El otro lado del portón

28 de enero de 2016

En la inauguración de una exposición (‘Quito: Jardín de Quindes’) en marzo de 2012, el alcalde Jaime Nebot recordó lo siguiente: 
 
“ese cerro Santa Ana que era un basurero, que era una ruina, que era un local abandonado, peligroso, fue convertido por [la Alcaldía de Guayaquil]. Y voy a pedir que me disculpen, yo soy un hombre sencillo, pero no peco de ser de aquellos que practican la falsa modestia: el faro lo hice yo, la capilla la hice yo, la regeneración la hice yo, el rescate de la Numa Pompilio Llona la hice yo, el rescate de la Plaza Colón la hice yo, la restauración del templo la hice yo, y la Plaza […] León Febres-Cordero también la hice yo…” (1). 
Las cosas que dice él que hizo solito, esas son precisamente el problema (además de tener el alcalde más ego que Charly García).

*

La escritora argentina Leila Guerriero recorrió Guayaquil, entrevistó a su alcalde y publicó el resultado de su investigación en el diario La Nación. Su artículo sirve para ilustrar en tres actos la mentira del desarrollo en una Guayaquil fragmentada (2).

En un primer acto, Leila Guerriero visitó las escalinatas del cerro Santa Ana. Allí conversó con algunos de sus habitantes y sostuvo el siguiente diálogo con un guardia de seguridad:
 
“- No pasen que los van a robar –dice la mujer.

La mujer se llama Elizabeth, y su casa está a metros de un portón de rejas. El portón está abierto, pero queda claro que divide alguna cosa, porque ahí, del otro lado, las casas no son color pastel, y por las calles corren líquidos viscosos y los cielos están raídos por jirones de alambre y ropa tendida. De esta lado del portón, en cambio –del lado regenerado de las cosas-, la gente no puede tender ropa, ni dejar mascotas sueltas, ni salir con el torso desnudo. […]

Hay otros portones por el cerro. Esos sí: cerrados con cadena y candado y a los que, se supone, nadie debería –ni tiene por qué- acercarse.

La voz del guardia llega despacio, por detrás.

- Qué está buscando.

- ¿Esto lo cierran todo el día?

- No. A las tres de la mañana se cierra, y se abre a las seis. Pero siempre hay un guardia por si alguien tiene que salir. […]

- ¿Pero el candado…?

- Bueno, es para separar. Porque ésa es zona no regenerada.

El guardia se llama Leonardo, tiene modos suaves y se ve convenido de ser una fuerza del bien”. 
En el segundo acto de su obra Guerriero entrevista al alcalde Nebot. Le pregunta sobre el cerro Santa Ana y lo pilla en una mentira (que es evidente para todo lector en capacidad de asociar una idea con otra) sobre esa regeneración de la que tanto se enorgullece.
 
“- ¿Por qué tienen puertas con rejas y candados en el cerro Santa Ana?

- Si las vamos ampliando cada vez más. Pero las puertas son transitables. Para todo el mundo.

- ¿Para qué las pusieron?

- Para demarcar. Le dimos una forma estética a demarcar. Nunca están cerradas. El turista puede ir al callejón y ver que termina allí, pero no es que el que está al otro lado no puede pasar.

- No las cierran con candados…

- Con nada.
El tercer acto de su obra es la imagen de El Gato (3). Esa imagen condensa lo que de engaño y de fragmentación tiene el ‘modelo de desarrollo’ socialcristiano (del que el regenerado cerro Santa Ana es un síntoma).
 
“Lejos del palacio municipal hay una plaza llamada Victoria [pero podría ser también el cerro Santa Ana, N. del A.]. De la Regeneración para acá, la plaza ganó una reja. Adentro, entre sus charcos de cemento con palmeras, sus bancos de hormigón y una glorieta, hay poca gente. Más gente hay del otro lado. Allí, en la vereda, deambulan vendedores. El Gato vende masajes: es un hombre de setenta años, con un maletín de cuero en el que ha pegado un cartel que reza: “Se soban toda clase de safaduras. Yo. El Gato”. Cuando la policía viene, El Gato da vuelta el maletín para ocultar sus intenciones y entonces parece lo que es: un hombre pobre, encerrado del lado de afuera de una plaza enrejada”.
El modelo socialcristianismo, a pesar del engañoso oropel atrapa-bobos, es lo que hay del otro lado de esa plaza enrejada, del otro lado de ese portón que “demarca” (el término es del alcalde) la mentira que vende la Alcaldía y que la prensa privada distribuye, cómplice y eficazmente.

(1) 'Nebot: "Aquí no hay otro pirata cultural que no sea el director de Patrimonio Cultural en esta ciudad"', Blog oficial de la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil, 30 de marzo de 2012.
(2) Leila Guerriero, 'Guayaquil: la regenerada', Diario La Nación (Argentina), 2 de diciembre de 2007.
(3) 'El Gato', Xavier Flores Aguirre, 11 de enero de 2009.

