La ciudad de Santiago

29 de julio de 2022

Publicado en diario Expreso el 29 de julio de 2022.

 

En una quincena de agosto del año 1534 se fundaron en la llanura de Liribamba (Sierra central del Ecuador) una ciudad y una villa españolas que son parte fundamental de la historia del Estado del Ecuador. Ambos asentamientos fueron provisorios, mudables: la villa de San Francisco de Quito, fundada el 28 de agosto, se trasladó treinta leguas al norte para ocupar el espacio de la arrasada Kitu indígena. La ciudad de Santiago de Quito, fundada el 15 de agosto, se la trasladó a la Costa para servir de puerto a la villa que ocupó el espacio de la arrasada Kitu indígena.

 

Con el tiempo, la villa de San Francisco de Quito pasó a ser una ciudad (1541) y fue la sede de una Gobernación (1540) y de una Audiencia (1563), para después convertirse en la capital del Estado independiente del Ecuador (1830). La ciudad de Santiago de Quito, en su tránsito a la Costa para servirle de puerto, mantuvo su nombre cristiano de Santiago, pero perdió el “de Quito” para tomar un nombre relativo a su nueva geografía. El nombre de un cacique reemplazó a su nombre montañés.

 

El hombre que estableció que la Santiago de Quito fundada en 1534 era la misma ciudad que se estableció en un cerro a orillas de un ancho río fue Miguel Aspiazu. Él leyó con atención el acta de fundación de la ciudad de Santiago de Quito y la provisión del adelantado Francisco Pizarro fechada 22 de enero de 1535, por la que esta autoridad confirmó los cargos de los que habían sido designados alcaldes y regidores de Santiago de Quito. De ello dedujo Aspiazu que “no por haberse fundado el Cabildo de la villa de San Francisco de Quito había dejado de existir el de la ciudad de Santiago de Quito”, pues de otra manera no se habría confirmado a esas autoridades en sus cargos.

 

Establecida esta idea, Aspiazu se planteó la hipótesis de que la ciudad de Santiago de Guayaquil fuera la continuación de la ciudad de Santiago de Quito fundada en Liribamba. Aspiazu demostró que, por Cédula Real dada en Toledo el 4 de mayo de 1534, se había autorizado al adelantado Francisco Pizarro “para que cada y cuando le pareciera que un pueblo fundado o que fundare se deba mudar de sitio lo pudiese mudar al sitio que le pareciese, con su nombre”. Y demostró también que, en una provisión del Rey de España hecha en septiembre de 1540, constaba el nombre de Santiago de Quito para identificar a la ciudad que ya se había trasladado a la Costa y que empezaba a asentarse a la vera de un río para servirle de puerto a San Francisco de Quito.  

 

Miguel Aspiazu tiene el mérito de haber razonado y construido este relato de la fundación de la ciudad. Él recordó que, en su viaje a la Costa, la que era Santiago de Quito pasó a llamarse Santiago en Estero de Dimas, o Santiago del río de Amay, o Santiago de la Culata, hasta que finalmente se llamó Santiago de Guayaquil, por el nombre de un cacique, Guayaquile.

 

Dado este antecedente, es un error festejar el 25 de julio como la fundación de Guayaquil pues la fecha de su fundación es el 15 de agosto de 1534, fecha que la convierte a Guayaquil (después de Piura) en la segunda ciudad española fundada en Sudamérica durante la conquista del Perú y la primera fundada en el territorio del Estado del Ecuador.

El general San Martín remando en dulce de leche

22 de julio de 2022

 

Publicado el 22 de julio de 2022.

 

Hubo un tiempo en que la provincia de Guayaquil fue una república independiente, codiciada por colombianos y peruanos (el Ecuador no existía). El antecedente de esta codicia es que, en tiempo de la dominación de los españoles, la provincia de Guayaquil perteneció al Virreinato del Perú hasta que pasó al Virreinato de la Nueva Granada, pero después volvió a ser controlada por el Virreinato del Perú. A consecuencia de estos vaivenes, los grandes países que surgieron de la disolución de los citados Virreinatos se pensaron ambos con derechos para codiciar a Guayaquil: Colombia la quería como su extremo Sur, Perú como su extremo Norte. 

