“No se contentaba Moloch
con que se le ofrecieran como víctimas becerros y toros magníficos”, advierte
el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano sobre esta deidad del pueblo
cartaginés, un pueblo considerado “profundamente religioso”.
Se lee en la voz Cartago de este diccionario (Tomo IV,
pp. 323-327) que cuando “Agatocles llegó a las puertas de Cartago, los vencidos
atribuyeron sus desgracias a la cólera de Moloch”, pues lo habían timado: en
vez de sacrificar las madres de las familias nobles a sus hijos (“sin verter
una lágrima ni exhalar un suspiro”, como coloreaba este diccionario)
compraron a unos niños de extranjeros para su reemplazo en el sacrificio.
La adaptación de Moloch a la mitología de los romanos es Saturno, que también devora a sus hijos –aquí dibujado por
Goya (1746-1828).
Este monstruo/deidad cartaginés
nunca se quedó sin su ración de niños para el regocijo de su torcida
alma, pero cuando Agatocles de Siracusa llegó a las puertas de Cartago, la
trampa de las madres cartaginesas se hizo evidente y Moloch no se conformó con
poco:
“Para
aplacar al dios se le sacrificaron 200 niños pertenecientes a las familias más
distinguidas. Además 300 hembras que se consideraron culpables de la
sustitución pecaminosa, se ofrecieron como víctimas expiatorias”.
El método de sacrificio de
los niños en la Cartago del 309 antes de Cristo incluía un horno de bronce.
Moloch tenía una estatua de ese material, cuyos brazos abiertos llegaban “hasta
el suelo y los niños que en ellos se depositaban caían en un horno ardiendo”.
Eran elevados desde las manos de Moloch hasta su boca, para lanzarlos dentro de
él directo al fuego. Pero en otra versión, recogida en la película italiana Cabiria, de 1914, los niños se iban
derechito a la panza ardiente de Moloch:
Así, cada feligresía
cartaginesa quemaba los niños a su manera.
Tras la tercera Guerra Púnica concluida el año 146 antes
de Cristo, Roma borró del mapa a Cartago. La efectividad de Moloch para
resistir a la arremetida de los romanos comandados por Escipión Emiliano entre
los años 149-146 a. C. fue nula: de la gran Cartago no quedó ni su idioma (el
púnico), ni rastros de su alguna vez floreciente cultura, que por cientos de
años había dominado el Mediterráneo hasta la emergencia de Roma, que se encargó de destruirla.
Moloch, su dios, brutal e
inútil, como cualquier otro.
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