La segunda catilinaria de
Juan Montalvo es brutal. En ella, el ambateño se dio gusto insultando al Presidente
de la República, al punto de atribuirle los siete pecados
capitales:
“Ignacio
Veintemilla no ha sido ni será jamás tirano: la mengua de su cerebro es tal,
que no va gran trecho de él à un bruto. Su corazón no bate; se revuelca en un
montón de cieno. Sus pasiones son las bajas, las insanas; sus ímpetus, los de
la materia corrompida, é impulsada por el demonio. El primero soberbia, el
segundo avaricia, el tercero lujuria, el cuarto ira, el quinto gula, el sexto
envidia, el sétimo pereza; esa es la caparazón de esa carne que se llama
Ignacio Veintemilla” (1).
Montalvo describió a
continuación, por varias páginas, los siete pecados capitales que atribuyó a Veintemilla (2). Y concluyó que éste “no se
contenta con la bolsa; le quita a la camisa á al República, la deja en cueros,
y allá se lo haya con su desnudez la pobre tonta […] la santa Hermandad tiene
el deber de colgar á los ladrones en dondequiera que les echa mano al coleto.
Los ojos para las gallinazas, la asadura para los perros, hé aquí tu merecido,
Ignacio de Veintemilla” (3).
Acerada saña, la del zambo.
(1) Juan
Montalvo, ‘Segunda Catilinaria’, Imprenta de ‘La estrella de Panamá’, Ciudad de
Panamá, 5 de abril de 1880, pp. 3-4.
(2) Ignacio
Veintemilla (1828-1908) es el gobernante ecuatoriano que más tiempo ha
ejercido de continuo el poder, después de Rafael Correa. Pero a diferencia de
Correa, Veintemilla llegó al poder por un golpe de Estado el 8 de septiembre de
1876 y, a su vez, fue depuesto por otro golpe de Estado que se consolidó en el territorio nacional el 9 de julio de 1883. Ese día, Ignacio Veintemilla
zarpó desde Guayaquil al exilio. Volvió al país en 1907, se radicó en Quito y
murió al año siguiente.
(3)
Ibíd, p. 15. “Echar mano al coleto” equivale a “aprehenderlo” (el “coleto” es
un chaleco). La “Santa Hermandad” es la corporación que castigaba a los malhechores en
el campo.
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