En otra entrada de esta bitácora opiné sobre Cinema Paradiso. Yo sabía desde hace tiempo que existe una versión más larga de esta película (versión que se exhibió en Italia y que dura 155 minutos) que la versión que yo admiro, de 123 minutos (editada para el mercado internacional). Me enteré recién este fin de semana que existe una versión del director, de 173 minutos de duración, que salió al mercado el 2002 y que en Estados Unidos se la conoció con el título de Cinema Paradiso: the new version. La miré en el MAAC el sábado, y sí, coincido, se trata de una versión nueva: una versión nueva con cincuenta minutos de más.
Esos cincuenta minutos sobrantes puede reducírselos sin pérdida a un énfasis y una alteración. El énfasis es añadirle color local al poblado siciliano (Giancaldo) donde se desarrolla la trama, por ejemplo, vía la aparición de una prostituta que le prodiga a Toto su primer polvo en el piso de la sala del Cinema Paradiso y que comerciaba en aquel mismo establecimiento con ocasión de las películas “subidas de tono” (un trabajo socorrido porque un pezón y estos rústicos tanos que se ponían como motos) y alargar las vicisitudes existenciales del adolescente Toto (por ejemplo, con escenas de su período de conscripción en el ejército). Este añadido (al que puede sumársele la intrusión sonora de un piano) es meramente trivial y dilata de manera innecesaria la película. Todas esas escenas podrían no existir (como no existen en la edición de 123 minutos) y nadie, en su sano juicio, las extrañaría.
Ahora, si este énfasis es trivial, la alteración es perversa. En principio, encuentro difícil admitir que esta lánguida historia de amor de tres decenios entre Toto y Elena enriquezca el argumento o le añada matices hermosos. Ahondar en el largo y siempre fallido amor de esta pareja es fatigar lugares comunes y secuenciar diálogos insulsos; es, tristemente, convertir a aquel Alfredo que fue educador sentimental de Toto en un canalla obsesivo y egoísta (la vejez de Toto llega incluso a maldecirlo). El que en un coche frente al mar siciliano la vejez de Elena Mendola le ofrezca un tardío polvo sacapicas y premio-consuelo a Toto no salva nada; la escena es, en realidad, algo penosa. El resultado final de esos infelices cincuenta minutos es transformar una película que era un hermoso homenaje al cine en un pastiche romántico que evoca un pueblo siciliano y un cinematógrafo.
Terminó la función y el contraste con la edición de 123 minutos fue evidente: la escena final de la sucesión de besos que Alfredo conservó para Toto, que en la versión de 123 minutos conmueve porque conjuga la esencia y la belleza de una historia sobre el cine, una comunidad y una biografía que ese pequeño ámbito forjó (escena que es, para mí en esa versión, imposible de mirarla sin lágrimas en los ojos) se la observa en la versión del director como un accidente que no depara mayores emociones. Este hecho es la mejor prueba del fracaso de esta versión. Pero por fortuna, siempre tendremos la otra.
P.S.- Para matizar este descalabro les cuelgo una hermosa versión en concierto de un fragmento de la música que compuso el inmenso Ennio Morricone.
Esos cincuenta minutos sobrantes puede reducírselos sin pérdida a un énfasis y una alteración. El énfasis es añadirle color local al poblado siciliano (Giancaldo) donde se desarrolla la trama, por ejemplo, vía la aparición de una prostituta que le prodiga a Toto su primer polvo en el piso de la sala del Cinema Paradiso y que comerciaba en aquel mismo establecimiento con ocasión de las películas “subidas de tono” (un trabajo socorrido porque un pezón y estos rústicos tanos que se ponían como motos) y alargar las vicisitudes existenciales del adolescente Toto (por ejemplo, con escenas de su período de conscripción en el ejército). Este añadido (al que puede sumársele la intrusión sonora de un piano) es meramente trivial y dilata de manera innecesaria la película. Todas esas escenas podrían no existir (como no existen en la edición de 123 minutos) y nadie, en su sano juicio, las extrañaría.
Ahora, si este énfasis es trivial, la alteración es perversa. En principio, encuentro difícil admitir que esta lánguida historia de amor de tres decenios entre Toto y Elena enriquezca el argumento o le añada matices hermosos. Ahondar en el largo y siempre fallido amor de esta pareja es fatigar lugares comunes y secuenciar diálogos insulsos; es, tristemente, convertir a aquel Alfredo que fue educador sentimental de Toto en un canalla obsesivo y egoísta (la vejez de Toto llega incluso a maldecirlo). El que en un coche frente al mar siciliano la vejez de Elena Mendola le ofrezca un tardío polvo sacapicas y premio-consuelo a Toto no salva nada; la escena es, en realidad, algo penosa. El resultado final de esos infelices cincuenta minutos es transformar una película que era un hermoso homenaje al cine en un pastiche romántico que evoca un pueblo siciliano y un cinematógrafo.
Terminó la función y el contraste con la edición de 123 minutos fue evidente: la escena final de la sucesión de besos que Alfredo conservó para Toto, que en la versión de 123 minutos conmueve porque conjuga la esencia y la belleza de una historia sobre el cine, una comunidad y una biografía que ese pequeño ámbito forjó (escena que es, para mí en esa versión, imposible de mirarla sin lágrimas en los ojos) se la observa en la versión del director como un accidente que no depara mayores emociones. Este hecho es la mejor prueba del fracaso de esta versión. Pero por fortuna, siempre tendremos la otra.
P.S.- Para matizar este descalabro les cuelgo una hermosa versión en concierto de un fragmento de la música que compuso el inmenso Ennio Morricone.
4 comentarios:
Vaya!esta nueva entrada en tu blog me ha sorprendido mucho, pues no únicamente por la "review" que haces de los nuevos 50 minutos de la "versión del Director", sino por la entrada previa de Cinema Paradiso, en la que cuentas -entre otros detalles propios de la película y otros personales antes y después de la salida del Octaedro- lo conmovedora que es la película y más su final. ¡qué lástima que la nueva versión no haya logrado mantener la belleza y las emociones del "fine" de la versión previa! ... Felizmente continúa siendo parte de este filme italiano la música del Maestro Ennio Morricone, además como tu mismo mencionas siempre tendremos la película de los 123 minutos.
ABM, sí, la versión 173 es un bajón. Pero sí, tenemos a Morricone y la buena versión 123. No hay pérdida, de todas maneras. Salute.
Lo único que demuestra la versión del director es que hubo una magnífica labor de edición en el resultado final. Allí donde hubo trivialidad, cursilería o patín farragoso, la tijera del editor cortó inmejorablemente. Sin embargo, lo que no alcanzo a comprender es qué carajo estaban pensando los que decidieron comercializar esta versión en bruto: es un desperdicio en todo sentido. A mi me resbala, porque la versión internacional de dos horas ya la disfruté, emocionado hasta el llanto, numerosas y precedentes veces....pero qué sucederá con los desafortunados espectadores de esta versión panoli del director, sin haber visto antes la versión definitiva? Creo que quedarán irremediablemente vedados de apreciar enteramente la genialidad de esta obra. La exhibición de esta versión de casi 3 horas me parece un desatino, en cualquier caso. Vaya pérdida de tiempo y de sana ilusión por una versión que no sólo resulta -paradójicamente- "corta", sino que desvirtúa hasta matar una de las grandes cintas de todos los tiempos.
Anónimo, totalmente de acuerdo. Y, neta, no puedo menos que aplaudir el trabajo del editor del film que en la versión de 123 nos ahorra con precisión cirujana un descalabro de 50 minutos. Salute.
Publicar un comentario