 

José Joaquín de Olmedo decía que el 9 de octubre era el día de la independencia y el 8 de noviembre era el día de la libertad. Este último día, en 1820, un total de 57 representantes de los pueblos que conformaban la provincia de Guayaquil (toda la Costa menos Esmeraldas) se reunieron para aprobar una Constitución provisoria para la provincia independiente. De acuerdo con el artículo 2 de esta efímera Constitución: ‘La Provincia de Guayaquil se declara en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur’.

 

Ésta era la postura del guayaquileño Olmedo. Él creía que una reunión de representantes de los pueblos de la provincia de Guayaquil debía decidir la materia de a qué país ‘unirse’, o si mantenerse como un país independiente. La Junta de Gobierno de Guayaquil, que Olmedo presidía, convocó a una reunión de representantes que debió celebrarse el 28 de julio de 1822 justamente para decidir sobre este tema.

 

Pero el general Simón Bolívar, a la sazón Presidente de Colombia, tenía otro plan, que excluía del todo oír a los representantes de la provincia de Guayaquil, y era imponer su voluntad. Su gran argumento fue haber llegado a la ciudad, el 11 de julio de 1822, acompañado de 1.300 soldados colombianos. En seguida, el secretario de Bolívar le envió una nota a Olmedo y a los otros dos integrantes de la Junta de Gobierno (Francisco María Roca y Rafael Ximena) en que les indicaba que su breve experimento democrático debía llegar a su fin. A los pocos días, todos ellos abandonaron la ciudad para pasar a residir en Lima. Roca y Ximena no volvieron jamás a Guayaquil.

 

Bolívar ocupó militarmente Guayaquil para anexar la provincia a la Colombia que él presidía. En esto, le ganó de mano al general José de San Martín, a la sazón Protector del Perú. Él viajó a Guayaquil para incorporar esta provincia al Perú, pero en camino a la ciudad, en Puná, el 25 de julio de 1822, a San Martín se le informó de la ocupación militar de Guayaquil por Bolívar y sus 1.300 soldados colombianos. Anoticiado, en su cabeza debió quedar meridianamente claro que Bolívar lo tenía ya todo atado. Guayaquil estaba perdida para el Perú.

 

Cuando la mañana del 26 de julio de 1822 el general San Martín llegó a Guayaquil abordo de la goleta de guerra ‘Macedonia’, lo recibió en el muelle un arco decorativo en el que se podía leer ‘Bienvenidos a Colombia’. Luego tuvo lugar la célebre entrevista de Bolívar y San Martín, donde es fama que se decidió el destino de Guayaquil…

 

Bien pudieron hablar del clima.

Caso Tibi

15 de julio de 2022


Publicado en diario Expreso el 15 de julio de 2022.

 

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) sentenció el Caso Tibi vs. Ecuador el 7 de septiembre de 2004. Este caso es típico de los años noventa, parte de un esquema de corrupción institucionalizada por las nuevas reglas para el combate del tráfico de drogas. La aprobación de la Ley de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Ley 108), en septiembre de 1990, cambió las reglas.

 

La experta Sandra G. Edwards describió la nueva situación en palabras sencillas: ‘Ecuador debía comprometerse con el juego de los números: más personas en la cárcel y más acusados por delitos relacionados con drogas. La policía ecuatoriana asumió el acuerdo como una misión encomendada. A cambio de continuar recibiendo la asistencia económica, su trabajo consistiría en detener a tantas personas como fuera posible bajo la Ley 108’. El francés Daniel Tibi fue una víctima célebre de este esquema corrupto.

 

En septiembre de 1995, Daniel Tibi fue detenido por la Policía en el barrio La Mariscal, en Quito. Enseguida, la Policía lo trasladó de Quito a Guayaquil, lo involucró en un delito bajo la Ley 108 y, con la colaboración de un sistema penal volcado al hacinamiento en las cárceles por los delitos de drogas, lo encerraron en La Penitenciaría del Litoral. Tibi tenía 36 años. Pasó los siguientes dos años y medio encerrado (hasta enero de 1998, siempre con prisión preventiva), sufriendo las penurias del malvivir de la Penitenciaría.

