El sistema
28 de octubre de 2011
El
sistema es lo que se fue para justificar la ineficiencia de un
burócrata y el sistema es lo que sucede cuando se quiere justificar las
arbitrariedades de una administración. Lo primero es una vulgar excusa
para la desidia; lo segundo, es la manera en que las cosas se hacen en una
institución y que debes acatar si quieres formar parte de la misma. Así
expuestas, estas dos versiones del sistema sirven para el mismo
propósito: justificar la irresponsabilidad, aunque la segunda versión sea mucho
más preocupante que la primera, porque sus consecuencias suelen resultar
bastante más nefastas que la mera ineficacia en un trámite.
“No
soy yo, es el sistema” suele traducirse en el coloquial “yo sólo cumplo
órdenes”: ésta es la clásica renuncia a asumir las responsabilidades por
los actos que se ejecutan al mismo tiempo que sirve para legitimar el ejercicio
de la fuerza, siempre que sea necesario: en un escenario como ése, tarde o
temprano, el sistema permitirá los abusos, los atropellos, las
arbitrariedades. Esos abusos, atropellos y arbitrariedades de los que
nadie en concreto se hará cargo: ante el cumplimiento de la manera en que
debían hacerse las cosas, el responsable es el sistema: todos y nadie,
como una Fuenteovejuna, pero del mal.
En
esta versión del sistema, el espíritu de cuerpo es un atributo
principal, que sirve para mantenerlo y para no sufrir las consecuencias de los
abusos, los atropellos y las arbitrariedades que se hayan cometido. El
espíritu de cuerpo es la hermética defensa de unos a otros, sin importar de qué
es que deban defenderse: una banal falla administrativa o una desaparición
forzada, lo mismo da. Así, el espíritu de cuerpo encuentra su complemento
ideal en la apatía moral: lo que sea, con tal de encubrirse, cualquier
medio es legítimo (el secreto, la mentira, la violencia) con tal de procurarse
dicho fin, aunque el encubrimiento equivalga a la impunidad de lo atroz.
Si
esta versión del sistema se aplica en las instituciones que tienen el deber de
procurarnos seguridad a los ciudadanos las cosas pueden ponerse bastante
feas. Esas instituciones tienen armas y el uso de las mismas puede
provocar la más atroz de las consecuencias: la muerte de personas
inocentes. Si eso sucede, y lejos de investigarse sin trabas y a fondo,
pretende encubrirse lo sucedido, es porque esta perversa versión del sistema
que describo ha funcionado. En cuyo caso, hay que tener la honestidad de
reconocer que no sólo es responsable el policía que asesinó a una persona
inocente, sino todos quienes sostuvieron aquel estado de cosas en el que se
permitía que se asesine a un inocente y se procuraba la impunidad por hacerlo,
lo que implica necesariamente tanto la responsabilidad de los capos en las
altas esferas del poder como del policía que disparó el arma asesina. Por
eso, cuando en el documental Mi corazón en el Yambo, María Fernanda
Restrepo confronta a uno de los policías involucrados en la desaparición de sus
hermanos, la única justificación que éste atinó a darle fue que aquel “era el
sistema”.
Esta
historia es su consecuencia.
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Etiquetas: Ecuador, Hermanos Restrepo, María Fernanda Restrepo, Política
Censuras y reacciones
21 de octubre de 2011
Publicado en GkillCity el 21 de octubre de 2016.
