de independencia, este quiso ser un grito de remontada.
Pero esta aspiración a un
mayor dominio territorial era un sueño de perros. Esto, porque no tuvo sobre
quiénes materializarse (dicho en términos coloquiales: fue un pedo mental). Sus destinatarios se
pusieron en pie de guerra en contra de las órdenes emanadas por Quito de someterse
al imperio de la Junta Suprema que en esa ciudad había organizado su oligarquía
(que en todo caso, no dejaría de sacarle provecho a esta “revolución”, pues les
sirvió a los ricos de la ciudad para licuar unas cuantas deudas** -una vieja historia en las oligarquías sudamericanas, de hoy, de ayer,
de siempre).
Los dos virreyes sudamericanos
con intereses en los territorios que reivindicó Quito en su “Acta” ordenaron el
envío de tropas para aplacar esta “revolución”: desde el norte lo hizo el Virreinato
de Nueva Granada y desde el Sur el Virreinato de Perú. Los cabildos de Pasto, Popayán,
Guayaquil y Cuenca, los más próximos a la provincia de Quito, se encargaron de ejecutar
las disposiciones represivas de los virreinatos, a consecuencia de las cuales
se aplacó la que también se conoce como “Revolución del 10 de Agosto”***
Así, ese
10 de agosto de 1809 no se buscó independizar a la provincia de Quito del Reino
de España, eso no se desprende de su “Acta de Independencia”. Lo que sí se refleja
en este documento, es el afán que tuvo la provincia de Quito de adquirir la
supremacía sobre sus territorios vecinos, es decir, que las provincias de Pasto,
Popayán, Guayaquil y Cuenca se sometan a su imperio****. Y fracasó por ello miserablemente, pues a ninguno de estos
territorios vecinos les simpatizó la idea de someterse. Y juntos le sacaron la entreputa
a Quito (con masacre de sus próceres incluida).
Degradémoslo
como corresponde, en atención a estos hechos: de “Grito de la Independencia”,
pasemos a llamarlo “Grito de la Remontada Fallida” o “Fracaso de Quito”*****. Estas denominaciones, a buen
seguro, sí le harían justicia.
* Quito
iba de derrota en derrota: en 1779 la Corona española creó el Obispado de
Cuenca, por el cual privó a Quito de la jurisdicción eclesiástica de Quito
sobre Guayaquil, Cuenca, Portoviejo, Loja, Zaruma y Alausí; en 1793, por orden
del Virrey de Nueva Granada se desplazó de Quito a la jurisdicción de Popayán
el dominio sobre Esmeraldas, Tumaco y La Tola; en 1802, por Cédula Real se creó
un Obispado y un gobierno militar en Maynas, territorio que de Quito pasó a
depender directamente del gobierno central español; y en 1803, por otra Cédula
Real, se dio al Virreinato del Perú el gobierno de Guayaquil en lo militar y
comercial.
** De
acuerdo con Ayala Mora en su “Resumen de Historia del Ecuador”, Tomo 1: “Una
vez instalados en el mando [los poderosos latifundistas] hicieron desaparecer
la constancia de las cuantiosas deudas que habían contraído con la Corona por
compra de tierras”, v. “Historia…”, p. 23.
*** “Revolución”
que se retomó después por la llegada de Carlos Montúfar enviado por la Corona
Española con el cargo de Comisionado Regio, para ser aplacada de manera
definitiva en la derrota sufrida por las fuerzas de Quito en la Batalla de
Ibarra (1 de diciembre de 1812) a manos de las fuerzas realistas de Toribio
Montes. De allí, a dormir hasta la llegada de las fuerzas libertadoras del
Norte (Bolívar) y del Sur (San Martín).
****
Como lo ha destacado Federica Morelli, en su brillante libro “Territorio o nación: Reforma y disolución
del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830”: “la junta de Quito adoptó una
actitud agresiva y a menudo no esperó la respuesta de las demás ciudades
respecto de su adhesión o no al proyecto. Al contrario, destituyó a las autoridades
existentes y las sustituyó por funcionarios nuevos, elegidos directamente por
ella y en estrecho vínculo con las grandes familias de la capital. Tales
prevenciones hegemónicas de la junta de Quito sobre las restantes provincias
provocaron una viva reacción entre las élites de las últimas. El conflicto fue
particularmente visible en el caso de Guayaquil, Cuenca, Pasto y Popayán, que
no sólo constituyeron un bloque económico opuesto a la capital, sino que de ahí
llegaron a un verdadero estado de guerra entre ciudades. Así, el rechazo de la
ciudades provinciales a reconocer a la junta de Quito no debe explicarse por su
respeto a las antiguas autoridades coloniales, sino como signo revelador de la
lucha existente entre las élites provinciales y las de la capital por la
recuperación de los diferentes espacios políticos y sociales a los que la
situación de crisis había vuelto accesibles”, v. Morelli, Federica, “Territorio o nación: Reforma y disolución
del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830”, Centro de Estudios Políticos
Constitucionales, Madrid, 2005, pp. 64-5.
*****
“Fracaso de Quito”, menos para los latifundistas que lograron licuar sus deudas
(y que fueron los instigadores de esta “revolución”). Los que pescaron a río
revuelto.