Publicado en diario Expreso el viernes 26 de julio de 2024.
El artículo sobre la filosofía ecuatoriana en el libro ‘100 años de filosofía en Hispanoamérica’, escrito por Fernando Tinajero, describió la emergencia de una “ideología de la cultura nacional” a mediados del siglo pasado, la que se definía por la existencia de “una nación ‘natural’ que tenía una identidad inconfundible y sin fisuras y se expresaba por medio de una cultura cuyo vehículo indiscutible era la lengua castellana”. Tinajero no la considera “una ideología cualquiera, sino la de mayor y más larga vigencia en la sociedad ecuatoriana”.
En esta “ideología de la cultura nacional”, a los indios “no se los consideró un conjunto de pueblos distintos, dueños de identidades y culturas propias, sino una clase explotada cuyas condiciones de miseria los había convertido en un lastre que impedía el anhelado ‘progreso’”. Así, en el mejor de los casos, con este marco ideológico, “los indios podían ser objeto de una política de asimilación y blanqueamiento”. El riobambeño León y Larrea hubiera dicho que no, que el blanqueamiento era el problema.
En la Biblioteca Mínima Ecuatoriana, editada en 1960, el tomo “Prosistas de la Colonia” contiene un discurso de Juan de León y Larrea (a mayores señas un riobambeño blanco que vivió a fines del siglo dieciocho) en el que defiende a los indios mediante un ataque a los blancos. El discurso de León y Larrea se titula “Sobre la injusta dominación de los indios, es decir el maltrato que hacemos de estos individuos de nuestra misma naturaleza”.
Empieza por defender León y Larrea al indio de la acusación de embriaguez, no porque el indio no sea borracho sino porque el blanco es peor: “Los vinos generosos, las mistelas dulces, los rossolis, los ponches, las que llaman tumbagas, la chicha misma, se bebe a mares, ya se hace gala la embriaguez, ya no se ven por las calles sino hombres beodos, perdida la noble parte de la racionalidad”.
Sobre la acusación de ociosidad, además de desmentirla para el indio, León y Larrea se la imputa al blanco. Dice él: “Veamos ahora, las ocupaciones de los blancos: la mesa, el paseo, el baile, el juego, los espectáculos, son los más de los días su más seria ocupación, y muchos de ellos en menos, pues no hacen nada; proyectistas, elocuentes de boca, pero nada en la práctica”.
Y ya se jode la Francia cuando León y Larrea se refiere a los vicios del indio en los poblados de los blancos (porque en tiempos coloniales, los indios fueron reducidos a vivir en espacios diferenciados que pasaron a la historia como “república de los indios”) y dice que allí los indios “son voluptuosos, estos mienten y trampean, estos engañan, estos roban, pero, ¿por qué?”, y se responde que ello es por una razón obvia: “por la unión con los blancos. Por experiencia, los que no tienen tal comercio, los que viven en los retiros, en los páramos, son unos hombres sencillos, humildes, de buena ley, y con excelentes virtudes morales”. Según León y Larrea, son los blancos los que los pervirtieron.
Y, claro, fue el fruto de la conquista: cruzaron el Océano Atlántico para ocupar el territorio de los indios y convertirlos en mano de obra barata, al menos en la diáfana opinión de León y Larrea, al servicio de beodos y proyectistas.