 

En julio de 1998, la situación de Daniel Tibi se denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, tras un trámite de seis años, Tibi obtuvo de la Corte IDH una sentencia que condenó al Estado del Ecuador. La Corte reconoció en sentencia que la detención de Tibi había sido ilegal y arbitraria, que a él se lo torturó en prisión, que sus garantías judiciales no le fueron respetadas y que sus propiedades le fueron incautadas y jamás devueltas. Y por estos hechos violatorios a sus derechos, la Corte IDH ordenó reparaciones económicas a favor de Tibi y sus familiares, y ordenó otras reparaciones a fin de que las violaciones que se cometieron en este caso no se vuelvan a repetir en el Ecuador.

 

El Estado del Ecuador se limitó a cumplir (con demora) las reparaciones de carácter económico, pero todas las reparaciones para la no repetición de los hechos, que comportaban programas de formación y capacitación para el personal judicial, del ministerio público, policial y penitenciario, incluyendo al personal médico, psiquiátrico y psicológico, y ‘un comité interinstitucional con el fin de decidir y ejecutar los programas de capacitación en derechos humanos y tratamiento de reclusos’, siguen sin cumplirse. El Estado, cuatro informes de cumplimiento de la Corte IDH y casi dos décadas después, no sigue estando como estaba en los años noventa por la sencilla razón de que está ya peor. Si enterado, no habría podido sorprenderlo a Tibi esta decadente práctica institucional: él no esperaría nada de un basural.

 

Apenas salió libre, Tibi abandonó el Ecuador. Era el 22 de enero de 1998. Un diario local hizo una noticia por su partida y recogió sus últimas palabras, dichas antes de subirse al avión que lo llevó de vuelta a Francia: ‘Al fin pude salir de la basura’.

Guayaquil catástrofe

8 de julio de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 8 de julio de 2022.

 

Este artículo es un ejercicio de prospectiva: estudiar lo que se ha hecho en Guayaquil para mitigar el impacto de las inundaciones, a fin de explorar su (sub-acuático) futuro.

 

Las inundaciones en Guayaquil pueden provocar unas pérdidas inaceptablemente altas. Un estudio del año 2013 (“Future flood losses in major coastal cities”, de Hallegatte et al.) auspiciado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estimó, calculadas al año 2050, las pérdidas económicas a causa de las inundaciones que ocurrirán en las 136 ciudades costeras más grandes del mundo por efecto del cambio climático. Con una estimación conservadora que consideró una elevación del nivel del mar de apenas 20 centímetros, este estudio encontró que Guayaquil es la tercera ciudad, después de Cantón en China y Nueva Orleáns en los Estados Unidos, cuya economía iba a sufrir más producto de las inundaciones. Para Guayaquil se calculó que el porcentaje de pérdidas económicas anuales en relación con su producto interno bruto (PIB) era del 1.08%.

 

Este porcentaje del 1.08% representa “la parte de los gastos económicos de la ciudad que debería ahorrarse anualmente para pagar las futuras pérdidas por inundaciones”. Este porcentaje, por cierto, es siempre y cuando la ciudad haya tomado medidas adecuadas para la mitigación de los impactos por las inundaciones. El escenario cambia si no se actúa a tiempo.

 

Estudiar lo que se ha hecho en Guayaquil para hacer frente a las inundaciones es breve, porque realmente no se ha hecho nada de relevancia, como no sea empeorar la situación. Por decenas de años, la ciudad ha experimentado un crecimiento que la ha vuelto propensa a las inundaciones. En un informe técnico que la propia Alcaldía de Guayaquil le solicitó a la Corporación Andina de Fomento (CAF) sobre el posible impacto de las inundaciones en la ciudad, los técnicos de la CAF lamentaron que una ciudad como Guayaquil que “ofrece condiciones inmejorables para desarrollar soluciones integradas en el diseño urbano [y] sustentables a largo plazo” haya optado por un crecimiento que resulta perjudicial para la mitigación de las inundaciones.  

