Los acontecimiento de la Universidad Católica (como ciudadano, como ex alumno) me preocupan. Me tentó escribir sobre el tema, una mirada crítica sobre las muchas responsabilidades que cabe adjudicar. Pero no quería hacerlo en caliente. Quería hacerlo con conocimiento de causa, después de conversar con varios de quienes allí estuvieron. No me había dado modos de cumplir con ese propósito ("the days run away like wild horses", decía Bukowski) pero ayer en la noche, en una graciosa conversación con varios estudiantes de la universidad, en principio convocada de manera casi espontánea para discutir un proyecto lúdico de "cine y derecho" (explicar el derecho penal a partir de la Naranja Mecánica, y así) me anoticié, carcajadas y quipes mediante (la reunión se realizó en el comedero del jordano amigo Alí) de varias cosas que precisaron mis ideas y hoy recibí un correo electrónico con varios intercambios epistolares, incluido éste, que transcribo íntegro, de autoría de Jonathan Lucero. Lo abajofirmo en todos y cada uno de sus puntos. Ahí les va:
"Saludos a todo los que reciban este correo, en especial a quienes han participado en esta discusión.
Me alegra que el mail que inicialmente envié, haya producido un debate tan rico y oportuno. Veo con sumo agrado que se han dicho cosas sumamente interesantes, así como reflexiones muy profundas, mucho más coherentes y complejas de las que haya visto en medio masivo alguno.
Creo que debo iniciar respondiendo algo que Daniela dice en su primer texto. En efecto, Yo 'confieso' haber estado presente en el lugar de los hechos violentos, luego de que el presidente se marchó. El problema precisamente es que estuve cuando se supone que 'todo había pasado'. Pero resulta que no todo había pasado. presencié una agresión física a un ser humano que decidió filmar a una autoridad municipal presente en el lugar. Justamente hoy escuché una justificación terriblemente dudosa para el ataque, excusa que provino de alguien que respeto muchísimo: 'por qué Burbano estaba filmando a Roche?'. Yo a eso simplemente respondería cosas como ¿Y por qué no? ¿Qué se lo impedía? ¿No se llama eso libertad de expresión?
En todo caso, es preciso el comentario de Daniela en el sentido de que dicho mail pretendía ser un testimonio sobre un hecho violento acaecido minutos después de que, aparentemente, los ánimos se habían calmado.
En esta ocasión, para seguir el hilo de la discusión, quisiera hacer unos cuantos comentarios sobre los hechos protagónicos de aquel sábado. Me resultará un poco difícil, puesto que Carlos Burgos, con quien comparto muchos intereses académicos, ya ha dicho cosas sumamente valiosas y de una manera muy precisa.
Esta ha sido una semana difícil de digerir en la Universidad Católica. Como si no bastara la labor de hacer una honda reflexión sobre los hechos del sábado y las posturas mediáticas tomadas al respecto, el inicio de la súbita pausa de dos días en la institución, planteó muchas más interrogantes hacia todos los involucrados. Fue terriblemente penoso ver al rector de la Universidad Católica negarse a hacer declaraciones a la prensa, pero aún más penoso fue verlo acercarse sigilosamente a los estudiantes que sí las estaban dando, para, a espaldas de los reporteros, hacerles señas de que se callaran. Cuando un compañero de la carrera de Comunicación Social se acercó a la máxima autoridad universitaria para preguntarle frontalmente por qué había cerrado las puertas de la institución, éste atinó a responder: 'tú no sabes lo que yo sé'.
A veces, cuando pienso de manera foucaultiana en estas cosas, termino viendo a las instituciones como maquetas de un sistema mucho más grande.
No ha sido jamás mi intención justificar la acción de la policía. También he sido agredido en varias ocasiones por agentes del orden, entre las cuales se cuentan la del primer año de corridas de toros en el coliseo cerrado, a la que también se refiere Carlos; fui grabado e intimidado por miembros de inteligencia de la Policía Nacional, vestidos de civiles, durante protestas realizadas en los dos primeros aniversarios del Caso Fybeca. Y cómo podría faltar, la respectiva disputa verbal con el guardia de la Plaza San Francisco, quien luego de que me senté en el suelo, me juraba por su santa madre que aquel espacio era propiedad privada, y estuvo a punto de meterme en la camioneta de los metropolitanos. De eso nadie sabe, y está muy bien así. No me interesaba en lo absoluto aparecer en programas de tv en el papel de agredido. Conozco por experiencia los abusos a los que la policía puede ser capaz de someter a manifestantes, sean estos violentos o no.