Zarandeándolo a Osvaldo Hurtado

27 de enero de 2016


En la arena política, León Febres-Cordero se granjeó la fama de persona confrontadora y agresiva. Una fama bien ganada, dadas sus opiniones públicas, en particular, las vertidas sobre sus rivales políticos. Uno de sus blancos favoritos, cuando empezó a elevar su figura pública como miembro de la Cámara Nacional de Representantes (1979-1984), fue el presidente Osvaldo Hurtado (1981-1984).

En el libro ‘El pensamiento de León Febres-Cordero’ (al cual me he referido antes) (1) se recopilan frases de este político dichas desde los años setenta hasta el año 1986, año de la publicación del libro. De allí extraigo este ‘top 5’ de zarandeadas que le espetó el ingeniero Febres a Osvaldo Hurtado (2), acompañadas de un breve comentario:
 
5) “Hurtado no representa nada en este país, un jovencito modosito, buen mocito, de terno y de chaleco que nunca luchó en una elección popular, nunca en su perra vida luchó en una elección popular” (31 de mayo de 1986 / p. 91).
 
Y cuando finalmente lo hizo en las presidenciales del 2002 obtuvo el 1.08% de la votación popular. No representó nada. Punto para Febres.
 
4) “Este cobarde que infama el solio de Rocafuerte, de García Moreno, de Camilo Ponce, de Velasco Ibarra” (29 de octubre de 1983, Diario Meridiano / p. 79).
 
Es notoria la ausencia de Alfaro. Y espléndido el uso del verbo “infamar”.

3) “Su confeso propósito de, aprovechándose del populismo cefepista, socializar comunitariamente el país destruyendo la empresa privada y sumiendo al pueblo en el hambre y la miseria de Chile y Perú” (24 de febrero de 1979, Diario El telégrafo / p. 70).

Una variación del manido tópico ‘izquierda = maldad’. Un clásico de nuestra derecha.

2) “Hurtado es el único hombre que no puede hablar contra el actual gobierno. Cuando fue presidente se le chorreaban los pantalones y no pudo manejar un país…” (4 de mayo de 1985, Diario El telégrafo / p. 90).

Es altamente improbable que se pueda encontrar un solo rival de peso de LFC al que no se haya aludido denigratoriamente de homosexual. Muy ochentero.
 
1) “Yo creo que con el solo hecho de decirle al país que vamos a hacer lo contrario de lo que ha hecho el Presidente Hurtado estaremos planteando un Plan de Gobierno” (6 de noviembre de 1983, Una Hora, Canal 4, Quito / p. 80).

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

(1) A la buena memoria’, Xavier Flores Aguirre, 21 de mayo de 2009. 
(2) En este texto, al lado de cada frase, consta el cuándo se la dijo y el espacio de opinión en el que se la manifestó, así como la página del libro en que se la puede hallar.

El libertarianismo del proleta


Un (aparente) momento 'Martin Luther King' para Australia

26 de enero de 2016


En mi opinión, Australia es un país que ha naturalizado el racismo a sus pueblos aborígenes (1). En este discurso (en inglés), el periodista Stan Grant (2) denunció que el “Australian dream” incorpora el racismo “en su raíz”. Lo dio el 27 de octubre del año pasado, pero se empezó a viralizar en Australia hace unos pocos días (3):
 

 
(1) Austracism’, Xavier Flores Aguirre, 25 de julio de 2014.
(2) Melissa Davey, Stan Grant’s speech on racism and the Australian dream goes viral’, The Guardian (Australia), 24 de enero de 2016.
(3) Daniella Miletic, 'How Stan Grant delivered Australia’s ‘greatest anti-racism speech’ off-the-cuff', The Sydney Morning Herald, 25 de enero de 2016.

Planificación en Guayaquil: 'An error ocurred'


No es posible una respuesta más honesta.

Los Olmedo y Andalucía (a propósito de un tío díscolo de Yei Yei)

25 de enero de 2016


En un libro sobre José Joaquín de Olmedo escrito por el jesuita Aurelio Espinoza Pólit (‘Olmedo en la historia y en las letras’) bajo el epígrafe ‘Un pariente desconocido de Olmedo’ se cuenta la historia de Rafael de Olmedo, hermano de Miguel de Olmedo y Troyano, padre del poeta. Miguel de Olmedo solicitó a la autoridad colonial que se impida el desembarco en la isla Puná de su hermano Rafael porque “la no regular conducta de este hermano ha hecho quebrantar mi caudal en muchas partes, pero esto no es tan lastimoso, como el que su proceder lo tiene sin estimación, y tan relajada su conducta que me causa desnotes en esta ciudad y aun en todo el Reyno”. Para fundamentar su solicitud, Miguel de Olmedo agregó una carta del susodicho Rafael, “de pésima letra y peor ortografía”, al decir de Espinosa Pólit (1).

