La entrada Caridad que publiqué este 10 de mayo y que, entre otros temas, se refirió a la Madre Teresa de Calcuta provocó algunos comentarios interesantes, entre esos, el de Citrange (de quien tengo el alto concepto de que suele intervenir con genuino interés en el debate y con argumentos que sustentan su postura) quien, entre otras cosas, sostuvo que era probable que la MTC no haya conocido a las personas con quienes trabó amistad (diríase, entonces: su reino no era de este mundo) y que, en consecuencia, no se le podía atribuir a la MTC reproche. Sin embargo, este intercambio epistolar entre la MTC y el Fiscal del Distrito que acusó a uno de sus grandes benefactores, Charles H. Keating, Jr. (“uno de los mayores estafadores de la historia financiera norteamericana”, como lo llamó Caparrós), desmiente en este caso concreto esa posibilidad. El intercambio epistolar (cuya traducción me corresponde y les anticipo mis disculpas por cualquier error) se publicó en el capítulo II del libro The missionary position: Mother Teresa’s crimes against humanity de autoría de Christopher Hitchens, el que en esta entrevista, canta la plena: en el caso de la MTC “simplemente no se juzga su reputación por sus actos sino que, de invariable manera, sucede a la inversa y a sus actos se los juzga por su reputación”. Que se le descorra, entonces, el velo: a continuación, la carta que le dirigió al juez Lance Ito la Madre Teresa de Calcuta:
“MISIONERAS DE LA CARIDAD
“En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”
Honorable Lance Ito
Corte Superior
Calle West Temple 210
Dept. 123, Piso 13ro.
Los Angeles, California, 90012
Apreciado Honorable Lance Ito:
Nosotros no nos mezclamos con negocios, política o tribunales. Nuestro trabajo, como Misioneras de la Caridad, es ofrecerles un servicio libre y de todo corazón a los más pobres de entre los pobres.
No conozco nada sobre el trabajo, los negocios o los asuntos que del Sr. Charles Keating estén bajo su conocimiento. Solo sé que él siempre ha sido cariñoso y generoso para los pobres de Dios y siempre ha estado pronto a ayudar cuando ha sido necesario. Es por esta razón que no quiero olvidarlo mientras él y su familia sufren. Jesús nos dijo, “En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, TAMBIÉN CONMIGO DEJASTEIS DE HACERLO” (1). El Sr. Keating hizo ambas cosas para ayudar a los pobres y esa es la razón por la que escribo en su beneficio.
Cuando alguien me solicita hablarle a un juez, yo siempre me expreso de la misma forma. Yo les pido que recen, que miren dentro de sus corazones y que hagan lo que Jesús habría hecho en esa circunstancia. Y esto es lo que le pido a usted, su señoría.
Mi gratitud a usted son mis oraciones por usted, por su trabajo, su familia y por la gente para la que usted trabaja.
Dios lo bendiga.
M. Teresa”.
Luego, la respuesta que el Fiscal Paul W. Turley le dirigió a la Madre Teresa de Calcuta:
“Apreciada Madre Teresa:
Soy el delegado del Fiscal del Distrito en el Condado de Los Ángeles y una de las personas que trabajó en la prosecución de su benefactor, Charles H. Keating, Jr. Leí su carta al Juez Ito, escrita en beneficio del Sr. Keating, la que incluye su admisión de que usted no conoce nada sobre los negocios o sobre las imputaciones de delito que del Sr. Keating se le presentaron al Juez Ito. Le escribo a usted para proveerle de una somera explicación de los delitos por los que se lo condenó al Sr. Keating, para que usted entienda el origen del dinero que el Sr. Keating le donó y para sugerirle a usted que realice el acto moral y ético de devolver el dinero a sus legítimos propietarios.
Al Sr. Keating se lo condenó por defraudar a 17 individuos en más de 900.000 dólares. Estos 17 individuos representaban a 17.000 individuos a quienes el Sr. Keating les robó 252.000.000 dólares. El específico acto de fraude que perpetró el Sr. Keating fue ser la fuente de una serie de representaciones fraudulentas hechas a personas que compraron bonos de su compañía y él también era el depositario de información crucial de la cual el escogía retenerla de sus compradores de bonos, con el consecuente engaño a sus víctimas en hacerles creer que realizaban una inversión segura y de bajo riesgo. En realidad y de hecho, su dinero se lo utilizaba para sostener el exorbitante y extravagante estilo de vida del Sr. Keating. Las víctimas del fraude del Sr. Keating provienen de un amplio espectro social. Algunos eran ricos y bien educados. La mayoría eran gente de modestos recursos y no familiarizados con las altas finanzas. Uno era, en efecto, un pobre carpintero que no hablaba el idioma inglés y cuyos ahorros de su vida le fueron robados por el fraude del Sr. Keating.
La sentencia bíblica de su organización es “En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. El “más pequeño” de los hermanos está entre aquellos a quienes el Sr. Keating esquilmó sin inmutarse. Como usted bien conoce, el perdón divino está al alcance de todos, pero al perdón debe precederlo la admisión del pecado. No sólo el Sr. Keating no ha admitido sus pecados y sus delitos, sino que él persiste en su blindaje moral de culpar a otros de los daños que cometió. Su experiencia ha sido, de manera admirable, con los pobres. Mi experiencia ha sido con el conchudo y con el perpetrador del fraude. No es inusual para el conchudo expresar generosidad con su familia y sus amigos y con la caridad.
Es probable que ellos crean que su generosidad les comprará amor, respeto y perdón. Sin embargo, el tiempo en que la compra de indulgencias era un método aceptable de conseguir el perdón murió con la Reforma. Ninguna iglesia, ni centro caritativo, ni organización debería permitirse a sí misma el que se la utilice como un remedio para la conciencia del criminal. Todos agradecemos que el perdón esté al alcance de cualquiera, pero asimismo, todos también, debemos cumplir con nuestras obligaciones. Esto último incluye al Juez y al Jurado. Conservo en mi memoria la admonición bíblica del profeta Miqueas: “Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios”. (2)
A nosotros se nos urge que amemos la piedad, pero nuestra obligación es hacer justicia.
Usted insta al Juez Ito a que mire dentro de su corazón –al momento de sentenciarlo a Charles Keating- y hacer lo que Jesús haría. Yo la insto a que haga usted lo mismo. Pregúntese usted, ¿qué haría Jesús si a él le fueran dadas las frutas de un crimen?, ¿qué haría Jesús si él entrara en posesión de dinero cuyo origen es el robo?; ¿que haría Jesús si alguien intentara aprovecharse de él para limpiar su conciencia?
Pongo a consideración suya que Jesús devolvería, sin dudarlo y de manera inmediata, la propiedad robada a sus legítimos propietarios. Usted debería hacer lo mismo. A usted le ha sido entregado dinero que el Sr. Keating robó y por lo cual él ha recibido una condena por fraude. ¡Devuélvale ese dinero a quienes lo trabajaron y lo merecen!
Si usted me contacta yo la pondría, a su vez, en directo contacto con los legítimos propietarios de ese dinero que actualmente está en su posesión.
Sinceramente,
Paul W. Turley”
La M. Teresa nunca le respondió a Turley. En su libro, Hitchens ironiza: “los santos, tal parece, son inmunes a escuchar”. Pero lo que no podrá alegarse, en beneficio de esta sordera de la MTC, es que no lo supo y que con varios "dejó de hacerlo".