Lo curioso y paradójico de
una Asamblea Nacional descabezada es que la dirija una señora que ni siquiera
es Cabeza (como el jugador del Independiente) sino en plural: Cabezas. En este
caso, por muchas que haya, no hacen como
ni una* para la institución que
la señora de tal apellido preside, porque dicha Función del Estado, la Asamblea
Nacional, por estos días anda que deambula entre los abusos y la ineficacia.
De los abusos, he publicado antes. Esto es sobre la ineficacia y la historia es así: los Zeus de la Política, los panitas del
Consejo transitorio, le pidieron a la Asamblea Nacional que envíe una terna
para integrar el Tribunal Contencioso Electoral. La Presidenta, acaso por mejor
hacer o por no entender mismo, decidió que ella representaba a la Asamblea
Nacional (lo que es cierto: Art. 12 LOFL) pero con el twist loco de que ella también representaba la voluntad de los 137
legisladores (lo cual no es cierto, ni en sus sueños más salvajes). Y decidió
enviar una terna, sin contar con el Pleno del órgano que ella preside.
Incluso un órgano tan
violador del Estado de Derecho (básicamente, se han bailado un cha-cha-chá de meses de duración por
sobre la normativa vigente, tanto en procedimientos como en derechos) como el
Consejo de Trujilloloco y sus boys,
reprendió a la Presidenta de la Asamblea Nacional por su feo proceder y le
devolvió su terna. Esto ya es mucho decir.
La Presidenta, entonces,
metió retro, pero ya fue tarde pues el omnipotente Consejo había impuesto como
plazo fatal el 26 de noviembre y no se lo cumplió (you don’t
mess with Trujilloloco, lady!). Confiada en su procedimiento arbitrario, no
alcanzó a organizar la alternativa que sí era legítima (y que debió hacer desde
un principio, pues era la única legítima). Fracasó, y ahora la selección de los
jueces del Tribunal Contencioso Electoral se la hará sin la participación de la
Asamblea Nacional.
La razón es simple: está
descabezada.
*
Piquito dixit.