*
La decisión del Ministerio de Cultura con relación a
la participación de Fernando Balseca en la Feria Internacional del Libro (FIL)
de Guayaquil tiene algunos antecedentes de relevancia. Según la reseña que
Balseca realizó en su carta al director publicada en diario El Universo el 19
de octubre (que El Universo también publicó en formato PDF y en la que replica
la afirmación de Érika Sylva, ministra de cultura, de que Balseca nunca estuvo
en la lista de participantes), se tienen los siguientes antecedentes:
1) “Desde mayo de
2011, por pedido de funcionarios del Ministerio de Cultura en Guayaquil”
Balseca desempeñó para la edición de la FIL de este año el trabajo de
“facilitar contactos con instituciones y personas de dentro y fuera del país;
sugerir nombres para la lista de escritores de fuera del país; ajustar
temáticas específicas en el tema de la cultura afroecuatoriana; y, por
supuesto, definir mi participación como ponente”;
2) El 16 de
septiembre los funcionarios en Guayaquil del Ministerio de Cultura le
anunciaron a Balseca sus responsabilidades en la FIL, las que serían “el
domingo 23 de octubre estaría en una mesa sobre narrativa actual con Carolina
Andrade e Iván Égüez; el 24 en una sobre la poesía de Adalberto Ortiz; y el 25
en una sobre poesía con Mario Arteca y Alexis Naranjo”.
3) El 10 de
octubre los funcionarios en Guayaquil del Ministerio de Cultura le informan a Balseca
que “han viajado a Quito para aprobar la lista definitiva de autores
invitados”.
4) El 13 de
octubre le informan a Balseca que su participación “no ha sido aprobada”.
Todas estas afirmaciones de Balseca se soportan en
correos electrónicos y es a partir de ellas que Balseca considera probable que
se trate de “una respuesta a la posición crítica que mantengo de cómo se está
gobernando el país, definitivamente se trata de eso, no soy una persona grata”.
Otro antecedente necesario a tomarse en consideración
en este asunto es el oficio DPR-O-11-65 fechado el 24 de mayo en que el
presidente Correa le responde a Balseca por sus expresiones vertidas en el
editorial "La mala educación" que se publicó el 20 de mayo en diario
El Universo. En dicho oficio, Correa le pregunta a Balseca, “¿Cuáles fueron las
ofensas o descortesías que habrían ocasionado el malestar del editorialista?
¿Será que cuando hablamos con la verdad agraviamos? ¿Qué insultos se profirió y
a quién? Usted no lo precisa en su editorial y la verdad es que no existe
término alguno que pueda justificar sus afirmaciones sobre el mencionado
enlace” y concluye que “tiene la decepción de constatar como la mediocridad se
ha posesionado de mentes que en otro tiempo fueron más consecuentes con el país
y que hoy sólo sirven para no servir”.
Sobre este “affaire Balseca”, algunos medios de
comunicación han publicado noticias. De hecho, el primero en publicarlo fue El
Comercio, el 17 de octubre y lo siguió El Universo, al día siguiente, con una
nota titulada “$250.000 invirtió el Estado en feria literaria”, otra en la
edición digital del mismo día (actualizada a las 16:38) bajo el título “Retiran
invitación a editorialista Balseca a Feria del Libro de Guayaquil” y otra, el
19 de octubre, titulada “Malestar por ausencia de escritor en feria del libro”.
Otros medios que han publicado al respecto son Hoy, MetroEcuador, La República
y EcuadorInmediato, además de haber provocado (hasta ahora) una columna de
opinión, la de José Luis Ortiz en diario Expreso, titulada “La KGB en la
cultura”.
Los medios de comunicación también han publicado
noticias sobre la postura del Ministerio de Cultura sobre este asunto. El
“conceptualizador” de la FIL en Guayaquil, Fernando Naranjo, “elaboró algunas
listas de escritores que fueron enviadas a Quito y la selección de los
participantes es del Ministerio de Cultura en la capital”. Según Erika Sylva,
ministra de cultura, es “‘falso’ que se haya excluido de la lista de
participantes al escritor Fernando Balseca” porque, según ella, durante el
proceso de organización “se consulta a personas que no necesariamente van a
participar”, “la definición de los escritores que participan la hace un comité
del ministerio y él no constaba en la invitación oficial” y porque “Fernando
Balseca no constaba en la lista que a ella le remitieron los comités editorial
y organizador de la cita literaria”, por lo cual, “él no ha sido invitado, por
lo que no se puede decir que se ha retirado la invitación”. Ella aprobó la
lista de invitados “el 22 de septiembre” e “inmediatamente se hicieron las
invitaciones”; asegura que “no excluyó ni añadió ningún nombre”.
