El Hombre Caca, en 14
opiniones:
1) “Que
la figura de Melvin Hoyos nos merezca a la mayoría de artistas y actores
culturales de Guayaquil la consideración de ser una presencia sombría, y cada
vez más obsoleta, radica principalmente en la falta de escucha, y de reconocer
sus limitaciones en buena parte de las discusiones en torno a lo cultural” (Hidalgo-Anastasio).
2) “Melvin
Hoyos, en sus últimas declaraciones, sostiene que se enorgullece de gestionar
el Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) con un bajo presupuesto. Sin embargo,
la escena guayaquileña de inicios de este siglo apostaba por una industria
cultural, un museo de arte contemporáneo hermanado con instituciones
prestigiosas en el extranjero, que desarrolle una serie de talleres, mesas de
intercambio y transacciones entre colegas latinoamericanos. Que un funcionario,
en la actualidad, ponga como meta el mantenerse dentro del presupuesto
asignado, me parece que no responde a los parámetros con los que se debería
juzgar al arte. Mientras se dialogue de una manera eficiente con los artistas,
las obras y el público, no importa el presupuesto que se necesite. Uno de los
grandes problemas es la falta de dinero, pero para eso existe la autogestión” (Falconí).
3) “A
mi criterio el FAAL, hace ya mucho tiempo, no es más que una feria cualquiera,
donde no hay jurados respetables con criterios de selección. El evento como tal
no alcanza mayor repercusión y mucho menos aporta a la escena artística local.
Lo mismo ha pasado con el Salón de Julio, hace mucho tiempo que dejó de ser un
interesante punto de inflexión en la escena local” (Navas).
4) “Medir
una gestión basándonos en un pasado, que está muy lejano de lo que somos como
ciudad, no creo que sea un mérito. Es verdad que existen ciertos logros
relativos a la gestión de los presupuestos en ciertos eventos municipales, pero
el resultado de éstos se queda aislado por la falta de conexión entre las
diversas actividades que se realizan. Si realmente estos programas, en lo que llevan
de tiempo ejecutándose, calaran en la ciudadanía, tuviéramos una extensa
cantidad de públicos dispuestos a vivirlos. Pero, aún la relación ocio-cultura
no es parte del ciudadano guayaquileño promedio. Por eso pienso que es
necesario un relevo o un cambio de actitud. Es imposible que se siga llevando
la gestión de la misma forma, y hacer oídos sordos frente a lo que se grita a
viva voz” (Zanabria).
5) “Durante
el tiempo que ha fungido como director, el arquitecto ha querido tener el poder
de decisión de algunos campos que no son de su experticia —¿cómo olvidar los
varios testimonios de sus para-curadurías en los Salones de Julio?—. Pero,
curiosamente, en ámbitos que deberían ser de su dominio (la arquitectura, la
Historia) ha permanecido silente. Hoy hablamos de la piscina municipal, hace unos meses de la Casa del Cacao, pero también podríamos hablar de otros casos patrimoniales como el Hotel París. En este estanque estéril nos ha tocado vivir el patriarcado de
alguien que ha querido imponer el modelo higienizador y regeneracionista de su
par en la cultura. Los resultados son más que evidentes, una ciudad sin memoria
llena de puras bodegas” (Castillo).
6) “El
problema de la gestión del Museo Municipal es integral: refleja una deuda con
la cultura, la educación y la sociedad. Para empezar a subsanar esa deuda es
necesaria una voluntad, no la de una sola persona, porque el cambio que se
requiere es profundo, sino una voluntad política, que es más complicada” (Fernández).
7) “Que
los ángeles lesperinos dejen reposar tu alma en pena, Melvin” (Ortiz).
8) “Lo
primero que me sucedió fue que para conseguir la clave del wifi tenía que
solicitarla en una oficina, en donde, en lugar de proporcionarla, pidieron que
encienda una computadora para que alguien me la escriba. Luego, tuve que pasar
por varios espacios antes de encontrar un sitio con las mínimas condiciones
para trabajar. Habían bancas viejas en las esquinas, y un calor terrible.
