Hay este mito nacional del
guayaquileño “sabido”, persona despierta, que jamás se come un amague y siempre
resuelve a su favor. Este “guayaco sabido” es el “vivo” en la tipología de Mauricio García Villegas.
Pero en cuanto hace a la administración
pública de su ciudad, los “guayacos”, más que “sabidos”, la han hecho de
tontos. Les han vendido humo por más de cuarto de siglo y han pagado gustosos y
al contado.
En rigor, un “guayaco” no
puede reputarse “sabido” si se ha comido todos los amagues que le ha tirado el
poder político local.
Porque el PSC ha tirado
muchos amagues desde el poder y muchos guayacos se los han comido completitos. El Alcalde dice
que las áreas verdes existen en Guayaquil usando cifras falsas, pero nadie se
inmuta. Dice que las troncales de la Metrovía que faltan son “chiquititas”
cuando son la evidencia del fracaso de un proyecto que no cumplió con la mitad
de su promesa (3 de 7 troncales), pero ello no se critica. Dice que Guayaquil
avanza al desarrollo sostenible cuando no puede siquiera evitar que las grandes
empresas sigan con su sempiterna contaminación de los esteros y del Daule, pero
nadie se escandaliza (tampoco escandaliza que a los pobres sí les caiga todo el
rigor de la Ley: a ellos, tolete). Dice que Guayaquil es una ciudad inteligente
porque tiene Internet “sin cable” (?)
y nadie se lo toma a guasa. Dice que Guayaquil se pone al nivel de Barcelona o Las Vegas por unas fuentes de agua a las que nadie visita pero no hay risas
generalizadas por la desproporción (el que conoce BCN o Las Vegas sí se ríe a
mandíbula batiente). Ha dicho que Guayaquil tiene un gran número de turistas,
cuando es una ciudad que tiene un centro muerto y un cerrito de tonos pasteles:
tal vez engañe a algunos locales, pero a los extranjeros no los compras con cuentitas
de colores.
Es tan provinciano nuestro
Alcalde, que la gran obra de su último período fue una rueda moscovita (¡!). Es 2019: el chiste se cuenta
solo.
Pero estos amagues citados
se los comen muchos guayaquileños que aplauden, o que se dicen satisfechos, con
la gestión del PSC. Esos tipos no pueden considerarse “sabidos”, pues quien se
come todos los amagues que le tiran las autoridades que administran los dineros
públicos de su ciudad (su dinero también, a fin de cuentas) no podrá nunca serlo.
Podrá ser feliz en su ignorancia, pero en rigor no es más que un tonto útil del
poder, que se cree un “sabido”.
Es decir, que termina por
ser su opuesto: un gil.