El Ministerio de Cultura, ante la nota de prensa
publicada en la edición digital de diario El Universo del 18 de octubre
(“Retiran invitación a editorialista Balseca a Feria de Libro de Guayaquil”) y
a manera de descargo de lo que en ella se le imputaba, replicó en una
publicación en su página web institucional fechada 19 de octubre que el
ministerio tiene “un procedimiento institucionalizado de selección de sus invitados
a toda feria, dado el limitado cupo de participantes”, que “el órgano encargado
de la selección de nuestros invitados es el Comité Editorial, que a lo largo de
varios meses, y en consulta con la comisión organizadora de la feria, considera
decenas de nombres de potenciales participantes evaluando la pertinencia de su
selección de acuerdo a criterios de equidad de género, equidad generacional, de
etnia, equidad regional, mérito, trayectoria y temática de la feria, además de
procurar una alternabilidad”, con el fin “de garantizar un proceso objetivo,
orientado a brindar igualdad de oportunidades a todas y todos los escritores
del país y a eliminar cualquier rasgo de discrecionalidad en la selección”, por
lo que deslinda toda “deliberada intencionalidad de marginación” en el hecho de
que algún escritor haya quedado fuera de la lista y solicita, “en vista de que
este procedimiento legítimo y transparente de selección ha sido totalmente
invisibilizado y tergiversado en el mencionado artículo […] la publicación de
esta carta aclaratoria en el espacio en que se publicó la nota de prensa”. A
diferencia de Balseca, cuya réplica en una carta al director se la concedió de
manera inmediata (al día siguiente), la solicitud de réplica del Ministerio de
Cultura todavía no se ha publicado.
En su carta al director, Fernando Balseca, reconoce
“el derecho que tiene toda persona y toda institución de escoger a sus
invitados”, pero concluye que de los antecedentes citados se “muestra que los
funcionarios en Guayaquil me involucraron en la Feria y que mi participación
luego fue prohibida por las autoridades del Ministerio de Cultura en Quito”. Yo
sostengo que esos antecedentes han convertido a la decisión del Ministerio de
Cultura en sospechosa de discriminación.
Mientras tanto, en Guayaquil, la decisión de su
municipio de no exonerar el impuesto a los espectáculos del documental “Con mi
corazón en Yambo” se debió, según la versión de la directora del documental,
María Fernanda Restrepo, publicada en su página de Facebook el lunes 17 de
octubre y recogida por El Comercio, a lo siguiente:
"BOICOT a ‘Con mi corazón en Yambo’ en Guayaquil! Tras casi 2 meses de trámites, el Municipio de GYE nos niega la exoneración de impuestos de la película, un derecho que tienen todas las películas nacionales, con la excusa de que no soy ecuatoriana (o sea, mi cédula ecuatoriana no significa nada, mi partida de nacimiento tampoco!). Seguro Nebot está encima de su financiero de pacotilla, sino lo corren del puesto. NEBOT, SIN EXONERACION LA GENTE SEGUIRA ACUDIENDO A VER LAS ACTUACIONES DE TU GOBIERNO FELINO. ANDRES Y SANTIAGO TE SEGUIRAN TALADRANDO LA MENTE. NO PUEDEN HACER NADA".
