La aprobación de este
proyecto de ley autorizaría, entre otros, el uso del cannabis para tratar a las
personas con glaucoma. En la historia del cannabis, el glaucoma fue la primera
enfermedad que un gobierno se vio obligado a tratar con una provisión de
porros. El gobierno de los Estados Unidos de América estuvo en la obligación
legal de proveer 300 porros mensuales, confeccionados en el campus de la
Universidad de Mississippi. Una ración de diez porros por día, por razones
médicas.
El personaje central de
esta historia es Robert Randall, “el
Rosa Parks del movimiento por la marihuana medicinal”, en la precisa frase
acuñada por Martin A. Lee en su libro ‘Smoke
Signals’ (2). Su historia empezó
cuando a Randall (Sarasota, 1948) en septiembre del año 1972 le diagnosticaron un
glaucoma del que le advirtieron que a los 30 años lo iba a dejar ciego. Una
tarde de 1973, Randall fumó un porro y descubrió un hecho singular: los halos
que se formaban en una fuente de luz ya no se le formaban. Esos halos eran síntomas
del glaucoma, que desaparecieron mientras Randall sintió los efectos del porro.
Randall hizo una asociación inmediata. Y fue una asociación correcta.
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Randall estaba en lo correcto. Se fumó 300 porros al mes por estarlo, por razones de salud. | |
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A partir de este “momento Eureka”, Robert Randall se
empeñó en un ejercicio de “prueba y error” por espacio de seis meses para
asegurarse de su hallazgo. En 1975, debido a los altos costos del cannabis por
la prohibición vigente, Randall empezó a cultivar unas plantas de cannabis en su
casa en el Distrito de Columbia para auto-satisfacer sus necesidades médicas.
Un día de agosto de ese mismo año, regresó de unas vacaciones para encontrarse conque
sus plantas de cannabis habían sido confiscadas y su departamento registrado. Una
citación demandaba su presencia en tribunales para defenderse de una acusación
por el crimen de cultivar plantas.
Robert Randall estaba
seguro de tener la razón y se aplicó a preparar su caso. Se dedicó a obtener
información científica, que lo llevó a ponerse en contacto con un oftalmólogo
de la UCLA, Robert Hepler, quien fue el autor del primer estudio científico
sobre los efectos del cannabis para tratar el glaucoma, publicado el año 1971
en el American Journal of Ophtalmology. Además, Randall se sometió a
experimentos en el Jules Stein Eye Institute de la UCLA y en el Wilmer Eye
Institute de la John Hopkins University para comprobar los beneficios del
cannabis en el tratamiento de su glaucoma. Por los resultados de estos
estudios, obtuvo de su doctor (el Dr. Fine, el mismo doctor que le había
diagnosticado la enfermedad en 1972) la conclusión de que “médicamente no sería
ético privar [a Randall] del acceso terapéutico a la marihuana” (3).
Armado con estas
herramientas, Robert Randall se presentó en los tribunales del Distrito de
Columbia para defender su argumento de consumo de cannabis por “necesidad médica”.
Su argumento triunfó. Randall admitió que cometía un crimen (cultivar las
plantas) pero que lo hacía por su propio bien. La Corte Superior del Distrito
de Columbia aceptó su argumentación: “El mal que buscaba evitar, la ceguera, es
mayor que el mal que provocaba por buscarlo, el cultivo de marihuana en su
residencia en violación del Código del Distrito de Columbia” (4). En consecuencia, desechó totalmente
los cargos presentados en contra de Randall por el gobierno. Como la
prohibición general se mantenía, Randall solicitó al gobierno federal que le
proveyera a él, por su “necesidad médica”, lo que le negaba a todos los demás. Aupado
en su victoria judicial, nuevamente su tesis volvió a triunfar. A Randall, desde
1976, el gobierno lo empezó a proveer de 300 porros mensuales. Salvo un impasse
administrativo por unos meses en 1978, nunca dejó de recibirlos hasta su
muerte.
Por su esfuerzo pionero y
su éxito, Robert Randall se convirtió en una figura pública y en un activista
por la legalización del cannabis medicinal. En unión de su compañera, Alice
O’Leary, fundó el año 1981 la Alliance
for Cannabis Therapeutics (ACT), una organización sin fines de lucro
dedicada por entero a la legalización del uso médico del cannabis y con la que se
mantuvo vinculado hasta el día de muerte.
Robert Randall falleció en
junio de 2001, a la edad de 53 años. Desde mayo de 1978, nunca dejó de recibir
su provisión mensual de porros del gobierno federal de los Estados Unidos de
América. Nunca encegueció.
Conclusión.
El uso del cannabis para
tratar el glaucoma está fuera duda. Desde esa victoria pionera de Robert
Randall en el sistema judicial de los Estados Unidos de América, los estudios
científicos alrededor del mundo han confirmado y profundizado los beneficios de
consumir cannabis para combatir el glaucoma.
Si en Ecuador hubiera una
sociedad civil organizada y empática con el dolor de los pacientes de glaucoma
y de los demás pacientes (migraña, cáncer, epilepsia, etc.) que se beneficiarán con
el acceso a un consumo medicinal del cannabis que hoy está prohibido, los
reclamos para la pronta aprobación de esta ley no se harían esperar. El
Proyecto de Ley presentado no se ha movido en el trámite legislativo desde su
calificación por el CAL en junio. Ni lo ha impulsado quien lo presentó, ni
reclama por su trámite la sociedad civil, a pesar de tratarse de una excelente
iniciativa para que las organizaciones vinculadas a la legalización del
cannabis planteen sus exigencias y sus propuestas.
(2) Lee,
Martin A. 2012, 'Smoke signals. A social history of marijuana -medical,
recreational, and scientific', Simon & Schuster, New York, pp. 140-3.
El relato de esta entrada se construye principalmente a partir del
extraordinario libro de Lee y del artículo ‘Glaucoma: A patient’s view’, de
autoría de Robert Randall.
(3) El
doctor Robert Hepler empezó a investigar los efectos del cannabis en la
dilatación de los ojos, pagado al efecto por el gobierno de los Estados Unidos
(que quería obtener un mecanismo de identificación de los consumidores). Pero
lo que encontró, en vez de eso, fue que el consumo de cannabis reducía la
presión intraocular. Procedió a aplicar este hallazgo en pacientes de glaucoma,
con resultados exitosos. Publicó los resultados de su investigación en una de las
revistas más prestigiosas en materia oftalmológica.