No es novedad decir que la
Metrovía funciona mal. En cuanto al servicio que presta, este catálogo de
incomodidades de un usuario es preciso en describir la experiencia de
viajar en “Guayaco en lata”:
En cuanto a la
administración de este sistema de transportación pública, ésta ha sido
deficiente (lo que tampoco es novedad). De acuerdo con la planificación
de la Metrovía, el año 2020 Guayaquil debía contar con una red de siete troncales.
Pero las cosas no avanzaron de acuerdo con el plan: las tres troncales que se
anunciaron el 2006 (año en que se inauguró el sistema) recién fueron
completadas el año 2013, esto es, con cinco años de retraso. La cuarta troncal
no tiene fecha aún para empezar su construcción, pero es seguro que este año no
se construirá y es incierto que se lo haga el año 2017, según ha advertido el
director de Obras Públicas de la alcaldía de Guayaquil, Jorge Berrezueta (1). Visto lo visto, hacer cuatro
troncales en los restantes tres años y pico de la administración de Nebot parece
una tarea imposible para aquel que ha hecho apenas tres troncales en diez años
(y ninguna en los últimos cuatro).
Lo novedoso, en esta
ocasión, es que la alcaldía de Guayaquil haya salido a defender al sistema
Metrovía. Esto rara vez sucede, porque a pesar de las notorias deficiencias de
la Metrovía, en particular, en el cumplimiento de su planificación y en su
funcionamiento y servicio a los usuarios, la prensa guayaquileña carece de la capacidad
crítica para analizar con rigor y profundizar en las aristas de estas
deficiencias (2). Lo que no fue
novedoso en la alcaldía de Guayaquil fue su argumentación, pues se limitó a
hacer lo que es típico del socialcristianismo cuando se le señala alguna
deficiencia de su “modelo de desarrollo”: culpar a otro.
La circulación de esta
imagen es la que ha provocado su reacción:
Fuente: Diario El universo. |
El culpable es, por
supuesto, un usuario de la Metrovía:
Fuente: Diario El universo. |
Y de manera general, Nebot
advierte que algunos “intereses políticos y gremiales” quieren “desprestigiar”
el sistema..
Fuente: Twitter. |
La facilidad con la que el
socialcristianismo en Guayaquil se desembaraza de sus problemas es envidiable
para toda otro movimiento o partido político del país. Porque el procedimiento
es muy sencillo: únicamente se necesita culpar a otro y la prensa servil de
Guayaquil se encarga del resto (no cuestionar, guardar silencio, mirar a otro
lado). Esto, aunque haya varios asuntos para cuestionar en esta reacción de la
alcaldía de Guayaquil, e incluso que su argumento para salir al paso en esta oportunidad haya sido el culpar a un único usuario de obstruir el correcto funcionamiento de la puerta con la
intención de “desprestigiar” a la Metrovía (3). Porque esa explicación se desbarata por este otro video:
Es evidente que el
problema no es un usuario malvado y ocasional (diríase: conveniente, utilizado para salir al paso); es un
problema de fondo. Uno de mala administración en la gestión de este servicio, que ha sido ineficaz para cumplir con lo planificado, ineficaz para implementar un servicio cómodo y seguro, e ineficaz para implementar las reformas que requiere para mejorar, por la naturaleza misma de su negocio. Es un experimento de transportación fallido e inmóvil, difícil de cambiarlo.
Esta reiteración de imágenes
y videos de una Metrovía sin puerta, en otras partes del mundo donde se toma en
serio la seguridad de la población y donde el hecho mismo de “ser ciudad” supone una serie de exigencias ciudadanas, implicaría de seguro sanciones por haber permitido que una unidad de
transporte urbano haya rodado en semejantes condiciones y enmiendas inmediatas para corregirlo. Pero en la silente
aldea socialcristiana de más de dos millones de habitantes en la que se ha
convertido a Guayaquil, en cambio, la autoridad municipal emerge totalmente impune
de todas estas críticas, pues se le atribuye la única responsabilidad (así lo ha
decretado la autoridad) a uno de los habitantes de la ciudad. A un anónimo
malvado.
Y en alguna medida llevan
razón en eso de culpar a los ciudadanos, porque frente a las deficiencias de la
Metrovía, los guayaquileños hemos sido muy pasivos y complacientes. No sólo
somos responsables por omisión, sino que aún hemos pecado de entusiastas. Hemos
actuado como unos alelados pasajeros del Titanic, que ajenos a todo asomo
de pensamiento crítico, aplaudimos emocionados mientras naufraga nuestro
“proyecto estrella” de transportación pública, en nuestras propias narices (4).
(1) ‘Puente, estero y troncal, entre lo pendiente para el suburbio’, Diario El universo, 7
de febrero de 2016.
(2) Son
contados con los dedos de una mano los columnistas de opinión que en la prensa
comercial de Guayaquil han criticado el funcionamiento de la Metrovía.
Igualmente escaso es el número de críticos que se expresan en radio o en TV y,
por exiguo que parezca, el número debe ser incluso inferior al de columnistas
de opinión. En Guayaquil, la diversidad en la opinión política es una quimera.
(3)
El truco es viejo: se utilizó para eximirse de responsabilidad cuando la
inundación del mes de enero que colapsó el servicio de alcantarillado: v. 'Para la Alcaldía de Guayaquil, criminalizar es innovar', Xavier Flores Aguirre, 21 de enero de 2016..
(4) '18,7 millones de usuarios dejaron de utilizar la Metrovía en 2015', Diario El
universo, 12 de febrero de 2016.
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