A nivel del mar...

30 de noviembre de 2015


La mirada del otro: los paisanos que bajaron a capturar muy bien el espíritu de la Perla.


Para Jaime Nebot, el mall es calidad de vida

29 de noviembre de 2015


Fue en la edición de la revista Foreign policy de julio-agosto de 2012 (la No. 194) en la que apareció un “special advertising supplement” de la alcaldía de Guayaquil en el que el alcalde Jaime Nebot participó de un “Q&A” para vender su humo de siempre. El fragmento de una de sus respuestas, sin embargo, me llamó la atención. Allí Nebot habló de cómo ha aumentado la calidad de vida en Guayaquil: “La calidad de vida de la gente ha mejorado considerablemente, hay más malls para la gente de todo nivel socioeconómico” (considerando que la alcaldía promocionó un mall en el suburbio como un atractivo de la ciudad, esto de los malls como indicador de bienestar se lo deben tomar endemoniadamente en serio) (1).
 

Contraste entre los indicadores de calidad de vida de la ONU y los del gobierno del alcalde Nebot

Indicadores de la calidad de vida de la ONU (aplicados por el PNUD desde 1990).
Indicadores de la calidad de vida del gobierno del alcalde Nebot.
Salud: medida según la esperanza de vida al nacer.
Malls: “hay más malls para la gente de todo nivel socioeconómico”.
Educación: medida por la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta combinada de matriculación en educación primaria, secundaria y superior, así como los años de duración de la educación obligatoria.

Riqueza: medida por el PIB per cápita PPA en dólares internacionales.

Asociar la calidad de vida a la abundancia de malls es una expresión perfecta de la manera en cómo piensan a la sociedad guayaquileña el alcalde Nebot y sus allegados: la ciudad como un espacio privatizado y de consumo (2), donde como ciudadano vales de acuerdo con la capacidad de consumo que tengas y donde los que más valen son los de la cúpula política (Nebot a la cabeza) que son los que reparten beneficios (económicos y administrativos) a sus allegados contando para ello con la anuencia de un concejo municipal de obsecuencia absoluta. No pudo sintetizarlo mejor, el alcalde.

(1) Inauguración mall El fortín, Alcaldía de Guayaquil. Demostrar el progreso en calidad de vida por la existencia de malls es tremendamente conveniente para no hablar de indicadores multidimensionales de necesidades básicas insatisfechas.
(2) Diarios de Guayaquil: Ciudad privatizada, Xavier Andrade. Es una obligación cívica leer a Xavier Andrade para comprender el fenómeno de privatización que la ciudad ha experimentado durante la alcaldía de Jaime Nebot.

Harry Soria y la reelección

28 de noviembre de 2015


En el marco del debate sobre las enmiendas a la constitución, me ha interesado leer algunas publicaciones académicas sobre la institución de la reelección. Por ello, revisé un artículo en el que se concluyó que los políticos son más proclives a no cometer actos de corrupción cuando tienen la posibilidad de reelegirse. La idea es razonable (1): si los políticos se tienen que ir de manera obligatoria del cargo, tienen menos incentivos para comportarse de manera honesta (2).

La conclusión del artículo me trajo de inmediato a la memoria un fragmento de aquel célebre discurso que León Febres-Cordero dio el 30 de septiembre de 1992 por cadena nacional. En esa intervención de casi 46 minutos en la que anunció el cierre del edificio municipal, Febres-Cordero informó de lo siguiente:


El alcalde Harry Soria (1991-1992) no corría para la reelección, por lo que no tuvo ni incentivos (ni escrúpulos) que le impidieran firmar 112 contratos con el 100% de anticipo por un valor de 4.000 millones de extintos sucres. Soria comprobó una hipótesis, en una escena tan surreal que parece sacada de un capítulo de los Simpson.

(1) Razonable si tomamos como medida de juicio el consejo de Spinoza de concebir a los hombres como realmente son y no como quisiéramos que fuesen.

