En un acto de notorio
racismo, Jorge Luis Borges dijo que los negros “eran como chicos”. No considero
otra cosa que ser descriptivo si digo que en la Asamblea Nacional, muchos de
nuestros legisladores, “son como chicos” (por mor de precisión debería decir:
“tienen el IQ de un prepúber”). Sus conductas son pueriles: se emocionan
con minucias y no comprenden, o son reacios a comprender, la naturaleza abusiva
de sus actos, como sucede a menudo en cualquier kindergarten.
La Asamblea Nacional ain’t fucking kindergarten. Sin embargo,
muchos que la componen se emocionan con minucias y celebran la destitución de
Sofía Espín como un triunfo de la lucha contra la corrupción y la eficacia de
esta Función del Estado, cuando en realidad fue un caso de abusos tras abusos
de varios órganos y autoridades de la Asamblea Nacional (CAL, Comisión de
Investigación, Pleno, el asambleísta Bernal y el Director Jurídico de la AN) y
de groseras violaciones a un debido proceso para satisfacer una apetencia
política del “anti-correísmo”. Una demostración de las prácticas más ruines de
la política, a cargo de la Presidenta Cabezas: un salto “cuántico” al Congreso
Nacional de los noventa.
Hay que reconocer que la
operación de Cabezas y Cía. fue perfecta: rebajó el número de votos necesarios
para la destitución, ejerció controles para que todos los asambleístas asistan
(o manden a sus alternos) y los presionó con zanahorias y garrotes, política old school que le rindió frutos. Como
niños, estos asambleístas se han emocionado con su éxito sin comprender, o siendo reacios a
comprender, la naturaleza abusiva de sus actos, los que encontrarán sanción y
reparación en órganos internacionales de derechos humanos.
Perdónenlos, son como
chicos. Pero a diferencia de ellos, éstos sí son y serán responsables por sus actos.
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