Exilio en Daule

29 de diciembre de 2023

             Publicado en diario Expreso el 29 de diciembre de 2023.

Uno de los fundadores de la marina peruana, Martín Jorge Guise, quedó muerto en la ría de Guayaquil por la explosión de una granada. Este hecho ocurrió frente al malecón, a fines del año 1828, cuando no existía aún el Ecuador y la antigua provincia española de Guayaquil (anexada manu militari el 31 de julio de 1822) era el extremo meridional de la República de Colombia. A la época de la muerte de Guise, la República de Colombia se hallaba en guerra con su vecina del Sur, la República del Perú.

Presidido como estaba por el héroe de la independencia americana, José Domingo de Lamar (general de origen cuencano y ascendencia guayaquileña), el Perú reivindicaba los territorios del Sur de Colombia (esto es, las antiguas provincias españolas de Guayaquil y Cuenca) como propios. Para tomarlos, desde el 22 de noviembre de 1828 el Perú bloqueó la ría de Guayaquil. El 24 de noviembre se lo mató a Guise. La ciudad resistió el asedio de los peruanos, hasta que finalmente el bloqueo rindió sus frutos.

El 19 de enero de 1829, el Comandante de la Plaza de Guayaquil, el inglés John Illingworth, negoció con los atacantes peruanos y acordó que, si en exactos diez días no llegaban noticias de la guerra, entregaría Guayaquil a las fuerzas peruanas. Pasó el tiempo convenido y no se obtuvieron noticias. Cumplida la condición pactada, Guayaquil pasó a ser administrada por el Perú. Illingworth trasladó su gobierno, durante este período de exilio, a la vecina Daule.

El 27 de febrero de 1829, en el portete de Tarqui, se enfrentaron las tropas de Colombia, comandadas por el general Antonio José de Sucre (quien da nombre al aeropuerto de Quito), y las del Perú, comandadas por el general José Domingo de Lamar (quien da nombre al aeropuerto de Cuenca). Colombia venció en este enfrentamiento y el 28 de febrero se firmó el Tratado de Girón, una de cuyas cláusulas estipuló la devolución de Guayaquil a la República de Colombia.

El peruano que administraba la ciudad a nombre del Perú, José Prieto, se negó a cumplir con lo dispuesto en el Tratado de Girón. El presidente peruano, el cuencano Lamar, sostenía el incumplimiento, entre otras cosas, porque el decreto de honores que publicó Sucre con ocasión de su triunfo en Tarqui resultaba deshonroso para el Perú.

Sucre había comisionado a Guayaquil, para que se proceda con su devolución, al venezolano León de Febres-Cordero y al irlandés Arthur Sandes. El peruano Prieto les hizo a ambos un feo desplante, al encerrarlos en un pontón (digamos: una prisión flotante sobre la ría de Guayaquil; para este caso, la corbeta peruana “Libertad”). 

Se estimaba pronta una nueva acción bélica pero un golpe de Estado en el Perú, orquestado por Agustín Gamarra y Antonio Gutiérrez de la Fuente, lo cambió todo. Se desconoció la presidencia del cuencano Lamar y un nuevo representante del Perú, Francisco del Valle Riestra, negoció y firmó el 27 de junio de 1829, en conjunto con León de Febres-Cordero, el Tratado de Buijo. Allí se pactó, nuevamente, la devolución de Guayaquil.  

Esta vez sí se cumplió. El 20 de julio, Guayaquil volvió a ser colombiana. La ciudad había demorado un total de ciento setenta y tres días del año 1829 bajo la administración peruana.

Assad Bucaram y el retorno a la democracia

22 de diciembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 22 de diciembre de 2023.

Richard J. Bloomfield (1927-2011) fue el Embajador de los Estados Unidos de América en la República del Ecuador entre 1976 y 1978. A principios de 1978, mientras Bloomfield era el representante del gobierno de Jimmy Carter, él transmitió a Washington D.C., por cable diplomático, sus impresiones acerca del proceso de retorno a la democracia en el Ecuador. 

El cable del Embajador Bloomfield reconoció la existencia de cinco actores políticos clave dentro del proceso de retorno a la democracia: el líder populista Assad Bucaram (1916-1981), el Consejo Supremo de Gobierno, los partidos políticos y los miembros de la élite económica de Quito y de la élite económica de Guayaquil. De estos, los dos actores más relevantes (además de antagónicos) eran Assad Bucaram y el Consejo Supremo de Gobierno. Bucaram, porque él era aquel a quien todos los demás actores políticos querían que se impida su acceso a la Presidencia de la República; el Consejo Supremo de Gobierno, porque ellos podían imponer los tiempos y los modos del proceso de retorno a la democracia.

El Embajador Bloomfield identificó en su cable diplomático que las razones para este cargamontón contra Bucaram eran de cuño racista (por su origen libanés) y de clase (por su extracción popular). Y según decía él, en la clase política ecuatoriana de 1978, sólo una “pequeña minoría” pensaba que a Assad Bucaram se le debería permitir su participación en las elecciones que se iban a celebrar en julio de 1978. 

En cualquier caso, las razones contra Bucaram fueron suficientes, pues el Consejo Supremo de Gobierno, siendo como era el amo de los tiempos y los modos del proceso de retorno a la democracia, finalmente decidió impedir la participación de Assad Bucaram. Lo hizo a través de una regulación de modo: el 20 de febrero de 1978, el Consejo Supremo de Gobierno decretó que iba a regir para las elecciones venideras una nueva Ley de Elecciones, en una de cuyas cláusulas dispuso (con evidente dedicatoria, dada la singular condición de hijo de libaneses de Assad Bucaram) que ningún hijo de padres extranjeros podía participar como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de julio de 1978. 

Si bien Bucaram no pudo participar en las elecciones, sí se las pudo ingeniar para que su partido político, la Concentración de Fuerzas Populares, coloque como candidato a la Presidencia de la República a su sobrino político, Jaime Roldós (1940-1981). Se dijo entonces de la candidatura de Roldós: “Roldós a la Presidencia, Bucaram al poder”. Y a Roldós le fue bien: alcanzó el segundo lugar y pasó a la segunda vuelta con el candidato del Partido Social Cristiano, Sixto Durán-Ballén. 

Pasaron varios meses para la segunda vuelta (amo de los tiempos, el Consejo Supremo de Gobierno dilató lo que pudo su celebración) hasta que finalmente se la hizo en mayo de 1979. Triunfó de manera arrolladora el candidato de Bucaram, pero de poco sirvió, pues el país de los desacuerdos empezó pronto y para 1981, ambos, Bucaram y Roldós, ya estaban muertos. 

En cuanto a Richard J. Bloomfield, en enero de 1978 salió a su siguiente y final destino, como Embajador de los Estados Unidos en Portugal. Se retiró del servicio diplomático en 1982.

Los corsarios de 1624

15 de diciembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 15 de diciembre de 2023.

Esta es la historia del ataque que, el año de N. S. de 1624, hicieron unos corsarios a una ciudad tropical de la América del Sur ubicada en la culata de un río, en la cima de un cerrito, poblada por unas 2.000 ó 3.000 almas. 

Empecemos por el Condado de Flandes, compuesto por los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. Por carambolas matrimoniales, este territorio terminó en posesión de Carlos V de Alemania, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El Emperador Carlos V había nacido en Gante (ciudad del Condado de Flandes, hoy en Bélgica) y era también rey de Castilla y León con el nombre de Carlos I, aunque carraspeaba muy malamente el castellano. En el Condado de Flandes era querido, pues era uno de los suyos.  

Cuando el Emperador abdicó en 1556, ascendió al poder su hijo Felipe. Este hombre había nacido en Valladolid, hablaba castellano y en el Condado de Flandes no era querido, pues no era uno de los suyos. Entonces, a las armas: en el curso de una lucha sostenida entre 1568 y 1648, tras el fin de una tregua en 1621, en Países Bajos organizaron a unos corsarios (piratas con patente) para, en asocio con los ingleses, atacar las posesiones de España en América, en especial, las que estaban en su lado Atlántico. Pero algunos corsarios se aventuraron a atacar sus posesiones en el lado Pacífico. Y así llegó la flota del corsario Jacques L’Hermite, en 1624, a Guayaquil.  

L’Hermite nació en Amberes (su nombre original era Jacques de Clerck) y uno de sus afanes en este turbio negocio de saquear pueblos costeros auspiciado por unos insurgentes rebelados contra el dominio español era la toma del puerto del Callao. Pero advertidos como estaban en Perú, dicho puerto se hallaba bien defendido, por lo que la flota de once navíos de L’Hermite sólo pudo bloquearlo y enviar algunos navíos a saquear los puertos de los alrededores. Y así fue que se llegó a Guayaquil el 6 de junio de 1624 (también se atacó a Pisco y Puerto Viejo).

A Guayaquil llegaron los galeones Mauritius y Hoop, al mando del contraalmirante Verschoor (L’Hermite ya no podía ser el hombre al mando, pues había muerto de disentería y escorbuto el 2 de junio). Gobernaba la ciudad un corregidor, Diego de Portugal, que contaba con una fuerza de alrededor de 200 hombres armados. Pero los invasores sumaban el doble, y pudieron llegar cerca de la ciudad sin hacerse notar. En Guayaquil sólo se atinó a organizar una evacuación, y la ciudad fue saqueada. Los invasores se retiraron con el botín de su rapiña.

Todavía volvieron los corsarios en agosto de 1624, pero Guayaquil había aprendido la lección. Un nuevo corregidor, José de Castro, había organizado bien las defensas de la ciudad. Por tres ocasiones los corsarios quisieron entrar en Guayaquil, pero en todas fueron rechazados. Los corsarios, finalmente, se retiraron al Norte. 

Su flota continuó el viaje y concluyó la tercera circunnavegación del globo auspiciada por los Países Bajos, siempre hechas por corsarios (antes fueron Olivier van Noort y Joris van Spilbergen).