La mejor entrevista política del mundo

27 de noviembre de 2015


No hay nada, pero nada más desopilante que esto. No existe entrevista política en el mundo mundial que supere ésta que Rafael Cuesta le realizó al expresidente Abdalá Bucaram cuando regresó a Ecuador a principios de abril de 2005 (en las postrimerías del gobierno de Gutiérrez), en la que ya en los primeros treinta segundos, Bucaram le ha dado respiración boca a boca a un caballo para salvarle la vida:

 
La mejor parte de todas (entre tantas que son un cague de risa) es cuando Bucaram dice que el Congreso Nacional podría resolver “declaremos la cabeza de Rafael Cuesta un patacón pisado, pisémosla, metámosle una sierra y cortémosle los ojos. No hay una norma constitucional que lo permita”. Y ante esa evidente barrabasada, Cuesta, uno de los principales periodistas del Ecuador de aquel entonces, le responde: “Pero puede suceder. Desgraciadamente ése es el Ecuador” (:?).

Qué país. A-lu-ci-nan-te.

Nebot, el machista (según dice Gloria Gallardo)

26 de noviembre de 2015

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En julio del año 2002, Gloria Gallardo Zavala, quien se había desempeñado durante ocho años como Directora de promoción cívica, prensa y publicidad del municipio de Guayaquil y quien desde el 2000 se desempeñaba como concejal de ese mismo órgano estatal, anunció que se desvinculaba de la alcaldía de Guayaquil al mando de Jaime Nebot para postular a la Vicepresidencia de la República en binomio con el expresidente Osvaldo Hurtado, en lo que terminaría por ser un proyecto efímero y fallido llamado Patria Solidaria y motejado de “solitaria” por la exigua cantidad de votos que obtuvo en las elecciones presidenciales de ese año (apenas el 1.08%).  La desvinculación de Gallardo no se dio en buenos términos: calificó a Febres-Cordero de “ingrato” y al alcalde Jaime Nebot lo tildó de “machista”. Nebot le respondió: “Si ella quiere conseguir votos a costa mía no le daré el gusto” (1).

Pero el gusto que el alcalde sí le dio fue el de que pueda volver a la alcaldía, pues Gloria Gallardo se reintegró a la alcaldía de Guayaquil para ocupar un cargo administrativo similar al que ocupó durante la administración de Febres-Cordero, pero bajo el mando de aquel a quien atacó de “machista”. Pero lo normal en Guayaquil es que no haya nunca nadie que recuerde este hecho, ni tampoco que se anime (al menos en la prensa privada) a preguntarle a Gloria Gallardo si todavía piensa que su jefe Nebot es machista, como tan convencida lo afirmó cuando no tenía la obligación de cerrar la boca.

(1) Gloria Gallardo sorprendió a los socialcristianos”, Diario El Universo, 10 de julio del 2002.

Estrategia política

25 de noviembre de 2015


“Él mueve sus piezas de ajedrez de acuerdo a una estrategia política, él no lo hace por desprendimiento”.  Esta frase se la dijo de manera reciente y en tono de reproche (irrelevante es el nombre de quién la dijo y contra quién) como si hubiera que señalar en ello una grave falta.  

Podría decirse que es ingenuo afirmar que un político deba actuar de manera desprendida y sin estrategia (pues tener una estrategia política es esencial para todo aquel que se dedique a la política, con independencia de su ideología –si es que la tiene). Pero esta frase, dicha en el contexto de una disputa política, no es acto ninguno de ingenuidad: es un intento de descalificación, aunque torpe.

En todo caso, lo realmente ingenuo sería creer que aquella frase, con la que se intentó descalificar a otro político, no formó parte de una estrategia política. O sea, el raro caso de una frase que, nada más pronunciarse, se descalifica a sí misma.

Comprender la política, según Spinoza

24 de noviembre de 2015


“De modo que al estudiar los problemas políticos no pretendo inventar nada nuevo o inédito. He tratado de explicar de manera rigurosa e indiscutible, y según la condición propia de la naturaleza humana, la doctrina susceptible de concordar mejor con la práctica. Además, con el fin de mantener en el ámbito de la ciencia política una imparcialidad idéntica a la que tenemos cuando se trata de nociones matemáticas, he tenido sumo cuidado de no burlarme de las acciones humanas, de no lamentarlas ni maldecirlas, sino de comprenderlas” (1).

Hago mío el propósito de Spinoza. Pero es jodido no reírse.

