Publicado en diario Expreso el viernes 25 de noviembre de 2019.
Que “Guayaquil no es más que un mangle con ínfulas de ciudad” escribió el historiador Julio Estrada Ycaza en la introducción del tercer tomo de su extraordinaria “Guía Histórica de Guayaquil”. Y ha ocurrido que, por el acelerado crecimiento que experimentó Guayaquil desde los años cincuenta, sus ínfulas de ciudad arrasaron con su mangle, con su naturaleza. En palabras del historiador Estrada, escritas a inicios de los noventa: “Se ha ido la belleza, y una fuente de vida; han quedado los escombros y el hedor”. Y que conste que él lo escribió antes de empezar la administración del PSC en Guayaquil.
Porque durante estos 30 años de administración del PSC, que ha sido el período de mayor expansión urbana de Guayaquil bajo un mismo gobierno, el crecimiento de la ciudad continuó con la depredación de la naturaleza. Pero hoy es mucho peor, pues esa continua depredación atenta ya contra la supervivencia misma de la ciudad. Esto, debido a que su crecimiento ha sido decididamente horizontal, gris e impermeable, lo que no sólo encareció los costos de su hechura, sino que resulta muy perjudicial para la mitigación de los daños que causarán las inundaciones que ocurrirán por la elevación del nivel del mar en razón del cambio climático.
Desde el año 2013 se conoce, por un estudio que auspició el Banco Mundial y que consideró para el año 2050 una conservadora elevación del nivel del mar de apenas 20 centímetros, que Guayaquil es la tercera ciudad del mundo (después de Cantón en China y Nueva Orleáns en los Estados Unidos) cuya economía sufrirá más debido a las futuras inundaciones (este análisis se hizo para 136 ciudades costeras de más de 1.000.000 de habitantes). Para Guayaquil se calculó una afectación económica por encima de los 3.000 millones de dólares.
El riesgo de inundaciones es una amenaza grave y real para la supervivencia de Guayaquil, riesgo que sólo ha podido incrementarse en las últimas décadas. La mayoría de sus zonas de expansión urbana (donde vive la inmensa mayoría) según un informe de la Corporación Andina de Fomento (CAF) del año 2013 (“La inundación de Guayaquil en marzo 2013”) ha crecido así: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”.
En este tipo de crecimiento se ha optado como solución para eliminar las aguas de lluvia la creación de extensas redes de alcantarillado, solución ineficaz que aumenta gravemente el riesgo de inundaciones, y también, solución muy costosa en su ejecución, pues puede “llegar a aumentar en seis (6) veces los costos” si son comparados con una estrategia diseñada “bajo los conceptos de ciudades verdes, inclusivas y sustentables”. Es decir, se paga mucho pero no en beneficio de la gente. Ha sido un crecimiento urbano pensado a gusto y conveniencia de las empresas constructoras, pero maldito para el ciudadano común.
Así, en Guayaquil, por años hemos pagado mucho (un claro sobreprecio) para construir una ciudad inundable que nos hará mucho daño. Se benefició a unos pocos, en perjuicio de la inmensa mayoría. Y éste es, en esencia, el “capitalismo de amigos”, preparándonos un nuevo legado de escombros y hedor.