Con el tiempo, la lucha de los insurgentes en los Países Bajos y en las aguas americanas rindió sus frutos. Tras la Paz de Westfalia de 1648, Países Bajos obtuvo su independencia de España.

1979

8 de diciembre de 2023

             Publicado en diario Expreso el 8 de diciembre de 2023.

El 10 de agosto de 1979 el Ecuador regresó a la democracia después del período dictatorial más extenso de su historia. Aquel año entró en vigor una nueva Constitución y se posesionó a un Presidente joven y progresista, el abogado guayaquileño Jaime Roldós Aguilera, elegido tras su triunfo en una segunda vuelta disputada contra Sixto Durán-Ballén en abril de 1979.  

En los veinte años anteriores a 1979 apenas se realizaron dos elecciones presidenciales, que tuvieron a un mismo vencedor. En las elecciones de 1960 y de 1968 triunfó el mismo que ya había ganado en las elecciones presidenciales de 1952 y de un lejano 1933, el quiteño José María Velasco Ibarra. Ninguno de estos dos períodos presidenciales (1960-1964 y 1968-1972) los pudo Velasco Ibarra concluir. 

El de 1960-1964 lo interrumpió un golpe de Estado militar en 1961 y el de 1968-1972 lo interrumpió el propio Velasco Ibarra cuando se declaró dictador en 1970. Nuestro Presidente más veces vencedor en las urnas (un total de cuatro) también fue un contumaz entusiasta de la dictadura. La intentó sin éxito en 1935 (tiempos de su célebre: “Me precipité sobre las bayonetas”) y la intentó con éxito en 1946. En su último período presidencial la volvió a intentar y terminó por gobernar el país por espacio de 603 días sin contrapesos políticos oficiales, hasta que un golpe de Estado en 1972 (conocido como “El carnavalazo”) acabó con su gobierno.

Tras el golpe de Estado militar de 1961, a Velasco Ibarra lo sucedió su vicepresidente, Carlos Julio Arosemena Monroy (a quien, por cierto, lo destituyó otro golpe de Estado militar en 1963), mientras que tras el golpe de Estado militar de 1972 a Velasco Ibarra lo reemplazó el general Guillermo Rodríguez Lara. 

Al general “Bombita” Rodríguez, a su vez, en 1976 le hicieron un nuevo golpe de Estado, por el que se encumbró a la dictadura un triunvirato militar que se comprometió a devolver al Ecuador al orden constitucional. Prometieron, cuando asumieron, que la democracia volvería el año siguiente, a fines de 1977.

Por supuesto, no lo cumplieron. Ni tampoco confiaron en la democracia y en los partidos políticos, y por eso nombraron a dos comisiones para que elaboren sendos proyectos de Constitución que serían puestos a consideración del pueblo: un proyecto fue la Constitución de 1945 reformada y el otro fue una Constitución nueva. En el referéndum que se celebró en enero de 1978 ganó la nueva. (Fue la primera vez que una Constitución no la redactó una Asamblea Constitucional).

En total, en los veinte años precedentes a esta nueva Constitución y a un Roldós tan joven y progresista, el Ecuador había tenido dos golpes de Estado contra un único Presidente elegido en sendas elecciones (Velasco Ibarra), una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución de la República (en 1967), dos Presidentes de apellido Arosemena, al bueno y barcelonés de Clemente Yerovi y alrededor de doce años de dictadura. Y casi dos años de dictadura le corresponden a un dictador civil, que ocurre que es nuestra gran figura democrática del siglo XX.

Por eso, agosto de 1979 fue un gran momento de esperanza para el pueblo ecuatoriano. La política ecuatoriana, por supuesto, no tardó nada en arruinarlo todo.

La Constitución de 1812

1 de diciembre de 2023

        Publicado en diario Expreso el 1 de diciembre de 2023.

En manuales de historia constitucional ecuatoriana se puede hallar el siguiente anacronismo: la primera Constitución del Ecuador fue la quiteña de 1812. Ello es un imposible lógico, porque en 1812 un territorio llamado Ecuador no existía.

Para explicar este anacronismo es necesario que se entienda el contexto. El Quito insurgente empezó el 10 de agosto de 1809 y culminó el 1 de diciembre de 1812 con el fusilamiento de los últimos patriotas a la vera de la laguna de Yahuarcocha. Este Quito jamás pretendió que el pacto constitucional que redactó durante su período de insurgencia, a inicios de 1812, se aplique en otra parte como no sea el territorio de su provincia, con exclusión del territorio de las provincias vecinas (Popayán, Cuenca, Guayaquil).

Entonces, dado el imposible lógico de ser una Constitución ecuatoriana, hay que precisar lo que sí fue: una Constitución para la provincia española de Quito, ascendida a Estado. Véase a este respecto su artículo 1: “Las ocho Provincias libres representadas en este Congreso, y unidas indisolublemente desde ahora más que nunca, formarán para siempre el Estado de Quito”. Estas provincias, todas andinas y unidas “más que nunca” y “para siempre”, se extendían desde Otavalo en el Norte hasta Riobamba en el Sur. Tal ámbito territorial, curiosamente, se corresponde con el territorio que quedó de la que fue la provincia española de Quito, tras la firma del Tratado de Pasto de 1832.

Dicho territorio tiene una explicación histórica. En agosto de 1809, la insurgencia quiteña buscó que las provincias vecinas se integren a la provincia de Quito y la reconozcan como la cabeza administrativa de un extenso territorio. Las provincias vecinas resistieron tal pretensión quiteña y el episodio terminó en la matanza de los líderes de la insurgencia y de cientos de otras personas el 2 de agosto de 1810. Al poco tiempo, Quito se cortó sola y no buscaría más integrar otros territorios al suyo. De alguna manera, la Constitución de 1812 es un reconocimiento de la derrota de 1809-1810.  

Es un hecho que la Constitución de Quito no pensó a este nuevo Estado como un Estado independiente. Como evidencia consta su artículo 5, que se redactó “[e]n prueba de su antiguo amor, y fidelidad constante a sus antiguos Reyes” y donde se reconoce a Fernando VII, rey de España, como “su Monarca”, siempre que se libere de la dominación francesa (lo que finalmente ocurrió en 1814). Es decir, no fue (ni podía ser) ecuatoriana, ni tampoco fue la Constitución de un Estado desligado de España.

Y como dato anecdótico, la mentada Constitución fue un fracaso. Lo explica bien el historiador quiteño Carlos de la Torre: “Desgraciadamente, las funciones del Congreso [de 1812] se entorpecieron debido a la rivalidad entre sanchistas y montufaristas que en esta época llegó a extremos de increíble hostilidad, hasta tal punto que el bando encabezado por Villa Orellana se separó [y] los sanchistas abandonar[o]n la Capital el 24 de febrero y constituyer[o]n un cuerpo soberano disidente en Latacunga”. Así, la unión “más que nunca” y “para siempre” no duró ni las sesiones del Congreso que produjo la Constitución.

Ni ecuatoriana, ni independiente de España, ni tan siquiera funcionó.

De la insurgencia a la república

24 de noviembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 24 de noviembre de 2023.

Para Quito, el tránsito de ser un territorio insurgente en 1809 para derivar a la integración a una república en 1835, fue muy accidentado. Empezó con una lucha por su autonomía en agosto de 1809. 

La revolución del 10 de agosto de 1809 en Quito se debe entender como una expresión del movimiento juntero iniciado en la Península en 1808 (Junta de Asturias, 25 de mayo) y como una reacción a las pérdidas de jurisdicción que había sufrido en años recientes el territorio del que Quito era capital. Es decir, agosto de 1809 fue la oportunidad de los quiteños para ganar autonomía y recuperar su autoridad. 

La revolución de Quito salió mal, porque tanto las provincias vecinas de Popayán, Cuenca y Guayaquil como el gobierno español la guerrearon. En 1810 ocurrió la matanza del 2 de agosto, en 1812 fusilaron a los últimos patriotas quiteños en Yahuarcocha. Y después de muertos, como lo reconoció un cronista de Quito, Luciano Andrade Marín, los quiteños “quedaron postrados, desangrados y sometidos al más riguroso dominio español; sin maneras ya de sacudirse de él por sí mismos, sino esperando en la ayuda de alguien que los rescatara.”

Ese rescate ocurrió en 1822 pero fue sacarla a Quito de un yugo monárquico y europeo para someterla a un yugo republicano y sudamericano. Ella entonces pasó a llamarse “Departamento del Ecuador” y en conjunto con las provincias de Cuenca (Departamento del Azuay) y Guayaquil (Departamento que conservó su nombre) conformaron el Distrito del Sur de la República de Colombia entre 1822 y 1830. Ese Distrito fue gobernado como una tierra de ocupación, por militares y bajo estado de excepción.

De la secesión de este Distrito del Sur en 1830 surge el Estado del Ecuador. La secesión fue un trámite administrativo que derivó en la convocatoria a una Asamblea Constituyente que eligió a un venezolano como el primer presidente del Estado y dictó una Constitución que consideraba que el Ecuador era un Estado que se “une y confedera con los demás Estados de Colombia, para formar una sola Nación con el nombre República de Colombia”. Esta propuesta de confederación fracasó, porque ninguno de los otros Estados le hizo caso al Ecuador. 

El gobierno del presidente venezolano derivó en 1834 a una guerra entre la Costa y la Sierra. La Costa (capital Guayaquil) tenía como su Jefe Supremo a Vicente Rocafuerte, mientras que la Sierra (capital Quito) lo tenía como su Jefe Supremo a José Félix Valdivieso. La batalla de Miñarica dirimió la guerra en enero de 1835. Triunfó la Costa y eso condujo a que Quito, como destaca el historiador quiteño Jorge Salvador Lara, cayera “en el absurdo de proclamar la muerte del estado ecuatoriano […]. En Tulcán, presididos por el general Matheu, decretaron la anexión a Nueva Granada; el odio político les llevó a traicionar sus ideales de siempre: la autonomía de Quito”. Mandaron un delegado a Bogotá, pero pasó la vergüenza de ser rechazado. 