Según Restrepo, no iba a apelar la resolución de la
dirección financiera municipal: “Yo no me voy a poner en trámites engorrosos
[…] por el capricho de ciertos funcionarios”. Un antecedente relevante es que
el alcalde Nebot fue parte del gobierno del ex presidente León Febres-Cordero
en cuyo período sucedió la desaparición de los hermanos Restrepo y que el
documental de María Fernanda Restrepo “es un relato sobre el drama familiar que
vivió la familia Restrepo luego de [su] desaparición” (y es eso a lo que se
refiere con letras mayúsculas Restrepo en su publicación de Facebook). A partir
de esta publicación, el asunto empezó a circular en las redes sociales: en el
período en el que la Municipalidad de Guayaquil todavía no tenía una versión
(“ningún funcionario atendió nuestro pedido”), lo publicado en el Facebook por
María Fernanda Restrepo había “causad[o] revuelo en las redes sociales”,
“gener[ado] polémica” y muestras de “solidaridad con Restrepo publicando tweets
contra el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot”. La noche del 17 de octubre, El
Universo reseñó reacciones en Twitter y el propio Alcalde Nebot se apresuró a
comunicar en sus 140 caracteres: “NO HAY CENSURA NI BOICOT”.
La municipalidad de Guayaquil revisó de inmediato la
decisión de su dirección financiera. Al día siguiente, El Comercio publicó la
opinión de Nebot al respecto: “Tan pronto me enteré ayer de noche, dispuse que
se revoque esa decisión y que proceda a dar la exoneración como corresponde”.
En su cuenta de Twitter, Nebot escribió: “Alcaldía de Guayaquil informa:
Dirección Financiera del Municipio notifica el 18 de octubre del 2011 que se le
concede la exoneración de impuestos a los espectáculos al documental ‘Con mi
corazón en Yambo’”. El diario digital La República informó que “María Fernanda
Restrepo Arismendi presentó en el despacho de la Dirección Financiera
Municipal, a las 13:00, los nuevos documentos de ‘Con el corazón en el Yambo’”
y a las 14h05 de ese mismo día, la dirección financiera municipal resolvió a
favor de Restrepo. Un trámite que había sido demorado y denegado (también de
manera sospechosa de discriminación) súbitamente se resolvió en una hora y
cinco minutos.
Estas decisiones administrativas tienen semejanzas.
Una primera semejanza es que resulta muy improbable que las máximas autoridades
de cada nivel de gobierno (esto es, ni Correa ni Nebot) hayan tomado o siquiera
incidido en ninguna de esas decisiones específicas: su agenda suele ser
bastante más compleja que ocuparse de este tipo de decisiones de mera
administración, de competencia de inferiores jerárquicos. Esos inferiores
jerárquicos suelen estar untuosos de actuar de una manera que ellos entienden
que satisfará de mejor forma los intereses de sus superiores jerárquicos, en
aras de mejorar su posición frente a éstos. Con el propósito de satisfacer a
sus superiores, no resulta extraño que los inferiores jerárquicos tomen
decisiones desacertadas (contrarias a intereses políticos –legítimos como lo es
toda actuación de cálculo político siempre que no contravenga a la ley) o
incluso arbitrarias (contrarias a la ley) que terminan por provocar el efecto
contrario al que buscaban.
Otra semejanza de estas decisiones administrativas
es que ambas son “categorías sospechosas” de discriminación. La decisión de no
invitar a participar a Fernando Balseca a la FIL y la decisión de no exonerar
de impuestos el documental de María Fernanda Restrepo se presumen
discriminatorias y así lo interpretaron los propios destinatarios de las mismas
(Balseca en esta nota de prensa y Restrepo en su publicación en Facebook). Las
sospechas de discriminación sobre estas decisiones (ambas por razones
ideológicas, que se encuentran prohibidas por el artículo 11 numeral 2 de la
Constitución) pueden disiparse solamente si se supera un test de “escrutinio
estricto”, que “pone en cabeza del estado, con el fin de derribar esa
presunción, la carga de justificar el trato diferente exigiéndosele que
demuestre que no está violando el principio de igualdad constitucional” (Saba,
Pág. 2-3).