(1) Baruch de Spinoza, Tratado político, Capítulo I, párr. 4, en Carlos E. Miranda, Selección de escritos políticos de Baruch Spinoza.

El azar de un nombre

3 de noviembre de 2015


Publicado en diario El telégrafo el 3 de noviembre de 2015 como "En la urbe prevaleció el nombre indígena, Guayaquil, antes que el hispánico Santiago".

El interés de las autoridades políticas (nacionales y locales) por el pasado indígena de Guayaquil se reduce casi de manera exclusiva a su uso como recurso para la oratoria pomposa.  Por esta razón, lo que se conoce de los pueblos aborígenes que poblaron los territorios en los que se asentó la ciudad de Santiago (durante sus varios traslados por la cuenca del Guayas) ha tenido más de invención fabulosa que de rigor histórico.

Tres son los pueblos aborígenes que tuvieron parte en la fundación de Guayaquil: los huancavilcas, los chonos y los punáes.  Para el guayaquileño en general, sin embargo, esta participación resulta desconocida o, peor aún, infantilizada por fábulas como la de ‘Guayas y Quil’ (a la que el municipio hoy le construye un nuevo monumento) (1).  Ello, a pesar de existir evidencia sobre esta participación en crónicas y documentos del período de conquista, así como en modernos estudios históricos sobre la fundación de la ciudad.  De hecho, en la evidencia del período de conquista se demuestra que los huancavilcas eran “indios de paz” (así fueron descritos por el capitán Diego de Urbina, uno de los primeros alcaldes de la ciudad, en su carta al Rey de España fechada en mayo de 1543) mientras que los chonos eran considerados belicosos y guerreros.  Pero para la fábula oficial y útil a la retórica política, los huancavilcas son el pueblo aguerrido y los chonos, un pueblo olvidado.

Los modernos estudios históricos sobre la fundación de Guayaquil han permitido aclarar la confusión sobre su “proceso fundacional” empezado en 1534 y culminado en 1547, el año de su asentamiento definitivo.  Es importante que estos estudios se reconozcan y valoren, pues es el rigor histórico el que debe prevalecer por sobre las fábulas convenientes a los políticos, por mucho que a éstos les pese.  A partir de esta idea, el presente artículo busca satisfacer dos propósitos: el primero, destacar la curiosa paradoja de que a pesar del desconocimiento generalizado de su pasado indígena, haya sido un nombre indígena el que terminó por identificar a la ciudad; el segundo, resaltar la obra de Miguel Aspiazu Carbo (1905-1991) cuyo libro Las fundaciones de Guayaquil, publicado en 1955, fue el punto de partida para pensar la fundación de Guayaquil con seriedad documental.  Los trabajos posteriores de Dora León Borja de Szászdi y Adam Szászdi y de Julio Estrada Ycaza completaron y profundizaron el camino que Aspiazu señaló.      

Para los propósitos de este artículo es necesario comprender cómo construyó Miguel Aspiazu Carbo su argumentación.  En el prólogo escrito para el ‘Acta de Fundación de la Ciudad de Santiago de Guayaquil (Santiago de la Provincia de Quito) 15 de agosto de 1534’, publicada en los Cuadernos de Historia y Arqueología de la Casa de la Cultura en julio de 1970, este autor explicó de una manera sucinta las razones por las que él entendió que existía identidad entre la ciudad de Santiago de Quito fundada en 1534 y la ciudad de Santiago de Guayaquil que en 1547 se asentó de manera definitiva en el Cerrito Verde (hoy Cerro Santa Ana).

En resumen, el razonamiento de Aspiazu se originó en documentos que constan en el tomo I del Libro Primero de Cabildos (conocido como “Libro Verde”) que publicó el Archivo Municipal de la ciudad capital con ocasión de los cuatrocientos años de su fundación.  Aspiazu hizo una atenta lectura del acta de fundación de la ciudad de Santiago de Quito (hecha por el capitán Diego de Almagro el 15 de agosto de 1534 en Cicalpa, cerca de la actual Riobamba) así como de la provisión de Francisco Pizarro del 22 de enero de 1535 en la que esta autoridad confirmó los cargos de aquellos a los que Almagro había designado como alcaldes y regidores tanto de la ciudad de Santiago de Quito como de la villa de San Francisco de Quito (fundada el 28 de agosto de 1534 por el mismo Almagro, en el mismo asiento de la ciudad de Santiago).  De esta lectura, Aspiazu concluyó que “no por haberse fundado el Cabildo de la villa de San Francisco de Quito había dejado de existir el de la ciudad de Santiago de Quito”, pues es obvio que si esto fuera así, no tendría sentido el que Pizarro confirmase alcaldes y regidores para ambos lugares, la ciudad de Santiago de Quito y la villa de San Francisco de Quito.  En ambos casos, el término “Quito” se refiere a la región, no a la ciudad que hoy es la capital del Ecuador.