Tras este devaneo, Quito fue aceptada de vuelta a la unión por las otras dos provincias. Vicente Rocafuerte convocó a una Asamblea Constitucional que dictó una Constitución que declaró por vez primera que el territorio del Ecuador era una república y eligió a Rocafuerte como su primer presidente.

La burocracia ecuatoriana y la teoría de la evolución

17 de noviembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 17 de noviembre de 2023.

El 12 de febrero de 1832, el Estado del Ecuador tomó posesión del archipiélago de Colón, hoy conocido como las islas Galápagos. En aquel entonces, la anexión por el Ecuador de un archipiélago de 8.010 kilómetros cuadrados a casi 1.000 kilómetros de distancia del continente no molestó a ninguno de los países americanos (ni al Reino Unido, que a inicios del año siguiente se anexó las islas Malvinas), pues se lo reputaba de nulo valor. El primer Gobernador del nuevo territorio fue José Villamil, luisianés afincado por muchos años en Guayaquil. A instancias de su entusiasmo e intereses comerciales es que se procedió a la anexión del archipiélago en 1832.

Entre el 15 de septiembre y el 20 de octubre de 1835 el archipiélago ecuatoriano recibió la visita de un barco justamente famoso: el bergantín “HMS Beagle”, cuyo capitán era Robert Fitz-Roy y cuyo naturalista era Charles Darwin, quien se haría mundialmente famoso el año 1859 por la publicación de un libro titulado “El origen de las especies”. No los pudo recibir el Gobernador Villamil, por estar ausente; se ocupó de su recepción el Vicegobernador, el noruego Nicholas Oliver Lawson (nacido en 1790 en la isla de Sekken como Nicolai Olaus Lossius)

Cuando visitó el archipiélago, Darwin contaba 26 años y el viaje en el Beagle era su primer viaje (que también fue su único: Darwin nunca más volvió a salir de Inglaterra). Por su parte, Lawson tenía 44 años y era un marino experimentado, gran viajero y muy conocedor de las islas en las que actuaba como el reemplazo del Gobernador. 

El 25 de septiembre de 1835, Lawson invitó a cenar al capitán Fitz-Roy y al naturalista Darwin. Fue en la conversación durante esta cena, que Lawson refirió a Darwin que él “podía distinguir la isla a la que pertenecía una tortuga apenas se la presentaban”, pues sus formas variaban de una isla a otra. En aquel entonces, Darwin no le prestó atención a esta afirmación. 

Ello, porque en aquel entonces Darwin todavía era un creacionista y las distintas especies de tortugas podían explicarse por haber llegado transportadas por bucaneros desde el océano Índico. Sin embargo, la afirmación del burócrata ecuatoriano Lawson le haría mucho sentido a Darwin años después. Así lo consignó en la segunda edición de su “Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo”, publicada en 1845:

“Hasta ahora no he indicado el rasgo más notable de la Historia Natural de este archipiélago, y es que las diferentes islas, en una extensión considerable, están habitadas por conjuntos diferentes de seres. El vicegobernador, Lawson, me llamó la atención sobre este hecho, manifestándome que había notables diferencias entre las tortugas de las diversas islas, y que podía discernir con toda seguridad la isla de donde procedía cada una. Por algún tiempo no presté gran atención a este aserto…”.

De esta forma, Nicholas Oliver Lawson, funcionario público del naciente Estado ecuatoriano y atento observador, contribuyó a construir la teoría de la evolución en la cabeza de Charles Darwin. Esta debe ser la mayor contribución de un burócrata ecuatoriano a la historia de las ideas.

Nicholas Lawson (Nicolai Lossius) murió en Valparaíso el 1 de mayo de 1851, a la edad de 60 años.

El día de la libertad

10 de noviembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 10 de noviembre de 2023.

El 9 de octubre de 1820 fue el día de la independencia de Guayaquil, pero ese día 9 no fue el día de su libertad. Al menos, tal era la opinión de la Junta que la gobernaba, compuesta por José Joaquín Olmedo, Rafael Ximena y Francisco María Roca. Ellos tenían razón para celebrar el 8 de noviembre de 1820 como el día de la libertad de Guayaquil. 

El 8 de noviembre de 1820 se reunieron en esta ciudad 57 representantes de un total de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil, territorio de alrededor de 50.000 kilómetros cuadrados que abarcaba un espacio que hoy corresponde a cinco provincias: Guayas, Manabí, Los Ríos, El Oro y Santa Elena (16 representantes concurrieron por la ciudad de Guayaquil). 

El propósito de la reunión de estos representantes fue aprobar un “reglamento provisorio de gobierno”, instrumento que debe ser reconocido como la primera Constitución que se otorgó un territorio independiente de España en lo que hoy es la República del Ecuador. Su artículo primero empezaba así: “La provincia de Guayaquil es libre e independiente…”. Y su artículo siguiente declaraba a la provincia “en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”. Esta Constitución se aprobó el sábado 11 de noviembre de 1820 y es fama que la redactó Olmedo.

El 26 de octubre de 1821 la Junta de Gobierno de Guayaquil decretó que se debía recordar y conmemorar el 8 de noviembre de 1820 como el día de la libertad de Guayaquil porque, tal como se indicaba en el decreto: “Después de proclamada nuestra independencia no podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día fue el 8 de Noviembre de 1820…”.

Ese memorable día, destacó el decreto, fue cuando “por primera vez pronunció libremente su voluntad el pueblo de Guayaquil, y puso los cimientos de su voluntad política”, por lo que la Junta de Gobierno presidida por Olmedo ordenó que el 8 de noviembre sea “celebrado en la Capital y en todos los pueblos de la provincia” con “una misa de acción de gracias al Ser Supremo”, con “salva general, repique, e iluminación”, y con la siguiente inscripción que debió constar en la Sala Capitular del Cabildo, escrita en grandes caracteres:

“GUAYAQUIL INDEPENDIENTE EN 9 DE OCTUBRE 

GUAYAQUIL LIBRE EN 8 DE NOVIEMBRE DE 1820”

Por este decreto se puede aquilatar la importancia que los hacedores de la independencia le otorgaron al 8 de noviembre de 1820. Mientras que el 9 de octubre era una manifestación de fuerza de un pequeño grupo de valientes, el 8 de noviembre representaba el vigor de la ley, una expresión de la voluntad general, un ejercicio de la razón.

Dentro de este marco jurídico, la Junta de Gobierno funcionó por 609 días hasta que en julio de 1822 llegó Simón Bolívar en compañía de 1.300 soldados colombianos y decidió (manu militari) cesar a la Junta, poner fin a la autonomía guayaquileña y convertir a la provincia en el extremo meridional de la República de Colombia. 

La resistencia payanesa

3 de noviembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 3 de noviembre de 2023.

La batalla que ostenta el curioso nombre de “batalla de la tarabita de México” (también tiene uno más convencional: “batalla de Funes”) fue la primera que libraron los quiteños a raíz de su revolución del 10 de agosto de 1809. 

En el Acta que se suscribió aquel día de agosto, los firmantes manifestaron su intención de atraer a su experimento de gobierno (la “Junta Suprema de Quito”) a los representantes de las provincias de “Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora dependen de los Virreinatos de Lima y Santa Fe”. Lo intentaron primero por las buenas, con documentos y emisarios, pero los resultados fueron contrarios a sus expectativas.

Y luego por las malas, porque no tardaron entonces los quiteños en tentar la suerte de las armas. Los rebeldes quiteños incursionaron en los Pastos, territorio de la Gobernación de Popayán, el 28 de septiembre de 1809 y ocuparon Túquerres, Guachucal y Cumbal.  Dos días después los quiteños ocuparon Ipiales y bloquearon el camino a Barbacoas, lo que motivó un escrito del Comandante payanés Gregorio Angulo dirigido a un jefe de los quiteños, donde le preguntaba: “¿De dónde pues ha tenido Ud. el consejo de introducirse a territorio ajeno, como si fuese un conquistador autorizado?” Y lo conminaba de inmediato a desocupar “la provincia de los Pastos sin pretender subyugarlo con la suposición de ser poderosa una fuerza débil, rodeada de los gobiernos y virreinatos, que podrán reducirla a polvo”. 

Era mucho el temerario valor de los rebeldes quiteños, pues la composición de sus fuerzas no resultaba muy halagüeña, según el historiador Roberto Andrade: “El ejército de la Junta [de Quito], era un cuerpo de artesanos y labriegos que por primera vez ensayaban cargar y descargar un fusil o cañón, y manejar una lanza […] bajo las órdenes de capitanes tan bisoños como los soldados de que se componían”. Pero avanzaron los quiteños en el territorio payanés y llegaron el 13 de octubre al filo de una cuchilla, en cuyo fondo discurre el río Guáitara.

No pudieron cruzar la cuchilla, porque en previsión de la llegada de los quiteños los payaneses habían cortado la tarabita que habilitaba su cruce (llamada “tarabita de México”). 

Entonces los quiteños acamparon en las cercanías de la cuchilla. La madrugada del 16 de octubre de 1809, los payaneses comandados por el capitán Miguel Nieto cruzaron a nado el río Guáitara, pasando al otro lado de la cuchilla y sorprendiendo a los quiteños, a quienes tras una breve lucha, sometieron y dispersaron sin dificultad. El parte del capitán Nieto a su superior le refiere la captura de 108 prisioneros hombres y ocho mujeres con dos hijos, además de un número indeterminado de muertos “por haber muchas concavidades y peñascos en el campo de batalla”.

Sufrieron dos derrotas más en Sapuyés y Cumbal en los días subsiguientes, y los quiteños fueron forzados a irse por donde habían venido. La resistencia payanesa fue efectiva.