Una última semejanza, es que para ambas decisiones
se han ofrecido justificaciones: la del Ministerio de Cultura, que ninguna de
los antecedentes reseñados por Balseca en su carta al director obligaba a su
participación en la FIL, que existió un procedimiento institucionalizado de
selección de invitados “legítimo y transparente” que incorporó “criterios de
equidad de género, equidad generacional, de etnia, equidad regional, mérito,
trayectoria y temática de la feria, además de procurar una alternabilidad”, que
en su carta al director el propio Balseca reconoció “el derecho que tiene toda
persona y toda institución de escoger a sus invitados” y que nunca pudo
retirársele la invitación a Balseca porque nunca se lo invitó; la de la
Municipalidad de Guayaquil, el que la documentación inicial que presentó
Restrepo “no fue debida y legalmente fundamentada” y el que, en palabras del
alcalde Nebot, “hubo una mala interpretación de un funcionario que actuó de
buena fe pero que no procedió como debía pensando que había un elemento
extranjero”.
Para el caso de Balseca, las justificaciones del
Ministerio de Cultura no alcanzan para disipar la sospecha de discriminación
por razones ideológicas, prohibida por la Constitución. El “escrutinio
estricto” que se requiere para disiparla implica demostrar que no se ha violado
el principio de igualdad y para esa demostración formular meramente enunciados
no es suficiente: el Ministerio de Cultura debe mostrar documentos que prueben
la conducción de tal proceso “legítimo y transparente” que incorporó todos esos
criterios de selección de los participantes en la FIL, debe ratificar
documentadamente sus dichos (la fecha y los términos en que se aprobó la lista
de invitados a la FIL, por ejemplo) y debe aclarar el porqué si la decisión se
tomó el 22 de septiembre, Balseca todavía esperó respuesta hasta el 13 de
octubre. En el ámbito administrativo es importante que se establezcan procedimientos
que respeten estándares objetivos, impidan la arbitrariedad y disipen las
sospechas de discriminación de cualquier tipo: más importante todavía que
establecerlos es demostrar que se los cumple: si el Ministerio de Cultura
demuestra que los ha cumplido, disiparía las sospechas de discriminación que
pesan sobre su decisión y saldría bien librado de este incidente. Hasta tanto,
no.
Para el caso de Restrepo, las justificaciones de la
Municipalidad de Guayaquil son innecesarias: la decisión administrativa se
revisó de manera inmediata (debería, al menos, llamarnos la atención cómo así
un procedimiento que estuvo en trámite durante varios días –dos meses, según
Restrepo; desde el 5 de octubre, según Stracuzzi- se resolvió después en tan
solamente una hora y cinco minutos) y de manera favorable a Restrepo. El que
esa revisión así haya sucedido es atribuible al peso simbólico del caso
Restrepo y a la difusión masiva del asunto en redes sociales, cuyo revuelo,
polémica y solidaridad confluyeron para presionar a las autoridades municipales
a fin de revisar su decisión administrativa y ahorrarse un problema ante la
opinión pública. Un problema, a pérdida y absurdo.
A partir de estos dos casos en materia de
discriminación, se desprenden varias aristas interesantes para analizar: el rol
de los medios de comunicación en la construcción de las noticias (desde la
perspectiva de sus propios intereses, de su interacción con las redes sociales,
de sus irregularidades en la concesión de réplicas), el rol de las administraciones
públicas en la adopción de sus decisiones (desde la perspectiva del
establecimiento de procedimientos administrativos claros y precisos que
satisfagan los principios de la administración pública establecidos en el
artículo 227 de la Constitución, del cumplimiento de dichos procedimientos en
el caso de que existan, de los súbitos e irregulares cambios más emocionales
que institucionales que en ocasiones se registran) y el rol de los ciudadanos
en la construcción de la opinión pública y su creciente incidencia en la toma
de decisiones (o de rectificaciones, como en este caso) de la administración
pública. Esto último acaso sea lo más relevante, porque nos demuestra
como las censuras, en estos tiempos que corren, no imponen tanto silencio como
provocan una reacción digital, que termina (de manera creciente) por jugarles
en contra. Eso no lo tenían antes y ahora están en la obligación de tomarlo en
cuenta. The times, they are a-changin'.
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El discurso ofensivo
14 de octubre de 2011
Publicado
en GkillCity el 14 de octubre de 2011.