 

El informe de la CAF describe así el crecimiento urbano de Guayaquil: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”. Impermeabilizar el suelo de una ciudad costera es facilitar el trabajo a los efectos del cambio climático. Guayaquil es una gran mancha gris propensa por mensa a las inundaciones.

 

Imaginemos una ciudad sub-acuática y la posibilidad de vivir en ella. Y la respuesta es no.

 

En el estudio auspiciado por la OCDE se advierte que el riesgo de no hacer nada para mitigar el impacto de las inundaciones “resultaría en pérdidas inaceptablemente altas”. Y es en esta categoría de ciudad irresponsable que la tenemos a Guayaquil.

 

La diferencia entre una catástrofe y una tragedia es que una catástrofe se podría haber evitado por la oportuna actuación humana, mientras que una tragedia no. Guayaquil va galopante rumbo a una catástrofe de dimensiones colosales, cosa que a nadie en esta ciudad parece preocuparle, y mucho menos a sus autoridades. 

La decadencia de Guayaquil

1 de julio de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 1 de julio de 2022.

 

La Guayaquil de tres generaciones atrás era una ciudad distinta a la actual: era fresca, tranquila y acogedora, cívica (es la Guayaquil de la última revolución que ha tenido este país, la ‘Gloriosa’). Para esa época ocurrieron dos hechos que resultan claves para comprender el cambio radical que ella ha sufrido. El primero: empezaron en 1947 las elecciones populares para elegir el alcalde o la alcaldesa del cantón. El segundo: desde la década de los cincuenta empezó un crecimiento acelerado de su población. Estos hechos están relacionados, pero para mal.

 

El año 1950 se realizó el primer censo en el país y Guayaquil tenía alrededor de 250.000 habitantes. El sexto censo, el año 2001, informó de una Guayaquil de ya casi dos millones de habitantes (1.985.379). Por muchos años, la ciudad recibió un flujo alto y constante de personas (cuya inmensa mayoría vino a vivir en tugurios e invasiones) que lo aprovecharon los políticos de Guayaquil, creando redes clientelares en estos sectores populares de rápida expansión.

 

En Guayaquil, tres partidos políticos han aprovechado las redes clientelares en los sectores populares: Concentración de Fuerzas Populares (CFP), Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y Partido Social Cristiano (PSC). El desarrollo postergado en estos lugares, el suplido de servicios y obras a cuentagotas tan conveniente al mantenimiento de las redes clientelares, ha producido que buena parte de la población de Guayaquil viva en situación de hacinamiento y pobreza, sin una adecuada provisión de servicios básicos, sin acceso a áreas verdes ni a espacios de recreación, en unas condiciones que, según afirma un informe de la ONU-Hábitat, ‘contribuyen a la creación de la pobreza y a su realimentación, algunas de las cuales hacen parte del concepto que las define como trampas de pobreza’. ‘Trampa de pobreza’ quiere decir una ciudad en la que dejar de ser pobre es malditamente difícil.

 

Una ciudad que no te ofrece oportunidades, te obliga a crear esas oportunidades. Aunque ello implique encomendarse a San Pablo Escobar.

 

Porque este maltrato y abandono de años ha provocado en Guayaquil que una parte postergada de su sociedad se haya organizado. Lo que ocurre es que se ha organizado en revancha, para emprender en actividades criminales y para subvertir el (supuesto) orden de la ciudad. Y resulta que esa parte de la sociedad que se dedica al narcotráfico está mejor organizada que el Estado. Hoy en día, esta gente organizada con propósitos criminales controla un amplio territorio en el Sur y en otras partes de Guayaquil, donde imponen su ley y disputan la hegemonía del Estado. Como lo ha denunciado la Alcaldesa, ellos cobran ‘vacunas’ a los contratistas del Municipio para dejarlos hacer la obra pública. Y el Estado, ni el local ni ningún otro, no puede evitarlo.

 

El resultado es que hoy Guayaquil es una ciudad calurosa, violenta y estresante, sin civismo y (probablemente) sin otro futuro como no sea uno auto-destructivo. Decayó muy pronto, en apenas tres generaciones, conducida por las redes clientelares de los políticos, acompañada de una ciudadanía embobada, muerta por la desidia generalizada y rematada por el exitoso, boyante negocio del narcotráfico.