En el imaginario popular
de la clase media y alta de Guayaquil, el socialcristianismo es una superación radical del roldosismo. Algunos
socialcristianos todavía se animan a lanzar, a manera de una defensa ante
cualquier crítica a la gestión del PSC en la Alcaldía de la ciudad, la pregunta
de si uno se acuerda de cómo era Guayaquil en los ochentas roldosistas.
Yo sí me acuerdo. Pero ese
no es el punto.
El punto es que hacer esa
defensa de la crítica a la gestión del PSC es asombroso, pues implica: A) aceptar que el parámetro para
comparar la actuación del PSC durante su gestión en la Alcaldía de Guayaquil es
lo que ellos consideran una gestión “de postración y de abandono” (1); B) continuar el uso de este “argumento” por un cuarto de siglo.
La “B” es un clarísimo
abuso: si se trataba de rescatar a una ciudad de su postración y de su abandono,
es claro que el compararla con aquello que se desea dejar atrás (desde 1992) debería
tener una pronta fecha de caducidad. Una ciudad no busca compararse con un desastre: debe compararse, para ser cada vez mejor, con los estándares de excelencia urbana
(2). Hacer como aquel
socialcristiano que usa todavía este argumento resulta tan absurdo como enorgullecerse,
siendo un equipo grande (un Boca Juniors, por ejemplo), de haberle ganado al
Deportivo Quevedo en su reducto fluminense (¡?).
Absurdo, rayano en la estupidez.
Ahora, bien se puede
concordar con que el PSC es una superación parcial
del PRE. Esto, porque sus formas son distintas. Muy distintas, como el agua y
el aceite: aniñado vs. cholo, conservador vs. disruptivo, elitista vs. popular.
Pero es únicamente una diferencia en las formas, en cuya comparación resultan “mejores”
las formas del PSC. En lo realmente importante (al menos, para quienes no nos
comemos los amagues), ambos estilos esconden una misma sustancia.
La misma sustancia del socialcristianismo
y del roldosismo se cifra en lo siguiente:
1)
Crecimiento urbano sin planificación.
2)
Ineficacia en los controles de aspectos básicos de la administración.
3) Descuido
grave en la protección del ambiente.
El crecimiento urbano de
Guayaquil se ha hecho sin planificación municipal de ningún tipo (3). Los controles básicos a cargo de la Alcaldía de Guayaquil en
las edificaciones y en la protección del ambiente, son incumplidos de manera
escandalosa (4). Las consecuencias
de esta ineficacia en los controles es que Guayaquil es hoy una ciudad
vulnerable a terremotos e inundaciones (5).
Por supuesto, ni la falta
de planificación, ni la ineficacia en controles básicos, ni la vulnerabilidad frente a terremotos e inundaciones son desastres que hayan empezado Nebot o
Febres-Cordero, o incluso los Bucaram y sus secuaces. Son problemas que hemos
arrastrado por varias décadas, y que se han vuelto particularmente graves desde
el crecimiento urbano de Guayaquil como una mancha gris a partir de los años cincuenta
del siglo pasado. El PSC no solo no corrigió este estado de cosas: las ha decisivamente
empeorado. El resultado es un crecimiento urbano que (de no enderezarse de
forma oportuna) tendrá consecuencias nefastas para el futuro de Guayaquil.
Alguna vez se dirá de este
período socialcristiano de nuestra historia, que hemos guardado (hasta ahora,
por casi un cuarto de siglo) un silencio bastante parecido a la estupidez.
(1)
Esa fue la descripción que utilizó el alcalde Febres-Cordero en el video de
1992 en el que denunció “la forma cómo se manejaron los destinos de la ciudad en los últimos años”.
(2)
Los estándares a utilizar para juzgar la gestión del PSC deberían ser, por
ejemplo, los de la organización de las Naciones Unidas especializada en ciudades,
ONU Hábitat. Acerca de esos estándares, el Municipio de Guayaquil hace todo lo
contrario: v. ‘Guayaquil y los espacios públicos (a la luz de ONU Hábitat)’, ‘La ciudad de papel’ y ‘Urbanismo responsable vs. Guayaquil (o tres desastres urbanos)’. De hecho, ONU Hábitat propone "todo aquello que Guayaquil no es", v. 'El mundo del revés: la Alcaldía de Guayaquil y Hábitat III'.
(3) La
falta de planificación se explica por el modus
operandi de la Alcaldía de Guayaquil: v. ‘Explicando el negocio de la Alcaldía socialcristiana’.
(4)
El incumplimiento de las normas de construcción de las edificaciones se debe a
que “el Municipio, lamentablemente, no
teniendo el personal suficiente, no realiza los controles de los
procesos constructivos, más allá de al final de la obra establecer si los
metros cuadrados que se reportaron son los correctos”, según sostiene el
Presidente de la Cámara de la Construcción de Guayaquil, Ing. Enrique Pita. De
resultas de esta ineficacia, el 70% de las edificaciones de Guayaquil se han
construido “de manera informal, sin un plano o estudio de por medio” y del
restante 30%, “en la mayoría de casos no se ejecutaron los planos
presentados” (v. ‘Guayaquil: el terremoto de 1942 y nuestra situación actual’ y ‘¿Caso fortuito? El terremoto del 16 de abril en Guayaquil y la responsabilidad civil’). El incumplimiento de
las normas de protección del ambiente se ha puesto en evidencia con un artículo
reciente que publicó diario Expreso: Blanca Moncada, ‘475 empresas, en el Estero y sin licencia ambiental’, Diario Expreso, 4 de junio de 2017. En
materia de áreas verdes, el discurso de la Alcaldía es simple y llanamente
mentiroso: v. ‘La Alcaldía de Guayaquil y las áreas verdes’.
(5) En
relación con las inundaciones a consecuencia del cambio climático, v. ‘Guayaquil a la deriva’ y ‘La posibilidad de una ciudad verde’.
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