Un fragmento de la carta ilustra lo dicho por este jesuita:

“Pero Dios me a echo infelis y como a tal me a de miral Alto lloro mi suelte pero Dios quiere mantenerme la vida y no sacalme de darle que sentir cumplase su boluntad santisima Asta Que sea de su gusto y con esto ADIOS Que me lo Gue ms ans.
Acapulco 13 de febrero de 1778
BLM de Vmd.
Su más desgraciado Hermano.
Rafael de Olmedo” (2)
El comentario del padre Espinosa Pólit sobre la carta de este tío carnal de José Joaquín de Olmedo es lapidario: “La continua confusión de las erres y eles (elmano por hermano, puelto por puerto, favol por favor) están comprobado a un tiempo la total incultura de quien escribió la carta y el origen andaluz de los Olmedo” (2).

Por cierto, la autoridad colonial accedió a lo solicitado por Miguel de Olmedo, e intimó al capitán del navío en el que iba a arribar su hermano Rafael que “baxo la multa de mil pesos, lo mantenga á su bordo, con la correspondiente custodia, sin permitirle saltar en tierra por ningún motivo” (3).

(1) Espinosa Pólit, Aurelio 1980, ‘Olmedo en la historia y en las letras’, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, p. 159.
(2) Ibíd., p. 160. En el fragmento copiado se lo puede observar en ‘miral’ por ‘mirar’, ‘suelte’ por ‘suerte’ y ‘sacalme’ por ‘sacarme’, por ejemplo. La familia de Olmedo provino de la localidad de Mijas, en la provincia de Málaga. Hoy, Mijas es el tercer municipio más poblado de dicha provincia y está inundada de guiris, en particular, británicos.
(3) Ibíd., p. 161.

Los encantos del 'outlaw'


En el siglo diecisiete y dieciocho, arquetipo de una vida peligrosa y aventurera era la vida del pirata. Una vida “corta pero alegre”, como la definió el pirata galés Bartholomew Roberts, ‘Black Bart’. Él describió sus mieles:
 
“En el servicio honrado, la ración es corta, la paga es poca y el trabajo es grande. En este, en cambio, hay abundancia y hartazgo, placer y comodidad, libertad y poder… ¿Y quién no se haría dueño de todo ello, cuando el único peligro que corres, en el peor de los casos, es solo una mirada o dos de dolor en el instante de ahogarte [colgado de una horca]. No, ‘la vida es corta pero alegre’, ese es mi lema” (1)
 
Hoy en día, ese vida peligrosa y aventurera, digna de admiración para muchos, es la de los mafiosos y (en particular, últimamente) la de los narcotraficantes. Y esa admiración la magnifican el cine y la TV, que con ello venden millones:
 
“El libro Film, Television and the Psichology of the Social Dream habla de Vito Corleone como un hombre resuelto, astuto, inteligente y determinado, dispuesto a vivir la vida de manera realista y en sus propios términos antes que a sucumbir a la miseria de trabajos insignificantes y la amenaza de la miseria. Ese costado enjundioso no parece desdeñable para quien vive molido a palos por la vida, aún cuando quien lo inspire sea un arquetipo de la mafia como Corleone o el Chapo” (2).
 
(1) Donoso B., Sebastián Ignacio 2009, ‘Piratas en Guayaquil. El asalto de 1687’, Grupo Santillana S.A., Quito. Esa opinión de Black Bart es el epígrafe del libro.
(2) Diego Fonseca, ‘Maldito seas, Sean Penn’, Diario El país (España), 11 de enero de 2016.

La Alcaldía de Guayaquil y las áreas verdes

24 de enero de 2016


“Nosotros hemos llevado las áreas verdes de la ciudad de Guayaquil de medio metro cuadrado de áreas verdes por habitante a 8.67 metros cuadrados por habitante, es decir hemos multiplicado por 17 veces las áreas verdes de la ciudad. Las metas del milenio son de 9 metros, estamos prácticamente al borde de la meta, en áreas verdes construidas por nosotros, porque si usted pone bosques protectores, manglares, en donde nosotros hemos intervenido para rozar, limpiar, resembrar, etcétera, Guayaquil tiene 25 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, y eso no lo dice el alcalde Nebot, no lo dice el municipio, lo dice el gobierno a través del instituto pertinente de hacer este tipo de mediciones. De manera que aquí no hay elucubración, aquí hay afirmación de hechos ciertos y comprobados.” (1)
 
Y sin embargo…

Fuente: Twitter de María Rosa Pólit.
 
La Alcaldía de Guayaquil ha incrementado el número de áreas verdes en la ciudad. Sus autoridades afirman que la recibieron, después de la Alcaldía de León Febres-Cordero, con 0.5 metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En el 2004, el director de Áreas Verdes de la Alcaldía de Guayaquil refirió a la prensa que la ciudad tenía 3.5 metros cuadrados de áreas verdes por habitante distribuidas en 2.352 parques y habló de un plan para que en el año 2010 Guayaquil tenga 10 metros cuadrados por habitante, propósito que al año 2016 todavía no se cumple (estamos, según los cálculos del alcalde, 1.33 metros cuadrados por debajo de ello, además de seis años atrasados en su cumplimiento) (2).