Tampoco tengo intenciones de hacer proselitismo en favor del presidente. Concuerdo con Carlos en la mayoría de sus apreciaciones respecto a ese sujeto y a su papel en la política ecuatoriana. No se trata de un héroe que salvará a la patria, sino tan solo del individuo necesario para convulsionar la política del país desde sus cimientos. Tristemente, me parece que la única forma en que la ciudadanía ecuatoriana puede reaccionar de su letargo, es a través de convulsiones que rara vez nos parecerán agradables. El actual presidente tampoco me produce temor, y esa demonización que es incluso promovida desde algunos círculos intelectuales, realmente me parece bastante vacía. El clima social actual, atado al terrorismo mediático en que incurre la prensa al tacharlo de dictador o comunista, impide hacer una crítica real y veraz de los verdaderos y gravísimos defectos de nuestro jefe de estado, quien cada vez parece esforzarse más y más por errar.
¿Por qué entonces la crítica hacia los estudiantes universitarios en particular? Por que nadie la hace. En medio de la mediocridad convertida en norma, nadie reflexiona a conciencia en que los hechos violentos del día sábado, que tuvieron a los estudiantes de la universidad católica como una de las partes protagonistas, son un síntoma de un proceso degenerativo del cual las autoridades son tan concientes como responsables. No es casual el silencio del rector. Definitivamente tampoco es casual que, en medio del conflicto, quienes resultan ser los iluminados, los defensores de los intereses de los estudiantes, son gente como el Sr. Buitrón. No es casual que el presidente de la federación de estudiantes, pese a no estar alineado con el rector, haya aprendido de él la lección de bailar al son necesario para encontrar apoyo económico o político, lo cual se comprueba con el supuesto pronuciamiento del sr. Sánchez en favor del sí, meses después de haber suscrito el Mandato de Guayaquil (luego de lo cual, por cierto, nadie reclamó ni criticó, pese a arrogarse el nombre de los estudiantes para fines políticos, igual que en esta ocasión). Lo rescatable del actual representante estudiantil talvez sea que, hasta ahora, no surgen indicios de malversación de fondos, lo cual fue habitual durante los dos años anteriores.
Todo esto configura para los estudiantes y sus posiciones en torno al conflicto un panorama mucho más complejo que, digamos, el presente en la misma institución en 1972. Hoy, incluso quienes toman posturas de manera sincera, de acuerdo a sus convicciones, no están muy seguros de a quién terminan sirviendo.No dudo que el gobierno esté manipulando este suceso y armando estrategias. Pero tampoco dudo que lo haga el municipio. Y dudo menos aún de que el partido político que perdió las elecciones de representación estudiantil esté tratando de aprovechar la coyuntura para salir bien librado. Menos aún dudo de la intención de los mal llamados 'representantes' de los estudiantes, de encontrar plataformas políticas en medio del caos develado en estos días.
Busquemos coherencia: si los estudiantes que iniciaron, o que reaccionaron con violencia el día sábado, no responden a intereses que vayan más allá de sus propias convicciones y sus acciones no apuntan a favorecer sus cuentas bancarias, ¿por qué permiten que los represente gente de esa calaña? Esta es la razón por la que algunos estudiantes de derecho a quienes admiro por su integridad y que votarán por el No para el plebiscito, se averguenzan de la forma en que sus compañeros se han hecho notar en los medios.
Y es que como dice Carlos, esto es lo que la universidad nos enseña, con la venia de algunos políticos, para quienes los resultados económicos están muy por encima del pensamiento y el conocimiento. Nuestra ciudad es la insignia de esa forma de concebir la realidad, y nuestra universidad es un fiel reflejo de ello.