Finalmente, conseguí un lugar para investigar por un par de semanas. Al final,
me acostumbré a ir a esa oficina, encender mi laptop, dejar que me escriban la
contraseña y, luego, ir a la hemeroteca. ¿Cómo debería funcionar el espacio de
la Biblioteca Municipal? ¿A dónde van los estudiantes a realizar sus
investigaciones? Si este lugar ni siquiera tiene internet, ¿cómo podría
convertirse en un sitio accesible y funcional para las personas en el centro de
Guayaquil?” (Chérrez).
9) “La
gestión de Melvin Hoyos se encuentra en un stand by desde hace diez
años, aproximadamente. Los modelos de gestión, que funcionaron en algún momento
de la historia, hoy están gastados. Digo diez años, pero pudieran ser veinte” (Patiño).
10)
“En general, yo creo que la administración municipal tiene una deuda gigante
con la ciudad, hablando de arte y de cultura, porque se ha destruido el
patrimonio arquitectónico de la urbe: se ha venido abajo, en un altísimo
porcentaje, la identidad que tenía Guayaquil, como ciudad, dada por su
arquitectura. Esa es una deuda, no del museo, sino del Municipio, y de la
Dirección de Cultura también por extensión, porque ha estado impávida ante esa
destrucción. Esto se vuelve más grave si el que dirige esta institución es un
historiador; su profesión tendría que hacerlo más consciente de esta situación”
(Velarde).
11)
“De tal forma que Guayaquil tiene un museo municipal que no es de arte, pero
que colecciona arte, y no sabe qué hacer con él. Y si pensamos en arte contemporáneo,
es evidente que no tiene ni las instalaciones ni el personal adecuado” (Alvarado).
12)
“Como señala Eleanor Heartney, los museos ya han abandonado el modelo caduco de
funcionar como bibliotecas, iglesias, archivos o expositor de objetos
culturales. Los museos de Guayaquil no han podido acompañar a las prácticas
artísticas contemporáneas de la ciudad y siguen funcionando con lógicas
anquilosadas y posturas endogámicas” (Brito).
13) “Y
la museografía sigue siendo la misma: objetos apiñados y ordenados
cronológicamente, sin cuestionamientos ni sobresaltos; es decir, la sucesión de
imágenes predecibles, como un gran álbum familiar donde todos sonreímos y somos
felices por siempre” (Hidalgo).
14) “De
modo que la función que tiene que cumplir y cumple muy bien Melvin Hoyos como
director de cultura del municipio es simplemente la de tapón, neutralizador,
muro de contención de la energía cultural de la ciudad” (Campaña)
La cereza de este pastel de oprobios: “No tengo dudas de que Melvin Hoyos tiene unas
excelentes intenciones desde su locus vital e ideológico, pero son muy
limitadas y no se deja asesorar” (Hidalgo-Anastasio). Qué sutil manera
de decir: “Melvin Hoyos es un idiota y un necio, pero con buenas intenciones
desde su locus” (seguramente, vesre por culo).
*
Artistas, críticos, gestores,
docentes, historiadores: TODOS contestes en que la gestión de Melvin Hoyos a
cargo de la Dirección de Cultura de Guayaquil está en deuda con la ciudad.
Si Guayaquil fuera un
cómic de una fantástica “Liga de la Injusticia”*, donde unos facinerosos utilizan los recursos públicos para la
satisfacción de intereses particulares, el hombre que hace caca por
doquier, el “Hombre Caca”, cumpliría un rol necesario para que eso suceda: obstruir
cualquier actividad útil a la cultura de su ciudad.
Este sería el hondo drama
del “Hombre Caca”: el ser un bobo alegre que vive en total delusión y piensa
que es útil a la cultura de su ciudad, pero que todo lo que toca lo vuelve es mierda. Ese es su único “poder”, tal
como ha sido retratado por las 14 opiniones arriba transcritas. Pero es un
poder que este Hombre Caca ha ejercido por décadas (hasta el punto de que él ha
llegado a considerarse imprescindible) puesto que así es conveniente a
gente mucho más poderosa que él, de quienes el Hombre Caca es apenas una de sus
marionetas.
Y Guayaquil, que se joda.
*No,
Guayaquil no es un cómic. Pero sí un sainete.