Pasaron un total de 76 días para que caiga su experimento de gobierno. El 24 de octubre de 1809, los rebeldes quiteños capitularon ante el Conde Ruiz de Castilla, y así le devolvieron el poder a la misma persona a quien se lo habían quitado el 10 de agosto que originó todo esto.

Elogio de un político conservador

27 de octubre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 27 de octubre de 2023.

Eloy Alfaro y sus huestes perpetraron el 1 de enero de 1906 un golpe de Estado contra el gobierno del Presidente Lizardo García (cuyo gobierno había empezado el 1 de septiembre de 1905). Tras una campaña fulminante que concluyó el 17 de enero con la entrada de Alfaro y su personal en Quito, este golpe de Estado significó, entre otras cosas, la eliminación de la Vicepresidencia de la República por cuarenta años. 

En este período sin Vicepresidente de la República (1906-1946) ocurrieron el período más estable de la política ecuatoriana hasta ese momento (los gobiernos consecutivos de Plaza, Baquerizo y Tamayo entre 1912 y 1924) y el período más inestable de la política ecuatoriana de todos los tiempos (1924-1948), con más de treinta máximas autoridades del Poder Ejecutivo (incluidas dos juntas de gobierno) en 24 años, en los que ningún presidente elegido por la voluntad popular concluyó su período (fueron cinco, y uno ni siquiera llegó a posesionarse).

Esta columna es la muy breve historia de cómo el retorno de la Vicepresidencia de la República en 1946 permitió que concluya el período de mayor inestabilidad política del Ecuador. 

Velasco Ibarra fue elegido Presidente Constitucional en seis ocasiones: cuatro por la voluntad popular y dos por Asambleas Constitucionales. En la segunda ocasión que una Asamblea Constitucional eligió a Velasco Ibarra, ese órgano aprobó el 31 de diciembre de 1946 una Constitución que recuperó la Vicepresidencia de la República. Esta Asamblea Constitucional fue conservadora y eligió para Vicepresidente de Velasco Ibarra a Mariano Suárez Veintimilla, presidente del Partido Conservador.

Velasco Ibarra fue designado Presidente para el período 1946-1948, pero el 23 agosto de 1947 se sublevó una parte del Ejército comandada por el coronel Mancheno, Ministro de Defensa de Velasco Ibarra, que lo obligó a renunciar. Cuando el golpe de Estado de Mancheno fracasó, como Velasco Ibarra ya había renunciado, debió asumir la Presidencia Suárez Veintimilla. Y entonces la institución de la Vicepresidencia probó su utilidad.

Siendo el primer conservador que asumía la Presidencia desde que Alfaro entró en Quito en 1895, Suárez empezó su gobierno el 3 de septiembre de 1947 con el compromiso de renunciar en seguida, para permitir a un Congreso Extraordinario la designación de un Vicepresidente de consenso quien, concretada la renuncia del Presidente Suárez, debía reemplazarlo y conducir un período de transición para desembocar en la primera elección popular organizada por un órgano electoral independiente. Ese Vicepresidente de consenso fue Carlos Julio Arosemena Tola. El período presidencial de Suárez concluyó el 16 de septiembre, para un total de trece días de gobierno.   

Tras el retorno de la Vicepresidencia en 1946, ella fue la pieza de sacrificio que permitió destrabar un escenario de conflicto. Este gesto del otavaleño Mariano Suárez Veintimilla, quien en su mensaje al Congreso Extraordinario del 15 de septiembre afirmó que esperaba pasar “a la Historia con caracteres de honor”, impulsó un período de estabilidad en la política ecuatoriana. 

En una política tan emponzoñada como la nuestra, este gesto de Suárez luce extraño, casi surreal.    

La "leyenda negra"

20 de octubre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 20 de octubre de 2023.

No se la calificó así, porque el polaco Raphael Lemkin (quien acuñó el término “genocidio” para describir los horrores de la Alemania nazi) nació recién el año 1900. Pero la conquista de América bien puede ser caracterizada como un genocidio. 

Uno que fue contemporáneo de la conquista, el sacerdote sevillano Bartolomé de las Casas, publicó en 1552 un libro titulado Brevísima relación de la destrucción de las indias, que es una descripción al detalle de la violencia generalizada y sistemática (i.e., “genocida”) de los conquistadores europeos en contra de los nativos de América. Se puede resumir su grave denuncia en esta idea prístina: “en estas ovejas mansas (…) entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, e hoy en este día lo hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas, y destruillas por las extrañas y nuevas y varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad”.

Este libro de Bartolomé de las Casas contribuyó a la creación de una “leyenda negra” perjudicial al Reino de España. Se empezó a difundir el libro en los países europeos, en traducciones al latín y a varias lenguas modernas. Entonces, en España prohibieron el libro (al tiempo que fomentaron la lectura de un apologeta de la conquista, el sacerdote Juan Ginés de Sepúlveda), pero el daño ya estaba hecho: los enemigos del Reino de España (en tiempos de la España imperial, ella era el país que en Europa se amaba odiar) usaron la “leyenda negra” en su contra, con el firme propósito de criticar y desacreditar (de forma hipócrita, sobra decirlo) a aquel imperio donde jamás se ponía el sol. Por aquellos días, Guayaquil, Ámsterdam y Manila, todas eran gobernadas por un mismo monarca español. 

Pero tratados firmados en el Norte de Europa (Westfalia en 1648, Utrecht en 1713) cercenaron al Reino de España de sus posesiones europeas: por la Paz de Westfalia, España perdió los Países Bajos; por la paz de Utrecht, España perdió el resto de sus posesiones europeas y, en consecuencia, ella quedó reducida tan sólo a la Península Ibérica (menos Portugal), y a sus territorios en América que conquistó de manera tan violenta, y a las islas Filipinas.

Todavía no nacía Raphael Lemkin cuando en 1898, el imperio que perpetró un genocidio en el siglo XVI y en el que alguna vez nunca se puso el sol, perdió todos sus restos en una “espléndida guerrita” (“a splendid little war”), como la supo calificar el Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Jay. Antes de este episodio final, a principios del siglo XIX, la mayor parte de América se había independizado del reino de España. Después de la “espléndida guerrita”, que demoró de abril a agosto de 1898 y en la que España causó un número mínimo de muertos a los Estados Unidos (de la mayoría de muertos estadounidenses se ocuparon la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales), el país del Norte tomó para sí Cuba, Puerto Rico y Filipinas. 

De su imperio, entonces, a la orgullosa España le quedó el recuerdo. Y allí mismo quedó la “leyenda negra”, a su imperio tan asociada. 

Una playa boliviana

13 de octubre de 2023

            Publicado en diario Expreso el 13 de octubre de 2023.

Mientras la República del Ecuador casi se disolvía en el vértigo de la guerra civil ocurrida entre los años 1859-1860, el expresidente José María Urbina salió del país y se exilió en Cobija, un puerto de mar de Bolivia que durante un tiempo se llamó Puerto La Mar (como homenaje al gran Mariscal cuencano José Domingo de La Mar). Mirando una playa de mar boliviano, el expresidente Urbina debió recordar su encumbramiento al poder una década atrás, en 1851. 

En aquel tiempo, el general Urbina capitaneó la tercera interrupción exitosa de un gobierno en la breve historia del Ecuador (casi 21 años de malvivir como Estado). Justificó su golpe de Estado en un supuesto apoyo del Presidente en funciones a un exPresidente, el general Juan José Flores. Urbina empezó a gobernar como Jefe Supremo, organizó una Convención que lo eligió Presidente Constitucional en 1852 y dictó una Constitución que fue, en esencia, la de 1845 reformada. 

Urbina gobernó como Presidente Constitucional por cuatro años. En 1856, lo sucedió su compadre el general Francisco Robles, a quien el país se le fue para el carajo allá por 1859. 

Durante esos meses que el general Urbina permaneció en Cobija, él habrá pensado (orquestado, maquinado) su retorno al Ecuador. Por esos mismos días empezaron a administrar el Ecuador los conservadores, pues tras la guerra civil emergió el liderazgo autocrático de Gabriel García Moreno y su primera presidencia constitucional (1861-1865). Urbina desafió por las armas al gobierno de García Moreno en varias oportunidades. 

Combatiendo una de las invasiones de Urbina, murió el exPresidente Juan José Flores, de quien Urbina había sido su edecán, y luego fue su enconado enemigo. 

El exagerado temor a que vuelva el exPresidente Urbina fue la justificación que ofreció García Moreno para ejecutar un nuevo golpe de Estado en enero de 1869. De esto se pasó a una Convención que lo eligió Presidente a García Moreno y que dictó una Constitución motejada como la “Carta Negra”, que requería ser católico para ser ciudadano. A su proyecto delirante sólo lo pudo detener su muerte, a tiros y machetazos, en agosto de 1875.

Urbina lo había sobrevivido a Flores, y ahora sobrevivió a García Moreno. Y estaba presto a volver al Ecuador cuando se presente la ocasión. A fines de 1875 se eligió, por voto popular, Presidente a Antonio Borrero; no había pasado ni un año de su gobierno, cuando se sublevó la Comandancia Militar de Guayaquil a cargo del general Ignacio de Veintemilla, con el apoyo del Municipio de la ciudad. 

Se presentó entonces la ocasión: Urbina regresó al Ecuador a apoyar este nuevo Golpe de Estado. Triunfó sobre las tropas del Presidente Borrero en la batalla de Galte en diciembre de 1876.

Formó parte del gobierno, pero se desilusionó cuando Veintemilla se declaró dictador (esta vez por auto-Golpe de Estado) en marzo de 1882. La política ecuatoriana era incorregible, una sucesión de vilipendios y violencias, de abusos sin cuento, un chuchaqui sin fin. Y su tiempo había pasado. Urbina se retiró a la tranquilidad de su residencia, en el centro de esta ciudad.

