Hoy empezó la III
Conferencia de ONU Hábitat en Quito. Una conferencia que se lleva a cabo cada
veinte años (Vancouver 1976, Estambul 1996, Quito 2016), cuya relevancia es
extraordinaria, pero cuya ejecución hoy ha sido paupérrima. En el primer día de
inscripciones, Quito demostró no estar en capacidad de organizar un acto de
esta envergadura.
La desorganización reinó: filas
enormes que no mostraban ningún progreso por varias horas. Algunas autoridades
laxas, que permitían que se salten la fila algunos “apadrinados”. Tarde se les
ocurrió traer agua para refrescar a la gente del sol canicular que pegaba sobre
nosotros por su incompetencia, pero no se les ocurrió traer donde recoger los
desechos. Más tarde aún, recién llegaron las baterías sanitarias que envió el
Municipio de Quito (¡en manos de estos incompetentes está el futuro de esta
ciudad).
La desorganización que produjo la incompetencia. Fuente. |
Lo peor fue el trato de
algunos funcionarios públicos, que decían tratar de ayudar. A una supuesta
subsecretaria de turismo, que vino a portarse condescendiente para a la primera
de recibir una queja, alzar la voz, se la mandó zumbando. Respetos guardan respetos: optó por retirarse antes de pasarlo mal
esta fulana, tan rubia platino como completa inútil. Pero peor fue el caso de
un imbécil de la “organización”, quien quiso poner orden a los gritos y que
terminó por decir que “el que no quiera estar, que se vaya”. A ese cretino sí
que le cayó su buena puteada. Obvio, su “plan” no prosperó. Una raya más al
tigre. Toda la organización fue un gran fracaso, realmente.
Hoy sentí vergüenza ajena
por mi país, que espero que sea pasajera. Ojalá se recupere.
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