En el 2009 la Alcaldía de Guayaquil informó que la ciudad tenía 6.2 metros cuadrados de áreas verdes por habitante; en el 2013, el director de Áreas Verdes, Abel Pesantes (el mismo que había dado la cifra de 3.5 metros cuadrados el año 2004), mencionó los 8 metros cuadrados por habitante. A fines de 2015, el alcalde Nebot mencionó los 8.50 metros cuadrados y a principios del 2016 esta misma autoridad precisó que son 8.67 metros cuadrados de áreas verdes por habitante (3). Fue, además, muy claro en especificar que esos 8.67 metros cuadrados por habitante fueron construidos por la Alcaldía de Guayaquil durante su administración. En 15 años, la ciudad ha “multiplicado por 17 las áreas verdes de la ciudad”, dice.

Creo que en este caso, nuevamente, el alcalde Nebot se aprovecha de la nobleza del periodismo guayaquileño. Ningún periodista se atreve a cuestionarlo, nunca. De nuevo, la única “evidencia” de lo dicho por el alcalde es el hecho de él haberlo dicho (4). No ofrece ninguna evidencia cierta (una referencia concreta a un documento o a alguna autoridad, algo) sobre los “hechos ciertos y comprobados” a los que alude.

Un periodismo preso de un temor reverencial y una ciudadanía desinformada nunca le van a cuestionar al alcalde Nebot su opinión. El primero por temor, el segundo por ignorancia. Pero lo que dice el alcalde no se sostiene, para cualquiera que haya caminado en Guayaquil y como lo demuestra la imagen aérea. Su discurso está lleno de imprecisiones: los 9 metros cuadrados no son parte de las “metas del milenio” sino una recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los 25 metros que tendrían las áreas verdes en Guayaquil serían en realidad 54 metros cuadrados por habitante (5), el instituto gubernamental al que se refiere no ha publicado lo que él dice que publicó y a lo que él llama “hechos ciertos y comprobados”.

Este última imprecisión (mejor dicho, engaño) es llamativa. El instituto gubernamental en cuestión, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) publicó el índice verde urbano (que contabiliza parques y plazas, a partir de la cartografía digital del INEC) en el que Guayaquil obtiene un magro 1.13 metros cuadrados por habitante (6). Esta cifra es más congruente con la imagen de ‘ciudad de cemento’ que Guayaquil proyecta, desde el aire y cuando se la camina.  

El periodismo guayaquileño, si fuera responsable, le preguntaría a la máxima autoridad de la ciudad de dónde obtiene esa precisión de 8.67 metros cuadrados de áreas verdes por habitante y le exigiría que detalle la composición de esa cifra, con soporte documental. Pero el periodismo guayaquileño y la responsabilidad de informar a los ciudadanos, cuando se trata de la administración política de Guayaquil, muy rara vez coinciden.

(1) 6 DE ENERO 2016 Enlace radial del Alcalde Jaime Nebot, Alcaldía de Guayaquil, YouTube, min. 7:42-8:37)
(2)Déficit de áreas verdes en la ciudad, según Pesantes’, Diario El universo, 8 de septiembre de 2004.
(3) El cálculo de 6.2 metros cuadrados por habitante se basa en información suministrada por la Alcaldía de Guayaquil a la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES), v. Horacio Terraza, '¿Las ciudades latinoamericanas poseen suficiente espacio verde público? ¿Qué es suficiente, existe un mínimo?', Banco Interamericano de Desarrollo, 28 de junio de 2012; el cálculo de 8 metros cuadrados se basa en declaraciones de Abel Pesantes, v. 'La cara verde del urbanismo guayaquileño', Diario Expreso, 10 de noviembre de 2013; el cálculo de 8.50 metros cuadrados surge de declaraciones del alcalde Nebot, v. Guayaquil requiere de más árboles nativos, Diario El telégrafo, 10 de diciembre de 2015.
(4) Otro ejemplo de ‘afirmaciones mágicas’ que crean aquello que dicen es la innovadora excusa para justificarse por las inundaciones en Guayaquil, v. ‘Para la Alcaldía de Guayaquil, criminalizar es innovar’, Xavier Flores Aguirre, 21 de enero de 2016.
(5) La referencia a la OMS tiene un carácter que se considera “mítico”, v. Horacio Terraza, '¿Las ciudades latinoamericanas poseen suficiente espacio verdepúblico? ¿Qué es suficiente, existe un mínimo?', Banco Interamericano de Desarrollo, 28 de junio de 2012. Para los 54 metros cuadrados, v.Guayaquil: Drinking the Kool Aid’, Eduardo McIntosh, 13 de enero de 2014.
(6) Índice verde urbano, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, p. 10.

Los espantos de la independencia de Guayaquil


“Si uno lee los grandes estudios abstractos, las teorías, las proclamas de la época, muy bien; pero cuando se leen las memorias de quienes vivieron esos acontecimientos, se da uno cuenta de que fueron espantosos.”
(Emil Cioran) 
Esta idea de Cioran se aplica a las narrativas oficiales de la historia de la independencia de Guayaquil. Si se lee, por ejemplo, el libro Historia de Guayaquil financiado con nuestros impuestos (que califica para “gran estudio abstracto”) (1), o si se leen las proclamas de la época, que no en vano las escribió el poeta Olmedo. En ellas, uno se encuentra con un proceso de independencia libre de mácula. Una historia de gente feliz.