*
A la buena memoria: cuando se trataba de una
persona afín al ideario político de quienes hacen opinión pública en esta
ciudad (persona no se ahorraba el uso de términos como psicópata, asesino,
corrompidos, cobardes, protervos, miserables, indecentes, aniñados,
prostitutas, payaso, pantalones -falta de, por supuesto-, comunistas,
atracadores, sinvergüenzas, canallas, entre otras) el discurso ofensivo no les
comportaba ninguna critica (o incluso, para una figura de la política
contemporánea, en lo que constituye -según Freud- un tránsito hacia la
civilización -ver acá, min. 5:03-7:05-, esto es, en la diferencia
que existe entre la agresión física y el discurso ofensivo, hay personas, como
el subdirector de diario Expreso, Jorge Vivanco, que no dudan en justificar la
agresión física como un acto “con vehemencia –como debe ser” -ver acá). Pero eso sí, cuando se trata de una persona
contraria al ideario político de quienes hacen opinión pública en los medios
tradicionales, el discurso ofensivo sí es reprochable, hipersensiblemente
reprochable. Deberían tener al menos, si van a exhibir esta cuota de moralismo,
la valentía de ser coherentes.
Pero
mejor haríamos en abandonar esa cuota de moralismo y aceptar, venga de quien
venga, políticos de derecha o de izquierda, el discurso ofensivo. El
derecho a la libertad de expresión que ampara el discurso ofensivo no es, por
supuesto, absoluto y hay que situarlo en un contexto en el que resulte
admisible. Lo primero que habría que decir a este respecto, es que ese
contexto excluye el discurso ofensivo que se dirija a una persona particular
que no se haya involucrado de manera voluntaria en asuntos de interés público,
la que no tiene ninguna obligación de soportar esa afectación a su reputación.
Por el contrario, los funcionarios públicos o las personas públicas o
particulares que se hayan expuesto de manera voluntaria en asuntos de interés
público tienen la obligación de soportar el discurso ofensivo que contra ellos
se emita porque “la libertad de expresión debe garantizarse no sólo en cuanto a
la difusión de ideas e informaciones recibidas favorablemente o consideradas
indiferentes, sino también en cuanto a las que ofenden, chocan, inquietan,
resultan ingratas o perturban al Estado o a cualquier sector de la población.
Así lo exigen el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura, sin los
cuales no existe una sociedad democrática” (ver acá, Párr. 31).
Lo
segundo, es que las exigencias propias de una sociedad democrática no pueden
ser absolutas, esto es, no todo discurso ofensivo, a pesar de que se dirija a
funcionarios públicos o a personas públicas o particulares que se hayan
expuesto de manera voluntaria en asuntos de interés público, resulta admisible.
A este respecto, lo primero que habría que decir es que existen ciertos
discursos que se encuentran prohibidos: así, los discursos sobre apología de la
violencia, propaganda de la guerra, incitación al odio por motivos
discriminatorios, incitación pública y directa al genocidio y pornografía
infantil (ver acá, Párr. 21). Y lo segundo que habría que
decir es que debe distinguirse entre un juicio de valor (que, como tal, no
puede considerarse ni verdadero ni falso, ni tampoco someterse a prueba) y una
afirmación fáctica, porque sobre esta última, puede demostrarse “la falsedad de
la información” o comprobarse que se la realizó “con conocimiento o alto grado
de posibilidad sobre su falsedad en el momento de la publicación” y atribuirle,
en consecuencia, responsabilidad a su autor (ver acá, Párr. 47-48).
En
resumidas cuentas, el discurso ofensivo en materia de asuntos de interés
público (con el par de salvedades descritas) es un discurso legítimo. Lo es,
porque así son las exigencias de una sociedad democrática y porque como
sabiamente lo advirtió George Orwell, en el prólogo a Rebelión
en la granja, si la libertad de expresión “significa algo, es el
derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír”.