Unos treinta años después de su exilio en una playa boliviana, en 1891, murió en Guayaquil el Presidente Urbina. 

La celeste y blanco

6 de octubre de 2023

Este 9 de octubre conmemoramos el aniversario del día en que Guayaquil se independizó de España, siendo la primera ciudad que se declaró independiente de las que conformaron el Ecuador en 1830 (pues el 10 de agosto de 1809 en Quito no fue independentista, fue autonomista; no trató de romper con España, fue un reacomodo en ella). 

El 9 de octubre de 1820, tras una revuelta que duró una madrugada y su amanecer, las autoridades reunidas en el Cabildo de Guayaquil firmaron un acta que de forma inequívoca expresó que se había “declarado la independencia, por el voto general del pueblo”. La bandera que representó este momento fue de colores celeste y blanco. 

En seguida, el 8 de noviembre se reunió un Colegio Electoral compuesto por 57 representantes de la provincia de Guayaquil. Tras tres días de sesiones ellos dictaron un “Reglamento Provisorio de Gobierno”, en el que se afirmó que la provincia de Guayaquil se encontraba en “entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga” en la América del Sur. Para Olmedo, este 8 de noviembre que se reunieron los 57 representantes fue el día de la libertad de Guayaquil. Ese día flameó, de seguro, la celeste y blanco.

Pero Bolívar la mandó a arriar, cuando en julio de 1822 entró a Guayaquil acompañado de un ejército de “bravos colombianos” para sumarla manu militari como el extremo Sur de la República de Colombia. Durante 1822 y 1830, Quito, Cuenca y la violentada Guayaquil fueron colombianos. Se los llamó “Distrito del Sur” y, de manera casi invariable, fueron gobernados como un territorio de ocupación militar (con estado de excepción y hombre de armas al mando).

Cuando en 1830 ese Distrito del Sur se separó de Colombia, se abandonó la sujeción a un centro colombiano (Bogotá) pero no se ganó una plena autonomía. Bolívar lo entendió bien, cuando escribió que los ecuatorianos “todavía son colonos y pupilos de los forasteros: unos son venezolanos, otros granadinos, otros ingleses, otros peruanos, y quién sabe de qué otras tierras los habrá también”. Y Bolívar también vio claramente que aquella dominación extranjera sobre el Ecuador iba a ser temporal: “esos Jefes del Norte van a ser echados de ese país’. Y así ocurrió.

Como lo hizo el polemista Roberto Leví Castillo, bien se podría hablar de unos años de “ocupación grancolombiana” del Ecuador entre 1822 y 1845. Ello tiene sentido, dado que tantos extranjeros gobernaron: un venezolano fue su Presidente como por diez años, hubo una pléyade de ministros de todas partes, y lo más importante, tuvieron los extranjeros el control, tanto por su alto mando como por su elemental composición, del Ejército. (En un país paupérrimo, allí estaba la plata.)

A esta “ocupación grancolombiana” la quebró la revolución del 6 de marzo de 1845, capitaneada en lo militar por el general guayaquileño Antonio Elizalde y dirigida en lo civil por un triunvirato compuesto por los guayaquileños Olmedo, Noboa y Roca. Como se dice en su Acta, la revolución marcista se hizo para vindicar “el honor y dignidad de este país, humillado por algunos años bajo el yugo extraño de un poder absoluto”.

Y aquel día de verdadera autonomía para el Ecuador, volvió a ondear la libertaria bandera celeste y blanco.

El frustrado gobierno de Aguirre

29 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 29 de septiembre de 2023.

Cuando se fundó el Estado del Ecuador en 1830, éste fue la reunión de tres territorios que eran muy diferentes entre sí. Eran tres regiones que tenían unas economías no integradas y que tuvieron unas administraciones propias. Durante los años españoles fueron las provincias ultramarinas de Quito, Guayaquil y Cuenca (Gobernaciones desde 1540, 1763 y 1777, respectivamente) y durante los años colombianos fueron los departamentos del Ecuador, de Guayaquil y del Azuay. Desde que se fundó el Estado del Ecuador, esta división por departamentos se mantuvo para la determinación de una representación igualitaria de las tres regiones en los órganos legislativos (Congreso y Senado).   

Fue recién en 1861, cuando una Asamblea Constitucional aprobó la séptima Constitución del Estado que se eliminó la representación igualitaria de las regiones (aunque, claro, no su importancia para la política nacional). Esta Asamblea Constitucional lo designó como Presidente de la República al conservador guayaquileño Gabriel García Moreno. Tras su tránsito por la Presidencia, García Moreno llegó a concluir que “las leyes que tenemos son insuficientes para impedir el mal y hacer el bien”, en referencia al marco constitucional con el que le tocó gobernar.

García Moreno debió abandonar la Presidencia en 1865, pues la Constitución indicaba que sólo se podía reelegir a un Presidente después de un período. En 1865, él se lanzó para diputado por Pichincha, pero perdió. Maniobró para establecer a sus peones en la Presidencia en 1865 y 1867, pero ni Jerónimo Carrión ni Javier Espinosa fueron buenos a sus ojos y ninguno concluyó su período de gobierno por su directa incidencia. Era él quien debía regresar a la Presidencia de la República para implementar su plan de gobierno conservador, en un nuevo marco constitucional. 

Pero en 1868, García Moreno enfrentaba la posibilidad de que una coalición interregional de Guayaquil y Cuenca lo pueda derrotar en las urnas en mayo de 1869, justo en las elecciones a la Presidencia en las que se lo podría volver a elegir. En octubre de ese año, algunos cuencanos ilustres postularon a un connotado liberal guayaquileño, Francisco Xavier Aguirre, como su candidato. A principios de noviembre, Aguirre aceptó.

Como lo destacó Ana Buriano en su artículo “Ecuador 1868: la frustración de una transición”, el candidato Francisco Xavier Aguirre “tenía perfil de estadista, concitaba la adhesión de tendencias opositoras de varias regiones y se presentaba con un programa escrito y definido”, de un hondo liberalismo.

Pero el muy conservador, pío y brutal García Moreno no podía aceptar este desenlace, así que decidió ganar por la fuerza y organizó un golpe de Estado que se ejecutó la madrugada del 16 de enero de 1869. Los notables de Quito lo apoyaron, y más importante, lo hizo el ejército. Tras el éxito de su maniobra, lo usual: una Asamblea Constitucional que lo designó a él Presidente de la República y una nueva Constitución, la octava, que pasó a la historia como la “Carta Negra”, por su hondo conservadurismo.

García Moreno no terminó su período sombrío. Unos días antes de concluirlo, en agosto de 1875, lo mataron a tiros y machetazos al pie del Palacio de Carondelet.

Cuando Quito ganó

22 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 22 de septiembre de 2023.

En Europa, el año 1808, España fue tomada por la Francia de Napoleón Bonaparte, quien colocó a su hermano José como rey de España (José I). Esta ocupación provocó el inicio de la que en España se conoce como “Guerra de la independencia”. El 25 de mayo de 1808 apareció, en Asturias, una primera Junta, como una expresión de resistencia a la ocupación francesa. El ejemplo de la Junta de Asturias se multiplicó en la España peninsular.

Algunos territorios ultramarinos de España aprovecharon la oportunidad para constituir su Junta. La de Quito no fue la primera: en septiembre de 1808 se instaló una en Montevideo y en 1809 se instalaron otras en La Plata (en mayo) y en La Paz (en julio). En agosto de 1809 Quito hizo la suya. Su origen lo ha explicado bien el historiador Jaime E. Rodríguez: “Puesto que Quito era uno de los reinos del monarca tenía tanto derecho como Asturias para establecer una junta de gobierno”.  

Con la instalación de la Junta de Quito se quiso imponer una primacía administrativa sobre las provincias vecinas de Popayán, Cuenca y Guayaquil. Quito quiso fungir como una capital de facto de todo el territorio, pues desde la Junta de Quito se ordenó la destitución de las autoridades de las provincias vecinas y se dispuso que se debía posesionar en ellas unas autoridades nombradas en Quito. La Junta de Quito envió sendos delegados para explicar los hechos en las provincias de Popayán, Cuenca y Guayaquil, pero ninguno de ellos fue bien recibido; también enviaron tropas, cuando se sintieron fuertes como para imponerse. Pero perdieron.   

Entre agosto de 1809 y el agosto siguiente, las provincias vecinas le encajaron a Quito una paliza épica. Le tumbaron la Junta, recibió tropas de ocupación, juzgaron a sus líderes y, finalmente, el 2 de agosto de 1810, mataron a muchos de ellos y (algunos calculan) también a alrededor del 1% de la población de la ciudad. Su intento de primacía fue un fracaso. 

Pasados veinte años (entre ellos, ocho en Colombia), en 1830, dos de las tres provincias que habían guerreado contra la Junta de Quito y su pretendida primacía de 1809 (Guayaquil y Cuenca, que durante los tiempos colombianos fueron “Departamento de Guayaquil” y “Departamento del Azuay”) decidieron unirse con la provincia de Quito (llamada por Colombia “Departamento del Ecuador”) para formar un nuevo Estado en Sudamérica. La secesión del “Distrito del Sur” de Colombia (compuesto por estos tres departamentos) empezó a conocerse, tras un Congreso Constituyente, como el “Estado del Ecuador”. Su primera Constitución rigió desde el 23 de septiembre de 1830.

Salvo por la provincia de Popayán, que se quedó en Colombia, la provincia de Quito pudo en 1830 hacer realidad su pretensión de 1809 de tener una primacía sobre las provincias vecinas. En esta ocasión, Quito se convirtió en la capital de jure del nuevo territorio, por disponerlo una norma considerada por Juan Larrea Holguín como la “de mayor duración hasta hoy en el país”. 