A partir de esta idea, Aspiazu intuyó que el Santiago de Guayaquil que creció en la ribera del Guayas era la continuación del Santiago de Quito que se fundó en las montañas serranas.  Para confirmar esta intuición, Aspiazu necesitaba, primero, la evidencia de la facultad para trasladar la ciudad de un sitio a otro y, segundo, la evidencia del uso de Santiago de Quito para identificar a la ciudad que se ubicó en la ribera del Guayas.  Aspiazu consiguió lo primero en el libro Cedulario del Perú publicado por el historiador peruano Raúl Porras Barrenechea en 1944, “en cuya página 163 del primer tomo consta la Cédula Real hecha en Toledo el 4 de mayo de 1534, por la que, a solicitud de Pizarro, expresamente se lo autoriza para que cada y cuando le pareciera que un pueblo fundado o que fundare se deba mudar de sitio lo pudiese mudar al sitio que le pareciese, con su nombre” (el libro se lo envió el propio Porras desde el Perú). 

Lo segundo, Aspiazu lo consiguió en el documento 451 de la colección Harkness (una colección de documentos relativos a la conquista del Perú que el millonario y filántropo estadounidense Edward Stephen Harkness donó a la Librería del Congreso de su país) en el que se publicó la copia de una provisión del Rey de España fechada en septiembre de 1540, en la que constaba el nombre de Santiago de Quito para identificar a la ciudad asentada en la ribera del Guayas.  El original reposaba en los archivos del Cabildo de la ciudad (años después perdidos por los incendios) y hasta allá viajó el escribano Sebastián Sánchez de Merlo para hacer la copia fiel de la provisión y asentó claramente en ella la fecha (29 de setiembre de 1541) y el lugar donde la realizó: la ciudad de Santiago de Quito, pues “era la ciudad de Santiago en la provincia de Quito, no en la de Chile o de Cuba o de Guatemala o de Compostela”, como bien precisa Aspiazu.

Es así que la ciudad que fue fundada con el nombre de Santiago en la provincia de Quito tuvo diversos nombres en sus primeros años, según el sitio de su asiento.  Aspiazu recordó los nombres de Santiago en Estero de Dimas, Santiago del río de Amay, Santiago de la Culata, hasta llegar a Santiago de Guayaquil.  Este autor atribuye el desuso del nombre Santiago a una razón práctica e imprevisible al momento de su fundación en 1534: “seguramente para evitar confusiones al haber surgido ya, más al sur del Pacífico, Santiago de Chile”.  Al día de hoy y desde hace siglos, nadie en Guayaquil se refiere a sí mismo como “santiaguino”, como sí lo hacen quienes habitan Santiago de Chile o de Cuba o del Estero.

Así, es obra del azar y curiosa paradoja el que una ciudad con tan escasa memoria de su pasado indígena haya perdido su nombre hispánico y haya terminado por ser conocida universalmente por un nombre indígena: el nombre de aquel que era cacique de estos territorios (Guayaquile) antes de que lleguen los españoles a ocuparlos por la fuerza.  Y es de justicia rendirle homenaje a Miguel Aspiazu Carbo, quien en una ciudad devota a las fábulas para explicarse su origen, se dedicó a obtener con esfuerzo, ingenio y rigor una explicación histórica razonable para dilucidar aquello que durante siglos se desconoció: la fundación de Santiago, la ciudad que se asentó en los territorios del cacique chono Guayaquile, de quien finalmente tomó su nombre.

(1) Sobre este monumento "a una fábula, con una ejecución tardía y pobre", v. El monumento a Guayas y Quil, Xavier Flores Aguirre, 11 de diciembre de 2015.