Por eso, hay que tener claro que esos dos documentos están orientados a falsear la verdad, porque no sirven a los hechos, sino a un mensaje que quieren transmitir: en el caso de la historia oficial de Guayaquil pagada por la Alcaldía de la ciudad es un propósito de adoctrinamiento político a mayor gloria del PSC/MdG; en el caso de las proclamas de la época, el propósito es lisonjear la gesta para mayor gloria de la idea de libertad.

Por eso, como dice Cioran, lo que revela la época realmente es la lectura de “las memorias de quienes vivieron esos acontecimientos” para darse cuenta “de que fueron espantosos”. Hay tres relatos de quienes vivieron los acontecimientos del 9 de octubre de 1820: los de José María Villamil y Joly, Manual Antonio Fajardo y Vicente Ramón Roca (puesto en limpio por su hijo Juan Emilio). Y, al menos, un reputado historiador guayaquileño, Francisco Xavier Aguirre Abad, fue contemporáneo de esos hechos y tuvo trato personal con muchos de sus participantes. A partir de sus narrativas, de sus impresiones en primera persona de un período clave de la historia de la ciudad, se puede construir un relato de los espantos de la época de la independencia. Vaya en adelanto el que Aguirre consideraba al peruano Gregorio Escobedo, quien fuera el primer presidente de la Junta de Gobierno del Guayaquil independiente, “hombre dispuesto a todo lo que pudiera darle medios para satisfacer sus vicios” (2).

(1) Guayaquil, la aldeana’, Xavier Flores Aguirre, 26 de diciembre de 2015.
(2) Aguirre Abad, Francisco Xavier 1972, Bosquejo histórico de la República del Ecuador, Corporación de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, p. 178. Al arequipeño Gregorio Escobedo, Guayaquil lo recuerda con una calle en cuya intersección con Junín (y sobre esta última) quedaba la ya extinta picantería ‘Mini-Rico’, en la que a mediados de los noventa acometí por vez primera ese constitutivo acto de guayaquileñidad que es la jama de encebollado.

Entrevista en Gama Noticias, con Marcela Holguín

23 de enero de 2016


Transmitida el jueves 21 de enero del 2016.

  
El problema de la oposición sigue siendo “el día después”, pues la heterogeneidad de tendencias que hoy constituye su nueva agrupación está pegada con babas y en incapacidad de proponer un proyecto político en común. El hecho cierto es que la oposición “sabe lo que odia pero no sabe lo que quiere”, y así no se va a ninguna parte. La “oposición en la edad del burro”, de junio del 2012, sigue vigente (1).

(1) La oposición en la edad del burro’, Xavier Flores Aguirre, 3 de junio del 2012.

'Nos metieron mucho miedo. Pero miedo de verdad'

22 de enero de 2016


Mi solidaridad con Hugo Idrovo, de quien no soy amigo pero a quien conozco de una grata conversación y tengo por persona íntegra y comprometida. Creo que lo que la reacción de un sector de la oposición ha expresado contra él en redes sociales confirma que lo peor de una oposición es cuando es igual o peor que aquello que permanentemente descalifica. Y lo mejor que puede hacerse, y lo que ha puesto en práctica una persona sensata como Idrovo, es ignorarlas (1).

Intuyo que la razón por la cual Idrovo no podrá nunca comulgar con la derecha es porque la conoce de cerca. Porque fue un régimen de la derecha autoritaria, uno de criminalización y mano dura, el que disolvió en 1986 a Promesas Temporales, el grupo de Héctor Napolitano, Hugo Idrovo y Álex Alvear. Fue Napo el que dijo la frase que es título de esta entrada.

La historia de cómo un régimen autoritario pudo disolver el grupo de Napo, Idrovo y Alvear se encuentra en este video de El Alternador, conducido por Luis Rueda. Es un caso clásico de criminalización, que es una práctica que la derecha autoritaria no abandona (2) y que incluye un secuestro, helicópteros, Pablo Milanés, una lista negra y muchas razones para el miedo, pero “de verdad”, como enfatizó Napo. Porque hoy puedes ignorar a los trolls, pero en esa época, en nuestro período de derecha western, podías no vivir para contarlo (3).


(1) Las infamias que se han dicho no merecen réplica”, Diario El telégrafo (entrevista a Hugo Idrovo), 21 de enero de 2016.
(2) Para la Alcaldía de Guayaquil, criminalizar es innovar", Xavier Flores Aguirre, 21 de enero de 2016.
(3) La fuente del video es el canal de YouTube de El Alternador, v. El Alternador 12 [Promesas Temporales], ElAlternadorTV, 27 de noviembre de 2012. Para esta entrada, el video empieza en el min. 21:38 con la pregunta de Rueda sobre la disolución de Promesas Temporales. La historia de este episodio de derecha western cierra en el min. 27:48.