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Etiquetas: Diario Expreso, George Orwell, Jaime Nebot, Jorge Vivanco, León Febres-Cordero, Libertad de Expresión
El liberalismo guayaco
7 de octubre de 2011
Publicado en GkillCity el
7 de octubre de 2011.
*
En
esta edición de gkillcity.com dedicada a Guayaquil en sus fiestas octubrinas,
quiero referirme al supuesto "liberalismo guayaco". Libertad
es una palabra que nunca se ausenta del discurso oficial de sus autoridades
locales, que una y otra vez nos cuentan que Guayaquil es una ciudad de
"progreso en libertad" (ver
acá), "cuna de libertad" (ver
acá), pueblo de "hombres y mujeres libres" (ver
acá) que, con cita plagiada a Sartre, no está sino "condenado a ser
libre" (v.
acá): poco más o menos, que en Guayaquil está uno impedido de no ser libre.
Mi hipótesis, frente a esta incesante cantilena, es que quienes la proclaman no
creen realmente en Guayaquil como ciudad de libertades, sino que la quieren
"liberalsirijilla", o sea, con una idea de liberalismo que Ned
Flanders podría suscribir.
Seamos
claros: un liberalismo en serio defiende la autonomía moral de los individuos,
esto es, el que todos y cada uno de ellos tenga la libertad de desarrollar su
personalidad siempre que no afecte los derechos de otras personas y presupone,
en consecuencia, que existen comportamientos sobre los cuales cada persona (y
sólo ella) puede decidir. En un texto clásico del liberalismo, Sobre
la libertad, John Stuart Mill escribió:
"Ningún hombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esa actuación o abstención haya de derivarse un bien para él, porque ello le ha de hacer más dichoso, o porque, en opinión de los demás, hacerlo sea prudente o justo. Éstas son buenas razones para discutir con él, para convencerle, o para suplicarle, pero no para obligarle o causarle daño alguno, si obra de modo diferente a nuestros deseos. Para que esta coacción fuese justificable, sería necesario que la conducta de este hombre tuviese por objeto el perjuicio de otro. Para aquello que no le atañe más que a él, su independencia es, de hecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano" (Pág. 26-27).
Una
persona de pensamiento liberal consistente con este principio de no agresión de
Mill debería postular la
legalización de las drogas, de la
eutanasia y de la
unión homosexual, por ejemplo.
Pero
el "liberalismo guayaco" está muy lejos de postular semejantes ideas,
porque no se toma su propio discurso en serio: tanto que invocan a la libertad
en la retórica, para negarla en la práctica. No sólo porque (como bien lo
aprobaría todo un Ned Flanders) no se defiendan postulados liberales como la
legalización de las drogas, la eutanasia o la unión homosexual (o, para peor,
que se manifieste en contra, ver acá
y acá) sino
porque se restringe de manera arbitraria derechos (ver acá
y acá)
y libertades básicas de los ciudadanos en el espacio público (ver acá
y acá)
que ningún liberal que se precie de serlo admitiría que se restrinjan. Este
martes en radio Atalaya, el que es el
equivalente moral de la esposa del reverendo Alegría en nuestra ciudad y el
encargado administrativo de promover su "cultura", Melvin Hoyos,
explicitó las razones por las cuales se pudo imponer la censura previa en
Guayaquil: porque "no puedes exigirle a la gente que no puede hacer ese
proceso individual [de reflexionar], no puedes exigirle que lo haga y son la
mayoría, y si esa mayoría va a llevarse una idea equivocada del arte, se va a
llevar una idea equivocada del espacio donde se va a llevar a cabo la
exposición, se lleva una idea equivocada de todo lo que está alrededor de ese
tema, entonces, lo que estamos obteniendo es negativo, no es positivo" porque
los de esa supuesta mayoría "no entienden nada, no entienden nada de eso
realmente".
El
mensaje implícito de Melvin: la mayoría no está en capacidad de usar su
libertad 'correctamente'. Yo, como autoridad, estoy en la obligación de
impedirle que se haga daño. Léanlo en el contexto de la cita de Mill y, por
favor, ríanse de Melvin Hoyos, que para eso está.
