Publicado
en diario Expreso el 8 de julio de 2022.
Este artículo es un
ejercicio de prospectiva: estudiar lo que se ha hecho en Guayaquil para mitigar
el impacto de las inundaciones, a fin de explorar su (sub-acuático) futuro.
Las inundaciones en
Guayaquil pueden provocar unas pérdidas inaceptablemente altas. Un estudio del
año 2013 (“Future flood losses in major
coastal cities”, de Hallegatte et al.)
auspiciado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE) estimó, calculadas al año 2050, las pérdidas económicas a causa de las
inundaciones que ocurrirán en las 136 ciudades costeras más grandes del mundo por
efecto del cambio climático. Con una estimación conservadora que consideró una
elevación del nivel del mar de apenas 20 centímetros, este estudio encontró que
Guayaquil es la tercera ciudad, después de Cantón en China y Nueva Orleáns en
los Estados Unidos, cuya economía iba a sufrir más producto de las
inundaciones. Para Guayaquil se calculó que el porcentaje de pérdidas
económicas anuales en relación con su producto interno bruto (PIB) era del 1.08%.
Este porcentaje del 1.08%
representa “la parte de los gastos económicos de la ciudad que debería
ahorrarse anualmente para pagar las futuras pérdidas por inundaciones”. Este
porcentaje, por cierto, es siempre y cuando la ciudad haya tomado medidas adecuadas
para la mitigación de los impactos por las inundaciones. El escenario cambia si
no se actúa a tiempo.
Estudiar lo que se ha
hecho en Guayaquil para hacer frente a las inundaciones es breve, porque
realmente no se ha hecho nada de relevancia, como no sea empeorar la situación.
Por decenas de años, la ciudad ha experimentado un crecimiento que la ha vuelto
propensa a las inundaciones. En un informe técnico que la propia Alcaldía de
Guayaquil le solicitó a la Corporación Andina de Fomento (CAF) sobre el posible
impacto de las inundaciones en la ciudad, los técnicos de la CAF lamentaron que
una ciudad como Guayaquil que “ofrece condiciones inmejorables para desarrollar
soluciones integradas en el diseño urbano [y] sustentables a largo plazo” haya
optado por un crecimiento que resulta perjudicial para la mitigación de las
inundaciones.
El informe de la CAF
describe así el crecimiento urbano de Guayaquil: “lotes pequeños para las
viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una
clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”. Impermeabilizar
el suelo de una ciudad costera es facilitar el trabajo a los efectos del cambio
climático. Guayaquil es una gran mancha gris propensa por mensa a las
inundaciones.
Imaginemos una ciudad
sub-acuática y la posibilidad de vivir en ella. Y la respuesta es no.
En el estudio
auspiciado por la OCDE se advierte que el riesgo de no hacer nada para mitigar el
impacto de las inundaciones “resultaría en pérdidas inaceptablemente altas”. Y
es en esta categoría de ciudad irresponsable que la tenemos a Guayaquil.
La diferencia entre una
catástrofe y una tragedia es que una catástrofe se podría haber evitado por la
oportuna actuación humana, mientras que una tragedia no. Guayaquil va galopante
rumbo a una catástrofe de dimensiones colosales, cosa que a nadie en esta
ciudad parece preocuparle, y mucho menos a sus autoridades.
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