Para la Alcaldía de Guayaquil, criminalizar es innovar

21 de enero de 2016


Este martes, una lluvia mediana evidenció las falencias del modelo para la prevención de inundaciones de la Alcaldía de Guayaquil, que lo orilló al alcalde a innovar su discurso y a ofrecer una nueva excusa. Sus líneas tradicionales son: (1) no es mi culpa (porque dragar es responsabilidad de otros) y (2) no es mi culpa (porque el control de las mareas es voluntad de Dios). Pues bien, el alcalde agregó una nueva variante de “no es mi culpa” con su innovación discursiva del miércoles 20 de enero.

‘Innovación’ es una forma de decirlo, porque en su cadena radial de este miércoles el alcalde recurrió, en realidad, a un antiguo recurso retórico, especialidad de nuestra derecha: la criminalización. En esta variante de “no es mi culpa” se le atribuyó la comisión de un delito a un colectivo anónimo, del que nada se sabe. Una categoría que existe, porque el alcalde la dice.  

La cadena radial de los miércoles es un monólogo, sin cuestionamiento alguno de parte de los periodistas que acompañan al alcalde. Tomemos este último 20 de enero como ejemplo. Nebot anunció su nueva excusa: “ayer hubo además un problema que lo quiero denunciar y por eso me quedé hasta altas horas de la noche investigando esto y pidiendo que se me compruebe” (1). Un periodismo, no digo ya crítico, sino meramente preocupado por lo básico de su oficio, le hubiera preguntado al alcalde cuáles fueron los resultados de esa investigación y cuáles fueron las evidencias que obtuvo para llegar a comprobar los hechos que denuncia (2).

Porque lo que el alcalde “comprobó” fue la existencia de una nueva modalidad delictiva: tapar las alcantarillas “con tapas de balde, cartón y troncos, sin duda por gente que hacía eso para causar inundación adicional, y asaltar”. Un periodismo responsable preguntaría enseguida por las víctimas de estos asaltos: ¿cuántos, dónde, cómo? Y preguntaría también por el delito: ¿cuáles son las evidencias que lo comprueban? Pero el alcalde no recibe nunca ni una pregunta incómoda. Tan sencillo es: los asaltos son porque él los dice. Para la prensa privada de Guayaquil, eso es palabra santa.

Guayaquil es una sociedad en la que su máxima autoridad puede decir “existe una nueva modalidad de delito” sin que nadie se atreva a cuestionarlo en lo más mínimo. Tiene razón John Dunn, en su artículo de hoy: nos conformamos con poco y, por ende, “somos culpables de nuestra propia desgracia, al no cuestionar a nuestros gobernantes; al creer que las inundaciones son culpa de los delincuentes, de la basura y de la marea alta” (3).

(1) 20 ENERO 2016 Enlace radial del Alcalde Jaime Nebot, Alcaldía de Guayaquil, YouTube, min. 3:49-4:47.
(2) En vez de eso, uno de los periodistas le pregunta al alcalde si cree que es un complot contra su administración, dando así por buena su “investigación”.
(3) John Dunn Insúa, Disparar al otro bando, Diario El universo, 21 de enero de 2016.

Entrevista en 'Pensamiento crítico' (con Paulina Recalde)

20 de enero de 2016


Transmitida por la señal de Ecuador TV el 15 de enero de 2016.


Ese informe sobre políticas públicas al que hago referencia al final lo pueden encontrar en este enlace (1). En el buscador escriban la palabra “Ecuador” y lo primero que aparecerá es Osvaldo Hurtado parafraseando a Churchill. Figúrense como será el resto, para que esto haya sido lo único serio del asunto (2).

(1) Stein, Ernesto et al (coord..) 2006, ‘La política de las políticas públicas. Progreso económico y social en América Latina. Informe 2006’. Banco Interamericano de Desarrollo.
(2) En particular, es instructiva la comparación entre las políticas públicas de Brasil y de Ecuador que se pueden encontrar en las páginas 181-192. Pinta bastante bien (con evidencias e indicadores) el adefesio institucional que era el Ecuador el 2006, año de la publicación del informe.

'Lo importante es que la molestia sea temporal'

19 de enero de 2016


Si una frase condensa la irresponsabilidad de la Alcaldía de Guayaquil para la prevención de las inundaciones es ésta, dicha por el alcalde Jaime Nebot en Radio Cristal el 6 de enero (1). Detrás de esa afirmación está la convicción del alcalde Nebot de que si se juntan las lluvias con la marea alta, los guayaquileños tendremos que sufrir las consecuencias por el tiempo que dure la pleamar. El criterio del alcalde Nebot es que no se puede evitar que los guayaquileños padezcamos los daños de las inundaciones causadas por las lluvias invernales: lo único que podemos hacer es resignarnos a sufrir una molestia “temporal”. Eso es lo “importante”, dice.

Ya hablando en serio, lo realmente importante es tomar conciencia de que esta actitud irresponsable de las autoridades convertirá a la molestia temporal en una molestia permanente, en un plazo no mayor a dos generaciones (2).
  

La posibilidad de una ciudad verde

18 de enero de 2016


Publicado en diario El telégrafo con este mismo título el 18 de enero de 2016.