Pero,
justo es precisar, el patético caso de Melvincito de despreciar a los demás
(porque negarle la posibilidad de reflexionar por sí misma a una persona y, en
consecuencia, desconocerle su autonomía moral es el mayor de los desprecios que
puede hacérsele a ella: es reducirlo a la condición de eterno menor de edad o
de bestia) para justificar su acto es solamente un botón de muestra: no se
trata solamente de las políticas públicas de las autoridades locales, sino de
la forma de pensar de una generación, que podríamos identificar como de
"la vieja guardia". Para esta generación, la libertad que tanto
invocan encuentra límites en términos anchos como "la moral",
"el orden" o "las buenas costumbres", invocaciones que
pueden resumirse en la manida frase "no confundas libertad con
libertinaje" (siendo que "libertinaje" es todo aquello que no
encaja en sus estrechos márgenes morales: el
rechazo a lo diferente). Rara vez razonan su postura en un diálogo: para
sustentarla,
apelan a la tradición, al uso de la fuerza
(que se expresa en una relación vertical de poder, en el que la contracara del
"aquí se hace lo que digo yo" del que manda es el "yo sólo
cumplo órdenes" de sus subordinados) o a la descalificación de
su adversario (que no suele privarse de despreciar a los demás -desprecio
del que Melvin hizo gala en radio Atalaya- ni de apelar a los estigmas
regionalistas, homofóbicos o de clase -lo cholo como lo que debe ser evitado, todo
un siempre). Su mirada sobre las cosas suele ser en blanco y negro (que
mezcladitos, ¿sorprende a alguien?, resulta en gris), critica en otros los que
también son sus defectos ("no seas bocasucia, hijueputa") y descree
que los demás puedan hacer algo de buena fe o por defensa de principios
("hay ahí gato encerrado" / "a mí no me hacen cojudo"). En
resumidas cuentas, el perfil de esta generación de "la vieja guardia"
es el de un moralista de rasgos autoritarios. O sea, precisamente, lo
contrario de una persona liberal.
Las
buenas noticias: a esta forma de pensar de "la vieja guardia"
(apertrechada en las autoridades locales y en los viejos caducos que escriben
columnas de opinión en los medios tradicionales) la desplazará el Internet. La
opinión pública se encuentra cada vez más en las creaciones de los internautas
y en los intercambios fluidos de las redes sociales. El perfil de nuestra
generación (por oposición a la generación de "la vieja guardia") es haber
tenido una formación cultural distinta (mucho más horizontal que vertical), sin
temor reverencial a las autoridades, abierta al conocimiento y con
posibilidades de expresión amplias y diversas, acostumbrada a no conformarse, a
cuestionar(se), a buscar respuestas y a ofrecer razones. Todo un relevo
generacional, aupado por la tecnología.
El
Internet, eso sí, no acabará ni con la hipocresía, ni con la intención de daño
a terceros, ni con las falacias en el debate de ideas. Pero lo que sí hará el
Internet y ya lo está haciendo, con su pluralidad de voces y su diversidad de
opiniones y su amplia posibilidad de expresarlas y debatirlas, es contribuir a
que se exponga la hipocresía, la intención de daño y las falacias en el debate
y que se llame por su nombre al hipócrita, al dañino y al falaz: es el ciclo de
la omertá
el que resultará fracturado. Y con ello resultará fracturado este
"liberalismo guayaco a lo Flanders" que, de manera tan turra como
aleve, nos lo quieren entucar como libertad.
Yo
creo en las posibilidades del liberalismo guayaco, si es que empezamos por
identificar a quienes no lo postulan ni lo practican. Y si todavía les queda
alguna duda, pregúntenle nomás a Mostacho El Facho: él
sabe.
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Etiquetas: Guayaquil, John Stuart Mill, Liberalismo, Melvin Hoyos, Ned Flanders
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