El 21 de septiembre de 1830, el Congreso Constituyente reunido en Riobamba aprobó un decreto cuyo artículo primero prescribió: “La Capital del Estado Ecuatoriano será siempre é irrevocablemente la ciudad de Quito”. 

Ahí fue cuando Quito ganó.

Contra el dictamen

15 de septiembre de 2023

En estos últimos días, mucha defensa ha cosechado el dictamen de la Corte Constitucional que blindó la actuación de esa trituradora serial de garantías del debido proceso que fue el Consejo transitorio que presidió el deschavetado doctor Trujillo. Es momento de una razonada opinión discordante, compuesta de dos partes: una jurídica, otra política.

Lo jurídico: el dictamen de la Corte Constitucional es inmotivado y sesgado. Inmotivado, porque en su dictamen la Corte Constitucional estableció que lo actuado por el Consejo transitorio no violaba las garantías del debido proceso por el sencillo expediente de omitir todo análisis sobre el debido proceso. Esto, a pesar de que ella estaba obligada a hacer ese análisis en función de los estándares internacionales. Pero si lo hacía, se le caía el muñeco. Y no lo hizo.

El dictamen de la Corte Constitucional es sesgado porque es el obvio fruto del propio auto-interés de la Corte (el dictamen blinda las destituciones que posibilitaron su existencia). Acá esto apenas sorprende, porque el sistema judicial del Ecuador está muy dado a las mañas. Pero en la jurisdicción internacional es distinto. Tanto la Corte Interamericana (Caso del Tribunal Constitucional, véase el párrafo 235) como la Comisión Interamericana (Petición 1378-09) tienen jurisprudencia, en casos ecuatorianos, que descalifica a estos blindajes en procura de un auto-interés. La Corte Interamericana considera estos blindajes como lo que son: violaciones del derecho a la protección judicial (Art. 25 CADH).

Lo político: el dictamen de la Corte Constitucional blinda un rotundo fracaso. El anexo y la justificación de la pregunta 3 de la consulta popular del 4 de febrero de 2018, cuya aprobación habilitó la creación del Consejo transitorio, indican claramente que el propósito del Consejo transitorio era “viabilizar” un proceso para reinstitucionalizar el Estado. 

Al amparo de esta facultad de reinstitucionalización, el Consejo transitorio destituyó a 28 autoridades, con normas creadas por ellos mismos y con un claro sesgo en su juzgamiento. También (en un claro abuso de sus atribuciones) nombró a algunos de sus reemplazos temporales, además de organizar unos concursos chafas para nombrar a los definitivos (el de la Fiscal fue escandaloso). El Consejo transitorio fue una herramienta política disfrazada de órgano de justicia. Y fue muy eficaz: le organizó la cancha al gobernante anti-correísmo.  

En todo caso, la reinstitucionalización del Estado ha sido un fracaso rotundo. A raíz de ella, se eliminaron instituciones y se redujeron presupuestos y personal. En consecuencia, se debilitó a un Estado disfuncional y corrupto hasta niveles nunca antes vistos. Hoy el Ecuador está tomado por el narco, es un país de violencia desbordada y de pobreza generalizada, de gente en fuga que cruza a pie el Tapón del Darién. Es un país en caída libre, en el que lo único que sube de manera cotidiana son los precios y la tasa de muertos por cada 100.000 habitantes. 

Si esto es la reinstitucionalización, es un adefesio criminal.

Finalmente: el dictamen de la Corte Constitucional va a caer, tengan la certeza. Pero no será aquí, en esta tierra perdida para el Estado de Derecho.

Veintemilla robó el Banco del Ecuador

8 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 8 de septiembre de 2023.

En la historia política del delirante Ecuador, el general quiteño Ignacio de Veintemilla era el que había ejercido la máxima autoridad del Poder Ejecutivo durante el mayor tiempo consecutivo (1876-1883), hasta que el economista guayaquileño Rafael Correa le rompió el récord (2007-2017). Su historia al mando del Poder Ejecutivo merece contarse: incluyó un golpe de Estado, un autogolpe de Estado y la guerra civil de 1882-1883, y concluyó con el robo a un banco y su partida al exilio.  

Empezó sus andanzas el general Veintemilla cuando, siendo el Comandante General de la Plaza de Guayaquil, él lideró un golpe de Estado y se declaró “Jefe Supremo de la República” en un abierto desafío al gobierno constitucional del cuencano Antonio Borrero. Esta Jefatura Suprema fue proclamada por el Cabildo de Guayaquil el 8 de septiembre de 1876 para que el general Ignacio de Veintemilla gobierne “bajo los verdaderos principios de la causa liberal”. 

Triunfante su golpe de Estado, el general Veintemilla siguió el procedimiento usual y convocó a una Asamblea Constitucional que se reunió en Ambato y que lo designó primero Presidente constitucional interino (42 votos) y después Presidente constitucional definitivo (48 votos). El Presidente Veintemilla no concluyó su período constitucional de gobierno, pues nuevamente se declaró Jefe Supremo tras el auto-golpe de Estado del 26 de marzo de 1882.

El cambiante y violento gobierno del general Veintemilla concluyó el 9 de julio de 1883 cuando, perdedor en la guerra civil que siguió a su auto-golpe de Estado, debió abandonar el Ecuador abordo del vapor Santa Lucía. Entre 1876 y 1883 él gobernó, en total, por seis años, diez meses y un día. 

Pero antes de abandonar el Ecuador, el general se aseguró de obtener el dinero de un banco guayaquileño... Por la fuerza.

En mayo de 1883, el general Veintemilla solicitó al Banco del Ecuador que le conceda un préstamo de 200.000 pesos. Ante la negativa de los gerentes, el general dispuso que se le otorguen los 200.000 pesos en calidad de “empréstito forzoso”. Y mandó a que la Fuerza Pública satisfaga su disposición.

El 8 de mayo de 1883, en presencia de los gerentes del banco, de los cónsules de varios países y de los perpetradores del “empréstito forzoso”, el escribano público Juan Rivas levantó un acta del expolio que sufrió el Banco del Ecuador. Allí constató que el coronel Manuel Castro “como comisionado de S.E. el General don Ignacio de Veintemilla, iba a proceder a la ruptura de la puerta de la bóveda del Banco del Ecuador, a lo que se opusieron y protestaron los señores cónsules”, pero que el coronel Castro insistió porque “tenía orden de hacer sacar doscientos mil pesos de dicha bóveda”. Procedió a romper el candado que la aseguraba con un cincel y un martillo. 

El coronel Castro cumplió su cometido, y todavía más: sacó otros 120.000 pesos con la excusa de un dinero que el Banco de la Unión (donde el general poseía una cuenta) tenía depositado en una cuenta corriente del Banco del Ecuador. De todo este dinero (en total, 320.000 pesos) jamás se volvió a saber.

Ignacio de Veintemilla salió al exilio en 1883 y volvió al Ecuador en 1907. Murió en Quito, al año siguiente.

La curiosa variación de un filántropo

1 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 1 de septiembre de 2023.

En su cuento El atroz redentor Lazarus Morell, Jorge Luis Borges ironizó que el ilustre obispo Bartolomé de las Casas “tuvo lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas”. A esta “curiosa variación de un filántropo” escribió Borges, “debemos infinitos hechos”, entre ellos, “el tamaño mitológico de Abraham Lincoln” y “la deplorable rumba El Manisero”. En lo que respecta a esta columna, ella busca explicar el razonamiento que hizo posible esta “curiosa variación”.

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1484-Madrid, 1566) vivió en tiempos en que las sociedades católicas estaban en permanente guerra con los infieles, es decir, con todos aquellos que no creían que Jesucristo era el salvador y el Papa su vicario en la Tierra, etc. Como producto de esta continuada guerra de signo religioso, la captura de un enemigo de la fe para convertirlo en esclavo era considerado un acto justo. Y también lo era si los europeos los compraban (para esta época, esto era comercio de los portugueses) siendo ellos ya esclavos. En una de estas dos categorías incurrían (supuestamente) todos los esclavos provenientes del África. 

Así, la “curiosa variación” que Borges le atribuye a Bartolomé de las Casas es un asunto de justo título. La esclavitud, como la captura en una guerra o como la compra de alguien ya esclavizado, tenía un justo título. Pero lo mismo no podía predicarse de los indígenas de América, como bien lo advirtió de las Casas, pues ellos nunca habían tenido la posibilidad de conocer que Jesucristo era el salvador y el Papa su vicario en la Tierra, etc. Tampoco podía decirse que su relación con los europeos en América fuera el fruto de la compraventa de un ser humano previamente esclavizado. Los indígenas eran un caso aparte.

Bartolomé de las Casas había llegado a América en 1502. Por unos años fue conquistador, tan encomendero como el resto y dueño de un esclavo negro. Se ordenó como sacerdote en 1507. Entre 1516 y 1542 le dirigió varios memoriales al emperador Carlos V solicitándole que autorice la importación de esclavos a América para que realicen trabajos físicos extenuantes en las minas y plantaciones en reemplazo de unos indígenas menos dotados que ellos para tales propósitos.  

Con el tiempo, el obispo de las Casas cambió de opinión: se dio cuenta (por conocer las historias de los esclavos, por leer las crónicas de los portugueses en África Occidental) que el justo título que debía tener un comerciante portugués para que la compraventa del esclavo sea legítima en América, rara vez ocurría. Los portugueses hacían gala de abusos y pillajes, y arrasaban a las comunidades en busca de africanos para capturar. Los europeos fueron tan brutales en América como en África.

Al final de sus días, el obispo de las Casas reconoció el error de su “curiosa variación”. En oposición a la idea de esclavizar a una porción de la humanidad, escribió: “Dios no hizo a uno esclavo de otro, sino que a todos concedió idéntico arbitrio; y la razón es que a una criatura racional no se la subordina a otra”.

Amén.

La venta de la bandera

25 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 25 de agosto de 2023.