*

Las inundaciones en la ciudad de Guayaquil son un problema recurrente. Unos inviernos más, otros inviernos menos, pero en temporada invernal lo usual es que Guayaquil sufra de inundaciones. El alcalde ha dicho que la ciudad “está preparada para enfrentar cualquier eventualidad que pudiera ocurrir a consecuencia de las fuertes lluvias” (1).

Sin embargo, esta opinión del alcalde contradice el Diagnóstico del Sistema Ecológico Ambiental del cantón Guayaquil, que forma parte del Plan de Ordenamiento Territorial elaborado por la propia Alcaldía el año 2011 (2). Así, se trata de un documento oficial de la Alcaldía de Guayaquil, que el alcalde como su máxima autoridad no puede no tener en su conocimiento, salvo extrema negligencia. El diagnóstico ambiental del cantón Guayaquil consideró a las inundaciones como un riesgo grave y recomendó la construcción de obras para su prevención: “El riesgo de mayor importancia para el cantón es el riesgo de inundación, debiéndose prever en el futuro obras de control de inundaciones”.

El diagnóstico ambiental del cantón Guayaquil recomendó, entre otras, tres tareas que la Alcaldía debía emprender para la prevención de inundaciones. Dos son obras físicas: establecer bordes de protección de por lo menos 25 metros a cada lado de los cuerpos hídricos sin tratamiento de infraestructura y construir represas de marea ubicadas en el estuario. La tercera tarea es una reforma administrativa: “Es necesario que el departamento de Ambiente municipal replantee su esquema, incorporando una política de planificación de los recursos naturales conjuntamente con la oficina de planificación urbana de la ciudad”. Nada de esto se ha hecho.

Así, la “ciudad preparada” para enfrentar las fuertes lluvias sólo existe en la imaginación del alcalde. Esto, por dos razones. La primera, porque el diagnóstico ambiental elaborado por la Alcaldía de Guayaquil recalcó que la infraestructura de drenaje de la ciudad es deficiente, al punto de notar que “la vulnerabilidad provocada por la falta de sistemas de drenaje potencian el riesgo de inundación especialmente en las zonas populares y en las zonas urbanas consolidadas por exceso de agua, especialmente en las zonas cercanas a esteros y canales que son las zonas más bajas, y aquellos canales que se encuentran taponados o han superado su capacidad de carga de caudal”.

La segunda razón es la más importante: la Alcaldía de Guayaquil no ha puesto en práctica ni la reforma administrativa ni la construcción de las obras físicas que su propio diagnóstico ambiental le recomendó. Porque además de su deficiente prestación actual, el crecimiento del drenaje urbano de Guayaquil es costoso y poco sustentable en el tiempo. Para enfrentar las inundaciones, la opción de la Alcaldía de Guayaquil es la construcción de obras de canalización que aumentan la capacidad de los cauces para conducir el agua. Según un informe técnico especializado que la propia Alcaldía solicitó a la Corporación Andina de Fomento (CAF) y que elaboraron expertos internacionales en junio de 2013, esta opción de construcción cuesta alrededor de US$7 millones por kilómetro cuadrado, cuando las soluciones que incorporan el uso de los recursos naturales a la planificación del crecimiento urbano (como fue recomendado en el diagnóstico ambiental) no solo que son mucho más eficaces y sustentables que la opción escogida por la Alcaldía de Guayaquil, sino que son mucho más económicas, de alrededor de US$1 millón por kilómetro cuadrado (3). A esto hay que sumarle el que ninguna de las obras físicas recomendadas en el diagnóstico ambiental (esto es, ni los bordes de protección ni las represas de marea) han siquiera empezado a construirse. 

El problema de fondo es el modelo de desarrollo urbano de la Alcaldía de Guayaquil. En el informe técnico especializado antes referido se describió la ocupación urbana de Guayaquil de la siguiente manera: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”. Una ocupación urbana hecha de esta forma es la evidencia plena de un modelo de desarrollo urbano despreocupado por lo ambiental. Este dato es alarmante por varias razones, pero debería serlo en especial por una: por los daños materiales y humanos que las inundaciones, presentes y futuras, pueden ocasionar a nuestra ciudad.

Porque este no es un asunto para tomarlo a la ligera. Una investigación que se publicó en la revista Nature Climate Change en agosto de 2013 titulada ‘Future flood losses in major coastal cities’ [Futuras pérdidas por inundación en las grandes ciudades costeras] encontró que Guayaquil es una de las ciudades en el mundo peor preparadas para enfrentar las consecuencias de las inundaciones. La ciudad tendría un promedio estimado de pérdidas anuales por causa de inundaciones de alrededor de US$3000 millones en el año 2050, escandalosa cifra que sitúa a Guayaquil como la cuarta ciudad a nivel mundial con el estimado más alto de pérdidas anuales de entre 136 ciudades costeras sometidas a análisis. Este escenario de pérdidas anuales se daría siempre que las autoridades de Guayaquil ejecuten las necesarias medidas de adaptación para prevenir las consecuencias de las inundaciones, que es precisamente lo que la Alcaldía de Guayaquil no ha hecho. Si este escenario de irresponsabilidad se mantiene, la investigación advierte claramente que ello “resultaría en pérdidas inaceptablemente altas” para la ciudad (4).

