El informe que la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó el 17 de marzo de 2022 sobre
‘Personas privadas de libertad en Ecuador’
es una elocuente descripción de la derrota del Estado ecuatoriano en la
administración de los 36 centros de detención que tiene en su territorio. El
primer párrafo del Resumen ejecutivo
del informe irrumpe así:
‘Ecuador atraviesa
por una grave crisis penitenciaria de naturaleza estructural, caracterizada por
niveles de violencia y corrupción sin precedentes dentro de las prisiones, y
que responde al abandono del sistema penitenciario por parte del Estado desde
hace años atrás, así como a la ausencia de una política criminal integral’. (Párr. 1)
O sea, el Estado es como
un gran nuay, el naiden de la institucionalidad.
Más adelante en su
informe, la Comisión Interamericana enumera los factores que han causado la actual
crisis penitenciaria en el Ecuador: ‘debilitamiento
de la institucionalidad del sistema penitenciario; aumento de penas y del
catálogo de delitos que privilegian el encarcelamiento; la política contra las
drogas; uso excesivo de la prisión preventiva; obstáculos legales y
administrativos para la concesión de beneficios e indultos; y deplorables
condiciones de detención’. (Párr. 12)
La suma de estos
factores produce una consecuencia nefasta: ‘el
Estado ecuatoriano está colocando a la población penitenciaria en una situación
inminente y permanente de riesgo, y exponiéndola a altísimos actos de violencia
carcelaria sin precedentes, que está resultando en que cientos de personas
pierdan la vida aún estando bajo la custodia del Estado’. (Párr. 65)
Y he aquí la cereza de
este pastel catastrófico:
‘En particular,
llamó la atención de la Comisión que durante su visita al Centro Guayas No. 4,
al consultar sobre la existencia de protocolos de actuación en casos de
violencia, la autoridad penitenciaria indicó que no habría una política, y en
ese sentido, las personas privadas de libertad debían correr hacia las
oficinas administrativas en busca de refugio’. (Párr. 71 –el resaltado no
es del original)
No hay imagen más
perfecta para escenificar el fracaso del Estado ecuatoriano.
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