La primera guerra sino-japonesa estalló en agosto de 1894. Fue triunfo japonés: en abril de 1895, China y Japón firmaron el Tratado de Shimonoseki, por el que China entregó a Japón los territorios de Taiwán, Liaodong y las islas Pescadores, además del control sobre la península de Corea. 

El Ecuador participó en la guerra sino-japonesa, de manera turbia y secundaria, apoyando al imperio japonés. Para Japón, esta guerra representó el primer triunfo de su imperialismo. Para el Ecuador, este apoyo al imperio del Japón derivó en el triunfo de la causa liberal. Ambos triunfos se registraron el año 1895.

Frente a esta guerra sino-japonesa, el Ecuador no era ni neutral ni beligerante. Por su parte, Chile sí se había declarado neutral, por lo que bajo las reglas del derecho internacional estaba impedido de vender un buque de guerra a China o a Japón. Pero Chile quería vender a Japón un crucero, el “Esmeralda”. Y aquí es cuando el Ecuador (o debo decir: su bandera) fue funcional a este negocio.

Para vender el crucero “Esmeralda” a Japón, éste primero fue vendido al Ecuador por 220.000 libras esterlinas para que dicho buque de guerra salga del puerto de Valparaíso con la bandera ecuatoriana. Luego, por 300.000 libras esterlinas, se lo vendió a Japón, que tomó control del crucero en Hawái y lo rebautizó Izumi. Los intermediarios del turbio negocio (incluido un expresidente ecuatoriano, José María Caamaño) obtuvieron pingües ganancias. 

Esta venta de la bandera se conoció en el Ecuador y estalló un gran escándalo. Es fama que dinamitó al régimen conservador y que posibilitó el advenimiento de un gobierno liberal.

A instancias de este chanchullo, el 5 de febrero de 1895 y en Managua, Eloy Alfaro publicó su “Proclama a los habitantes del Ecuador”, donde declaró: “Solamente a balazos dejarán vuestros opresores el poder que tienen únicamente por la violencia. […] La libertad no se implora como un favor: se conquista como un tributo inmanente al bienestar de la comunidad”. Y su proclama surtió efecto. Una semana después, el 12 de febrero, Milagro se levantó y proclamó la causa liberal. 

Después de Milagro se sumaron decenas de ciudades y pueblos con nuevos levantamientos y proclamas. Con la seguridad de repartir balazos para conquistar el poder, Eloy Alfaro arribó al puerto de Guayaquil el 18 de junio. Organizó un ejército con el que derrotó, el 15 de agosto y en Gatazo, al ejército del gobierno. Uno tras otro fueron cayendo el presidente constitucional, Luis Cordero, y dos encargados del poder, Vicente Lucio Salazar y Aparicio Ribadeneira. Y Quito cayó. Ya no pudo resistir más los embates del pujante liberalismo.

Eloy Alfaro y sus huestes entraron en Quito el 4 de septiembre de 1895. Con esta entrada en la capital empezó, en el Ecuador, un largo período de dominio liberal. 

El imperio del Japón acabó en agosto de 1945, después de sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Por su parte, el dominio del partido liberal en el Ecuador duró un par de años más, hasta 1947. Fue en septiembre de ese año en que por primera vez desde 1895 volvió al poder un gobierno conservador, cuando por trece días (del 2 al 15), Mariano Suárez ocupó la presidencia de la república.

Salvajes europeos en lucha

18 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el 18 de agosto de 2023.

Para Santiago de Guayaquil, los pleitos entre europeos durante la conquista del territorio americano fueron la causa para su fundación en 1534 y su ubicación definitiva en 1547.

En 1534, el adelantado Pedro de Alvarado y sus huestes llegaron a las costas occidentales de Sudamérica, específicamente a la bahía de Caráquez. Desde allí se adentraron para subir la cordillera.

Ocurrió que el adelantado Francisco Pizarro y sus huestes ya estaban conquistando ese espacio sudamericano. Ellos supieron que los de Alvarado venían a disputar el territorio y Pizarro lo despachó a Diego de Almagro para enfrentarlos. Estos europeos se encontraron en agosto de 1534 y en condiciones muy distintas. 

Los de Almagro venían equipados y bien dispuestos a la batalla, mientras que Alvarado y su gente eran una multinacional de harapientos. Despeñaderos, clima hostil y la ceniza del Tungurahua; hambre, sed y un cansancio sin fin. La subida de la cordillera les costó cientos de hombres y bestias, y cuando los de Alvarado se encontraron con la gente de Almagro ya no estaban en condiciones de guerrear. 

Más aún, para sostener frente a Alvarado un mejor título para la conquista del territorio, Almagro había fundado el 15 de agosto de 1534 una ciudad con el nombre de Santiago de Quito. El 26 de agosto Almagro y Alvarado convinieron que este último recibiría 100.000 pesos de oro y se iría por donde vino, dejando en libertad a su gente para acompañarlo en su vuelta o quedarse. Entre otros, se quedó Pedro de Puelles. 

A Almagro lo ajusticiaron los pizarristas en 1538, a Pizarro lo asesinaron los almagristas en 1541. Alvarado también murió ese año, luchando contra un levantamiento de los indígenas. Y en cuanto a Santiago de Quito, con el tiempo se mudó a la Costa, perdió su “de Quito” (pues ya no se situaba en ese territorio) y se convirtió en Santiago de Guayaquil, por el nombre de un cacique chono.

En 1547, Santiago de Guayaquil, que siempre se había situado en la ribera oriental del río, se mudó a la orilla occidental del río para hallar su asentamiento definitivo. Su traslado se debió al pleito entre la Corona de Castilla y unos europeos rebeldes capitaneados por Gonzalo Pizarro. Él y otros conquistadores se rebelaron para explotar a los indígenas a su gusto y a perpetuidad. En respuesta, la Corona de Castilla envió a Sudamérica a un pacificador, el obispo Pedro de la Gasca. Esto lo cambió todo. 

El rebelde Pizarro había nombrado a Pedro de Puelles como Gobernador de Quito. Francisco de Olmos era el Teniente del Gobernador en Portoviejo y Manuel Estacio era el Teniente del Gobernador en Guayaquil. Cuando Olmos se enteró de la venida del obispo de la Gasca, Portoviejo volvió a la Corona. Enseguida Olmos se fue a Guayaquil acompañado de otros europeos, a conseguir que ella también regrese a la Corona. Y para conseguirlo, mataron al Teniente Estacio y otras personas.

Temerosos de la venganza del gobernador rebelde Puelles por esta traición y crimen, un día indeterminado de 1547 Guayaquil fue trasladada a la orilla occidental del río. Puelles nunca pudo ejecutar su venganza, pues lo mataron el 29 de mayo de 1547.   

Y fue después de tanta sangre, que Guayaquil finalmente encontró su casa.

Unas largas fiestas patronales

11 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 11 de agosto de 2023.

Guayaquil tiene un problema con su fundación: la vive en fecha equivocada. La vive el 25 de julio, que es el día de su santo patrono (Santiago), cuando ocurrió un 15 de agosto.

El primero en esclarecer el origen de Santiago de Guayaquil fue Miguel Aspiazu. Fue él quien documentó que a los cuatro días de fundada la Ciudad de los Reyes (Lima), un 22 de enero de 1535, el adelantado Francisco Pizarro confirmó los cargos de los alcaldes y regidores de la ciudad de Santiago de Quito (fundada el 15 de agosto de 1534) y de la villa de San Francisco de Quito (fundada el 28 de agosto de 1534). Así, la ciudad y la villa, ambas subsistieron.

En libros extranjeros, Aspiazu encontró la Cédula Real que autorizó al adelantado Pizarro para que una ciudad fundada en su territorio de conquista se pudiera mudar “al sitio que le pareciese, con su nombre”. Esto se hizo con la ciudad de Santiago. La mudaron a la Costa, donde perdió su “de Quito” y terminó por llamarse “de Guayaquil”. Y Aspiazu encontró también una provisión del Rey de España de 1540 que todavía identificaba como “Santiago de Quito” a esta ciudad que buscó asiento en la ribera del Guayas hasta que lo consiguió, de manera definitiva, un día de 1547.

Todo encajaba en la teoría de Aspiazu. Ella fue corroborada por investigaciones posteriores de historiadores como Dora León, Ádám Szászdi y Julio Estrada.

Esta ciudad fue siempre Santiago: Santiago de Quito, Santiago en Estero de Dimas, Santiago del río de Amay, Santiago de la Culata, hasta ser Santiago de Guayaquil, por el nombre de un cacique del sector. 

Antes de las investigaciones de Aspiazu, en 1929, por solicitud del bibliotecario municipal, el concejo municipal de Guayaquil aprobó la creación de una comisión para establecer la verdadera fecha de la fundación de la ciudad. En aquel entonces no se podía saber mejor y los miembros de la comisión decidieron que se mantenga el 25 de julio como fecha de fundación de la ciudad.

Después de las investigaciones de Aspiazu, en 2001, por disposición del alcalde se creó una comisión para establecer la verdadera fecha de la fundación de la ciudad. A pesar de las investigaciones de Aspiazu y demás, que debieron orillarlos a una conclusión distinta, los miembros de la comisión decidieron mantener el 25 de julio como fecha de fundación de la ciudad. Uno de los miembros declaró a la prensa: “El 25 de julio seguiremos celebrando las fiestas de fundación aunque no es la fecha”. 

Reconocer el 15 de agosto de 1534 como el día de la fundación de la ciudad haría justicia a los hechos, además de otorgarle a Guayaquil el timbre de primera ciudad española fundada en el territorio del Ecuador. 

Este reconocimiento del 15 de agosto no obsta que se siga festejando el 25 de julio como las fiestas patronales. De hecho, es también un reconocimiento a un nombre que ha acompañado a la ciudad desde su fundación en la Sierra en agosto de 1534. Así, el 25 de julio puede ser el punto de partida para unas festividades que presenten actividades culturales y artísticas por veintiún días y que concluyan justamente el 15 de agosto, con los festejos del día de fundación de la ciudad más antigua del territorio que hoy ocupa la república del Ecuador.