La Alcaldía no ejecuta lo que su diagnóstico ambiental le ha recomendado por razones de cálculo político. No tanto porque las obras para la prevención de inundaciones requieran una inversión que podría interpretarse como un gasto innecesario (pues la prensa privada no problematizaría este hecho) sino porque tendría que cambiar el modelo de desarrollo urbano que tantos millones le cuesta a la Alcaldía (o mejor dicho, a los habitantes de Guayaquil). Esto último implicaría dos cosas: la primera, desdecirse de su discurso del ‘otro es el culpable’ (dragado) y el ‘Dios no quiera’ (marea alta), lo que representaría un costo político. La segunda y la más importante sería la reversión del sistema de desarrollo urbano que funciona para los intereses de la Alcaldía, aún cuando no para las necesidades de los ciudadanos (ni presentes ni futuros) a los que la Alcaldía dice servir.

Por supuesto, sería injusto decir que la Alcaldía no ha hecho nada. En una de sus cadenas de los días miércoles, el alcalde enfatizó que su Alcaldía llevaba “año y medio trabajando en obras y planificando” para enfrentar los riesgos de inundaciones. Un periodismo responsable cuestionaría a la máxima autoridad de la ciudad el contenido de esas acciones y le preguntaría cuáles son esas obras y en qué consiste esa planificación. Porque si la respuesta del alcalde es que tales obras son la ampliación de la red de drenaje urbano y tal planificación es para continuar con el patrón de ocupación urbana que se ha descrito en párrafos anteriores, el que esa sea la respuesta es, precisamente, el problema. Y es que, en rigor, el alcalde no podría responder otra cosa.

La solución es hacerlo distinto a lo que ha hecho la Alcaldía de Guayaquil. La ciudad debe cambiar su modelo de desarrollo urbano porque es y será cada vez más evidente, por el cambio climático y los riesgos de la inundaciones, que tiene notorias deficiencias. En el informe técnico encargado por la Alcaldía de Guayaquil, los expertos internacionales le recomendaron a la Alcaldía convertirse en “una ciudad líder en la gestión verde, inclusiva y sustentable en América latina” porque tiene la real posibilidad de hacerlo: “Guayaquil ofrece condiciones inmejorables para desarrollar soluciones integradas en el diseño urbano que combine programas de vivienda, transporte, agua potable, alcantarillado, drenaje, residuos sólidos y medio ambiente [para] diseñar soluciones sustentables en el largo plazo”. Y es que a largo plazo, ése es el camino a seguir.

En lo inmediato, la Alcaldía de Guayaquil debería emprender obras físicas para enfrentar los riesgos de las inundaciones. Porque no es cierto que lo único que puede hacerse es el dragado del río Guayas, ni tampoco lo es el que estemos condenados a soportar daños, humanos y materiales, cuando llueve y coincide con la marea alta. Nada de eso es cierto, porque hay varias acciones que se pueden emprender para enfrentar los riesgos de las inundaciones, que son de entera responsabilidad de la Alcaldía: por ejemplo, se pueden construir obras estructurales como diques, bordes de protección, represas de marea y embalses, así como también adoptarse medidas de prevención y reducción de la vulnerabilidad económica y social de la población.

Todas estas son acciones de entera responsabilidad de la Alcaldía contempladas en el informe técnico y en el diagnóstico ambiental y, por lo tanto, en el conocimiento de las autoridades de la Alcaldía de Guayaquil. Si no las han querido hacer, ha sido por falta de voluntad política. Y la única estrategia para revertir esta realidad contraria a la posibilidad de una ciudad verde, inclusiva y sustentable es la exigencia organizada de la ciudadanía, que proponga un debate y un curso de acción diferente para el presente y el futuro de la ciudad. El fenómeno de El Niño promete (curiosa paradoja) avivar el fuego de este necesario debate con sus lluvias.

(1) Alcalde Nebot: La ciudad está preparada para enfrentar el presente invierno, Blog oficial de la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil, 7 de enero de 2014; una opinión en análogo mismo sentido, de fecha más reciente: “Tenemos año y medio trabajando en obras y planificando. No hagamos política de esto”, v. El mal tiempo amenaza siete provincias, Diario El telégrafo, 14 de enero de 2015.
(2) Este documento se lo puede encontrar en Internet en este enlace, aunque también está alojado (curiosamente, con acceso restringido) en la página web de la Alcaldía de Guayaquil.
(3) Mejía Betancourt, Abel, Morelli Tucci, Carlos Eduardo, Bertoni, Juan Carlos, Cabezas Vélez, Gabriel 2013, La inundación deGuayaquil en marzo 2013. Opinión de expertos internacionales, Cooperación Técnica de CAF, Informe gerencial [17 de junio de 2013].
(4) No es improbable que de verificarse este escenario catastrófico, haya muchos guayaquileños incapaces de relacionarlo con este período administrativo de su ciudad. Como lo advirtió Tomás Gutiérrez Alea en su película Memorias del subdesarrollo, “una de las señales del subdesarrollo: incapacidad para relacionar las cosas, para acumular experiencia y desarrollarse”.