Como dije antes, este foro ha sido muy productivo. ¿Por qué nos vemos obligados a realizarlo por vía electrónica? ¿Qué espacio hay en Guayaquil para realizar este tipo de discusiones? ¿Qué creen que sucedería si se planteara un espacio de debate sobre el problema, dento de la universidad? Digo esto unas horas después de que me he enterado de que rige para los estudiantes una prohibición de dar declaraciones a medios de comunicación sobre este tema. Pero lo más terrible es que antes de que nos paralice la censura de las autoridades, ya nos habrá detenido el miedo asimilado a través de la cultura, que ahora llevamos impregnado en cada músculo. La razón por la que los representantes mediáticos son individuos de moral tan deplorable, es que quienes tienen el respeto y la inteligencia necesaria para pronunciarse de manera auténtica, están aterrorizados. Este día hablé con ilustres docentes de la universidad, en busca de alguno que se adhiera a la idea de un grupo de estudiantes de derecho, de generar una declaración pública que abra un debate sobre el tema. No hubo uno solo que esté dispuesto, y no por que no estuvieran de acuerdo con la idea. Todos felicitaban, decían que era lo necesario, que ya era hora que alguien defienda la universidad y evite que se termine de perder en diez minutos lo que se había construido por 45 años. Sin embargo, inmediatamente se llenaban la boca de peros relacionados a su imposibilidad de participar debido a la posición que ocupan en la institución. Creo que puedo comprenderlos. Pero no puedo dejar de pensar que el día en que yo esté en esa misma posición, me sentiré terriblemente desgraciado. Callar por conveniencia, a mi parecer, es un destino infame. Foucault en este apartado, sigue teniendo razón.
También es necesario que las personas aprendan a diferenciar la defensa coherente de una postura y la fidelidad religiosa hacia ella. Claro, esto es una utopía. Para Habermas, la clave de la vida en sociedad está en alcanzar identificaciones racionales. Desde nuestra perspectiva teórica, todo lo que se puede alcanzar es nada más que una racionalización de las identificaciones. Los apasionamientos hacia o contra un bando, habría que dejarlos para el estadio.
No soy tan optimista como Carlos. Creo que todo este asunto y cuanto se quiera hacer para solucionarlo, terminará en el fracaso. Es más, a este escándalo le quedan escasos 7 días de duración, es decir, hasta que culminen las clases en la universidad. Luego, la prensa callará. Daniela, Carlos, Mónica y yo habremos escrito una serie de molestos mails mostrando nuestras posturas, y se perderán entre los días y los mensajes que vayan llegando a las bandejas de entrada de todos los receptores. Con un poco de suerte, las autoridades serán capaces de maquillar nuevamente el verdadero rostro de la educación universitaria, que se dejó ver en estos días. Quien sabe, talvez con un poco de apoyo económico y mediático, se podría aprovechar la situación hasta para hacerle un par de implantes y una inyección de botox a la imagen de la institución. Todo se volverá a perder. Y quienes ya estamos cerca de abandonar la universidad, miraremos el asunto con resignación; pero aquellos individuos sensibles a la indignación y libres de conveniencia, lo vivirán con desesperación. Acá, no pasará nada. Nada bueno al menos. La ciudad no despierta y no va a despertar, salvo para defender a su exlusivo caudillo de turno.
No obstante, pienso que el hecho de que no se vaya a lograr nada no desmerece el intento personal de que algo se mueva. Es talvez una forma de no sentirme en deuda conmigo mismo ni con los que me rodean. Expreso mi punto de vista sin esperar que alguien escuche, sino tan solo porque pienso que es correcto. Medito mi voto luego de haber leído la constitución. Entro en el apartado de los indecisos. Soy capaz de reconocer los (pocos) aciertos del gobierno tanto como los del municipio de mi ciudad, así como me doy la libertad de criticar los errores y horrores provocados por ambas instituciones. De hecho, no soy muy amigo de las instituciones, conceptualmente hablando. Pero tampoco tengo la más mínima esperanza en que los sujetos hagan lo correcto.
Y sin embargo, aquí estamos. Esperando respuestas y deseando no haberlos cansado, me despido.
Jonathan Lucero"