Ese 8%

4 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 4 de agosto de 2023.

Uno podría clasificar la historia política del Ecuador como una sucesión de momentos en que el poder se concentró alrededor de una persona (García Moreno, Alfaro, Correa, etc.) y de momentos en que el poder está atomizado, disperso en distintos grupos de la sociedad que jalan agua para su propio molino. El actual es uno de estos últimos momentos, que ahora registra una singularidad.

Aceptemos la premisa de que el Estado ecuatoriano es como un borracho en permanente recuperación, un chuchaqui sin fin. Nunca ha servido para satisfacer a las grandes masas, a las que incluso despreció y abusó en leyes y políticas públicas (en especial, pero no únicamente, durante el siglo XIX) pues la naturaleza del Estado había sido estar capturado por las élites, a las que la burocracia y la policía le resultaban funcionales a sus fines. La burocracia, para pagar lo menos al Estado y recibir lo más de él; la policía, para mantener el status quo cuando fuera necesario (el ejército como la herramienta de última ratio).

En estos últimos años, ocurrió la singularidad que autoriza a hablar en pasado de la captura del Estado por las “élites”. Este nuevo momento de atomización del poder en el Ecuador ha sido aprovechado por grupos criminales que se dedican a un lucrativo negocio y que han convertido al Ecuador en una autopista para la salida de drogas al mercado europeo. Ellos son los que están ocupando los vacíos del poder que se destruyó a combazos desde una silla de ruedas. 

Desde aquella última vez que un liderazgo carismático concentró el poder (Rafael Correa, 2017), éste se ha atomizado y, con ello, se afectó gravemente el control estatal del narcotráfico: se eliminaron instituciones, se disminuyeron presupuestos, se despidió personal. Como un botón de muestra de este desastre, mírese la constante disminución del presupuesto de las cárceles que denunció la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su “informe sobre los derechos humanos en el Ecuador” publicado el 2002: “el presupuesto para el sistema penitenciario era de 153 millones de dólares en 2017, de 131 millones de dólares en 2018, de 90 millones de dólares en 2019, de 88 millones de dólares en 2020, y de 54 millones de dólares en 2021”. Y esta merma ocurría mientras aumentaba el número de presos.

Una aplicación del poder es la capacidad para modificar la conducta de otro. En ocasiones, modificarla para que no se haga algo que se debería hacer. Y el Estado del Ecuador es incapaz de instalar escáneres en los puertos, de reinstalar un radar en el cerro, de comprar chalecos antibalas… De controlar el que debería ser el típico espacio de control del Estado, sus cárceles. Por contraste, las cárceles del Ecuador son funcionales a las bandas que se dedican al negocio del narcotráfico, las que desde allí operan. Las cárceles como hub para un negocio ilegal. 

¿La cereza del pastel? La presencia de un policía en la declaración de prensa de uno de los cabecillas de las bandas: ello habla a gritos de quién está ahora al mando.

¿Cree Ud. que la ejecución del 8% del presupuesto por el Ministerio del Interior en lo que va de este año es pura ineficacia? Piense de nuevo. Es una exhibición de los nuevos amos del poder.

El caso de Quito

28 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 28 de julio de 2023.

El caso de Quito es el de un tribunal inferior devenido en república a la fuerza. Quito se convirtió en sede de una audiencia por real cédula del 29 de agosto de 1563, firmada por el rey Felipe II. Entró en funciones el 18 de septiembre del año siguiente.

Una audiencia era, en esencia, un tribunal de justicia. La monarquía española instituyó en América numerosas audiencias, compuestas de un presidente y de un número de oidores (digamos, jueces) que variaba según la importancia de la audiencia. Por una parte, las audiencias de México y de Lima (capitales de virreinato) llegaron a tener doce oidores; la de Quito siempre se mantuvo en cuatro oidores.

Ocurre que esta audiencia de Quito siempre fue una audiencia subordinada (cuando fue audiencia, porque entre 1717 y 1723 fue suprimida). Era subordinada porque si en Quito se decidía algo, siempre podía ser apelado ante una audiencia superior. Desde 1563 hasta que se fundó en 1739 el virreinato de Nueva Granada, ese órgano superior fue la audiencia de Lima. Desde 1739 hasta la extinción de las audiencias con la caída de la monarquía española, ese órgano superior fue la audiencia de Santa Fe. Todas las audiencias estaban subordinadas a la decisión del rey en Europa.  

El reconocido historiador Federico González Suárez escribió: “Por una especie de fatalidad hasta los hombres buenos y mejor intencionados, cuando venían a Quito investidos de autoridad, se dañaban”. Y explicaba como razón: “la enorme distancia a que se encontraban de la Corte y la tardía administración de justicia por parte del soberano, cuyas resoluciones se dictaban al cabo de años de cometido el delito, les daban cierta impunidad, muy perjudicial para la moral y las buenas costumbres”. 

En este ambiente, Quito resultó un bastión del gobierno español. Es un hecho que no hay héroes quiteños en la batalla del Pichincha y que su contribución a la independencia fueron unos soldados de baja graduación. Los firmantes del Acta producto de la batalla fueron un novogranadino (Morales) y un altoperuano (Santa Cruz), delegados por un venezolano (Sucre). Quito fue liberada de España pero no para darle autonomía sino para incorporarla a una república, acorde a una ley en cuya creación ningún quiteño participó: la Constitución de Cúcuta de 1821.

Por siglos, la jurisdicción de la audiencia de Quito abarcó un espacio mucho más allá del río Carchi: llegaba hasta Popayán. Una vez sumada a la fuerza a una nueva república (se llamaba Colombia, le decían “la gran”), por una ley que se decidió en 1824, cuando Quito y otros territorios se separaron en 1830 para fundar el Ecuador, resultó que Colombia le impuso al Ecuador el hecho (disputado por las armas y vencedora Colombia en 1832) que sus límites terminaban en el río Carchi. Y así es que, de aquel territorio sobre el que Quito administró justicia hasta 1822, apenas unos diez años después perdió su mayor parte por la decisión/imposición de Colombia.  

Tal el caso de Quito: una audiencia subordinada, liberada a la fuerza de España, sometida sin consenso a Colombia, que finalmente la privó de unos enormes territorios al norte con los que Quito había estrechado vínculos (económicos, políticos, familiares) durante siglos. 

Thomsen y Esmeraldas

21 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 21 de julio de 2023.

Moritz Thomsen nació en 1915 en Seattle, en el seno de una familia de millonarios. Murió en 1991 en Guayaquil, víctima de una enfermedad de pobres.  

Para huir de un padre a quien calificó de “tiránico”, Moritz Thomsen se incorporó en 1964, a la edad de 48 años, a los Cuerpos de Paz. Lo enviaron en una misión a Río Verde, Esmeraldas, con el propósito de realizar un proyecto de agricultura. Allí permaneció cuatro años, de un total de los treinta y cinco que vivió en el Ecuador. El proyecto fracasó, pero su permanencia en Esmeraldas le concedió a Thomsen el material para la escritura de sus libros. (Las citas de este artículo corresponden a Bad news from a black coast [Malas noticias desde una costa negra], libro que recoge los últimos apuntes de Thomsen y publicado de forma póstuma el año 2018.) 

En Esmeraldas, Thomsen se encontró con “el desesperante mundo de la pobreza, un mundo más brutal que cualquier cosa que yo haya imaginado”. Calificó a la pobreza como una forma de locura (“insanity”), a través de la cual palpó “un mundo de sufrimiento y de muerte temprana, de heridas abiertas y hambre (…), de malicia, envidia, celos, de hermanos robando a hermanos; en resumen, una sociedad sometida a estas insoportables presiones, que se empieza a desintegrar”.

Thomsen vio en Esmeraldas el abandono del Estado, que era percibido por la gente como un enemigo. Esto, porque Esmeraldas fue un territorio de conquista para la gente de la Sierra. Para explicarlo, Thomsen recontó que en 1912, cuando Carlos Concha y sus huestes declararon la guerra al gobierno del presidente Leónidas Plaza, “contra lo que se levantaron los negros fue contra la dominación de los forasteros serranos. Ellos lo perdieron todo frente a la gente de la montaña y no recibieron nada a cambio. Ellos dijeron ‘ok, si insisten, somos ecuatorianos’ y luego no recibieron ninguno de los servicios públicos que era esperable que el gobierno nacional les proveyera. No vías, no puentes, no escuelas ni hospitales, agua potable o electricidad, nada salvo la arrogante presencia de la policía mestiza y los políticos rapaces”.

Para explicar el colapso de Esmeraldas, Moritz Thomsen recordó una frase del laureado escritor V. S. Naipaul: “el colapso de la sensibilidad”. Thomsen escribió: “El colapso de la sensibilidad, qué hermosa frase para describir lo que suele ocurrir en los países más pobres entre los pobres, esa terrible caída a la animalidad”.

Después de veinte años de vivir en Esmeraldas, Thomsen afirmaba que el pueblo había cambiado, pero para peor. La sociedad que él conoció había empezado a desintegrarse, “y sentí que pronto, si tan sólo pudiera vivir unos años, podría ver a bandas de ladrones y asesinos”, y que la ciudad de Esmeraldas “existía tan solo para ser destruida y, en un futuro no distante, ser entregada a las llamas”. Consideraba naïve que se piense en alguna ciudad estadounidense como el futuro. Thomsen decía, tajante: “Esmeraldas es el futuro”. Un futuro en llamas. 

Hoy, Esmeraldas es una de las tres zonas más violentas de la región más violenta del mundo. Tal vez sea el infeliz preludio de un mundo Mad Max.

Moritz Thomsen murió en Guayaquil, víctima de la epidemia de cólera del año 1991.